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Corre, Carlos Sanmartín, corre

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Ashley Valentina Duarte Monroy, Comunicación Social y Periodismo.

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Cuando pequeño, se encargaba de hacer los mandados en su casa y luego pasó de competir en carreras de calle a participar en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

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Carlos Sanmartín, un atleta de 27 años, tiene dos cicatrices en el lado izquierdo de su rostro,
producto de travesías cuando estaba pequeño / Crédito: Ashley Valentina Duarte Monroy

Desde que lo contacté por Instagram, mostró su humildad. Me compartió su WhatsApp, sin ningún misterio. Me ofreció unos horarios para atenderme y me agradeció por querer escribir sobre él. Perdí la cuenta de cuántas veces revisé su muro. Por sus fotos, supe que es de piel morena. Sus piernas delgadas y altas y sus brazos musculosos destacan. Su gusto por usar gafas polarizadas y teñirse el cabello de azul es notorio. Observé que sus ojos negros se achinan cuando muestra sus dientes rectos y cuadrados. Y me di cuenta de que, al lado izquierdo de su grueso labio inferior, tiene una cicatriz que llega hasta su mandíbula.


—Yo tengo dos cicatrices en una —me expresó—.  Solo que, cuando la miras, parece una sola.


La de abajo se la hizo en el 2000 con un estantillo de madera por estar brincando mientras Magnolia, su mamá, lavaba ropa en el río Inírida, al este de Colombia; se rompió el hueso, se mordió y derramó sangre de manera exorbitante. La de arriba se la hizo en el 2003 cuando su abuela le pidió el favor de hacerle un mandado; quiso meterse en un solar para cortar camino y no vio unos alambres de púas; su labio quedó colgado en uno de ellos. Carlos tiene un incompleto carril de una pequeña pista de atletismo en su rostro que demuestra cómo ha sido desde que nació, el 19 de noviembre de 1993: “Cansón… y muy hiperactivo”, en palabras de su mamá.


‘Charlie’, como lo conocen en el mundo deportivo, es el segundo hijo mayor de cinco hermanos, nació en un hogar de bajos recursos en Cabuyaro, Meta, y su mamá lo registró con sus apellidos, Sanmartín Díaz, ya que su papá no apareció sino hasta que tenía 14 años. Según me dijo Kelly (una de sus hermanas), él heredó de su mamá la berraquera. En el 2011, decidió retirarse del colegio y empezar a trabajar para apoyar económicamente en su casa. Trabajó en una panadería y en el campo (guadañaba, fumigaba y sembraba cultivos) hasta que, en el 2013, el Ejército lo reclutó.


Duró un año en el Batallón Serviez. Sus compañeros le decían “perro culo”, porque era muy lambón; corría con mucha velocidad para cumplir con todas sus tareas. Llegó a ser el estafeta, mandadero, del coronel.


—Hacían ciertos eventos entre batallones y, pues, obviamente, yo iba a representar a mi batallón y siempre ganaba —hablaba con emoción—. Entonces me dieron permiso para salir a una competencia.


Una competencia que cambió el rumbo de su vida. En septiembre del 2014, ganó la Expedición Bodytech de Villavicencio. Antonio Vargas, técnico en atletismo, se acercó a él, anotó su número teléfonico y de ahí en adelante no pasó un día sin preguntarle cuándo regresaba para empezar a entrenar. A finales de ese año, no sabía si empezar a hacer la carrera de suboficial o dedicarse, de manera profesional, al atletismo.



Se inclinó por su pasión


Los días del 2015, 2016, 2017 y del primer semestre del 2018 fueron muy difíciles, pues no tenía apoyos financieros, así que participaba, la mayoría de veces, en carreras de calle y trabajaba de domiciliario, hasta el 11 de julio de 2018, cuando nació Elif Valeria, su hija. “Desde que ella llegó, las puertas para mí empezaron a abrirse. Ella llegó y yo empecé a entrar a los programas, a los apoyos, mis resultados empezaron a ser mejor deportivamente”, me expresó con felicidad.


Carlos me contó sobre su trayectoria. Ese año, en la prueba de 1500 metros, se consagró como campeón nacional por tercera vez (a hoy, ya lo ha sido por cinco años consecutivos) y ganó medalla de bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Al siguiente año, cambió de entrenador. Con el profesor Mauricio Ladino, quedó de primero en los Juegos Deportivos Nacionales de Colombia (puesto que en el 2021 conservó) y en el Campeonato Sudamericano de Atletismo en los 3.000 metros con obstáculos. De ahí en adelante se enfocó en esta prueba. Fue subcampeón en los Juegos Panamericanos de Lima 2019; obtuvo medalla de plata en el Sudamericano de Atletismo Guayaquil 2021; y batió récord nacional (con un tiempo de 8 minutos, 25 segundos y 66 centésimas) en el VIII Trofeo de Diputación de Castellón, España. Con todas estas victorias, logró un cupo a las justas olímpicas de Tokio tras sumar 1.197 puntos en el escalafón mundial. ¡Pasó de penúltimo el último día de clasificación!


