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La tierra del olvido

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María Fernanda Pacheco Méndez, Comunicación Social y Periodismo

Fecha:

La cobertura de internet en el Bajo Baudó es deficiente, lo que obliga a los profesores de un colegio en el Chocó a viajar en lancha para repartir el material de trabajo en las comunidades.

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María Fernanda Pacheco Ménde

Antes de la cuarentena, la lancha del Colegio Hernando Palacios salía todos los días a las 6:00 a. m desde la comunidad de Mochado a recoger al 60% de los 388 estudiantes que viven en comunidades aledañas, tales como Cabre y Puerto Bolívar. Los chicos emprendían un trayecto de 45 minutos por el río Docampadó, una suerte de serpiente ancha, larga y, por temporadas, de alto nivel, para llegar a la sede principal de su institución educativa, en Belén de Docampadó.


Este colegio cuenta con diez aulas de clase, de las cuales algunas tienen goteras y grietas en las paredes. No hay batería sanitaria ni biblioteca, tampoco hay laboratorio de biología ni sala de sistemas... bueno, lo poco que quedaba se derrumbó por completo. Los estudiantes se acostumbraron a recibir sus clases en medio de las irregularidades de infraestructura. Una vez terminaban su jornada académica a la 1:00 p. m, salían corriendo directo a la lancha para emprender el mismo trayecto de 45 minutos de regreso a casa.


Llegó la pandemia del covid-19 y esta rutina cambió radicalmente. Con la cuarentena, la  comunidad educativa se enfrentó a otro problema que los ha perseguido durante años, la conexión a internet.


Según lo informó la Secretaría de Educación del Chocó, en junio del 2020 solo el 13% del departamento tiene cobertura de internet y la mayor penetración está en Quibdó. Además, solo el 21% de los estudiantes tiene acceso a un computador una vez al mes.


Sin embargo, los profesores y directivos no han dejado a un lado su labor, porque como dice el grupo musical chocoano ChocQuibTown en su canción De Donde Vengo Yo: “La cosa no es fácil, pero igual sobrevivimos [...] De tanto luchar siempre con la nuestra nos salimos”.


26 de septiembre del 2020, Belén de Docampadó- 7:00 a.m.

Belén de Docampadó es un corregimiento del municipio del Bajo Baudó, en el departamento del Chocó; un departamento ubicado al noroeste de Colombia, en la región del Pacífico. Las calles son de barro y hay una iglesia en una lomita, un elemento de orientación y exaltación para sus habitantes y para quienes visitan el lugar.


Además, hay un puesto de salud, que hace poco fue ocupado por un médico que llegó para atender posibles casos de coronavirus. El clima varía entre calores intensos y fuertes lluvias. Su población se caracteriza siempre por su amabilidad e inigualable acento chocoano.


El colegio Hernando Palacios nació en aquel corregimiento, pero este tiene un pedacito de sí mismo en varias veredas donde se levantan sus otras sedes académicas, enfocadas en básica primaria, ubicadas en las comunidades Cabre, Puerto Bolívar, Mochado y Pie de Docampadó. Los profesores de cada sede trabajan en paralelo. Cuando el reloj está a punto de marcar las 7:00 a.m, empiezan a enviar unas guías académicas que previamente han diseñado para sus estudiantes.


“Cada semana se diseñan guías pedagógicas, las cuales pasan por varios filtros. Primero, llegan a la Secretaría de Educación del Chocó y allí las revisan. Luego, se las envían al rector del colegio y, de ahí, pasan a la parte administrativa”, explicó Astrid Castaño*, quien había dejado su tierra en el 2015 y, en marzo del año en curso, regresó para ayudar con la continuidad de las clases durante la cuarentena.


Por su parte, en una casita del corregimiento, Teresa Rivas*, madre soltera de 41 años, está en el comedor con sus dos hijos para acompañarlos durante la jornada escolar. Su hijo David*, de 17 años cursa grado décimo y su hija Juliana*, de 11 años, cursa sexto grado. Las guías ya les han llegado, unas son físicas; y otras, digitales, que han llegado por WhatsApp.


Teresa trabaja en lo que le salga, lo que para muchos colombianos sería ‘el rebusque’. Pero cuando se queda en casa hace un gran esfuerzo por entender las guías académicas y ser de ayuda para sus hijos. Ella se sienta al lado de Juliana*, quien necesita más atención. Las dos empiezan a desarrollar una guía de Español, donde van a estudiar el concepto del adverbio y sus distintas clasificaciones.


