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Literatura para explicar la ciencia

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Laura Natalia Sáenz, Comunicación Social y Periodismo

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No ha pasado ni un periodo de su vida en el que no respire por la ciencia, pese a haber estudiado lenguas modernas en la Universidad de Los Andes. Esta es la mejor periodista científica del país.

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Literatura para explicar la ciencia
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Laura Natalia Sáenz

Pocas cosas sobresalen más en Ángela que su gran sentido del humor. Ahí la tienen, a carcajadas contándome su historia, que entre otras cosas es fascinante, y sacándome un montón de risas también. Posee una actitud berraca para enfrentar la vida. Es la mejor periodista científica de Colombia y no ha sido fácil ganarse tal título.

Siempre quiso estudiar biología marina, pero, como dice ella, no se pudo por plata y rentabilidad. Sin embargo, no ha pasado ni un periodo de su vida en el que no respire por la ciencia, pese a haber estudiado lenguas modernas en la Universidad de Los Andes.

Cuando estaba a punto de graduarse entendió que, aunque hablaba inglés muy bien, su vocación no era enseñar. Para ese momento, su hermana fue fundamental, puesto que fue ella quien le aconsejó estudiar periodismo para escribir sobre los temas que realmente le apasionaban.

“Fue como si me abrieran los ojos después de mucho tiempo”, afirma mientras se ríe por los recuerdos y las experiencias. Tiene una sonrisa grande, y, sobre todo, natural, como el resto de su rostro, despojado de maquillaje.

Tomar la decisión de estudiar periodismo no fue tan complicado para Ángela, ya que su familia tenía buena relación con los Santos, del periódico El Tiempo. En efecto, fue Rafael Santos quien le sugirió estudiar en la Universidad de Kansas y le ofreció trabajar en el periódico cuando regresara de Estados Unidos.

De esta manera emprendió su viaje y, durante un año, realizó una maestría en periodismo en Kansas, donde, coincidencialmente, conoció al que hoy en día es su esposo. Al volver, trabajó en El Tiempo escribiendo algunos artículos de medio ambiente, entre otras labores que cumplía como editora. Pasados unos meses, recibió una llamada del Nuevo Herald, un periódico en español con sede en Miami, que le ofreció la oportunidad de trabajar con ellos.

Posada decidió dejar lo que tenía en Colombia, y comenzar a construir una nueva vida en Miami. Inicialmente, la posición que le habían ofrecido era de editora. Sin embargo, por problemas del periódico, la vacante ya no estaba disponible cuando ella llegó y tuvo que trabajar archivando las tiras cómicas de los crucigramas. A pesar de eso, recuerda con cariño esa época y asegura que nunca se creyó más o menos capacitada para el cargo. “Uno tiene que ser humilde en la vida”, señala.

Lo cierto es que, desde esa posición, empezó a escribir artículos que el periódico le compraba de vez en cuando. Posteriormente, le propusieron ser editora de la sección de comida, lo que tomó como un reto y, desde ahí, buscó la forma más creativa de introducir la ciencia con temas como la teoría de las papilas gustativas o los alimentos genéticamente modificados.

Jamás dejó a un lado su trabajo individual y dedicaba una parte de su tiempo a investigar sobre temas que le interesaban y que le serían de ayuda para escribir buenos artículos; artículos que le servirían más adelante para mostrar a instituciones como la NASA, la cual se encontraba ubicada a cuatro horas de su casa. Después de mucho esfuerzo y de demostrar la calidad del trabajo que realizaba como periodista de ciencia, dicha institución empezó a invitarla a numerosos lanzamientos.

Fue, también, la primera hispana en obtener una beca del Knight Science Journalism Fellowship, otorgada por el Instituto Tecnológico de Massachutsetts (MIT) por sus siglas en inglés. Dicha oportunidad le abrió las puertas para conocer más ingenieros y científicos que le ayudaron a entender el desafío que representa ejercer el periodismo científico, pero, sobre todo, la gran importancia que tiene y tendrá durante un largo tiempo.

El desafío y el porqué

En muchas expediciones o investigaciones, comunidades científicas requieren el apoyo de un periodista para que cuente la historia, para que ponga a disposición su capacidad de comunicar de manera más cercana a los lectores, y que permita que ellos entiendan la ciencia.

“Los científicos deben escribir reportes muy duros, así se educaron, y ellos entendieron que el gobierno de Estados Unidos no va a leer eso, los que deciden si apoyar económicamente o no a un científico ven CNN o leen The New York Times, han entendido que más les vale tener su blog o escribir un libro, pero para muchos es difícil”, manifiesta Posada para contextualizar.

Dos cosas significativas surgen en este punto. Por un lado, la necesidad que sin duda tiene la industria científica de inversión económica para sacar adelante proyectos, cosa que al final queda traducida en el menester de llegarle, de alguna manera, a aquellos que tienen la capacidad financiera de contribuir. Y, por el otro, el deseo de sembrar interés en la gente del común.

