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Ni sombreros, ni gabardinas

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María Camila Rozo Cortazár, Comunicación Social y Periodismo

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La vida detrás de la invisibilidad de un investigador.

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Ni sombreros, ni gabardinas
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Foto de: María Camila Rozo Cortázar

*Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su privacidad.

“Cuando la gente piensa en nosotros, muchas veces piensa en esa persona de gabardina de cuello alto, sombrero al estilo Sherlock Holmes, pipa y lupa. Esa es la imagen que nos han vendido en caricaturas, pero en realidad no somos así”, dijo Andrés Felipe Delgado Ruiz un investigador privado de Colombia.   Al recordar cómo fueron sus principios y cuál fue el suceso que lo llevó hacer su primera investigación, muchas carcajadas salen de su boca, de labios delgados. Andres Felipe tiene 28 años y comenzó en el mundo de los investigadores privados cuando tenía 23.  “Tenía una novia que se llama *Ana, llevábamos un año y medio de relación, estaba muy enamorado y hasta ese momento, salvo las situaciones normales de discusión que se presentan en una relación, todo iba muy bien. Un día estábamos viendo películas en su casa y cuando *Ana se levantó al baño, su celular comenzó a vibrar. Siempre respeté mucho su privacidad, nunca fui de revisarle sus cosas, pero ante la insistencia del vibrato, fue inevitable mirar si era algo urgente”. El momento en el que recuerda lo que vio en el celular de su ex pareja, es el único, en el que la gran sonrisa que siempre lleva un su rostro desaparece.

Al levantar el celular encontró varios mensajes, pero el que llamó su atención, fue el último que salía en su pantalla de BBM (Blackberry Messanger), de un contacto cuyo nombre era *Ernesto, en que decía “bebé no puedo creer que no me contestes, solo porque estás con él”. Eran varios los mensajes anteriores a ese último que había leído Andrés Felipe. Como eran tantos, Delgado no se acuerda de todos, pero lo que sí recuerda es el primero, “amor nos vamos a ver hoy” y último que fue el causante de que Delgado violara la regla de no revisarse los objetos personales, que tenía con su novia,  “No me importó y lo abrí, sabía que hacerlo me podía traer problemas”. En la actualidad Delgado no puede revisar las pertenencias de alguien a quien siga, pues, hacer eso sin un permiso judicial, podría traerle problemas con la ley. “Un detective no puede cometer un delito para conseguir una prueba (…), siempre sus referentes para saber hasta dónde puede llegar, tienen que ser la Constitución, los Derechos Fundamentales y La Ley Penal”, dijo Iván Uribe abogado especializado en derecho penal de la Universidad del Externado, quien trabaja actualmente en la fiscalía.

En el artículo 15 de la Constitución Política de Colombia, se habla de que todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar.

“Tenemos derecho a la intimidad y eso incluye el celular, el computador y todas estas cosas”, afirmó Harold Santamaría ex Teniente Coronel, quién duró 23 años formando parte de la Policía Nacional de Colombia. En el momento en el que Delgado Ruíz miró los mensajes, sabía que algo más pasaba entre su novia y *Ernesto. “No quería simplemente decirle a Ana que me explicara lo sucedido, quería cogerla con ‘las manos en la masa’ ¿si es así el dicho verdad?” pregunta con grandes carcajadas. “Cuando Ana volvió al cuarto le dije que mi mejor amiga me había llamado llorando y que necesitaba hablar conmigo urgente, le pregunté si tenía algún problema con que fuera a su casa”.
*Ana sabía que *María era una persona muy importante en la vida de Andrés, por lo que no encontró ningún problema. “Yo creo que ella nunca se imaginó que realmente el problema era mío y por culpa de ella”, dice Andrés Felipe, refiriéndose a *Ana.

