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El arca de 'Malala'

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Laura Daniela Zambrano Páez, estudiante de Comunicación Social y Periodismo.

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Con menos de 3 años cambiándole la vida a perros y gatos en la calle, María Adelaida Aristizábal ha salvado a más de 277 animales y entregó 1.000 collares reflectivos con el mensaje “no estoy perdido, busco hogar”.

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“Mi madre iba manejando por la noche. De repente vi una sombra frente a la carretera y le grité que frenara. Era una perrita que estaba pasando la calle y no la pudimos ver, pues estaba muy oscuro”. Así relata María Adelaida (o como sus padres y amigos cercanos prefieren llamarla, Malala) el hecho que impactó su vida y por el cual decidió buscar una solución para los perros callejeros, a los que ella les dice con cariño, “chanditas”. Se propuso ayudar para que la gente los pudiera ver fácilmente en la oscuridad y así evitar que fueran víctimas de atropellos. De esta manera nació la idea de collares reflectivos con la frase  “no estoy perdido, busco un hogar”.


Este día no solo surgió la idea que salvaría la vida de muchos perros, sino que también se dio su primer rescate, ya que Malala decidió volver a buscar esa perrita que esa noche casi pierde la vida. Al encontrarla, se halló ante la sorpresa de que esta era madre de 3 cachorros. Sin dudarlo ni un segundo, los subió a su camioneta y los llevó a su casa. Para entonces ya era voluntaria de otra fundación y por eso encontraron rápidamente un hogar para los cachorros y su madre, a quien llamaron Alaska. Poco a poco se fue integrando a esa familia, pese a que el padre de Malala era alérgico a los perros.


Así fue como se abrieron los caminos a una nueva etapa en su vida. Pero antes de esto María Adelaida era una estudiante más, graduada de la Universidad de La Sabana como Ingeniera Química con máster en gerencia de Ingeniería. Vivió con sus padres la mayor parte de su vida. Recuerda que desde pequeña deseaba tener una isla con 50 perros. Su corazón siempre les perteneció a ellos, pues a lo largo de su vida no tuvo ni uno ni dos: tuvo 5, que fue recogiendo a medida que ellos iban apareciendo.  

Malala se considera como una persona calmada y centrada. Pero cuando se trata de perder alguna de sus mascotas, mantener la calma no es una opción pues ellos son su núcleo. Así fue la intensidad de su amor devoto por ellos que una de sus mascotas que falleció infortunadamente le brindó la idea de crear una fundación la que llamaría El Arca De Noah. Con el tiempo, el nombre se modificó a Arca Luminosa pues con los collares reflectivos sería la luz que los salvaría de la tempestad.


Los collares han sido un éxito, ya que recientemente Malala, con ayuda de muchos voluntarios, ha empezado a ponerles estos dispositivos, lo cual ha permitido construir comunidad entre aquellos que quieren adoptar este tipo de mascotas.


En sus jornadas les daban comida a las ‘chanditas’, los esterilizan y les colocan el collar reflectivo. Gracias al mensaje que porta este collar, una persona los contactó por sus redes sociales y les contó que decidió adoptar a un perrito de esos. Esa persona comentó también que le causó emoción ver que decía que buscaba un hogar.


Esta no fue una simple adopción: fue una respuesta directa al mensaje de los collares que Malala inventó, lo cual le hizo ver que su innovación dio resultado. Así mismo su fundación no se lucra con la venta de estos collares, ya que el precio de 6.000 pesos es exactamente el mismo de fabricación.

Hoy en día, Malala trabaja en una empresa japonesa como ingeniera industrial, pero jamás deja a un lado el gran logro que le representa su fundación. Ahora vive con su prometido en un apartamento junto con dos chanditas rescatadas y un roomate. Intenta dividir su tiempo lo mejor posible. “No dejaré a un lado este proyecto al que, desde 2018, hemos hecho crecer”, comenta Aristizábal, con respecto a los más de 277 rescates que ha logrado.


Ella, como muchas personas en Colombia y posiblemente en el mundo, quiere ayudar a los que no tienen voz, quienes no se pueden defender y no tienen otra opción para sobrevivir. Decidió hacer algo al respecto, porque no quería ver más cuerpos de perros atropellados y mucho menos madres con sus cachorros en las calles. No solo dejó este sentimiento en ‘querer’, sino que lo convirtió en poder para hacer una diferencia.

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