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La fortaleza que exige el pole

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Sara Carrascal Hernández, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

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En la Competencia Mundial de Pole y Deportes Aéreos, ocho colombianos representaron al país sin contar con ningún apoyo del Estado debido a que no es un deporte oficial.

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Foto de cortesía. La coreografía que Sylvia utilizó en la Competencia Nacional de Pole fue la base para armar la rutina para la Campeonato Mundial.

En los últimos años, el pole ha adquirido popularidad en el mundo como una nueva disciplina deportiva. Tanto así que, en octubre de este año, ocho colombianos compitieron contra 44 países –400 atletas– en la Competencia Mundial de Pole y Deportes Aéreos, sin contar con ningún apoyo del Estado debido a que no es un deporte oficial.

Por: Sara Carrascal Hernández


En el siglo XII, lo que hoy se conoce como pole dance –o simplemente pole– se llamaba “Poste de Mayo” y era un ritual europeo que las mujeres realizaban para aumentar su fertilidad. En la época de la Gran Depresión, las mujeres de los circos bailaban alrededor de los postes de la carpa. En los años 50, el baile se desplazó al burlesque, una forma de expresión artística y musical que busca burlarse de un tema . De ahí fue a parar en los bares de striptease, donde perdió su aspecto musical y artístico. ¿Quién se iba a imaginar que, después de todo este recorrido, el pole llegaría a tener su propia competencia mundial deportiva?


En la calle 75 de la ciudad de Bogotá se encuentra “Elite Body: Pole & fitness”, una estructura de paredes blancas ubicada a media cuadra del edificio de admisiones de la Universidad Sergio Arboleda y en frente de una de las sedes de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN).[Debajo del letrero desgastado por el sol, la puerta de vidrio polarizado está llena de letras ininteligibles hechas con grafiti. Los primeros dos pisos del lugar constan de escaleras y una oficina, pero el tercer piso está ocupado con diez tubos de acero inoxidable, cubiertos con una capa de bronce y que van desde el piso hasta el techo.


Por lo menos cuatro veces a la semana, Sylvia Rodríguez asiste a Elite Body para preparar la coreografía que usará en el Campeonato Mundial de Pole y Deportes Aéreos. Sylvia, de 36 años, tiene el cabello teñido de color rojo-terciopelo, 1,60 metros de estatura, aproximadamente, y tatuajes con diferentes diseños en los brazos y la espalda. 


Ella no esperaba formar parte de esta competencia de talla mundial ya que el pole no es lo único a lo que se dedica. Sylvia trabaja tiempo completo como project manager en una compañía de software para clientes internacionales. Por esto, el pole no era una prioridad en su vida. Pero eso cambió cuando su puntaje en la Competencia Nacional de Pole, que se dio en junio, le alcanzó para clasificar al mundial. Cuatro meses después de este resultado, la deportista aún se sonroja y sonríe con orgullo al afirmar que, cuando recibió la noticia, se sorprendió “un montón porque no lo esperaba”.


Y hay motivos de sobra para sonrojarse y sentirse orgullosa, ya que competir representa una especie de clímax; representa la expresión máxima de todo esfuerzo; representa la demostración de que los deportistas merecen el puesto en el que se encuentran; representa un tipo de arte que se crea con el cuerpo a través del movimiento. Competir es un símbolo de sacrificio; pero, por encima de todo, es una recopilación de costos en dinero. En otras palabras, competir no es gratis.


Sylvia no solo está involucrada en el pole como atleta. También es la representante de los deportistas en la Federación Colombiana de Pole Sport, una entidad sin ánimo de lucro que opera con voluntarios. Por este motivo, conoce los costos que requiere el pole a la perfección. El trabajo que hace, junto a la presidenta de la federación, Diana Carolina Vega, tiene como objetivo apoyar al gremio del pole para que “la disciplina crezca y sea reconocida como un deporte oficial”, afirma la presidenta. Ambas saben que es más fácil encontrar una aguja en un pajar que encontrar el presupuesto para organizar competencias nacionales, participar en las internacionales y apoyar a los deportistas.


