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Foto del Instragram de Adriana Bottina (@adrianabottina)
Luz Adriana Bottina es actriz, cantante y productora musical. Desde los cinco años se enfrentó al público por primera vez. Es de cabello castaño, trigueña, estatura promedio y muy dedicada. Nació y creció en Palmira, Valle del Cauca. “Luchadora, perseverante y constante”, la describe su madre, Teresa Alfaro. “Siempre ha tenido talento para componer canciones y alegrar con ellas a las personas y a sí misma”.
“Nunca tuve la ambición de ser famosa, pero siempre tuve claro que quería ser artista”, dice Adriana, quien tiene una licenciatura en Música en la Universidad del Valle, después de haber empezado su carrera a los 15 años, siendo corista en grupos de rock, una pasión que no ha dejado, pues en 2017 creó un grupo de rock llamado Fiesta privada.
Adriana logró ingresar a Discos Fuentes y para 1995 ya había grabado ‘Promesas’, su primera canción. Después de hecer su Licenciatura, grabó su primer disco ‘Al rescate’, y hoy es reconocida por sencillos como ‘Enamorarme como antes’.
La música ha sido solo uno de los caminos para ella. La actuación la ha llevado, también, a ser parte de la televisión colombiana en programas como ‘La hija del mariachi’, ‘Nadie es eterno en el mundo’, ‘Gabriela: giros del destino’, ‘Traga maluca’, entre otros, en los que ha podido unir sus pasiones: actuar y cantar.
La muerte de ‘Botica’, el amor de Adriana Bottina
“Fue muy duro”, recuerda Adriana Bottina cuando se enteró que su papá, León José Bottina, fue diagnosticado con Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Su padre fue sano, lleno de energía. Trabajaba como animador de fiestas, mago y payaso. Tocaba piano, acordeón y cantaba. De ahí, dice Adriana, “salió todo el talento”. Todos lo conocían como ‘Botica’, sobre todo porque así era como lo llamaban en el mundo de los payasos, y con este apodo trabajó y luchó para que sus tres hijos fueran grandes artistas.
“Desde muy pequeña mi padre me decía: Adriana, tú vas a ser una gran artista, en el campo que sea, pero lo serás”, recuerda la cantante.
El sueño de don León era aparecer en televisión, pero, como no alcanzó ese sueño, impulsó a sus hijos a cumplirlo. Adriana fue la única en lograrlo. “Recuerdo que en la última conversación de Adriana con León, él le dijo que cumpliera lo que él no había podido y que estaba orgulloso de ella”, cuenta Teresa Alfaro, madre de la cantante.
Una anécdota que Adriana no olvidará es que, en medio de un día en el que sus padres no tenían dinero para pagar el arriendo, su padre seguía haciendo chistes. Ella le preguntó por qué no se veía preocupado, a lo que don León le respondió: “Ante las adversidades, las risas no pueden faltar”.
A don León lo recuerdan como un hombre alegre, que le ponía humor a casi todas las situaciones, por más difíciles que fueran. Él empezó a sufrir fuertes gripas que lo debilitaban, y luego tuvo un brote en la piel. No le prestó mucha atención porque tanto él como su familia pensaban que era por el maquillaje de payaso. Lo que no sabían era que se había convertido en portador de VIH, virus que se le detectó tras varios exámenes de sangre. “Cuando él empezó a enfermarse nunca creímos que fuera a ser algo de tanta gravedad, por eso la noticia nos cayó como un balde de agua fría. Todos nos imaginamos el peor escenario, y lamentablemente pasó”, comenta Teresa Alfaro.
Adriana Bottina tenía 18 años cuando lo supo. No lo podía creer. Ella dice que se negaba a aceptarlo. Estaba fuera de Palmira, Valle del Cauca, donde vivían, cuando su hermana menor la llamó para contarle la noticia. En ese momento ella estaba trabajando como cantante en un bar. Al recibir la noticia, cuenta que su corazón “se partió en mil pedazos”. Y después del golpe vinieron más preocupaciones: su familia no tenía cómo conseguirle los medicamentos a su padre.
“Pasamos por momentos muy difíciles porque la gente, por su mala información y el desconocimiento de cómo se puede manejar una enfermedad como esta, nos discriminaba, nos rechazaba pensando que con solo tocarnos se iban a infectar de VIH. Entiendo hoy en día que nos huían en cierto modo por falta de conocimiento”, afirma Luz Dary Bottina, su hermana.
Don León quedó ciego y le apareció también un cáncer de estómago que lo devastó. “Fue el peor momento de nuestras vidas. Adriana estaba en un punto de su carrera en el que quería comerse el mundo, estaba iniciando su carrera profesional y eso la marcó profundamente. Pero desde entonces ella siempre ha sido una mujer muy fuerte, una mujer que se levanta y se sobrepone a todas las adversidades que le ha puesto la vida”, comenta su hermana Martha.
Después de la muerte de su padre, Adriana decidió no parar hasta conseguir llegar a ser lo que don León quería y había soñado para ella: ser una artista reconocida y talentosa.
Momentos de tensión para Adriana Bottina
Adriana cuenta que en el momento en el que interpretó a Wendy Jiménez, en ‘Nadie es eterno en el mundo’, pasó por otro momento muy difícil, en su relación con su esposo, Juan Carlos Quijano, quien también era su mánager. Adriana soñaba con giras, conciertos, autógrafos y portadas de revista. Reconoce que estaba “obsesionada” con su trabajo y se alejó de su familia.
Quijano recuerda que una vez, en su aniversario, que es el 20 de noviembre, a Adriana, quien siempre había sido muy detallista, se le olvidó por completo la fecha. Él llegó con rosas y con su comida favorita a su casa, pero ella no acudió a la cita porque estaba en grabaciones. Tan inmersa se encontraba en el trabajo que esa noche durmió en el set para empezar de nuevo su jornada muy temprano al otro día.
