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Las calles son nuestras 

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Laura Alejandra Ortiz Bautista, Comunicación Social y Periodismo

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Bonitos o no, estéticos o no, los graffitis esconden un mundo que pasa imperceptible para los distraídos. 

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Las calles son nuestras 
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​Foto: Laura Ortiz

“El arte callejero es una manera de reclamar nuestras calles. Porque las calles no les pertenecen a los carros, ni a los buses ni a los anuncios de Coca-Cola, nos pertenecen a las personas”, me dijo ella mientras, con una brocha, trazaba delicada, pero firme, la primera línea de lo que un par de horas más tarde se convertiría en eso: un reclamo.

Su nombre es Marcela Esguerra, mejor conocida artísticamente como “Perversa”. Una muralista oriunda de la capital, madre, empresaria y activista que aparenta mucha menos edad de la que tiene. Con solo una mirada se puede intuir su espíritu de artista: pantalones negros salpicados ligeramente con gotas de pintura blanca, amarilla, rosa y azul; un camibuso del mismo color que cumple la función de protegerla tanto del frío como de una quemada al estar expuesta por tantas horas a la tenacidad con la que a veces actúa el sol bogotano; lleva su cabello recogido en unas rastas largas que de vez en cuando reciben la pintura que sus manos dejan caer con descuido sobre ellas, un piercing plateado en la nariz y una mirada soñadora que ve arte en cada esquina de la ciudad.

“Ella es la persona más inteligente que conozco”, comenta Óscar, quien prefiere ser llamado Saintcat, como un precursor del street art capitalino.

La relación de Óscar y Marcela es un choque artístico. Son dos muralistas talentosos que quieren ver arder el mundo y, aunque antes hayan sido pareja y esa relación no haya funcionado, son socios y colegas que desde hace más de 10 años trabajan para poder vivir del arte por medio de su empresa: War Design.

La cita era en el eje ambiental de Bogotá, muy cerca de la estación de Transmilenio Aguas, un viernes en la mañana. “Estoy en el CAI”, contestó al rato con un mensaje. Resulta que Óscar y Marcela habían llegado al lugar elegido para hacer el mural cuando un entusiasta, protector del patrimonio cultural, empezó a hacer alboroto por el muro a pesar de que ellos llevan años pintando allí. Eso lleva a un punto bastante complejo del oficio: ¿hasta qué punto se puede decir que es arte o vandalismo? Considero que la respuesta a esta pregunta es completamente subjetiva y que, como siempre, no hay verdades absolutas.

“Yo nunca había tenido problemas con la policía porque, de hecho, nunca he pintado ilegalmente. Entonces allí, sobre la Jiménez, llegaron ellos a pedirnos documentos, un procedimiento normal. A veces dicen que no se puede pintar y ya. Sin embargo, a mí nunca me había pasado. El problema en este caso fue un contratista de patrimonio, que le exigió a la policía de manera muy insistente que nos multara.

Nosotros tenemos permiso de propietario, pero no de patrimonio, y eso fue de lo que se aferró este hombre como argumento. Yo le pregunté si haciendo eso sentía que sí hacía algo, porque evidentemente no es una persona que vaya a salir a las tres de la mañana a la calle para cuidar el patrimonio. Supongo que este tipo de persecuciones son importantes en el pequeño mundo que tiene en su cabeza. Proteger patrimonio no es acumular multas, eso no tiene ningún sentido”, comenta Marcela.

Así que, cuando finalmente nos encontramos en la 82 con 15, el lugar en el que ella usualmente pinta, ya había perdido bastante tiempo. El mural de ese día era un encargo para War Design y debía estar listo antes de las 3 de la tarde.

A pesar de haber empezado el día de aquella manera, Marcela me saludó con una gran sonrisa, me presentó a Óscar y me mostró el boceto del mural, ante el cual no pude evitar emocionarme. Se trataba de una propuesta de matrimonio, pero, a pesar de mi romántica reacción, ella dijo “a mí no me gusta, esto me parece demasiado cursi ¿te imaginas que le diga que no?”.