Debido a que la Federación “no es un estamento deportivo ante las autoridades del país”, expuso Sandra Toro, campeona nacional de pole, no tiene un presupuesto asignado para distribuirlo en las diferentes actividades que financian. Solo para organizar una competencia nacional es necesario reunir alrededor de 50 millones de pesos, dinero que debe cubrir el alquiler del lugar de la competencia, las precauciones médicas, entre otros aspectos administrativos. Por este motivo, “casi siempre estamos en rojo” y deben conseguir el dinero con las uñas ya que “no hay nadie que nos apalanque”, amplía Diana Carolina.


Los recursos que la Federación ha logrado recaudar para la competencia mundial vienen, principalmente, de la anualidad que pagan los deportistas para estar federados –la cual es de 120 mil pesos–, el precio de inscripción a las competencias organizadas por la Federación –el cual también es de 120 mil pesos– y de los talleres de capacitación para instructores –los cuales cuestan 620 mil pesos–.


El dinero que logran recaudar con estas iniciativas solo cubre la inscripción al evento internacional –la cual cuesta 55 libras esterlinas, es decir, unos 280 mil pesos colombianos–. Los demás gastos los deben cubrir los propios atletas con iniciativas de recaudación de fondos, gastos que incluyen los tiquetes de viaje, el hospedaje, la alimentación y el transporte. Sylvia decidió no revelar cuál es el costo de financiar este viaje, pero aseguró que es bastante elevado. Sobre todo porque “los gastos no son solo los del viaje”.


Con estas preocupaciones en la cabeza, los martes, la deportista llega al estudio antes de las cinco de la tarde para perfeccionar su rutina. Al entrar, se transforma en Sylvia, deportista de pole. Como parte de la reglamentación del Código de Puntos, el libro de reglas por el que se rigen los deportistas y las competencias, el vestuario no puede aparentar desnudez. Sin embargo, debe dejar expuestas las piernas, los brazos y el torso para que el agarre al tubo sea firme. Por lo tanto, Sylvia se puso un short semejante a los que usan los corredores de 100 metros y un top deportivo.


Su hombro derecho estaba vendado con cuatro cintas kinesiológicas, aquellas coloridas cintas que utilizan los fisioterapeutas para ayudarle al paciente a aliviar el dolor en las articulaciones. Después de nueve meses de realizar los mismos movimientos todos los días, comenta Sylvia, su cuerpo empezó a resentirse. Ello le causó una tendinitis.


Además de haber tenido que contratar a un fisioterapeuta, también tuvo que contratar a un nutricionista, un entrenador para trabajar fuerza y pulir la rutina y otro para trabajar la flexibilidad. Cada uno de los ocho deportistas que asistirán a la competencia mundial debe encontrar a su propio equipo de profesionales para que lo ayude a establecer un entrenamiento exigente. El precio total de esta lista no se reveló.


La molestia que provocaba la tendinitis era evidente. No tanto mientras ejecutaba las abdominales, las sentadillas y los estiramientos de flexibilidad, sino cuando empezó a calentar con el tubo. Con el brazo derecho agarró el tubo por encima de su cabeza. Luego, se puso en las puntas de los pies y, dejándose llevar, giró alrededor del objeto con el solo agarre de su brazo. Sylvia soltaba bocanadas de aire cuando volvía a poner los pies en el piso. Pero no soltaba el tubo. El agarre permaneció firme cada vez que su cuerpo realizaba el movimiento.


Su cabello flotaba con el aire que provocaba el impulso de su ejercicio y sus pies caían delicadamente en el piso cuando terminaba de darle la vuelta al tubo. Como su cabello, los problemas en la vida de Sylvia flotaban lejos de ella en ese momento de práctica. Al igual que los retos que enfrenta el pole. En ese momento, no le importaba que la Federación no fuera reconocida como tal.