Su matrimonio entró en crisis. Ambos cuentan que no había comunicación, ni tiempo para compartir. “Solo peleábamos”, comenta Adriana. “El éxito profesional me llevó al desastre personal. Me fui estrellando”.
Luego de una noche que ella describe como “llena de dolor”, en la que su familia la buscó para confrontar la situación, ella reconoció que debía cambiar y comenzó a hacer que sus seres queridos fuera su prioridad, alejándose de las cámaras y micrófonos, y entregándose casi completamente a ellos.
Fue después de superar esta etapa que Adriana quedó embarazada y tuvo a Manuela, su primera hija, quien hoy tiene 12 años y es, “además de su mejor amiga, su motivación en el día a día”.
Hijo de Adriana Bottina estuvo al borde de la muerte
Lo que no sabía Adriana es que todavía le esperaban, a la par de los éxitos, otros momentos complejos.
En el 2019, Adriana quedó embarazada de su segundo hijo, Luciano. Desde que se enteró estaba feliz y fue, por un tiempo, “un embarazo muy tranquilo”. Según cuenta, lo único que le dijeron cuando el bebé cumplió 8 meses de gestación es que su hijo tendría que nacer en un parto por cesárea, ya que era muy grande.
El 28 de diciembre de ese año, comenzó con la labor de parto en su casa. Estaba sola. Llamó rápidamente a Juan Carlos. Al contestar, él no le creyó y comenzó a reírse. Creía que era una broma de Día de los Inocentes, pero ella, preocupada, le insistió que era cierto. Entonces su esposo fue corriendo a recogerla. Al llegar al hospital, Adriana entró directamente a la sala, donde en principio tendría a Luciano por parto.
A pesar de que ella insistió que su médico de confianza, quien también había atendido el parto de su primera hija, le había recomendado que fuera un parto por cesárea, los médicos se negaron a escucharla. “Su doctor no está y esto es lo que tenemos”,recuerda que le dijo la doctora que la atendió.
Luciano nació pesando 3 kilos y medio, era un bebé muy grande y al nacer por parto natural no tuvo suficiente aire, lo que obligó a los médicos a trasladarlo a una unidad de cuidados intensivos. Adriana y su esposo estaban devastados. Su médico pediatra de confianza llegó a revisar al bebé. “Luciano nació con hipertensión pulmonar debido a la falta de oxígeno en el parto. Esto ocasionó que un pulmón se reventara. La esperanza de vida era muy baja”, recuerda el doctor Manuel Sarmiento.
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Ella estaba perdiendo las esperanzas de que su hijo se recuperara. “Lo veía lleno de cables en todo el cuerpo, chuzado por todos lados. Sentía impotencia, vulnerabilidad, no podía hacer absolutamente nada para ayudarlo”, cuenta Adriana. Luego de seis días internado en la UCI, ocurrió lo impensable.
“Adri y yo fuimos a la capilla del hospital, estuvimos orando. Ella estaba llorando desconsolada. Decidió hacerle una promesa a Dios. Nunca nos dijo qué era, pero, al parecer, eso fue lo que salvó a Luciano”, narra Teresa Alfaro.
Pasó un día desde que Adriana le hizo la promesa y Luciano comenzó a mejorar notablemente. Salió de la UCI dos días después y con cuidados de sus padres se recuperó. Hoy, el niño tiene siete años y los pronósticos son positivos y no ha tenido mayores complicaciones de salud.
“La tormenta pasó. Fue un milagro”, afirma Adriana.
Carrera musical de Adriana Bottina continuó
Después de dedicarse de lleno a sus hijos y luego de 10 años de ausencia de las cámaras, Adriana regresó a la vida pública con ‘No te debo nada’, una canción hecha “por y para las mujeres”. Diana Ángel, una de sus amigas más cercanas, y miembro del grupo de Mujeres a la Plancha, considera que esta canción expresa sus sentimientos sin carga ni tapujos y quiere dar el mensaje de que las mujeres no deben permitir manipulaciones de su pareja. “Da un mensaje que, sobre todo, empodera”, dice Ángel.
Adriana hace parte de ese grupo, Mujeres a la Plancha, en el que, junto a otras colegas como Diana Hoyos, Laura Mayolo y Verónica Orozco, interpreta canciones de despecho y desamor, en un ‘show’ musical que ha hecho reír, cantar y llorar a miles de personas en Bogotá.
“Creo que el éxito de Mujeres a la Plancha radica principalmente en que es música que todos conocemos y hemos vivido a través de tantas generaciones. Viene gente a desconectarse un rato, a cantar y a gozar”, comenta Laura Mayolo, integrante de la banda Mojito Lite.
Por su éxito en la música decidió crear una academia de teatro musical llamada Bottischool, que lleva cuatro años en funcionamiento y en la que apoya a niños, niñas y adolescentes entre 4 a 18 años que quieren desarrollar su potencial en el ámbito musical, como cantar, bailar y actuar. Esta idea nació desde el gusto que tiene Adriana por las artes escénicas.
Dice que el teatro musical lleva muchos años en el mundo, pero que, en Colombia se desaprovecha esa oportunidad ya que hay pocos lugares para estudiarlo como una carrera profesional. “Yo misma les enseño la técnica y los guío. Montamos un espectáculo cada año y trabajamos con profesores talentosos y dedicados a esta vocación”, asegura.
Quienes trabajan con ella en la academia la describen cono una “persona dedicada y con un corazón enorme”, que sigue determinada a cumplir la promesa que le hizo a su padre: ayudar a que los demás sean felices mediante el arte, un camino que nunca es fácil, pero que siempre vale la pena.