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Nadie nos quita lo escalado

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Juan Camilo Colorado López, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

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El ciclismo es uno de los deportes con más adeptos en Colombia. El Alto de Patios es un desafío físico y mental para los que se atreven a subirlo.

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Juan Camilo Colorado López

Coronar el Alto de Patios es darle un efímero sorbo a la gloria que ha bañado a los escaladores colombianos en Europa y en el resto del mundo. Es como si, por un instante, los ciclistas tuvieran puesta la maglia rosa que lució Nairo Quintana cuando ganó el Giro de Italia o el maillot jaune de Egan Bernal cuando se convirtió en el primer latinoamericano en ganar el Tour de France. Ni el frío que hace en la cima ni la diferencia de oxígeno que llega a los pulmones a esa altitud opaca la ilusión de los ciclistas amateur y profesionales al decir: “Coroné el Alto de Patios”.


Se podría decir que la subida a Patios es la más chic de Colombia: la carretera se enreda con las oficinas de las multinacionales y los penthouse de las personas más pudientes de Bogotá. En ambos costados de la vía desfilan los Mercedes y los BMW descapotados de los viajeros que pasan por la zona cuando quieren salir a almorzar fuera de la ciudad los domingos (otro plan tan autóctono de los capitalinos como la ciclovía o la rumba en la 85). Sin embargo, los que se roban las miradas son los pedalistas que buscan vencer al guardián del tiempo, el reloj.


El ascenso es el más popular en la zona norte de la capital porque comienza en una de las avenidas más emblemáticas de toda Colombia, la carrera Séptima. En el cruce con la calle 82, la gente se baja para subir a pie hasta la avenida Circunvalar e iniciar la subida. El recorrido es espectacular porque los ciclistas, sin caer en la cuenta, están escalando los cerros tutelares que han cuidado a Bogotá desde su creación; estos cerros hacen parte de la cadena montañosa de los Andes, que se extiende desde la Sierra Nevada de Santa Marta hasta Tierra de Fuego, en Argentina.


Vi todo tipo de personas intentando subir: jóvenes, adultos, ancianos; y así mismo detallé los diferentes atuendos y accesorios de los ciclistas: unos llevaban lentes oscuros, otros llevaban la licra profesional y otros simplemente tenían puesta una camiseta y un pantalón holgado. Finalmente, pero no menos importante, me di cuenta de los tres modelos de bicicleta que subían: las de ruta que son livianas, las de montañismo que tienen los cambios más suaves y las ruedas más grandes y las convencionales que son las más pesadas y las menos recomendadas para llegar a la cima.


Esta ruta es una de las más populares en Cundinamarca debido a que, más allá de la exigencia para los ciclistas, es uno de los recorridos más supervisados por la Secretaría de Movilidad de la capital. A propósito del Día Mundial de la Bicicleta, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, anunció la creación de las “rutas seguras”. Esta estrategia fue diseñada para las personas que salen temprano a realizar la práctica deportiva y cuenta con el acompañamiento policial e institucional (Seguridad, Movilidad e IDRD), mejoramiento de la señalización vial, poda y limpieza especializada de las rutas y con acciones de prevención de violencia de género en los recorridos.


Los blogueros de Altimetrías de Colombia afirman que los dos primeros kilómetros son los más duros del ascenso; y en efecto, es así. Cuando los ciclistas dejan atrás la Circunvalar el grado medio de inclinación se eleva y ronda los 7,5% con puntos críticos del 10% de pendiente.


“¡Vamos, vamos, vamos. Con toda, con toda. Esto es nuestro, vamos!” -gritan los escaladores dándose ánimos los unos a los otros entendiendo que el esfuerzo no es solo físico sino que también es mental. Como dijo Nairo Quintana hace ya algún tiempo: “cuando las piernas se cansan, se pedalea con el corazón”.


Cuando subí por primera vez, el sábado anterior a la redacción de esta crónica, el tráfico se paralizó por unos instantes llegando al mirador de La Paloma. Todo parecía indicar que un transeúnte había sido golpeado por una camioneta que iba hacia el norte; pero cuando logré acercarme más al sitio del acontecimiento noté que era un ciclista que, bajando hacia Bogotá, perdió el control de la bicicleta y terminó al otro costado de la carretera sin poder moverse. Por suerte, el ciclista no iba solo y la ambulancia que llegó a socorrerlos fue eficiente para tratar al herido.


“Señor, muévase con cuidado”, dijo uno de los paramédicos mientras el ‘caballito de acero’ del pedalista reposaba en un costado de la carretera.


Este acontecimiento, junto con otros como el de Julián Gómez, el joven de 13 años que murió al ser arrollado por un tractocamión, o el de Duarte Leiva, quien murió después de haber caído por un puente luego de ser atropellado por un camión; son la prueba de que los ciclistas no están exentos de sufrir accidentes. Según cifras de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, en lo corrido del 2021 hasta agosto, se tenían registrados 294 accidentes fatales de usuarios de bicicleta representando un aumento del 18,07% con respecto al mismo periodo de tiempo en 2020. La situación es preocupante, sobre todo si se tiene en cuenta que este es el medio de transporte y recreación de muchos colombianos.


