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El sobrecosto que deben asumir los productores del campo colombiano

Por Sara Liliana Lepesqueur, Laura Vanesa Barrera, Ana María Cuervo y Laura Angélica Lenis, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo.

Entre diciembre de 2021 y enero de 2022, los insumos que utilizan los campesinos para cultivar han aumentado entre 43% y 60%.

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Chocontá es un municipio ubicado 75 kilómetros al noreste de Bogotá, la capital de Colombia.  El 70 % de sus habitantes se dedica a actividades agropecuarias, convirtiéndolo en el tercer productor de papa de Cundinamarca. Para sembrar este tubérculo se necesita un clima templado entre los 7° C a 18° C, abundantes lluvias que mantengan el terreno frío y húmedo, semillas de alta calidad, empleados, maquinarias y manos laboriosas de campesinos como Eleuterio Murcia. 

Eleuterio empieza el día a las dos de la mañana. Se levanta a ordeñar sus vacas y destina a esta actividad al menos cuatro horas diarias. A las seis, cuando la leche está lista, sale al pueblo a venderla. Sobre las siete de la mañana, inicia el día como agricultor en su finca —ubicada en el sector Piedresal de Pueblo Viejo, una de las 22 veredas de Chocontá— donde dedica alrededor de 10 horas al cultivo de papa. A las cinco de la tarde, regresa a su casa para ver a los animales y terminar su jornada a las siete de la noche. 

El chocontano de 56 años ha dedicado la mitad de su vida a los cultivos, que hoy ocupan aproximadamente media hectárea y producen 10 cargas de papa, es decir, 20 bultos. Cada bulto es equivalente a 4 arrobas, o sea, 50 kilogramos. 

En Chocontá hay 20.568 personas, 48,6 % de ellas habitan el espacio rural, pero solo alrededor de 700 cultivan, y deben asumir, como Eleuterio, los sobrecostos en los insumos del campo, que son una inversión importante para los productores; por ejemplo: para cultivar un bulto de papa, se necesitan dos bultos de fertilizante, un litro de fungicida y un litro de insecticida, que en el último año han duplicado su precio.  

Según el DANE, se ha visto un incremento de entre 43% y 60% en el precio de los insumos para el campo. Entre diciembre del 2021 y enero del 2022 los fertilizantes subieron un 51,56 %, los fungicidas un 49, 40% y los insecticidas un 45,51%. El aumento se debe principalmente al alza del dólar y la dependencia de Colombia, en temas de importación de insumos, de países como Rusia, Venezuela, Ucrania, China y Estados Unidos. 

 

“Si yo tenía tres obreros, eran tres familias a las que yo estaba empleando, pero resulta que ahora un bulto de abono pasó de valer 70 mil a valer 210 mil pesos. Entonces me tocó comprar la mitad del abono y, aparte de eso, suspender a uno o dos obreros para que el cultivo se pueda seguir manteniendo” cuenta Andrey Marín, campesino y realizador audiovisual de La Belleza, Santander. 

Alexandra Polo, directora de cadenas agrícolas y forestales del Ministerio de Agricultura, afirma que “el mayor problema del campo colombiano es el acceso a los insumos y el sobrecosto que deben asumir los productores para obtener una buena cosecha”. Asimismo, menciona que la segunda barrera para el campesinado es la comercialización “puesto que hay una brecha gigante (y muchos intermediarios) entre el productor y el comercializador final”.  

Para no perder la cosecha, Eleuterio se ha visto obligado a ofrecer sus productos en supermercados pequeños de Chocontá y a personas que lo buscan directamente. Algunas veces negocia con intermediarios que van hasta su finca, pero les cobra más barato, puesto que les vende toda la carga. Así como él, en Colombia hay 15.169 personas campesinas que también se ven afectadas económicamente al momento de transportar sus cosechas. Esto se debe a que los lugares en los que se encuentran los campos productivos del país están alejados de la zona urbana y los campesinos no tienen oportunidad de hacer ventas directas.  

Con el proyecto Campo Vida, una apuesta digital para mostrar por medio de Facebook e Instagram el diario vivir de los campesinos en Colombia, Andrey Marín ha tenido la oportunidad de evidenciar diversas realidades del campesinado y por eso explica el rol de tres tipos de intermediario y su importancia en el proceso de comercialización de una cosecha. 

Está el transportador que, para poner un ejemplo, va a la vereda, recoge 100 bultos de papa y los lleva desde el lugar del cultivo hasta el destino, cobrándole al campesino 5 mil pesos por transportar cada uno. El intermediario, por el contrario, le compra al campesino esos 100 bultos en 500 mil y se los vende a un bodeguero en 1 millón de pesos. 

