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Ronald Salla: El atleta que marcha con el corazón

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María Camila Ocampo y Gabriela Triana, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo

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Le ha dado a Colombia varios triunfos internacionales, entre ellos una medalla de plata en el Sudamericano U18. Sin embargo, el apoyo a los marchistas es poco en el país, lo que hace difícil que sobresalga a nivel internacional.

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Ronald Salla, marchista atlético de 19 años proveniente de Apartadó, Antioquia. / Crédito: Ronald Salla.

Sus familiares y amigos más cercanos lo describen como un joven integrador y disciplinado. Es un hombre de piel morena, con piernas tonificadas y brazos musculosos que destacan en medio de las carreras. Mide 1.73 centímetros, la misma estatura de Jorge Perry Villate, el primer atleta colombiano que participó en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1932. Y con sus ojos negros que se achinan cuando sonríe y sus rizos, un poco alborotados, distingue entre los demás participantes.


Era el año 2014. Ronald Salla tenía 11 años y cursaba quinto grado en el Colegio Laura Vicuña de Chía. Era un chico inquieto: tocaba la guitarra, entrenaba fútbol en una academia local, había incursionado en el taekwondo y hasta pasaba horas a la semana dedicado a la cerámica. Su hermano mayor entrenaba con él en la escuela de fútbol, pero como sus padres no podían costear otra matrícula en esos entrenamientos, tuvo que dejarlo. Pero un chico inquieto y apasionado como él no quería quedarse sin una disciplina deportiva.


Por esos días llegó a su colegio Esneyder Parra, un entrenador que para ese entonces recorría varios colegios de Chía en busca de jóvenes talentos en Atletismo. Los interesados debían competir en una serie de pruebas para ser seleccionados. Salla se apuntó entusiasmado. Pero fue rechazado. Los ganadores recibieron un formato de autorización que debían llevar a sus padres para empezar los entrenamientos con Parra, y entonces, el joven Ronald se dedicó a perseguir al entrenador para insistirle que no lo dejara por fuera del equipo de nuevos talentos. Salla cuenta que no lo hizo porque le apasionara el atletismo o la marcha atlética, sino por la frustración de no haber sido elegido. “Si ellos pueden, ¿por qué yo no?” se preguntaba, y fue esa insistencia la que hizo que finalmente Parra le entregara el permiso: “Esa persistencia fue lo que me hizo escogerlo”, recuerda. Un ahínco como ese solo podía ser sinónimo de constancia a la hora de entrenar.


Han pasado casi 8 años desde esa mañana. Salla y Parra no han dejado de entrenar juntos desde entonces. Y hoy en día, es el único que queda del equipo inicial, de ese grupo de entusiastas que con 11 años fueron seleccionados en este colegio de Chía.


Se decantó, entonces, por la marcha, que es la modalidad del atletismo que consiste en desplazarse sin separar notablemente los pies del suelo, pero sin llegar a correr. La pierna debe estar totalmente estirada desde el momento en el que toca el suelo hasta que alcanza la verticalidad.


El comienzo de un marchista


Gloria Garcés, su madre y cabeza de hogar, se oponía a que Salla entrenara. “¿Cómo vas a hacer todo?”, le preguntó al atleta cuando este le dijo que iba a dedicarse a la marcha atlética, una modalidad del atletismo menos conocida.


Para Salla fue todo un desafío trabajar, estudiar y entrenar al mismo tiempo. Al principio, intentó mantener todas sus actividades de manera equilibrada. En su momento, trabajó en el área de atención al cliente. Allí debía tener una actitud servicial y manejaba mucho estrés. Sin embargo, la carga fue intensa. En su intento por cumplir con sus obligaciones, descuidó la universidad y, en ocasiones, dejó de entrenar por las tardes. Por ello, tuvo que establecer prioridades para su vida. “Iba a llegar un punto en que mi cuerpo no iba a dar más y, si quería que me fuera bien en algo, debía entregar mi 100%”, comenta.


La madre tenía muchas dudas, pero luego de una conversación que tuvo con una amiga, Garcés le dijo a su hijo: “Para el estudio hay mucho tiempo, pero para el deporte es ahorita nada más”. Y llegó a un acuerdo con el joven atleta: él no iba a descuidar el estudio, y desde ese momento lo apoyaría día tras día.


La rutina del atleta cambió por completo. Se levantaba a las cuatro o cinco de la mañana. Los primeros años entrenaba y estudiaba, pero cuando se hizo más grande la situación se complicó: entró a estudiar Economía en la Universidad Militar Nueva Granada y empezó también a trabajar. Aun así, siguió entrenando todos los días, y hacerlo con ese compromiso ya demostraba lo lejos que podía llegar.


Trayectoria en ascenso


Desde sus inicios en el atletismo, Salla pasó por varias modalidades de este deporte. Él buscaba mirar en cuál podía realmente destacar: velocidad, fondo, semifondo, lanzamiento o salto. Después de un año, mientras entrenaba, vio a un grupo de jóvenes realizando marcha atlética. En ese instante le dijo a Parra, su entrenador, que deseaba dirigir su entrenamiento hacia ese camino.