Así que, aunque ni a Perversa ni a Saintcat les convenciera la idea, se equiparon con su ropa de pintar, dos maletas llenas de aerosoles y vinilos y empezaron a trabajar; entre tanto, mis colegas y yo también preparábamos nuestras cámaras, ansiosos por conocer el resultado final.

Marcela es muralista desde hace 10 años. Un día agarró sus materiales y se lanzó a hacer su primer mural. Desde el principio su estilo ha retratado sus valores feministas y especialmente activistas, “ella siempre está apoyando causas humanas”, señala Saintcat. Tiene dos grandes proyectos que son “Perversa”, por supuesto, y “Ven, seremos”.

La iniciativa del proyecto, que además lleva su nombre artístico como estandarte, es hacer de la ciudad un lugar menos hostil para los niños, pintando monstruos de colores en sus calles. El resultado es una paradoja tan divertida como llena de color: patos con cuatro ojos, pulpos enormes con dientes afilados e iglesias en llamas que son una crítica social y defienden que ellos en sí mismos no son el verdadero peligro y, aun así, lo perverso también se viste de colores brillantes.

Por otra parte, “Ven, seremos”, un proyecto que cumple dos años de existencia, maneja un estilo bastante diferente y llama la atención de las personas por su contundencia. Si alguna vez ha visto paredes que le dicen a gritos “no te rindas”, “sin miedo” o “no estás sola”, es porque en serio no lo está. Estas tres frases recorren la ciudad en vibrantes letras amarillas sobre un fondo negro, y es justamente su simplicidad lo que denota la fuerza y la autenticidad del mensaje.

En agosto de 2016, Marcela tuvo que afrontar la pérdida de su hermana menor, acontecimiento que provocó un impacto enorme en su vida; justo en esos días, su vida no tenía los colores que tiene su obra. Además de cargar con el dolor de la ausencia, en diciembre de ese mismo año ocurrió una tragedia que paralizó la ciudad por mucho tiempo, de hecho, aun se me hace un nudo en la garganta recordar el nombre de la víctima: Yuliana Samboní.

Esta serie de eventos desafortunados conmovieran profundamente los principios activistas de Marcela, pero, especialmente, su empatía.

“No estás sola fue la primera frase que pinté. Tenía todo listo y una mañana me dije: tengo que hacerlo. Tenía permiso para pintar en el muro de la 67 con séptima, muy cerca de donde vivía Rafael Noguera, el delincuente ese”. Y, a pesar de que el primer mural es en memoria de aquel terrible feminicidio que sacudió el país, el proyecto nació como algo egoísta: “quería pintar en las calles aquello que necesitaba leer en esos momentos. Sé que en el fondo todos sabemos que no estamos solos, pero a veces necesitamos que nos lo recuerden”.

Volvemos a la base fundamental de que las calles están llenas de historias.  Historias de pérdida, de amor, de rebeldía y desencanto; y, en la magnífica subjetividad del arte y la belleza, las paredes pueden decirte mucho o no decirte nada en absoluto. Mientras tanto, artistas urbanos como Perversa, Saintcat y tantos otros, siguen luchando por el mismo objetivo: reclamar nuestros espacios públicos como un lienzo para plasmar la visión del mundo, lo que nos indigna, lo que nos apasiona, lo que somos. No como colectivos, no entregando una visión homogeneizada ni uniforme, porque al fin de cuentas, aunque merecemos igualdad, no pensamos ni sentimos de la misma manera. Lo que me duele a mí puede no dolerle al otro y justo ahí está la riqueza del arte.

3:00 p. m. El mural está terminado. Un hermoso retrato de la chica a la que pronto le pedirán matrimonio con una frase bastante cursi en el fondo. Los cuerpos de los artistas cansados, pero satisfechos, reflejan el amor con el que trabajan. La mirada radiante de Marcela al ver la pieza terminada es un reafirmar de su credo y es que las calles son nuestras.

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