Alejandro Gutiérrez Vélez: el chef colombiano de la sostenibilidad

Nayhara Contreras y Susana Diez
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Una cocina que va en contra de todo lo que destruye el planeta y demuestra que alimentarse puede ser un acto revolucionario; un perfil de Alejandro Gutiérrez, chef de Salvo Patria, uno de los restaurantes mejor posicionados hoy en Bogotá
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Chef Alejandro Gutiérrez Vélez
Una de las cosas más importantes para el chef manizaleño Alejandro Gutiérrez Vélez es la naturaleza. Sus brazos, con tatuajes de serpientes, flores y tigres lo demuestran, tiene una perra mestiza que adoptó en medio de la pandemia de covid-19, el nombre de su mascota es Flora la cual, aunque no duerme en el piso, no puede estar dentro de las cobijas de Gutiérrez, porque las cobijas son para humanos, dice. “Si Flora hace algo mal, le doy un golpe pequeño en la trompa. Ellos entienden así, porque vienen de los lobos y ellos se comportan de esa manera”.
Respeta y ama a los animales, porque desde niño le inculcaron la importancia de respetarlos y como vivían en el Alto Tablazo, a las afueras de Manizales, siempre ha tenido contacto con la naturaleza. Un día, Gutiérrez, junto a su padre, encontró en su casa una serpiente de gran tamaño malherida. Demostró su curiosidad e interés por cuidarla al llevarla al serpentario de la Universidad de Caldas, donde su padre era rector.
Se crió en una típica finca paisa: cafetales, gallinas, plátanos y marraneras. En su familia tenían como tradición –al igual que muchas otras en Colombia– preparar una marranada, especialmente en diciembre; sin embargo, no hacían el cerdo frito, sino ahumado, durante ocho o diez horas. El plan era estar en la cocina. Su madre junto con sus tíos lo preparaban mientras los primos ayudaban. “La cocina siempre fue un lugar donde uno se reunía y la pasaba bien. Yo crecí así”, recuerda Gutiérrez.
De la biología al restaurante
El amor de Gutiérrez por la naturaleza lo llevó a estudiar siete semestres de Biología en la Universidad de los Andes, hasta que se dio cuenta de que esa profesión no era para él. No era como lo veía en televisión, en los documentales de National Geographic o de la BBC; en cambio, cada vez tenía más claro que la cocina era lo suyo.
En lugar de formarse estudiando, se formó trabajando. Se vinculó desde abajo a Donostia, un reconocido restaurante muy del centro de Bogotá que se dedicaba a acercar productores locales al comensal. Sabían qué personas estaban detrás de los ingredientes que llegaban al restaurante, y eso era un plus indiscutible para los comensales que buscaban una comida más consciente; pero esto solo sería el comienzo, porque vendrían años de viajes y mucho movimiento en los que Gutiérrez estuvo en distintas cocinas del mundo.
Después de Donostia se fue a Nueva York a trabajar en un restaurante con estrellas Michelín, después fue a otro en Brooklyn y volvió a Colombia de nuevo a Donostia, pero esta vez como jefe de cocina; luego se fue a Lima a trabajar en Central, el mejor restaurante de América Latina y uno de los diez mejores del mundo.
Decidió regresar nuevamente a Colombia, pero no porque no tuviera oportunidades fuera, sino porque se dio cuenta de que su país tenía todo el potencial para ser un destino gastronómico a nivel mundial. En ese momento conoció a Juan Manuel Ortiz, el dueño de Salvo Patria, un pequeño local que se dedicaba a educar a los colombianos sobre el café, y decidieron asociarse. Tanto Gutiérrez como Ortiz coincidieron en que Salvo Patria debería tener un crecimiento en términos gastronómicos. Debería convertirse en un restaurante en el que existiera una cercanía diferente con el comensal.
Ubicado en una casa antigua y esquinera en el sector de Chapinero en Bogotá, Salvo Patria es un restaurante que trabaja con productos colombianos y que sabe de dónde llega cada ingrediente. Es la empresa a la que Gutiérrez dedica todo su interés, y uno de los 10 mejores restaurantes de Colombia. Pero no solo lo reconocen a nivel nacional: es el número 96 en los Latin America’s 50 best restaurants de 2022.
Lo que sucede al salir
El INPEC afirma que no tiene una cifra exacta de personas pospenadas en el país, pero llevan registro de quienes van saliendo de la cárcel cada mes. En el presente año han salido 3.530 mujeres. Después de su salida, las expresidiarias tienen la posibilidad de asistir al programa pospenitenciario Casa Libertad. Es un trabajo conjunto entre la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia de Bogotá, el Ministerio de Justicia y del Derecho, el INPEC, Colsubsidio y la Fundación Acción Interna en el que apoyan a la población pospenada durante su reinserción.