A medida que pasaba el tiempo, Ronald Salla supo que la marcha atlética podía darle buenos resultados. “Me fui dando cuenta de que, si pensaba a futuro, debía especializarme en una prueba”, comenta. Al mes de estar entrenando, participó de una carrera de calle en Chía, donde quedó en tercer lugar. Para él fue una sorpresa, pues era su primera competencia. Seis meses después viajó a Bucaramanga.  Allí volvió a participar en otro evento de atletismo. Salla reconoce que, a pesar de no haber ganado, solo con el hecho de haber salido de Cundinamarca para competir ya era un triunfo.


A medida que pasaba el tiempo, Ronald Salla supo que la marcha atlética podía darle buenos resultados. “Me fui dando cuenta de que, si pensaba a futuro, debía especializarme en una prueba”, comenta. Al mes de estar entrenando, participó de una carrera de calle en Chía, donde quedó en tercer lugar. Para él fue una sorpresa, pues era su primera competencia. Seis meses después viajó a Bucaramanga.  Allí volvió a participar en otro evento de atletismo. Salla reconoce que, a pesar de no haber ganado, solo con el hecho de haber salido de Cundinamarca para competir ya era un triunfo.


Después de un año, viajó por primera vez en avión hasta Cartagena, donde compitió y ganó su primera medalla de plata. Ver el avance que tuvo en tan poco tiempo fue lo que lo enamoró cada vez más del deporte y, sobre todo, de la especialidad de marcha atlética.


Un camino de obstáculos


Colombia es el cuarto país en América Latina que más invierte en el sector del deporte, detrás de Chile, Brasil y México. A pesar de esto, el presupuesto que se invierte es el 0.23% del total del PIB del país. Si habláramos de un billete de 20.000 pesos, solo se estarían invirtiendo 46 pesos en deporte.


Aunque el fútbol es la disciplina que le ha dado a Colombia triunfos y emociones, es al mismo tiempo el culpable indirecto de que otras disciplinas sean excluidas y olvidadas. “Se invierte en deportes que dan reconocimiento, y esos son los más populares, como el fútbol” dice David Torres, atleta y entrenador experto en el tema. Antes de que el fútbol se consolidara como uno de los deportes más importantes de nuestro país, las corridas de toros y la hípica, que se practicaba con caballos y acogía diferentes modalidades como salto de obstáculos y la doma, eran los más reconocidos.


La liga y el municipio


En los campeonatos internacionales, la Federación Colombiana de Atletismo es quien ha apoyado a Salla a partir de su proceso de selección en los nacionales. Aquel respaldo depende de sus resultados en estas competencias. No obstante, si obtiene un bajo rendimiento en estas, la Federación no puede cubrirlo con presupuesto. Por ejemplo, en el año 2020 careció de un resultado sobresaliente en las pruebas, y se quedó sin apoyo. Sin embargo, no todo fue malo, pues su clasificación le alcanzó para concursar con el apoyo del municipio de Chía. “Normalmente el municipio de Chía es quien me ha apoyado en todo. Gracias a ellos es que he podido competir en diferentes nacionales”, señala. Incluso, en diversos encuentros departamentales, cuando ha recibido el apoyo por parte de la Liga de Atletismo de Cundinamarca, realmente, el municipio de Chía ha sido el fiel patrocinador del atleta.


A lo largo de su carrera deportiva, Salla ha tenido dificultades tanto económicas como físicas. Cubrir los gastos que conlleva entrenar la marcha atlética es un aspecto complejo. Por ejemplo, su presupuesto para adquirir indumentaria deportiva ha sido limitado. Para esta disciplina es necesario emplear unas zapatillas exclusivas, que se caracterizan por tener una suela más resistente y ligera. Su precio oscila entre 130.000 y 300.000 pesos. No obstante, este tipo de calzado se desgasta rápidamente. Y, a pesar de que se deben cambiar cada tres meses, Salla ha intentado conservarlas casi hasta seis meses o un año.


Otro obstáculo que no contemplaba en su camino fue la pandemia por Covid-19. Cuando inició el confinamiento, su entrenador implementó un circuito de entrenamientos de fuerza a través de videollamadas. Siguieron entrenando de lunes a sábado. No fue una situación fácil; empezó muy motivado, pero con el paso de los meses se sintió muy agobiado. Quiso rendirse. Hubiera desistido de su proceso en esta disciplina de no haber sido por su madre. “Mi mamá siempre fue esa luz que me mantuvo para poder seguir entrenando. Incluso, ella entrenaba conmigo”, explica el joven deportista.


El regreso de las competencias


Después del confinamiento por covid-19, el 2021 fue el comienzo de la reactivación de las competencias deportivas alrededor del mundo, entre ellas las pruebas de atletismo. Salla tenía la meta de clasificar al mundial de Nairobi, que se iba a llevar a cabo del 17 al 22 de agosto del año pasado. Su entrenador le preguntó si era capaz de sacar la marca mínima que le pedían, la cual era de 43 minutos y 40 segundos.


