Fotografía por Juliana Martínez.
Es licenciado en Historia en París y ejerce periodismo desde 1974, trabajando en prensa escrita, radio y televisión. Ha publicado más de treinta libros traducidos a más de treinta idiomas y es uno de los cronistas más destacados en lengua hispana.
Como novelista ganó el premio Planeta Latinoamérica 2004 por Valfierno, el premio Herralde 2011 por Los Living. Su libro El Hambre ha tenido repercusión mundial y le ha valido premios en Italia y España; últimamente recibió el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes (España) y el Premio María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
Es maestro de la Fundación Gabo desde 2001 y miembro de su Consejo Rector desde 2013.
Nos contó:
Sobre las desigualdades de la región...
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Lamentablemente América Latina es la región del mundo con mayor desigualdad, lo cual no quiere decir que sea la región con más pobreza porque hay zonas de África y de Asia que son aún más pobres, pero sí que hay más diferencias entre los más pobres y los más ricos.
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En síntesis, en Ñamérica, mi libro, trato de pensar por qué sucede eso y tiene mucho que ver con el hecho de que llevamos 500 años en que la riqueza de nuestra región consiste en extraer y exportar materia prima, y eso hace que no se formen centros de producción que puedan crear valor y mercados internos importantes.
Fotografía por Juliana Martínez en entrevista con Unisabana Medios.
Sobre los puntos comunes de Iberoamérica...
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Tenemos estados bastante semejantes porque durante 300 años tuvimos el mismo estado que formó cada una de nuestras repúblicas: tuvimos una iglesia que fue decisiva en la forma en que somos y aún sigue siendo muy determinante. A esto se suma la manera de construir las economías. Además, compartimos un idioma común, que es algo raro. Nosotros no nos damos cuenta porque es nuestra realidad habitual, pero no hay ningún otro lugar en el mundo en el que 20 países hablen la misma lengua.
Sobre la búsqueda y negación de una identidad colectiva...
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Digo que América Latina es un continente que huye de sí mismo porque después de haberse construido durante muchos siglos a partir de la inmigración, somos ahora la región del mundo con mayor proporción de emigrantes.
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A esto que llamo Ñamérica siempre fue un lugar de inmigración. Primero, vinieron aquellos habitantes hace 20 mil años del centro de Asia que cruzaron y poblaron por primera vez estas tierras donde no había vida o seres humanos, hasta entonces. Después, vinieron los españoles que trajeron por la fuerza y vergonzosamente a muchos africanos para ser esclavos. Después, siguieron inmigrando otros europeos y demás, y recién en las últimas décadas nos transformamos en un continente que expulsa gente.
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Estamos construyendo sociedades que no son capaces de retener a sus mejores miembros. Aquellos que se toman el trabajo y el peligro de ir a construirse una vida en otro lado, porque cree que la que tiene aquí no es la que debería, suele ser la gente más 'ñámica' con más energía. Gente que, cuya falta, nuestras sociedades sienten.
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Como la sociedad que estamos observando no es suficientemente buena se va gente y hace que la sociedad sea aún peor. Se hace un círculo vicioso que deberíamos trepar y cortar en algún momento.
Sobre el impacto de las crónicas periodísticas en la cotidianidad...
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Yo no creo mucho en el poder de lo que hago, ni me importa. Es decir, lo que hago yo o lo que hacen otros como yo. Ni me importa ese poder. Yo estoy en contra de la ética de los resultados. La idea de que uno hace las cosas que hace por los resultados que puede conseguir. Uno tiene que hacer las cosas porque piensa que es mejor hacerlo que no hacerlo, porque quiere, le gusta o importa. No por un supuesto resultado que podría producir lo que uno hace.
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Entre otras cosas, cuando uno se entrega a esta ética de los resultados es muy fácil decir: “No, ¿para qué voy a hacer esto si total no va a producir nada?”. Entonces yo prefiero pensar no en lo que se pueda producir, sino que vale la pena hacer las cosas porque uno cree que vale la pena.