Delgado efectivamente salió de la casa de Ana, para encontrarse con la que hoy es su novia, con la que vive y tiene un hijo. Andrés le contó a *María todo lo que había pasado con *Ana. “No podía creer en ese momento lo que me contaba Andrés, desde afuera se veía una relación muy estable, se veían los dos muy enamorados. Le pregunté cuáles eran sus planes para saber si efectivamente lo estaba engañando o no. Pero para no alargar más la historia y, en resumen, Andrés tenía las peores ideas del mundo para descubrir a *Ana”, afirma *María mientras lo mira y se ríen juntos. “Fue en ese momento, en el que me dijo que la siguiéramos, me pareció una idea un poco de ‘película o telenovela mexicana’, pero, al no tener mejores ideas, acepté”, agregó Delgado Ruíz. Mientras Andrés Felipe se encuentra sentado en el sofá negro de su sala narrando lo ocurrido, toma un sorbo de café, baja el pocillo y sonríe al mismo tiempo que mira a su novia, haciendo entender por los gestos de picardía presentes en sus miradas, que la mejor parte de la historia está por venir.

“Cuando llegamos al edificio en el que vivía *Ana, me dieron muchos nervios, le dije a Andrés que lo mejor era que nos devolviéramos a la casa, que sería horrible que ella se diera cuenta”. Delgado recuerda que cuando *María le dijo eso, lo único que pensó y le dijo fue “ya no hay vuelta atrás”. Ese mismo día, después de tres horas de estar sentados en el parque situado en frente al edificio, y una vez que Delgado había hablado con su novia acordando verse al día siguiente, llegó un carro a recoger a *Ana. Una vez la vieron, se subieron al carro de *María y comenzaron a seguir el vehículo en el que iban *Ana y la persona que la había recogido.

El auto al que perseguían los condujo hasta el Bogotá Beer Company de la 116. “Los observamos durante un tiempo, se reían, hablaban y después de un rato se dieron un beso y él le puso su mano encima de la suya”, agregó Andrés Felipe. En ese momento Delgado tuvo toda la intención de salir corriendo a enfrentarla, se le había cumplido lo que el tanto había esperado ese día, los había ‘agarrado con las manos en la masa’, pero al final prefirió que no lo vieran, así que simplemente tomó una foto para tenerla como prueba. Los investigadores privados pueden tomar fotos en cualquier zona pública, por lo que en la actualidad es la forma más fácil de conseguir pruebas. “Tenemos derecho a la libre locomoción, o sea a movernos libremente y a estar donde queramos (…), en Colombia no es un delito tomarle fotos a nadie en la vía pública; por ende, si un investigador toma fotos en cualquier lugar donde no invada la privacidad de nadie y éstas sirven como prueba en caso de ser necesarias y de no haber violado ninguna ley”, dice el ex policía Santamaría Después de descubrir la infidelidad de su pareja, Delgado terminó su relación con *Ana. “Hoy agradezco que las cosas se hayan presentado de esa forma, porque no solo descubrí a lo que me quería dedicar, sino que ahora estoy con la persona que más feliz me hace, esa que me dio el mejor regalo de mi vida, mi hijo”, dice Delgado, mirando a novia y a su hijo que está sentado en el piso jugando con un carro de goma rojo, mientras en sus ojos cafés oscuros se evidencia un brillo que aparece cada vez que se refiere a su familia. “Mi primer trabajo y el que terminó de confirmarme que debía dedicarme a esto, fue uno que le hice a un señor que vive aquí”. Delgado vive en un conjunto de casas. La suya es la número 68, justo al lado de la de sus papás.

El señor al que le hizo su primer servicio de espionaje, del que prefiere no decir su nombre, por ética profesional, fue ‘la cereza que le faltaba a su helado’, como él mismo lo afirma. “Un día estaba en la tienda y él llegó, yo estaba con unos amigos tomándome una cerveza y lo vi salir con cinco en la mano, una se la tomó y las otras cuatro no las dio”. A Delgado Ruiz esto le pareció extraño, pues según narra, lo había visto en el conjunto, pero nunca había hablado con él. “Luego de regalarnos la cerveza, comenzó a hablarnos, después de un rato, nos confesó que su mujer le estaba siendo infiel, pero que no tenía pruebas para pelearle. Me sentí identificado, porque, aunque *Ana no era mi esposa, hacía más o menos cuatro meses, me había pasado lo mismo”.

Sin pensarlo mucho, Delgado le ofreció seguir a su esposa, con el trato de que, si conseguía pruebas, le pagaba una suma de dinero que acordarían en ese momento. El señor aceptó.

