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Última calada

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Valentina Benítez Guerrero, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

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España ignora la influencia de la industria tabacalera en el impacto de la emergencia climática. En paralelo, vive una ola de calor sin precedentes, la tercera en el año.

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El cambio climático es un tema tan sustancial como irritante. Somos la especie que detesta que le lleven la contraria; la especie que en lugar de corregir lo que hace mal, se enfada cuando alguien lo reprocha. Los humanos son la especie más abundante, extendida y terca. ¡Qué jartera el mismo cuento! Quizás esa incomodidad y fastidio cobra en el 2022 más de quinientas muertes en España, junto con más de 22.000 hectáreas de superficie forestal calcinadas, según el programa europeo Copernicus.


El presidente de España, Pedro Sánchez, lamentó la muerte de sus compatriotas. Expresó que “la emergencia climática es una realidad” y que “el cambio climático mata”.Sí, señor gobernador, aunque también mata la falta de políticas públicas que mitiguen el desastre que representan las emisiones que causan el cambio climático en la atmósfera y el paulatino aumento de temperatura en las últimas décadas —45 grados como máxima en el 2022. Si bien el recorrido para aliviar el impacto de la ola de calor en Europa es un trabajo en conjunto, España tiene gran protagonismo en el continente antiguo; no por ser el país que más fondos de la Unión Europea recibe para cuidado del medio ambiente, sino por ser uno de los países más permisivos con la industria del tabaco.


El tabaco produce contaminación atmosférica con sus más de 7000 sustancias tóxicas. Los consumidores producen 225 mil toneladas de dióxido de carbono cada año. La industria tabacalera es una de las principales responsables de la deforestación mundial; para elaborar 300 cigarrillos es necesario talar 8 árboles.Cuando se talan árboles, estos liberan a la atmósfera todo el carbono almacenado. España provoca la deforestación de 32.900 hectáreas de bosques tropicales cada año; a su vez, es el quinto país que más emisiones de gases de efecto invernadero produce dentro de la Unión Europea. El gobernador tiene el atrevimiento de lamentarse.


El tabaco también mata. Mata, por mucho, a 8 millones de personas cada año según la Organización Mundial de la Salud. Los investigadores del Instituto Catalán de Oncología definen la situación de España como «preocupante». Y lo preocupante es eso que tanta jartera nos produce. Aunque de aquello no debe saber mucho Pedro Sánchez, mientras entre risitas se niega a contestar si se ha fumado un porro y hace ojos ciegos a la penetrante industria tabacalera, para después lamentar muertes y posar ante las cámaras en medio del rastro que quedó de los bosques completamente calcinados.


Según el Ministerio de Sanidad, un tercio de la población española entre 15 y 64 años fuma. En simultáneo, las estrategias de promoción del tabaco van viento en popa a lo largo de este año. ¡Pero cómo no! Si el lobby tabacalero está compuesto por José María Aznar, expresidente de gobierno; Cristina Garmendia, exministra que ahora hace parte del consejo de administración de Logista, la mayor empresa distribuidora de tabaco de España; y los exministros Eduardo Zaplana y Luis de Guindos, que formaban parte de Imperial Brands, la cuarta tabacalera más grande del mundo. Por allá en 2010, cuando se aprobó la ley antitabaco (cuyo cumplimiento, por obvias razones, no se garantizó), muchas caras conocidas pegaron el grito en el cielo y alegaron la pérdida de miles de millones.


Según el Instituto Nacional de Estadística, España emitió 274,6 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en 2020, un 15,6% menos que en 2019; sin embargo, el último reporte de junio de 2022 estipula que en 2021 las emisiones subieron un 5,9% respecto al año anterior y “previsiblemente aumentarán de forma notable en 2022”. La industria eléctrica, la industria tabacalera, el transporte por carretera y aire, así como el ámbito de servicios, fueron los sectores que más contribuyeron a este aumento de las emisiones. La pandemia controló mejor las emisiones que el propio gobierno, que tiene la osadía de privilegiar sus contratos millonarios en lugar de la salud pública y lo que entra en sus pulmones. El virus se llevó las regulaciones y el ser humano volvió a ser esa especie terca que solo en vista de una amenaza inminente toma acción. Llevan años hablando del cambio climático, inminente no es, ¡qué jartera! Que eso lo resuelvan los que vienen, a uno le importa un bledo.


Los políticos del lobby tabacalero dicen que van mejor, y Marc Castellnou, jefe del Grupo de Actuaciones Forestales, les responde “ni de coña”. El país está en el ojo del huracán y eso lo convierte en el reflejo de un mundo permisivo y lamentable. El descenso de la temperatura está previsto para el próximo domingo, y viene acompañado de una última calada de aquel que mira el periódico y, al encontrarse algo sobre el cambio climático, solo puede pensar «¡Qué jartera!», mientras tira la colilla en el cenicero más cercano.

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