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Mujeres, no más silencio

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Daniel Durango Caicedo, Comunicación Social y Periodismo

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Un pueblo debe concientizarse de aquellos actos crueles que ocurren en la misma tierra en la que vive. Las mujeres víctimas de violencia sexual por causa del conflicto están demoradas en hablar.

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Foto: Daniel Durango. Yovana Sáenz, una de las tantas víctimas del conflicto que espera ser escuchada.  

En el último año, se ha hablado diariamente sobre el posconflicto en Colombia. Los medios de comunicación abarcan temas relacionados con el Acuerdo de Paz firmado entre las Farc y el gobierno Santos, de los ex guerrilleros participando en política, de los investigados, procesados y juzgados por la JEP y de una infinidad de asuntos con respecto a esta situación. Pero, ¿cuál es el rol que juegan las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado? Vivimos en un país donde se ha vuelto costumbre oprimir las voces de las mujeres. Vivimos en un país donde son desvaloradas y se ven como objetos sexuales. Vivimos en un país donde las mujeres deben empoderarse, mostrar su voz y enfrentarse a una sociedad que las oprime desde su infancia. ¡No más silencio!

Por culpa de la guerra, la vulneración de los derechos de las mujeres se ha naturalizado, es algo que ya no nos afecta como sociedad, lo dejamos pasar. De acuerdo con el informe “La guerra inscrita en el cuerpo”, del Centro Nacional de Memoria Histórica, niñas de 9 años hasta mujeres de 60 años han sido violentadas sexualmente por los grupos armados.

Actos como violación, esclavitud sexual, embarazo forzado, explotación sexual, tortura, prostitución forzada, entre otros, quedan en el silencio.

En zonas del país como Antioquia, Córdoba, Putumayo, Valle del Cauca, Chocó, Arauca, Nariño y lugares donde hay presencia armada, tanto de grupos al margen de la ley como fuerzas militares de Colombia se presentan estos actos atroces.

La Unidad para las Víctimas resalta que más del 50% de las víctimas del conflicto armado son mujeres, y más de 18.000 de ellas han sido afectadas por la violencia sexual.

Su voz y su voluntad dejan de existir. Aquellos que toman las decisiones sobre los cuerpos de ellas son los hombres que tienen un arma en su poder. Si ellas deciden hablar y denunciar, pueden matarlas u obligarlas a desplazarse.

Y por esto, entiendo que no es sencillo para una mujer hablar acerca de aquel acto cruel del que fue víctima. De hecho, en una encuesta realizada por la campaña “Saquen mi cuerpo de la guerra”, de la periodista y activista colombiana contra la violencia de género Jineth Bedoya, el 78% de las mujeres víctimas de violencia sexual no denunciaron los hechos principalmente por temor a represalias, desinterés, y por desconfianza en las instituciones. Además, tras ser humilladas, desvaloradas y utilizadas físicamente, su valor como ser humano se hace añicos. Pero el silencio es la peor opción para manejar estas situaciones.

Soy hombre, lo sé, pero he logrado comprender las problemáticas por las que pasan las mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado. Entiendo que pueden ser juzgadas por sus familias, vecinos y amigos, que pueden sentir que nadie las puede ayudar o escuchar, pero no están solas. Tal y como dijo Laura Sofía Céspedes, psicóloga que trabajó hombro a hombro con estas mujeres, siempre existe la posibilidad de crear redes de apoyo, sin juicios, y que las mujeres puedan empoderarse para denunciar lo ocurrido, de esta manera ya habrán recorrido la mitad del camino para la superación del problema.

Con el apoyo de quienes queremos escucharlas, cualquier obstáculo podrá ser rebasado y así podrá generarse conciencia en una cultura que pasa por alto estos hechos, ya que se normalizan.

En las ciudades sabemos que estas cosas pasan, pero no entendemos el verdadero sufrimiento de las víctimas: niñas y mujeres que han sido violentadas sexualmente.

Todo parte de la decisión. Enfrenten su problema, ustedes son sobrevivientes del conflicto, así que háblenlo, cuéntenlo, porque somos seres humanos y, naturalmente, estamos hechos para superar cualquier trauma. Siempre está la posibilidad de vivir una vida mejor.

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