Regresó a Bogotá; descansó tres días, se concentró 15 en Paipa y 20 en Font-Romeu-Odeillo-Via, Francia. El 25 de julio, voló a Tokio. La noche del 28, un día antes de su competencia, una pesadilla no lo dejó dormir. “La verdad esta fue una pesadilla muy complicada para mí”, afirmó con pavor. Se levantó gritando y bañado en lágrimas. Soñó que se contagiaba por covid-19, convulsionaba y quedaba parapléjico, pero su espíritu se salía de su cuerpo y lo veía en el podio de unos Juegos Olímpicos. Esta sensación pudo darse por un defecto que William, su compadre y atleta, identifica en él: “es muy ansioso y nervioso”.


El 29 de julio, a las 7 p.m., hora Colombia, sonó el disparo que dio inicio a la carrera de los 3000 metros con obstáculos. Con su uniforme de camisa de manga sisa azul, pantalón corto de color rojo fosforescente y zapatillas de Nike blancas, Carlos inició en la primera posición. Pasó los primeros siete obstáculos con fosos de agua sin ningún problema y, a los 2 minutos y 21 segundos, el etíope, Lamecha Girma, tomó la delantera. A los 3 minutos y 40 segundos, Sanmartín estaba en las últimas posiciones. Cuando sonó la campana de la vuelta final, sus piernas se veían tensionadas, su cuerpo brillaba por el sudor, pero seguía luchando por mantener su ritmo. A los 8 minutos con 9 segundos y 83 milésimas, Lamecha cruzó la línea de meta y quedó en la primera posición. 24 segundos y 36 milésimas después, el colombiano llegó penúltimo. A diferencia de algunos de sus rivales, no se tiró al piso, ni gritó, ni hizo cara de sufrimiento, solo suspiró y salió caminando de la pista.


Mauricio Ladino, entrenador de fondo y semifondo de la Selección Colombia de Atletismo, me explicó que, en esa prueba, además de que los deportistas deben mantener la técnica propia de las diferentes fases de correr, deben desarrollar una gran técnica para pasar los obstáculos y los fosos de agua; cada paso de esos implica que deban hacer una fase de impulso para pasar por encima y, luego, recibir todo el peso de sus cuerpos más la gravedad; eso genera un gran desgaste muscular que reduce la velocidad y puede afectar la continuidad de la carrera. También me aclaró que el atleta cabuyarense salió a poner en práctica una estrategia, criticada por unos y aplaudida por otros. La idea era correr rápido al principio para proponer y no terminar de último, sino con un buen tiempo, porque los demás son muy fuertes en el remate; él reconoció que Carlos se revolucionó más de lo que debía y que, aunque su marca no le permitió pasar a la final, fue una dicha que no terminara con ninguna lesión.


Yulinne Chavita, su prometida, quien no se pierde ninguna transmisión de las carreras en las que compite su futuro esposo, sintió mucha emoción y alegría al verlo por televisión, y el resultado le fue indiferente; Mauricio resalta la actitud de Carlos, pues, a pesar de su derrota, quiere seguir con el proceso de preparación, lo cual lo hace sentir orgulloso; Carlos me manifestó con entusiasmo: “Estamos contentos de decir que hoy en día logramos unos Juegos Olímpicos, y los próximos no están lejos; no están imposibles y van a ser más accesibles. Vamos a llegar mejor preparados, con mejor experiencia y, la verdad, regreso otra vez contento aquí a disfrutar todo esto que me dejó”.


Ahora sueña con el podio de los Juegos Olímpicos de París 2024. Debe cambiar su estilo de vida, para eso se va a mudar cerca del Parque Simón Bolívar, donde entrena. Seguirá practicando algunos días con resistencia aeróbica entre 12 y 20 kilómetros continuos, otros con fortalecimiento, otros con intervalos de repeticiones y tendrá que mejorar su paso de obstáculos. Por ahora, está descansando unos días en Cabuyaro, su caluroso pueblo, mientras termina la organización de la oficina para su club de formación en atletismo, Carlos Sanmartín. Él sabe que hay muchos deportistas jóvenes que necesitan oportunidades, como él hace seis años; por eso, detrás de su imagen, quiere generarlas, porque, por encima de todo, su deseo más efusivo desde pequeño ha sido dejar un legado.

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