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¡Hay cacho en la manga!

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Silvia Avella Bernal, Comunicación Social y Periodismo

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El coleo, una actividad autóctona de los Llanos Orientales, se ha convertido en un negocio que impulsa económicamente a los departamentos, gracias a su atractivo turístico. 

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¡Hay cacho en la manga!
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Foto: Silvia Avella Bernal

En medio de la majestuosa sabana de los Llanos Orientales se escuchan los gritos de cientos de personas. “¡Campana!”, dicen al unísono, cuando el coleador en una faena le da una vuelta al toro. De fondo se percibe la inconfundible música llanera, canciones del Cholo Valderrama, Walter Silva y Reynaldo Armas, las cuales hacen que se emocione aún más el público.


Esto es la manga de coleo, el lugar donde los llaneros aprecian su deporte autóctono. A lo largo de 330 metros se observan dos hombres, el coleador y el encajonador, montando sus caballos de raza ‘Cuarto de Milla’. De repente, se abren las puertas del corral y sale estrepitosamente una res de aproximadamente 400 kilos. El público emocionado grita: “¡Hay cacho en la manga!”. Y en cuestión de segundos el coleador toma la cola del toro y, con empuje y fuerza, hala hasta lograr voltear la res. Acaba de volcar el equivalente a una moto ‘Harley’. Mientras tanto, en la gradería los espectadores aplauden, cantan, aprecian los caballos y comentan las faenas: “Pija pariente, qué jalonazo”.


En la manga de Trinidad anuncian al siguiente coleador: Yonency Cuevas, más conocido como ‘Criollo’. Él y su caballo van directo a la arena de la manga y allí hacen una espectacular faena con dos campanas, una en primera zona que le suma 20 puntos, y otra, en segunda zona que le agrega 10.


‘Criollo’ es conocido así por haber nacido el 20 de julio, el día del grito de independencia, y ser la representación misma del hombre llanero. Nació en el municipio de Trinidad, ubicado a 2 horas de Yopal, Casanare. Él ha estado inmerso en el coleo desde los 9 años. “Desde que tengo uso de razón ando en un caballo”, cuenta Yonency con orgullo. Este hombre de tez blanca y sonrisa amable, quien no suelta su sombrero criollo, fue ganador del Mundial de Coleo en el 2014, junto a su caballo castaño Corazoncito, el cual falleció un año después de haber ganado la competencia. “Ha sido una de las cosas más tristes de mi vida, que se me haya muerto mi caballito”, expresa Criollo. Cuando obtuvo el mundial era el alcalde de su municipio Trinidad y consiguió el triunfo estando en uno de los clubes de coleadores más antiguos de Colombia, Club las Panteras, fundado en el 2000 por su abuelo Publio Amaya.


Después de la faena de Yonency en la manga de Trinidad, el narrador anuncia a Ángel Zambrano, la leyenda del coleo. El público se emociona y cuando entra Ángel con su caballo los espectadores le tiran ponchos, sombreros y pañuelos. Él, como de costumbre, hace una magnífica faena.


Al ser el ganador de cuatro mundiales de coleo y llevar más de 40 años en este deporte, Ángel, conoce perfectamente todo del mismo. Vivió el coleo desde sus inicios, cuando era una faena diaria en las fincas ganaderas del llano.


En esas épocas, los ganaderos se levantaban a las tres de la mañana con el hermoso amanecer llanero - el sol apenas saliendo y los tonos del cielo entre naranja y amarillo - a recorrer el hato y a arriar su ganado.  Ensillaban y montaban sus caballos. Llevaban consigo poncho, sombrero, rejo y pollero (una funda con carne y patacón) para su día de trabajo en medio de la sabana. Cuando se encontraban sedientos bebían agua de ríos o caños, la cual colaban con sus ponchos o sombreros. Transportaban el ganado de un lado a otro, con el fin de dejarlo en el corral. Sin embargo, cuando un toro intentaba salir del rebaño, el ganadero apresuraba su caballo, tomaba la cola del toro y le daba un jalonazo hasta derribarlo, así lo enseñaba a no abandonar su manada. Una vez la res era coleada no volvía a intentar escaparse. Por lo tanto, el coleo procede del trabajo llanero; en palabras de Ángel, “este deporte viene de la forma que trabaja uno en los hatos”.