Pasando los dos primeros kilómetros, el ascenso se vuelve un poco más amable y las piernas agradecen los pocos tramos llanos que el recorrido ofrece. El Alto de Patios, así como Monserrate, son los dos puntos más privilegiados de Bogotá para apreciar el caos y el desorden de la tercera capital, en el mundo, más alta sobre el nivel del mar. El que está subiendo solo necesita girar su cabeza a la izquierda para disfrutar del paisaje urbano y moderno de la capital; sus calles, edificios, casas y puentes decoran la sabana cundiboyacense.


--“Peaje a 1 km”-- advierte la señal verde de tránsito avisando a los ciclistas que el pico los espera, que solo faltan 1000 metros más para consagrar un esfuerzo descomunal.



Inmediatamente sentí la diferencia en la temperatura del viento, ya no es el aire cálido de la mañana soleada, sino un ventarrón frío y ligero que penetra los pulmones con especial delicadeza porque la presión parcial del oxígeno y la densidad del aire disminuyen a la par del aumento en la altitud. ¡En la cúspide alcanzamos 3000 m.s.n.m! El esfuerzo es bárbaro si se tienen en cuenta que son 400 metros de desnivel en tan solo 6 kilómetros y medio.


“¡Vamos, guerreros, vamos! ¡Vamos, bienvenidos, vamos que falta poco!”, se escuchan los gritos de los lugareños animados por ver a los ciclistas recorrer el camino.


Ver El Chori Charrúa, un restaurante uruguayo-argentino, a 500 metros de la meta es el impulso necesario para llegar al Alto porque, a pesar de que falte el último repecho del 10% de inclinación, a lo lejos se puede ver la meta soñada.


¡Llegué!


Arriba el ambiente es otro; ya no es de desesperanza y cansancio, sino que la camaradería, la satisfacción y la alegría se juntan en un abrazo de victoria. Los ‘parches’ de amigos, los viejos, los jóvenes y se felicitan entre ellos y los tenderos también se animan porque entienden que el gran esfuerzo dio sus frutos.


-Amigo, ¿me toma una foto?- me preguntó un señor que había subido a Patios desde el otro lado, desde La Calera y no desde Bogotá.


-Claro- le respondí.

No sé si las fotos quedaron bien tomadas porque todavía me estaba reponiendo del desgaste físico, pero bueno; el señor me sonrió, se despidió y se fue.


-Yo abro todos los días, casi siempre, de ocho de la mañana a cuatro de la tarde- me comentó un tendero que vende ponqués, brownies, tinto y bebidas hidratantes. -Pero esto se llena más los fines de semana, entre semana solo vienen los que están entrenando-

-¿Y usted vive en la zona o en Bogotá?- le pregunté.

-En Bogotá- respondió.

-O sea que le toca levantarse temprano…- pensé en voz alta.

-Sí, más o menos- afirmó con premura porque habían más clientes en la fila esperando.


En el Alto se pueden ver todo tipo de tiendas que ofrecen diferentes cosas. Están las cafeterías, las fruterías, los talleres de bicicletas y hasta un almacén de cadena. Por lo general, los ciclistas que hacen esta ruta salen muy temprano de sus hogares; por eso, cuando llegan a la meta buscan un sitio para desayunar. Hay otros que buscan una arepa con queso o algo para llenar el estómago y otros que se toman un batido de frutas o un jugo natural. Eso sí, casi todos llevan -o lo compran- un bocadillo veleño (dulce de guayaba) y un pedazo de queso para reponer energías. “Vecino, ¿bocadillo con queso?”, le pregunta el vendedor a los pedalistas que están descansando y estirando las piernas.


- ¿En qué cambio subió?- me preguntó Fernando, otro ciclista que venía subiendo.

- Me tocó en el plato más pequeño y el piñón más grande porque, si no, no subía”- le respondí cansado y con los muslos tensionados, duros como una piedra.


Me senté en una mesa y pedí una ensalada de frutas de 5000 pesos. Mientras llegaba el pedido, Fernando continuó hablando conmigo y me contó que era la primera vez que subía a Patios en mucho tiempo.


- “La última vez que yo vine tenía más o menos 20, hace como 35 años, y esto era muy diferente. No había tanto movimiento ni comercio y todas las casetas estaban en los costados de la vía”- recordó sonriente. “También me acuerdo que, como yo subía muy temprano porque tenía que entrar a trabajar a las ocho de la mañana, la carretera no se veía porque estaba cubierta por la neblina. La única guía era la vía por la que iba y ya”.


El descanso terminó y ya era hora de bajar. En el descenso está el verdadero riesgo de subir a Patios (así suene irónico); como el recorrido tiene unas pendientes tan pronunciadas, al bajarlas, el ciclista debe ir aprisionando los frenos en todo momento. La adrenalina que se siente es intensa porque una curva mal dada o un freno en falso y las consecuencias pueden ser fatales; pero también es una buena oportunidad para contemplar y apreciar la gracia de estar vivo.


El ciclismo es una metáfora de la vida misma. Para alcanzar un objetivo es necesario un esfuerzo extraordinario, el azar o el destino pueden interferir y dañar las intenciones, pero los resultados del trabajo duro les llegan a aquellos que no se rinden y nunca dejan de intentarlo,sin importar todas las dificultades que el camino presente.

Así mismo es la subida al Alto de Patios.

Escucha aquí los podcast de Conexión Sabana 360 

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