Es ahí donde surge el desafío porque, como varios podrán deducir, el rigor es esencial en muchos temas científicos. Es necesario transformar el lenguaje de manera que, no solo se mantenga el profesionalismo y la exactitud, sino, también, se abra un espacio para expresiones más amigables con el lector, que generan en él un deseo de conocer el mundo científico a profundidad.

“Yo creo que la ciencia hay que narrarla con todas las buenas herramientas de la literatura, pero también mezclándola con arte. Tenemos que llegarle al corazón a la gente”. Eso es lo que, con convicción, dice la periodista. De hecho, es lo que la ha llevado al lugar donde se encuentra y le ha brindado magnificas oportunidades durante su carrera. Esa particularidad en sus escritos, su manera juiciosa de investigar y, no menos importante, su pasión, son componentes que la hacen la mejor hispana en su campo.

La transición del periodismo

Ella ha dedicado toda su vida al hecho de encontrar nuevas estrategias que sean innovadoras y que le den otro aire, tanto a la ciencia como al periodismo; profesión que, según su criterio, sufre una transición inmensa y temible para muchos de nosotros.

Asegura que no ha existido un solo día en el que no se niegue a escribir noticia dura, siempre espera a que se decante para tener la posibilidad de estudiarla y de ofrecer un análisis profundo y con contexto. Sin embargo, es consciente de la situación mediática y menciona que “como periodistas, una que otra vez tendremos que describir las cosas con el cómo, cuándo, dónde y por qué, pero, incluso eso, se puede hacer de forma bien escrita, que no quite el rigor y que lo explique bien”.

Habla de dos situaciones probablemente muy presentes en el ámbito periodístico y que rechaza totalmente. Por un lado, la falta de especialización que es evidente en muchos medios, sobre todo en la prensa. No se está destinando recurso humano que se centre en una materia específica y, desde ahí, produzca contenido de calidad. Dice que todo se cubre desde la superficialidad, que los periodistas ni siquiera tienen la oportunidad, o la voluntad, de crear una agenda de contactos que los haga fuertes en un tema.

Por otro lado, sugiere la importancia de evitar a toda costa el amarillismo. “A veces, por el afán, se recurre a fuentes básicas. Por ejemplo, cuando hay brotes de sarampión, hablan con médicos que están con el mismo pánico de la ciudadanía, en vez de acudir a fuentes principales como la Organización Mundial de la Salud o Médicos sin Fronteras”, expone.

También manifiesta que esto no es una tarea únicamente de los medios, sino, principalmente, del mismo periodista que, con el esfuerzo suficiente, debe contar con la capacidad de centrarse en lo que le guste y estudiar con rigurosidad, pero siempre teniendo claro que, para hacer cosas de calidad, tendrá que cubrir una parte muy pequeña de esa inmensidad.

Hace énfasis en que el peor periodismo que existe es el de copiar y pegar, en que es necesaria la propia indagación y esa curiosidad característica de aquellos que nos aventuramos en esta profesión.

El sueño de sueños: La Antártida

“Desde que tenía diez años soñaba con visitarla, de hecho, tenía en mi cuarto las fotos de los exploradores que perdieron la vida allá. No sabía cómo hacerlo, pero sabía que pasaría algún día”. Así empieza la periodista a contar su experiencia y el camino que tuvo que recorrer para cumplir, tal vez, su más grande sueño. Desde que era niña lo tuvo en su radar, y encontró la oportunidad en el periodismo científico.

Explica que la subida por ese sueño no fue fácil. De hecho, cuando se enteró de que la Nacional Science Foundation, ubicada en Estados Unidos, llevaba un periodista al año a las expediciones en el continente helado, no descansó ni un día hasta ser escogida por ellos.

Pasaron ocho años antes de que lograra aventurarse en la expedición. Durante esos ocho años envió artículos y cartas solicitando ser la afortunada. Sin embargo, un día, mientras estaba en Washington, decidió ver en persona y sin cita previa al director de prensa de asuntos polares.

Le habló de los 22 millones de personas hispanas que se encontraban en el país norteamericano y que merecían conocer y recibir contenidos sobre el lugar antártico.

Después de mucha insistencia, le ofrecieron más de lo que imaginaba, y pudo escoger cada punto que pretendía visitar y estudiar. Cataloga esa expedición como algo extremadamente enriquecedor y gratificante. De allí, salieron 47 artículos, una novela, un documental y una certeza sobre el papel de las universidades en el Programa Antártico Colombiano: “la ciencia se demora, no es de hoy para mañana, a la ciencia hay que invertirle cincuenta años de buena fe para que empiece a dar”, razón por la cual, según ella, este país debe apostarle sin temor alguno a la ciencia.

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