El bodeguero se encarga de la comercialización final. Por ejemplo, recibe 30 bultos de papa de un campesino, 100 de otro, 70 de alguien más, hasta que completa el producto que necesita un supermercado grande. Los bodegueros suelen ser los únicos con el potencial de cerrar compras grandes y periódicas. Por ejemplo, un campesino vende un kilo de papa en 1.800 pesos a un bodeguero, este puede revenderlo 3.600 pesos. La papa, finalmente, se ofrece en 4.000 pesos en el supermercado.   

Los bodegueros, a los cuales acuden los supermercados y algunos productores del país, se encuentran ubicados en Corabastos, la plaza de mercado más grande de Colombia y la central de abastos de alimentos más importante de Bogotá, pues provee suministros a las demás plazas de la ciudad.  

Para los productores como Eleuterio, la asociatividad es un camino importante para disminuir los costos de producción y ampliar la comercialización. En el municipio existe la Asociación de Paperos de Chocontá (ASOCAP), la única enfocada al cultivo de papa y compuesta por 530 productores.   

José Murcia, representante legal de ASOCAP, explica que el campesino recibe ciertos beneficios al estar inscrito en la asociación, “en el tema de la maquinaria como tractores o lavadoras de papa, se reduce 5 mil pesos del valor comercial por hora […] también existen cursos de costos de producción, de planes de negocio, bultos de semillas y algunos insumos”.  

Estos grupos, aunque ayudan al campesino, crecen de forma muy lenta y no cubren problemas como el de la comercialización, pues es difícil conseguir grandes contratos. “Tuvimos un contrato con la Gobernación, específicamente con el Fondo de Desarrollo de Proyectos de Cundinamarca (FUNDECUN), que nunca nos funcionó. Ellos pagaban un mes y medio después y descontaban el 10% del producto”, expone José. 

Los integrantes de la asociación, como Eleuterio, afirman que solo reciben ayudas del Gobierno cuando hacen paro y exigen soluciones. Por ejemplo, gracias al paro agrario del 2013 obtuvieron de parte del Ministerio de Agricultura dos tractores y una lavadora de papas, que siguen siendo la única maquinaria de la asociación. 

Por otro lado, José explica que han prosperado tanto en la agrupación como en el campo gracias a entidades que prestan su atención y realizan convenios directos con ASOCAP como la Federación Colombiana de Productores de Papa – FEDEPAPA.  

Jorge García, ingeniero agrónomo de Fedepapa, explica que a través del Fondo Nacional de Fomento de la Papa (FNFP) se cobra el 1% de la producción total a cada afiliado. Con el dinero que se recauda, los campesinos pueden acceder a Escuelas de Campo, un programa que busca transferir tecnología a los productores, capacitar en temas de manejo integrado de plagas, enfermedades y todo lo que tiene que ver con el manejo fitosanitario. 

Alexandra Polo, funcionaria del Ministerio de Agricultura, también expone el tema de la tecnología como uno de los mayores problemas del campo colombiano, pues explica que algunos productores pequeños no han querido (o no han podido) innovar para mejorar la producción de sus cultivos a través de estrategias tecnológicas. El problema es que la cobertura de internet en Cundinamarca es de 13,4%.  

Gonzalo Ariza, chocontano de 70 años, sabe de ganado y también es tractorista, pero los últimos 20 años los ha dedicado a la papa. Su última cosecha no fue buena. Al lado de su casa tiene 17 bultos de papa echados a perder, ‘picados’ por la gulupa, una plaga de gusanos.  

Él, al igual que otras 19,683 personas en Chocontá, no tiene acceso a internet. No tiene tecnología en su casa —tampoco podría usarla— y no pertenece a ninguna asociación, por lo que no está al tanto de las capacitaciones del manejo fitosanitario (de plagas) que brinda ASOCOP. A su casa no llegan volantes, ni periódicos y, en tiempos de lluvia, es difícil acceder a un vehículo. El único canal de comunicación de Gonzalo es la emisora Amigos de Chocontá (101.3 FM). 

En los últimos 4 años y hasta septiembre de 2022, la inversión total para el sector agrícola en Cundinamarca ha sido de $44.256 millones. Los frentes que se han fortalecido son: la tecnificación del campo, el fortalecimiento productivo, el apoyo con insumos y semillas y los programas de incentivos al crédito agropecuario. 

 

Pese a que el Estado invierte en el campo y ofrece algunas soluciones, el panorama del sector agropecuario es aún desolador. Los campesinos siguen enfrentando múltiples problemas económicos y tecnológicos que abren más la brecha entre su situación y el progreso del campo colombiano.  Los insumos y costos de producción siguen aumentando su precio. Ahora es más difícil para el campesino seguir con su labor y para el consumidor final reconocer el valor agregado de productores como Eleuterio y Gonzalo, quienes siguen esperando el reconocimiento que merece su arduo trabajo y mejores oportunidades dentro de su entorno. 

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