- ¿Tú te crees capaz en este momento de hacer la marca para el mundial? - Le preguntó Parra.

- En este momento yo no puedo hacer la marca, pero deme solo un mes y la saco.


Antes de competir, su marca personal era de 47 minutos y 1 segundo en los 10 kilómetros. El reto era claro: tenía que, en menos de un mes, alcanzar la marca mínima. Su preparación comenzó viajando a Ibagué, ya que, al estar a 1285 metros sobre el nivel del mar, obtendría mayor oxigenación y rendimiento. Allí, se concentró dos semanas; madrugaba a las seis de la mañana. Comía. Descansaba y continuaba con su segunda jornada de entrenamiento por la tarde. Repitió la misma rutina todos los días.


Una semana antes de la competencia, viajó durante 14 horas hacia el continente europeo. Salió de Bogotá a Frankfurt, después Budapest y, finalmente, a la región de Dudince.


Dudince es una pequeña población al sur de Eslovaquia. Esta iba a ser la sede de una carrera trascendental en la vida de Ronald Salla. A pesar de haber competido varias veces, estaba nervioso. Al llegar a la línea de salida, ningún pensamiento pasó por su mente. Se sintió como Joe Gardner, el protagonista de la película Soul, cuando tocaba el piano en medio del escenario. Nada se pasaba por su cabeza, era solo él y la pista. Solo pensaba: “Ya hice lo más, por qué no hacer lo menos”, asegura.


Cuando terminó, Salla no era consciente de lo sucedido. Había quedado en segundo lugar y alcanzó la marca con 43:31. Eso solo significaba una cosa: había clasificado al mundial de Nairobi. Corrió a abrazar a su entrenador, quien es la persona que más lo ha apoyado aparte de su familia. Por otro lado, en Colombia, el panorama era el mismo. Su mamá lo veía desde un enlace a la transmisión. “Esa carrera fue impresionante. Lloré. Grité. Recé. Era demasiada la emoción y que haya quedado de segundo fue muy emocionante”, explica Garcés.


Dentro de su mundo


A pesar de que Salla tiene aspiraciones tan grandes como el colombiano Éider Arévalo, medallista de oro en marcha atlética de 20 km del Campeonato Mundial de Atletismo de 2017 o como la marchista Sandra Arenas, quien obtuvo una medalla de plata en marcha de 20 km en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, a él no le gusta compararse con nadie. Ha sido premiado como deportista revelación por parte del Instituto Municipal de Recreación y Deporte de Chía, y como comenta Salla: “La oportunidad de haber salido del país y representar a Colombia ha sido uno de los mayores logros en comparación con otros atletas”.

Mientras que en un deporte como la marcha atlética o en cualquier otro se nota la competición y la rivalidad, como Cristiano Ronaldo que se levanta todos los días con la meta de derrotar a Leonel Messi, y Roger Federer que competía por obtener un título más que Rafael Nadal, Salla, por el contrario, se levanta con el objetivo de vencerse a sí mismo.



Al final de una competencia en Medellín, Salla prefirió acercarse a su amigo Wilmer Morales, quien había sido descalificado por intentar sobrepasarlo, antes de celebrar un triunfo. Fueron las palabras del joven antioqueño quienes apaciguaron los sentimientos de Morales. “Me dijo que vendrían cosas mejores, que una competencia no te define como persona y que en el camino se abrirán más puertas”, expresó. Eso demuestra, según coinciden Luna Torres, excompañera de entrenamiento, y otros compañeros suyos en que, por encima de la rivalidad, para Ronald está el compañerismo.



Hoy en día, este atleta continúa entrenando para mejorar su marca personal y así llegar a ligas mayores, como los Olímpicos de París 2024 o Los Ángeles 2028. Recientemente, compitió por el Gran Premio Internacional de Marcha Cantones de A Coruña, una ciudad al oeste de España. Para él, esta competencia fue todo un reto, puesto que tuvo que adaptarse a las condiciones climáticas y horarias del lugar. Al ser tan desafiantes, se convirtieron en la razón por la cual no alcanzó la marca ideal para el mundial. A pesar de esto, sigue esforzándose para apuntarle a más competencias y así estar más cerca de cumplir sus sueños en el deporte.



Y sus desafíos para este año son claros: seguir preparándose para el Campeonato Nacional Sub-20 en la ciudad de Valledupar y el Mundial de Atletismo Sub-20 en Cali. Después, evaluará la posibilidad de participar en más competencias en el exterior o tomarse un descanso fuera de la pista.



Ronald reconoce que, en su vida, también hay otras prioridades además del deporte. No quiere descuidar su formación académica. Desea graduarse como profesional en Economía y ejercer su profesión en un futuro. Con el tiempo, el ambiente deportivo ha llegado a generarle un sentimiento de estrés por las competencias. Aun así, espera llevar su vida deportiva, por lo menos, unos quince años más. Salla es, sin duda, uno de los referentes más jóvenes para sus colegas y próximos atletas chienses. Y pase lo que pase, la marcha atlética seguirá siendo uno de los motores de su vida, y un orgullo para su familia, su municipio y su comunidad.

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