top of page

Del llanero al petrolero: los cambios del Casanare

pulzo.jpg

Mariana Tibaduiza Díaz

Fecha:

Tierra adentro habitan hombres amantes del ganado, sus caballos, el arpa, el cuatro y las maracas. Hombres madrugadores, que a las cuatro de la mañana le ponen aperos a su caballo y cabalgan sobre la sabana para arrear al ganado y “contemplar los amaneceres que les brinda Dios y la naturaleza”.

Lea también:
Del llanero al petrolero: los cambios del Casanare
Foto:
Atardecer llanero. Hato San Felipe, Orocué, Casanare. Foto tomada por: Marco Fidel Tibaduiza

Hablar del hombre llanero es remontarse al siglo XIX en la campaña libertadora y recordar la trascendencia de aquellos llaneros que dieron su vida para que fuera posible el sueño de libertad del país.  En 1818, Francisco de Paula Santander llegó al departamento de Casanare, por órdenes del General Bolívar y con el fin de reorganizar un ejército, dirigido por comandantes llaneros como Juan Nepomuceno Moreno y Ramón Nonato Pérez. El interés de Santander por este territorio se debía a que era uno de los territorios que todavía no se encontraba bajo el yugo español. Los llaneros eran excelentes jinetes, valientes y arriesgados.


Primeras exploraciones


Durante la década de los 90, el estilo de vida de los llaneros se vio sujeta a cambios. En el Casanare se realizaban exploraciones con el fin de hallar nuevos campos petroleros que pudieran suministrar la cantidad que el país requería.


Pero el rumbo del departamento cambiaría por completo. La empresa British Petroleum (BP) empezó activamente la explotación de los yacimientos de Cusiana y Cupiagua, en los municipios de Tauramena y Aguazul. Tras el descubrimiento, Casanare se convirtió en propulsor del crecimiento económico de Colombia debido a la dinámica industrial de los hidrocarburos en su territorio, que llegaron a representar más del 50% de la producción nacional.


Según la Revista Dinero, el yacimiento de Cusiana se convirtió en la “joya de la corona” del Estado colombiano, con una producción de 302.330 barriles diarios para finales de la década.


Transformaciones sociales


La Ley 1274 del 2009 establece que los predios deberán soportar todas las servidumbres legales que sean necesarias para realizar las actividades de exploración, producción y transporte de los hidrocarburos, salvo las excepciones establecidas por la ley.


Pero esto genera disputas. “Los dueños de fincas no toman la decisión de que entren las petroleras porque, como se dice en la Ley, estas son de interés nacional [porque] tienen la obligación de firmarle a la compañía y negociar el costo de la tierra que va a utilizar”, explica Carlos Roa, magíster en Sociología de la Universidad Nacional, quien ha realizado trabajos sobre el impacto ambiental y social de las petroleras en el Casanare.


Este factor fue el causante de que hubiera un cambio en la vocación de terrenos. Los trabajos que se hacían antes en la finca ya no se podían desarrollar porque las compañías empiezan a utilizar de otra manera los terrenos.


Sin embargo, el descubrimiento de estos yacimientos también provocó que la industria tuviera interés en un territorio que no tenía la atención del gobierno debido a las distancias de los centros del poder, la mala calidad de sus vías y la poca población.


Natalia Roa, psicóloga que vive en Casanare hace 15 años, ha realizado estudios sobre el impacto social de las petroleras en el departamento, y resaltó los aspectos favorables de la llegada de estas compañías. “Con el petróleo también llegan las vías, viene una inversión por parte de ellas a mejorar, a crear nuevas, vías y con estas también cambia la ganadería, llega también el arroz y nuevos sistemas productivos que antes no estaban porque no había vías para sacarlas. El contexto social y económico empieza a cambiar y el petróleo es la entrada de este cambio”.


Con la llegada de las petroleras hubo una transformación en el sistema laboral para los llaneros que trabajaban en hatos o fincas provocando el interés de ellos por trabajar en compañías petroleras.

En primer lugar, los salarios en una compañía eran mayores al de un jornal. Siendo este otro factor favorable que resalta Natalia Roa. “La calidad de trabajo y de puestos laborales que empiezan a llegar están bajo todos los lineamientos laborales que existen en el país”, explicó. Se inició una competencia por trabajos no calificados que no requerían ningún tipo de estudio para ejercerlos. “Los trabajos no calificados llegaron a estar más o menos en tres millones de pesos. Por eso se le robó toda la gente al campo, por eso a la gente ya no le interesaba seguir partiéndose el lomo sin prestaciones sociales sin extras sin nada y además sin la posibilidad de crecer”, explica Roa respecto a la diferencia de salarios.


Otro punto relevante resaltado por la psicóloga es la manera en que se van implementando unos cambios de uso tecnológico a partir de la entrada de las compañías. “El hato ganadero y las formas de trabajo en el llano tenían una manera y unas tecnologías propias, como las labores de la finca. Las prácticas propias van a empezar a olvidarse por esos trabajadores que deciden entrar en la dinámica de la industria petrolera, provocando una ruptura generacional hacía las labores de llano”.


La vida en el Hato San Felipe


Un hato es un terreno en el que el llanero aprendió a trabajar y cuidar la tierra, a cabalgar y a querer al caballo; a conocer y manejar el ganado. Asimismo, han contribuido en la formación del llanero y también son historia, son vivencias y tradiciones. Para el compositor casanareño Cachi Ortegón, quien ha dedicado su vida a la preservación de la cultura llanera, el hato es fundamental para la cultura de la región.