El proceso inicia con un articulador, un funcionario que se encarga de conversar con los beneficiarios y conocer sus necesidades para seguir el proceso con el especialista que se requiera. Esa persona sirve de guía durante todo el servicio, y, de esta forma, atienden necesidades de tipo individual, familiar, comunitaria y/o productiva.
Uno de los frutos de este programa se evidenció en la primera feria Casa Libertad emprende, realizada en junio de 2022 en el Parque Santander Productos. 16 expositores pospenados mostraron y vendieron sus productos hechos a mano, como bolsos, aretes, zapatos, muñecos, camisetas, gorras, y también alimentos como yogures y postres.
Sin embargo, Danna Cortés, experta en el área de pospenados en las oficinas del INPEC, afirma que son pocas las personas que acuden a este programa, puesto que se trata de un programa voluntario. “Se hace el proceso con los pospenados de forma individual, dependiendo de sus necesidades, pero no se les garantiza un trabajo o un aporte económico”, dice Cortés. Esto hace que las personas no lo vean como una oportunidad relevante porque se acostumbran a la dinámica de vincularse a algo solo si tiene algún beneficio, que a veces solo lo entienden como un estipendio económico o como fuente de ingreso, asegura.
Otra institución que les ayuda a reinsertarse
La actriz colombiana y directora de la fundación Acción Interna, Johana Bahamón, habla en entrevista con Efe el 7 de noviembre de 2020, en Bogotá (Colombia). EFE/ Carlos Ortega
Además del INPEC, y de las acciones que emprende el gobierno, existen otras instituciones que favorecen los procesos de reinserción, como la Fundación Acción Interna. Ha hecho presencia desde el 2012 apoyando a esta población. Ofrece orientación, formación y capacitación en diversas áreas.
Tiene una casa donde se implementan proyectos de segundas oportunidades: barbería, taller de teatro, de confección, de tatuajes, entre otros. También tienen alianzas con empresas, impulsan emprendimientos y promueven las convocatorias laborales que van acorde a lo que requiere cada perfil. De esta forma han apoyado a cerca de 1,700 pospenados.
Catalina Salazar Osorio es una pospenada que participó en el desfile de Colombiamoda con la marca People, gracias a la Fundación Acción Interna. A sus 37 años, siendo comunicadora social, fue condenada a 5 años de prisión. “Hacía firmas falsas y creía que no me iba a pasar nada, pero terminé en ese lugar. Mi refugio fueron estas fundaciones que trabajaron por ayudarme, y que potencializan las cosas buenas que podemos ofrecer para prepararnos al salir a la sociedad y reincorporarnos, pero... volver es lo más difícil del mundo, es muy duro”, contaba Salazar en una entrevista con el periódico El Universal.
Por otro lado, la fundadora y directora de la fundación Acción Interna, Johana Bahamón, es quien ha apoyado, en compañía de otras entidades, la reciente ley aprobada por el Congreso de la República de las Segundas Oportunidades. Tiene el objetivo de favorecer a esta población con mayores posibilidades en el mercado laboral, mediante la creación de beneficios tributarios, económicos, corporativos y otros que impacten positivamente a las empresas y la estructura de costos de ellos mismos por la contratación de pospenados. También el beneficio aumentaría en la empresa si al menos un 60% de los contratados son mujeres y/o mujeres y hombres transgénero de la población pospenada.
“No creemos que la cárcel sea el único elemento de castigo. El Estado debe cambiar su forma de ver a esta población y dar alternativas”, explican desde la fundación Movimiento cárceles al desnudo.
Su trabajo está orientado a crear estrategias de apoyo que permitan defender los derechos humanos. Se ha encargado de apoyar a personas que requieran vinculación laboral o el patrocinio de proyectos semilla, que se convierten en proyectos de vida para el pospenado. Como fundación han involucrado a la población en empresas aliadas. “Pero, no falta la pregunta: y si fue estafador ¿qué me garantiza que no lo volverá a hacer? O si estuvo en la cárcel por robo, ¿qué tal que me robe en la empresa?. El prejuicio y la desconfianza es otro tema pendiente en la sociedad colombiana”, ejemplifican.
En su recorrido por diferentes cárceles del mundo, tomaron como referencia a Suiza, un país en el que no solo hay un bajo porcentaje de reclusos, sino en el que el sistema carcelario es digno para la