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Hijo de piloto: ¿privilegio o condena?

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María Camila Riaño Pardo

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Ser hijo de una leyenda puede sonar fascinante, pero aquel que decide perseguir ese mismo sueño, se enfrentará a una plena lucha por no vivir a la sombra de su padre.

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Foto:
Camila Riaño

Muchos deportistas profesionales han llegado a la cima de sus carreras gracias al apoyo y la experiencia que tiene algún miembro de su familia. En el tenis, Rafael Nadal desde los tres años ha sido entrenado por su tío Toni y las hermanas Serena y Venus Williams han entrenado y competido juntas desde muy pequeñas. Así mismo, en el fútbol, Sergio Busquets siguió los pasos de su padre, Carlos Busquets, quien también jugó en el Barça, y lo propio están haciendo los hijos de Diego Simeone o de Zinedine Zidane, quienes están empezando a destacar en sus clubes. Estos son apenas unos cuantos de las decenas de ejemplos que podríamos nombrar. En el automovilismo, esto no es la excepción.


Hace unos días conversé con una promesa del automovilismo colombiano, y la primera pregunta que le hice fue, ¿quién es Sebastián Montoya?, a lo que él, sin pensarlo, respondió, “soy el hijo de Juan Pablo Montoya”. Prosiguió a hablar un poco más de su trayectoria, logros y aspiraciones, pero me quedaré con esa primera frase que casi instintivamente salió de su boca.


Sebastián Montoya, de apenas 17 años, actualmente corre en la Fórmula Regional Francesa, lo que representa un gran paso en ese camino hacia la máxima categoría del automovilismo, la Fórmula 1. Sin embargo, lo que todos saben es que es el hijo de Juan Pablo Montoya, el colombiano, ganador de lo que llamamos La Triple Corona (Campeón en las 24 horas de Le Mans, primer puesto en un Gran Premio de Mónaco en la Fórmula 1 y vencedor de las 500 millas de Indianápolis). Sebastián, solo por nacer y decidir ser piloto ya tiene una carga sobre sus hombros mucho más pesada que la de cualquier otro corredor.


En la rueda de prensa donde Sebastián anunciaba su nuevo contrato como atleta de Red Bull que, sumado al apoyo de Claro, representa un gran logro teniendo en cuenta que patrocinadores importantes acortan el camino a la F1, comentó algo que podría sonar súper inspirador pero que, si uno lo piensa más a fondo, evidencia la presión que tiene desde el día cero que decidió compartir profesión con su padre. Cuando le preguntaron sobre su relación, él contestó que son muy competitivos, que él le exige mucho y que su benchmark es ser, mínimo, como su padre. Y, aunque él no lo mencionó, esto implicaría ser, al menos, el tercer ganador de La Triple Corona, reconocimiento que, a lo largo de la historia, solo lo han alcanzado su padre y el dos veces campeón mundial de F1, Graham Hill. Entre otros puntos a tener en cuenta, podemos incluir que no le gusta que le llamen “el segundo Montoya” y con toda razón le choca que su nombre sirva como gancho para recordar las glorias de su padre y que estos comentarios trunquen la oportunidad de resaltar todo lo que a su corta edad ha logrado en este exigente deporte.


Y es que Sebastián no es el único, el gran Michael Schumacher, siete veces campeón mundial de Fórmula 1, también tiene un hijo, Mick Schumacher, quien solo por tener este legendario apellido ya genera altas expectativas. Actualmente, corre en una de las escuderías menos exitosas, por no decir la peor, donde conduce un monoplaza que ni siquiera nos ha permitido saber si es buen piloto o no. Caso contrario, Max Verstappen, a sus 24 años, aún recuerda la sutileza de su padre, quien ha forjado su carácter como actual campeón. Jos Verstappen, ex corredor de F1, dejó tirado a su hijo en una estación de gasolina en Francia después de que a sus 14 años Max cometiera un error que lo dejó fuera de una carrera de karts que hubiera podido ganar. Ahora, a pesar del trauma, ha superado con creces la trayectoria de su padre. Algunos vencen a sus padres mientras otros siguen pagando su condena como sucesores.


Entonces, poder decir que eres el hijo de Montoya o de Schumacher definitivamente te abre puertas, pero así mismo podría quitarte mérito, pues fueron en su momento tan grandes que la sombra que dejan es gigantesca y estas jóvenes promesas deben guerrearla por ser más que los hijos de una leyenda.

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