“El hato se mantuvo casi sin modificaciones por trescientos años. Sólo este turbión del progreso, la comunicación, las invasiones, el alambre y la violencia ha arrinconado los hatos a los lugares más alejados. Pero el Hato ha hecho mucho por el Llano, ha hecho a los llaneros, los ha definido, identificado, formado. No puede perderse el que hasta hace poco tiempo fue el eje de nuestra vida, de nuestra economía, de nuestra cultura, de nuestra historia, no pueden acabarse los hatos. Es nuestro deber de llaneros casanareños, conservar, mostrar y enseñar lo que es un hato, lo que fue, lo que ha sido”, dijo Ortegón.


En 1994 en Orocué, Casanare, Jogny Guzmán, con tan solo 13 años, inició sus labores como mensual en el Hato San Felipe. Un mensual es aquel que realiza los trabajos relacionados con la casa del hato como arrimar la leña, limpiar el comedor, tanquear la tinaja, una vasija grande que se usa para guardar agua). “A mí me quedó mucho gustando. No tanto trabajar, sino ver que yo ya había ganado plata. Yo me amarré a la plata, me alcanzó para mucho y yo dije que lo mío era eso de trabajar y ganar”, expresó.


Cursó hasta quinto de primaria, a pesar de que era un niño muy pilo y su profesor le reiterara la necesidad de continuar con sus estudios.


Para 1999 llegaron las primeras petroleras al hato, pero fue hasta el año 2011 cuando los amigos de Guzmán le decían que se fuera a trabajar en ellas. “Cuando llegaron las petroleras, los amigos me llamaban cuestionándome qué hacía por allá ganando poco y ellos en la petrolera ganando más”, afirmó. Estuvo a punto de cambiar de empleo, pero la llamada del blanco, como se les denomina a los dueños de un hato, nombrándolo caporal (encargado) del hato lo hizo cambiar de parecer.


Guzmán ahora completa 29 años trabajando en San Felipe y ha visto los cambios en él. Enfatiza en que estos fueron producto de las compañías. “Había mucho llanero bueno para el trabajo, pero llegaron las petroleras a perforar y la gente se fue ausentado. Fue un fracaso para el hato. (…) Venía una juventud buena acoplándose a trabajar y no volvieron. Lo poco que sabían los fueron perdiendo.  Es muy triste ver esto, Por ejemplo, mucha gente de mi edad está trabajando en las petroleras.  Son contados los amigos que siguen trabajando en el llano. Me atrevo a decir, y no es por dármelas, que en San Felipe soy el único llanero propio que queda y no aspiro trabajar en una compañía”.


Otro efecto de las petroleras fue la disminución de los hatos ganaderos “Yo me acuerdo que en el 94 había alrededor de 10 hatos aparte de San Felipe, como lo era el Hato San Pablo y Santa Ana. Hoy en día solo queda San Felipe y parte de Santa Ana todo se acabó por la llegada de la petrolera y también es que los propios dueños de hatos se murieron y para mí esa es una de las razones para que se pierda un hato, que muera el patrón porque después eso va pasando a ser herencia y ya no hay amor por el llano como lo había antes”.


Guzmán recuerda a su buen amigo Octavio Guerrero, quien cambió el llano por un trabajo en una petrolera y era quien le decía que se fuera a trabajar a ellas. Guzmán describe a su amigo como un aficionado a las petroleras.


Un llanero en una petrolera


Octavio Guerrero, conocido como “Melero”, comenzó sus labores en el hato San Felipe en 1997 hasta que la vida de le tuvo un rumbo diferente respecto al de Guzmán.


En 2011, su hermano le propuso irse a trabajar a una petrolera. “Yo estaba contento de ser caballicero en el hato, pero me ganaba cuatro cientos mil pesos. Y mirando cuánto ganaba mi hermano en una petrolera, yo comparaba, yo no tenía una casa, entonces me arriesgué”. El caso de Melero se ve reflejado en lo que explicaba Natalia Roa respecto a la diferencia de sueldos entre un jornal en un hato a una petrolera. “Mi primer sueldo trabajando en una compañía fue de millón setecientos por trabajar once días. Eso era mucho adelanto”, manifestó Melero.


Los trabajos del llano suelen ser pesados, y para Melero ya no era de gran satisfacción montar a caballo por largas jornadas, pues sentía malestar en su columna. “Yo antes jineteaba porque sabía, me gustaba, ahora ando solo en moto. Los trabajos que uno hacía en un hato pasan factura después”.

Todavía recuerda con cariño sus días en el hato y el amor que tenía por este y el cambio que significó marcharse. “No fue fácil para mí dejar las cotizas, mis guayucos, el sombrero y pasar a usar casco, overol, gafas y botas, pero ya uno con el tiempo se acostumbra y se acostumbra también a hacer otros trabajos”, dijo Melero.


Tan profundas fueron las transformaciones que hasta su apodo cambió y manifestó lo extraño que se siente cuando lo llaman por ese nombre. “Para mí, Melero quedó en el pasado, ya no me llaman así, se me hace extraño cuando lo hacen. Melero se quedó en San Felipe. Hoy en día me llaman “Guerrerito”. Así soy conocido por estos lados”.


Casanare fue elevado a la categoría de departamento en 1991, con la firma de la nueva Constitución Política. Su historia reciente está marcada por el crecimiento económico sostenido, que marca nuevos rumbos para la cultura de miles. Los cambios son inevitables y no dejan de ser nostálgicos, como lo describe Guzmán: “Para mí es un orgullo estar acá y es triste ver cómo se va marchando la gente. Quiero dejarle un mensaje a todos esos llaneros que se han marchado de que no olviden sus costumbres y lo afortunados que somos de haber nacido en esta tierra”.


Una versión de este trabajo fue publicada en alianza con Europa Press el 27 de julio del 2023. Consúltala aquí.

bottom of page