Una Federación avalada debe tener una liga en la mayoría de los departamentos y estas ligas deben estar conformadas por un número de clubes –el Ministerio del Deporte es el encargado de realizar un estudio del deporte propuesto para determinar cuántos clubes son necesarios y aprobar la liga–, mencionó un funcionario del Ministerio en el área de atención al ciudadano. El funcionario solicitó que su identidad permanezca anónima.


Solo cuando se aprueba el deporte propuesto, la actividad tiene derecho a que se le dedique un presupuesto. El funcionario manifestó que el presupuesto que recibe cada deporte oficial “varía” dependiendo de la participación. “Por ejemplo, el ciclismo, que es un deporte muy competitivo [y] que tiene más [participación], [puede tener un presupuesto de] 300 o 400 millones de pesos”, detalla de forma paciente y pausada.


En un impulso de motivación, Sylvia decidió “correr” la coreografía completa, antes de que el dolor en su hombro aumentara mucho más. Con la fuerza de sus brazos, piernas y torso, recorrió los cuatro metros del tubo como si 60 kilos, el peso de su cuerpo, fueran una pluma y se puso en posición para empezar la coreografía.


Cada movimiento era la representación de una balanza que sostenía fuerza en un lado y sensibilidad en el otro; un equilibrio inaudito entre cuerpo y mente. Cada respiración que daba demostraba los años de entrenamiento, la dedicación de los últimos meses y la concentración que implica moverse a lo largo del tubo. Una actividad que requiere tanta exigencia debería ser considerada un deporte en Colombia. El pole cuenta con 80 deportistas federados; cuenta con una reglamentación estricta; cuenta con participación en eventos nacionales e internacionales. ¿Qué pasa que no logra cumplir con los requisitos que da el Ministerio?


En realidad, no es una cuestión de estructura. Es una cuestión de tiempo. “Yo llevo 13 años haciendo esto”, comentó Sandra con una sonrisa ladeada. “Es mucho tiempo de mi vida, pero no es mucho tiempo para un deporte consolidado”. El pole tiene alrededor de diez años desde que se le empezó a considerar un deporte en Colombia, mientras que actividades como el ciclismo y el fútbol, por ejemplo, han sido considerados deportes desde hace más de 160 años. Esto es poco más de siglo y medio. En comparación, diez años parecen uno, y en un año un deporte no crea ligas y clubes, mucho menos llega a tener una gran participación.


Sylvia acabó la coreografía al mismo tiempo que terminó la música. Al bajarse del tubo, puso las manos sobre las rodillas, arqueó la espalda y dejó caer la cabeza. Después de descansar por diez minutos, decidió volver a intentar la rutina. No logró completarla. Más o menos a la mitad de la secuencia se detuvo y se quejó de lo agotada que se sentía.


A las seis de la tarde, la deportista salió del estudio y se dirigió a la estación de Transmilenio, el sistema masivo bogotano, para tomar el bus que la acercaría a su casa. En el trayecto, mientras que contemplaba el paisaje urbano de la ciudad, los problemas volvieron a caer sobre ella y la atacaron como un huracán.


Su hombro derecho estaba bastante resentido después del esfuerzo que hizo en el entrenamiento. Exigirle demasiado podría resultar en una lesión, pero no entrenar también podría ser fatal para su rendimiento físico. Por otro lado, viajar hasta Suiza significa un golpe a su economía personal. La Federación debería ser capaz de cubrir los gastos del viaje y también los del entrenamiento de los deportistas.


El domingo 30 de octubre fue el turno de Sylvia para presentar su coreografía. A pesar del dolor, a pesar de los inconvenientes y, sobre todo, a pesar de la falta de apoyo, Sylvia logró llegar a Suiza para enfrentarse a las mujeres de su categoría ­-la categoría Pole Sport Senior 30+-. Sin embargo, a veces, toda la dedicación del mundo no es suficiente para triunfar. La deportista no logró quedar entre los primeros lugares, a pesar de los sacrificios que tuvo que hacer. Volvió a Colombia sin medalla, pero no sin la voluntad para seguir trabajando para que el pole sea considerado un deporte en el futuro.


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