Mientras tanto, David* desarrolla una guía de Química. En esta encuentra las competencias a desarrollar, los objetivos, los desempeños, una rúbrica de evaluación y los contenidos. Al  joven le corresponde aprender los tipos de reacciones químicas, el concepto de una ecuación química y su interpretación “Los tipos de reacciones inorgánicas son: Ácido-base (Neutralización), combustión, solubilización, reacciones redox y precipitación...”, leyó el joven… Después, prosiguió a desarrollar las actividades didácticas: 1) Identifica las siguientes reacciones y clasifícalas 2) Para las siguientes ecuaciones, identifica sus miembros y escribe cómo se lee esa ecuación 3) Encuentra en la siguiente sopa de letras las siguientes palabras.


A David le faltaba llevar a cabo un experimento que tenía que ir registrando con fotografías para poder enviar evidencias. Necesitaba huevos crudos, vinagre y un frasco de cristal. Él tenía que observar lo que pasaba con la cáscara del huevo, identificar la función del vinagre y reconocer la reacción química que resultó.


Buscadores en internet como Google y Youtube serían de gran ayuda para la familia Rivas*, sin embargo, no todos los días pueden visitar la única caseta de internet del corregimiento y comprar un pin (código que se digita en los teléfonos) para tener acceso a la red. “El más económico cuesta 2.000 pesos, el cual garantiza una conexión de 12 horas; y el de 5.000, una de tres días. Aquí la economía es complicada, entonces a veces nos toca sin pin”, explicó Teresa.


El gobernador del departamento, Ariel Palacios Calderón, afirmó que, antes de la cuarentena, se estaba realizando un trabajo con el Ministerio de Educación para disponer alrededor de 500 puntos en el departamento para mejorar la señal. “En este momento no sabemos cómo va ese contrato, porque ese es un contrato a nivel nacional”, agregó Palacios.


Sede Puerto Bolívar - 9:30 a.m.


Va transcurriendo la mañana y el profesor de la sede ubicada en Puerto Bolívar, Juan Osorio*, de 45 años, divide su tiempo para los cursos que tiene a cargo. Él ya ha enviado las guías a los estudiantes de los grados tercero y cuarto. Mientras que sus niños se reportan, si es que la señal se los permite, recuerda su día a día antes de la cuarentena. La sede a la que pertenece tiene cinco salones y dos docentes, incluyéndolo a él. Se desplazaban de un salón a otro para estar pendientes de todos los cursos. Ahora, durante la cuarentena, se ha capacitado para saber distribuir su tiempo entre cada grupo.


Pasan los minutos y al profesor Juan* le llegan algunas preguntas. Resuelve todas las dudas de sus pequeños estudiantes, pero no corre con la suerte de que todos los niños se reporten. En esta y otras sedes, los docentes han identificado que a sus pupilos, la mayoría de 10 años, les cuesta enfocarse en los deberes académicos. Por eso, los padres son quienes les hacen llegar las evidencias del estudio, pues de ser por voluntad propia a los chicos les costaría enviar los ejercicios de las guías.


El profesor, al igual que sus otros colegas, comprende que es complicado tener la atención completa de los niños, razón por la que los padres juegan un papel importante, ya que a pesar de que algunos son analfabetas, hacen el esfuerzo de dividir su tiempo entre sus trabajos -muchos de ellos se dedican a la agricultura, la pesca y la obtención de madera-,  y el tiempo en casa para vigilar que sus hijos estén cumpliendo con sus deberes académicos.


La bandeja de entrada del profesor no está tan llena como él lo esperaba, pero guarda la esperanza de que mañana la situación sea diferente.


Recorrido por el río Docampadó, 10:00 a.m.


Un grupo de profesores se dirige hacia las comunidades donde se encuentran las otras sedes del colegio Hernando Palacios. Tienen que hacer un recorrido en lancha para llevar el material de trabajo y los mercados que llegan del PAE (Programa de Alimentación Escolar) a cada uno de sus estudiantes.


MinTIC emitió un comunicado el 6 de marzo del 2020, donde se informó la puesta en marcha del programa Última Milla, el cual pretendía instalar inicialmente más de 200.000 accesos a internet. Se dijo que uno de los departamentos beneficiados sería el Chocó.