En las graderías de la manga de Trinidad la emoción es indudable, todos los espectadores visten con poncho, sombrero y alpargatas, vestimenta típica de la región. Cantan los coros de su música autóctona: “Soy coleador de mi pueblo y no lo niego, mi gran orgullo es tumbar a un toro bravo”. Los niños y jóvenes disfrutan cada faena entre risas y aplausos.


Hasta las más pequeñas generaciones de llaneros sienten un amor inexplicable por su región, como lo manifiesta ‘Criollo’: “En el campo casanareño, en la Orinoquía, Vichada y Arauca un niño sueña con ser coleador, no sueña con ser futbolista”. Gracias a este amor al Llano fue que Nohora Tovar, ex senadora del Centro Democrático, decidió presentar un proyecto de ley para reconocer la cultura, tradición e identidad llanera. Ella asegura: “Vamos a hacer un reconocimiento a nuestra cultura y ya estamos a un paso de que la Unesco nos declare patrimonio cultural del mundo”.


La ley 1907 fue aprobada por el Congreso el 28 de junio de 2018. En esta, se hace reconocimiento nacional e internacional del paisaje llanero, la riqueza y diversidad de los Llanos Orientales, además de reconocerse como elementos integrantes del patrimonio nacional manifestaciones culturales llaneras, como el coleo.


De repente en la manga de coleo de Trinidad entra una retroexcavadora, pues tiene que recoger un toro que acaba de fallecer. Sin embargo nadie lo celebra, ‘Criollo’ cuenta que es debido a que, a pesar de que sí hay maltrato, a ellos también les duele cuando un toro fallece.


Pero, para los movimientos animalistas el coleo no es un deporte, es una forma de explotación animal y de violencia especista. Como asegura Carlos Crespo, representante de la Red Antitauromaquia, “se ve a los animales como un objeto para satisfacer los deseos humanos”. Además, está en completo desacuerdo con la ley 1907, pues, asegura, dicha ley fue “una estratagema completamente baja y antidemocrática”, debido a que no se consultó a la población si estaba de acuerdo o no con la misma.


A pesar de esto, en la manga de Trinidad sigue el coleo, en esta competencia hay 160 coleadores, categoría élite, dando todo para posicionarse en el primer lugar y así obtener 100 millones de pesos, el premio más grande en la historia del coleo de Colombia. Entre ellos se encuentra Edwin Benavides, más conocido como ‘Manotas’, montando su hermoso caballo de raza ‘Cuarto de Milla’.


´Manotas’ vive de este deporte y asegura haber ganado entre 20 y 25 millones mensuales solo con las competencias del mismo. Eso, porque, actualmente, el coleo no es solo una actividad social y cultural, es además un negocio, ya que gracias a las competencias de este deporte los dirigentes políticos promueven turísticamente sus regiones, como lo hace ‘Criollo’ en Trinidad. “Indiscutiblemente cada vez que se hace un evento de esta magnitud se mueve turismo, en Trinidad hoy los hoteles están llenos”. Además, Nohora Tovar manifiesta que la idea principal de la ley 1907 es visibilizar la región y generar más turismo en ella por medio de las demostraciones culturales.


El coleo se ha convertido en un deporte organizado con una federación (FEDECOLEO), seis ligas y 118 clubes. Asimismo, ha dejado de ser un asunto de interés exclusivo para hombres, pues ahora mujeres y niños lo practican y cuentan con escuelas especializadas para aprenderlo. Ángel Zambrano asegura que “hay muchos muchachos que le están cogiendo amor y eso es muy importante para que siga adelante”. Además, ‘Criollo’ manifiesta que “es cuestión de que el coleo se forme, que haya mucha inversión en los niños y la juventud”, con el fin de que este deporte continúe generación tras generación.


En la manga de coleo de Trinidad cae el atardecer y se aprecia el cielo con una magnífica puesta de sol. Se da inicio a la premiación; 100 millones para el primero, 30 para el segundo, 10 para el tercero y 5 para el cuarto. La celebración continúa para los ganadores de esta victoria y para algunos coleadores que estuvieron a punto de ganar. Sin embargo, para los espectadores ya ha terminado un día de una gran competencia, así que se despiden y salen lentamente por las puertas de la manga.

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