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Juan Andrés Hernández Cruz, estudiante de Comunicación Social y Periodismo
Estás tranquilamente deslizando publicaciones en tu feed de Instagram y encuentras una foto muy llamativa de un perfil de productos para adelgazar: un antes y después de una mujer, en la que se alarde que perdió 10 kilos en una semana con una dieta novedosa. Presionas el enlace en la descripción y te lleva a una página que vende un plan de jugos milagrosos y pastillas quemagrasa.
Lo anterior es solo un caso de tantos que se pueden evidenciar a diario relacionados con dietas restrictivas. Tu mamá te dice que va a comer piña con té verde por 3 días para bajar esos “kilitos” de las festividades. Un amigo te cuenta que dejó por completo los carbohidratos. Tus amigas hablan de hacer ayunos para perder peso antes de un viaje a la playa, y la lista continúa…
Pero ¿qué son las dietas restrictivas? Según el MAN Medical Institute se trata de “aquellas que prometen perder peso de forma rápida, cómoda y sin esfuerzo”. El problema viene después porque generan un efecto contrario en el largo plazo. El inconveniente es que las dichosas dietas pueden llegar al punto de perjudicar tu salud mental en corto, mediano y largo plazo de diversas maneras, a veces, no hay una vuelta atrás.
“Estar a dieta” conlleva un proceso de restringir y monitorear las comidas, prohibir ciertos alimentos y contar calorías, comportamientos que pueden generar estrés consciente y/o inconsciente. Un estudio del 2010 de la Universidad de California midió el nivel de estrés de 99 mujeres en 4 grupos bajo diferentes condiciones (monitoreo, restricción, monitoreo y restricción, control) durante tres semanas. Al grupo que monitoreaba, se le incrementó el estrés percibido debido a la carga que sobrellevaba el registro de la comida. Por otro lado, el grupo que restringió su dieta a 1.200 calorías aumentó en un 15% sus niveles de cortisol. Los altos niveles de esta hormona pueden exacerbar la depresión, azúcar alta en la sangre y el aumento de peso. El estudio concluyó que es posible que las personas a dieta no se percaten de que disminuir en extremo su ingesta produce una respuesta de estrés fisiológico, porque no perciben ese estrés, entonces asumen que su restricción no es dañina, perseverando así en una dieta que resulta estresante para su cuerpo. En definitiva, las consecuencias del estrés (fisiológico y psicológico) son peligrosas, y mucho más si se originan de un acto tan básico y cotidiano como comer, y todo lo que gira en torno a él.
En segundo lugar, las dietas restrictivas pueden conducir a desórdenes alimenticios debido a los comportamientos que promueven. Algunas personas desconocen que los trastornos de conducta alimentaria (TCA) son enfermedades mentales antes que físicas. No podemos comparar una dieta “milagrosa” con una recomendada por un nutricionista/nutriólogo profesional, debido a que las primeras, como sugiere la evidencia de la sección del Departamento Federal de Salud australiano National Eating Disorders Collaboration “no toman en consideración los requerimientos personales del individuo y puede resultar en la persona sintiendo constante hambre, experimentar estados de ánimo bajos, falta de energía y desarrollar una mala salud física y mental”.
En últimas, se somete la persona a un círculo vicioso: comienza por la dieta, sigue la deprivación (física y psicológica), se rompe la dieta comiendo en exceso o teniendo un atracón, llegan los sentimientos de culpa y por último se siente infeliz con su cuerpo o peso y así, en bucle. Es como si un celular se estuviese descargando, saldrán varias notificaciones avisando que está bajo de batería y que se debe cargar lo más pronto posible. Si se decide no hacerlo, no funcionará hasta que se cargue. Las señales de hambre, que llegan más fuertes durante periodos de deprivación, son como esas notificaciones, que cada uno decide si ignorar o atender para el funcionamiento del celular, en este caso, nuestro cuerpo.
Por último, las dietas restrictivas pueden causar que una persona se aísle socialmente. Si hay un evento en el que la comida es protagonista -como una cena navideña o una salida espontánea con amigos, por ejemplo- la persona en dieta prefiere no atender a los eventos sociales para evitar el riesgo de salirse de su régimen. A la larga, este aislamiento voluntario per se puede originar discapacidades sociales, bajo rendimiento laboral, e incluso depresión; empeorando el panorama general. Si la dieta significa perderse de una gran posibilidad de recuerdos por crear, vale la pena replantear el enfoque hacia nuestra alimentación.
Entonces ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar por lucir de cierta forma o ver definido número en la balanza? ¿Preferimos la delgadez antes que la salud mental? A veces comenzamos una dieta pensando que será inofensiva sin saber en lo que nos adentramos. Acudir a un profesional responsable antes de seguir lo que se ve en Instagram y estropear la salud mental; siempre será una mejor opción.