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Lorena, entre arenas de plata

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Andrés Felipe Mora, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

Fecha:

La medallista olímpica más importante de la marcha atlética femenina en la historia del país.

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Foto:
El País de Cali

Las calles de Sapporo, Japón, vieron cómo el pasado 6 de agosto Sandra Lorena Arenas lograba entrar en la segunda posición en la marcha atlética de los juegos olímpicos de Tokio 2020, entregándole así la cuarta y última medalla de plata al país en estas justas, logro que la terminó por declarar como la reina colombiana en esta disciplina, tras largos años de triunfos, caídas, utopías y lesiones.


Pereira, la ciudad de las puertas abiertas, vería nacer un 17 de septiembre a esa pequeña niña que años después marcharía por senderos tan gloriosos que ni el mismo García Márquez hubiera podido imaginar. Sin embargo, el destino le trajo, en sus primeros años de vida, un giro totalmente inimaginable, pues su ciudad natal tan solo sería un pequeño punto en su historia. Calarcá, Quindío, la recibiría para verla crecer, posteriormente, la ciudad de la eterna primavera acogió a la joven Lorena para verla florecer, mientras decidía el rumbo que tomaría su vida.


“Yo nunca pensé en ser deportista, y mucho menos de alto rendimiento”, expresó la medallista con un tono de asombro y nostalgia en su hablar. Su primer gran sueño de pequeña fue la medicina, como aquel niño que se ve operando, salvando vidas, y velando por la salud de sus pares, pero la sorpresa para ella vendría cuando se dio cuenta del pavor que le producía la sangre.


Al día de hoy se encuentra orgullosa por su larga y exitosa carrera, pues a sus 27 años ya ha sido campeona mundial, campeona panamericana, y últimamente, subcampeona olímpica, pero lo que muchos no saben es que ni la mayor de sus hazañas deportivas se compara con “haber conocido el deporte”, que considera como su mayor logro personal. Arenas es una mujer de familia, es su mayor inspiración, fueron ellos quienes la apoyaron en sus inicios en el deporte base, además de brindarle esos valores y el perrenque que la ha caracterizado toda su vida, valores que quizás la llevaron a ser la primer atleta colombiana en clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio, sus terceras olimpiadas, justamente, tras alcanzar una marca de 1:28:49 en el Campeonato Oceanográfico de 20km en Adelaida, Australia en 2019.


Pero el día de su clasificación no marcó el inicio de su preparación para su momento sublime en el atletismo mundial, pues, en palabras de Sandra Lorena, “la preparación comienza desde años atrás”, incluso desde su participación en juegos nacionales con la delegación de Antioquia, y aunque todo pareció color de rosa aquel viernes 6 de agosto en las calles niponas, solo Lorena Arenas y su equipo de entrenamiento sabían el esfuerzo, las noches de angustia, y los años de preparación que la llevaron a colgarse la medalla de plata.


Arenas llegó a las justas tras una larga recuperación de 3 lesiones (inflamación del tibial, despegue del isquion, y rotura del tendón del mismo), lo que le causó grandes molestias, que incluso el día de la competencia continuaba sintiendo. Sin embargo, Lorena carga consigo una actitud de ganadora y creyente religiosa que usualmente no se logra ver en los deportistas extranjeros. “El tiempo de Dios es perfecto”, expresó alegre la deportista, tras hablar sobre sus lesiones y aquel hito histórico para el país en cuanto a marcha atlética se refiere.


Y es que el futuro de la pereirana no es incierto, tiene claro que lo que sigue de aquí para adelante es complicado, pero seguirá trabajando duro para continuar dándole alegrías infinitas al país, eso sí, siempre dándole gracias a Dios y a su familia. Aunque no sabe con exactitud si estará en París 2024, Colombia espera verla competir alegre en las próximas justas, para así volver a marchar sobre arenas de plata, y ¿por qué no?, sobre caminos de oro.

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