Hoy, lo único que está llegando a las casas de los niños son las guías de trabajo físicas. Los profesores están cansados, pero sacan fuerzas para regalar sus mejores sonrisas a los niños. Estos ángeles que se transportan por las diferentes veredas le pasan revisión a los niños que llevan horas y hasta días, sin dar algún reporte. Solucionan las inquietudes y, al terminar la jornada, se dirigen hacia la lancha para regresar a casa.


Belén de Docampadó, 10: 30 a.m.


Astrid* está haciendo seguimiento de la jornada escolar e identifica un caso que está relacionado a lo que le ha sucedido al profesor Juan Osorio*. Los estudiantes ya no están tan motivados con las guías. A veces los padres de familia son los que les pegan el empujoncito a sus hijos para que respondan por sus deberes.


También se da cuenta de que a algunos de los estudiantes les está costando comprender las clases de matemáticas. No basta con las constantes explicaciones a través de WhatsApp o del paso a paso consignado en las guías. “Usted sabe que para entender bien un tema de matemáticas hay que practicar y practicar. Es mejor si las clases son presenciales, porque es muy difícil así como lo estamos haciendo. Además, la señal no ha colaborado mucho, pues esta se viene y se va y hay que ubicarse en lugares donde llegue un poco, así como estoy haciendo ahora mismo”, señala Astrid.


Esta puede ser una causa de otro problema creciente en los últimos días: la deserción escolar.  Estudiantes de octavo y noveno, algunos de 17 y 18 años, han decidido dejar a un lado sus deberes académicos y ya han informado que se van a trabajar con sus padres en agricultura y pesca. Además, Astrid sigue recibiendo comentarios de padres de familia que han dicho que sus hijos van a repetir el mismo curso, pero para el 2021, pues sienten que el aprendizaje no está siendo igual que antes.


1:00 p. m


Los profesores que estaban haciendo el recorrido en lancha llegan a Belén de Docampadó y entregan un último mercado en la casa de Teresa Rivas*, el cual está conformado por tres libras de arroz, un paquete de pasta, una lata de atún, un frasco de aceite de los pequeños y media libra de azúcar. “Si me tocara comer con ese mercado bien distribuido, me estaría alcanzando para cuatro días, porque somos tres. Tendríamos que comer arroz seis días, porque a cada niño le llega un mercadito, entonces imagínese usted ahí, agregó Teresa. En lo que va del año, los mercados han llegado tan solo cuatro veces a los hogares de cada familia.


A esta hora ya todos han terminado su jornada escolar. Fue un día más de tantos que faltan. La comunidad educativa, en general, anhela volver a la presencialidad, pero, por el momento, las posibilidades son nulas. “Complicado, complicado, complicado”, así es como Astrid Castaño*, Fernando Bermúdez * y Juan Osorio* ven la reapertura del colegio y sus sedes.


En cuanto a infraestructura, el gobernador mencionó que se encuentran en una etapa de diagnóstico en los colegios del departamento, un trabajo que está realizando de la mano con la secretaria de educación, Katherene Guerrero. “Vamos a invertir donde lo necesitemos. Si tenemos que construir o mejorar un centro educativo, lo vamos a hacer. Nosotros tenemos alrededor de 140.000 millones de pesos, a pesar de que las regalías han bajado sustancialmente”, concluyó el gobernador.


La comunidad tiene claro que hay que volver solo si se arreglan las instalaciones para la seguridad de todos y, sobre todo, cuando les permitan tener un mejor acceso a agua potable. Porque si antes no había agua ni para tomar, ¿cómo se pretende ahora tenerla para cumplir con los protocolos de bioseguridad?


Según un informe del DANE del 2020, la cobertura de acueducto solo llega al 28,5% del Chocó. Hasta el momento, la comunidad educativa del colegio Hernando Palacios sigue sufriendo por la falta de agua.


Por el momento, los profesores y estudiantes seguirán llevando a cabo las clases con lo poco que tienen. Los padres de familia seguirán involucrados en los asuntos de sus hijos y, a la vez, continuarán con sus trabajos en agricultura, pesca y obtención de madera para llevar sustento a sus hogares y, sobre todo, para comprar los pines que permiten que sus hijos accedan a internet. Todos guardan la esperanza de que, al abrir una llave, el agua no salga sucia. Tienen la esperanza de que les llegue un acceso a internet estable. Anhelan dejar de ser la tierra del olvido y que, un día no muy lejano, las promesas del gobierno por fin se vean materializadas.


*Los nombres de las fuentes testimoniales fueron cambiados por razones de seguridad.

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