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Los hombres deben preguntarse por su masculinidad y su interdependencia con la feminidad

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Sofía Isabel Pérez Alfonso

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Carlos Sampedro, director del programa de Filosofía de la Universidad de La Sabana, quien ha desarrollado trabajos académicos de docencia e investigación en las áreas de antropología filosófica y ética, asegura que se puede avanzar con la solución de las injusticias como la desigualdad a partir del desarrollo de herramientas para enseñar a conversar.

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Carlos Sampedro, director del programa de Filosofía de la Universidad de La Sabana

El concepto de qué se considera como “hombre” y como “mujer” ha producido violencia hacia ambos sexos. Se han visto vulneraciones por medio de desigualdades y brechas conceptuales acerca de la “masculinidad” y la “feminidad” como bien lo analiza la ONU Mujeres en el documento “Mujeres y Hombres: Brechas de Género en Colombia”, en el cual postulan el estudio estadístico como fuente de contribución de información sobre estas brechas sociales tan marcadas en el país.


Con lo anterior en mente, para erradicar esas injusticias y desigualdades son necesarias discusiones, conversaciones y debates prudentes para construir una sociedad más justa. Por eso, con el director del programa de Filosofía de la Universidad de La Sabana, Carlos Sampedro, se construyó un debate entorno a estos conceptos junto al impacto que tienen en la sociedad.


Según su perspectiva, ¿qué entiende por “masculino” o “femenino”?


Son categorías que designan dos formas de la vida humana. Cuando nosotros hablamos del ser humano, desde la antropología filosófica, vamos a tener dos grandes bases: la biología y la cultura. En el momento en el que se observa al ser humano, se observan los elementos biológicos y los elementos culturales donde ambos interactúan para que el hombre pueda desarrollar su vida. En esa dialéctica se puede encontrar una polaridad, una que se llama “varón” y “mujer”. En la historia, cada pueblo ha asociado a esa polaridad unos rasgos, unos comportamientos con un peso cultural, pero como son concepciones culturales pueden transformarse.


¿Cómo se podría entender el fenómeno de separar ambos conceptos, teniendo en cuenta sus repercusiones en la sociedad?


Es muy importante no tener miedo a usar los conceptos de manera distinta. Hay una tendencia en los discursos actuales a homogenizar y esta tiene como consecuencia que desaparezcan las diferencias. Sin embargo, no las tenemos por capricho, sino porque algunas experiencias las sentimos más vinculas al universo del varón o de la mujer, pero siempre se puede revisar sin olvidar las diferencias.


En la sociedad, actualmente, se ha evidenciado mucha desigualdad entre los hombres y mujeres, ¿qué es lo que provoca desigualdad?


La desigualdad no existe solo entre hombres y mujeres, sino en las personas del género humano. Como filósofos tenemos que ser muy críticos, nadie puede atribuirse el dominio sobre el discurso de la desigualdad, porque ésta la podemos encontrar en muchos aspectos de la vida humana. La desigualdad es una patología social y la realidad es que hay diversidad, pero no es exclusiva de los discursos de género, sino que es propia de la condición humana. No se puede hacer pasar la diversidad como desigualdad.


¿Cómo desde la educación se puede contribuir al entendimiento de estos conceptos?


La educación juega un papel muy importante, porque es una mediación para la apropiación cultural. Nos dota de los puntos de vista y de las categorías de análisis para interpretar la realidad. La educación se ha convertido en un campo de batalla de los discursos que están confrontando sus visiones acerca del ser humano en términos de relaciones. El aporte es la posibilidad de revisar la historia, la cultura y discursos para encontrar dónde hay vacíos y aciertos.


En los últimos años se ha hablado de cómo la mujer ha sufrido a causa de la estigmatización de lo femenino y como se supone que debe ser y actuar, ¿hasta qué punto los hombres han sufrido, de igual manera, por cumplir los estereotipos que se espera de la “masculinidad”?


La condición humana nos da la respuesta. El ser humano es vulnerable, esto es la base para que cualquier forma de violencia le afecte. Las sociedades nos dotan de herramientas para lidiar con esa vulnerabilidad. La violencia física es mucho más palpable y esa violencia, muchas veces, se asocia al varón, pero hay muchas más formas de violencia como la psicológica. El hombre se ha visto víctima de los estereotipos de lo masculino y eso es un profundo auto desconocimiento. Por ejemplo, el mundo de las emociones ha sido prohibido para los hombres y también al hombre le cuesta reconocerse como víctima.


¿Usted cree que debería existir un movimiento social para luchar por la violencia hacia los hombres?


Yo creo que, si a ti te importa la dignidad de las personas, tú tienes que trabajar por todos. Estamos en un momento en donde los movimientos sociales tienen que revisarse, pero yo creo que hoy se debe hablar desde una perspectiva de dignidad humana.


En los últimos años, ¿cómo se percibe la forma en la que se han transformado ambos conceptos?


La sociedad ha cambiado mucho y para bien. En este momento, ya estos temas se pueden discutir y hay libertad para que la sociedad enfrente debates. Sin embargo, nos falta debatir.

Desarrollemos herramientas para debatir y enseñar cómo hacerlo desde los colegios, enseñar a tomar en serio la postura del otro. Es una buena manera en que, muy concreta, podemos avanzar con la cura de todas las patologías sociales.


Teniendo en cuenta lo que se entiende por varón, ¿cómo cree que estos conceptos han afectado el comportamiento de los hombres?


Hay un problema en dos fases; históricamente le dimos más valor a los conceptos masculinos y, en la actualidad, se debe desestigmatizar la figura del hombre. Los hombres deben preguntarse por su “masculinidad” y qué interdependencia tiene con la “feminidad”, por ejemplo, la ternura, la cual no es exclusiva de las mujeres, sino una posibilidad humana.


Si se pensara en la frase “la mujer no nace, se hace”, extendiéndola con la misma connotación, pero con el hombre, ¿en qué medida lo que se entiende como mujer u hombre parte de una construcción social y por ende estos conceptos se pueden deconstruir?


La pregunta es ¿para qué vas a deconstruir? El riesgo es que, desde esa óptica, se queda desde solo un polo de la dialéctica y hay que tener presentes ambos polos. Se puede revisar cómo hemos construido nuestra aproximación a lo masculino y a lo femenino, esto no implica que la revisión sea el desmonte de lo que hemos construido. Lo contrario implica una actitud acrítica, que no es capaz de reconocer lo que hay bueno y lo que hay malo.

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