El lunes siguiente, Delgado no fue a la universidad del Bosque, donde estudiaba ingeniería ambiental, por perseguir a la señora, pero esa tarde no consiguió nada. “Confieso que ese día, dudé de mi trabajo porque la primera vez que lo hice, fue emocionante de alguna manera. A pesar de las circunstancias, obtuve un resultado y comprobé lo que quería, en cambio esa vez no, sentí que había perdido el tiempo buscando pruebas que no iba a encontrar”.

Animado por pensar en la plata que se ganaría si encontraba pruebas, decidió aprovechar el viernes, ya que no tenía clase. “Ese día encontré las pruebas que necesitaba, tomé unas fotos y pude irme sin que me descubrieran, sentí la misma adrenalina que la primera vez, me gustaba sentirla. Le entregué las fotografías y me pagó cien mil pesos por ellas”.   Hoy en día, Delgado cobra ciento cincuenta mil pesos por día. Trabaja como independiente y tiene tres amigos, que cada vez que necesita, les pide ayuda para hacer algún trabajo.

“Tengo una empresa de artes gráficas, soy el dueño y siendo mi propio jefe puedo manejar mi tiempo, cada vez que Andrés me necesita, me llama y, si puedo, lo ayudo y me da la mitad de lo que gane por ese caso”, dijo Gabriel Guevara, dueño de GRG comunicadores SAS. “He vivido todo el proceso de Andrés para convertirse en investigador, ha hecho cursos de fotografía, de lectura corporal en las personas, conoce a cerca de leyes y lee muchos artículos judiciales”, dice *María.  Para realizar su trabajo, tiene algunas herramientas, todas las tiene puestas en un mueble de madera junto con una foto de su familia, en su estudio al lado de la mesa en la que tiene su computador y una libreta verde en la que apunta datos importantes de sus investigaciones.

Las que más utiliza son, un esfero y unas gafas con cámara, dos cámaras fotográficas, una profesional, de esa tiene tres lentes diferentes, y la otra, una digital pequeña. “Mis clientes llegan por recomendación de otros, normalmente las señoras a las que les ayudo a conseguir pruebas de sus esposos infieles, me recomiendan a sus amigas”, dice Delgado. Los casos que más le llegan, son infidelidades. “Me ha pasado que parejas de esposos me contratan por separado, sin ellos saberlo, para que los siga. También he tenido oportunidades en las que no he encontrado pruebas y como cuatro veces se han dado cuenta que los sigo, una de ellas me tocó correr porque el señor con el que estaba la esposa de mi cliente, me comenzó a seguir”.  En Colombia, las pruebas aportadas por un detective sirven como prueba para probar infidelidad, mientras estás no sean conseguidas habiendo incurrido a un delito. “Para el tema de infidelidad estamos hablando de un tema civil porque en Colombia ser infiel no es un delito, entones al no serlo, un fiscal no lo va a conocer, pero sí lo va a conocer un juez civil y esas pruebas van a tener relevancia, en la medida en que se lleven a juicio, sean adquiridas de forma legal y no sean controvertidas por la contraparte”, afirma el abogado Uribe.  Existen en Colombia policías judiciales, que se encargan de investigar casos de criminalística y que tienen funciones de protección a la comunidad, por esta razón se les llama policías. Adicionalmente hay personas que se dedican a la investigación privada, estos pueden ser gente del común, que no necesitan ningún tipo de licencia y que pueden trabajar encontrando pruebas para lo que son contratados, mientras infrinjan la ley, por esta razón, es muy importante que las personas que se dediquen a realizar esta labor, conozcan muy bien la Constitución de Colombia, el Código de Policía Nacional y los Derechos Fundamentales que tenemos todos en Colombia.   Andrés cobra su trabajo un poco más económico que algunas agencias en Colombia, pues trabaja de forma independiente. Las agencias, en su mayoría trabajan a partir de los doscientos mil pesos por día.  Y aunque su trabajo consista en lograr conseguir resultados siendo invisible, su novia espera despertarse el resto de su vida y verlo al lado suyo.

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