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Un arte casi olvidado 

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Alejandra Ramírez Valbuena, Comunicación Social y Periodismo

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La tecnología y las nuevas manifestaciones culturales retan a Ernesto Aronna a mantener vigente el legado de su padre, quien en vida fue pionero de las marionetas italianas en Colombia.

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Foto: Alejandra Ramírez Valbuena

Entre bocanadas de humo y risas ahogadas, los inmensos ojos de Ernesto Aronna, Príncipe de las Marionetas de América, reflejaban la gran emoción que sentía cuando hablaba de su padre.


Es bajito y está lleno de anécdotas. Con tan solo 33 años, el artista ha vivido junto con los grandes del teatro en Colombia. En su infancia, en vez de juguetes, tuvo libros. Su vestimenta, elegante y juvenil, confunde con su ingenio y sabiduría. La camisa azul oscura y los pantalones marrones pálidos que llevaba ese día, reflejaban la corta edad que tiene. Pero, detrás de aquellos ojos infantiles que se dejan impresionar, hay un gran maestro.


Sentado en la pequeña cafetería de la entrada del teatro que fundó su padre, Ernesto fumaba constantemente para calmar los nervios, “el único vicio que tengo, y lo reconozco, es el berraco cigarrillo”. La adrenalina que él sentía, después de un espectáculo, se reflejaba en los incesantes movimientos que hacía con su pierna y en las palabras que no paraban de salir de su boca. Es una persona muy conversadora.


“Esta es su casa”, fue lo primero que me dijo Aronna cuando me conoció. Quién diría que el mejor marionetista de América sería una persona tan sencilla. Cuando le pregunté cual era su mayor orgullo, me preguntó:  “¿quiere conocer mis marionetas?” y me dirigió a un pequeño cuarto, en el segundo piso del teatro, en el que guarda uno de sus tesoros más preciados. Habló de cada marioneta como si fueran amigos desde hace mucho tiempo, cada una tenía una vida e historia particular. Después de eso, la entrevista fue mucho más clara.

“El teatro fue fundado el 24 de abril de 1960, por Ernesto Aronna padre, pionero de las marionetas italianas aquí en Colombia…”, tan meticuloso y acertado, inició el recorrido por la historia del Teatro Fundación Ernesto Aronna. La historia del padre, de quien heredó el famoso nombre, la narraba como si él mismo la hubiera vivido. Huir de Italia por la presión de un régimen que no apoyaba el arte y llegar a Colombia, un país que no conocía las marionetas, fue una oportunidad que su padre no desaprovechó.


“Cuando nací yo, me puso Ernesto, porque quería que su fundación, su teatro y su carrera siguieran. Empecé a los cuatro años, ahora tengo treinta y tres y estoy declarado como el Príncipe de las Marionetas de América, bendito sea Dios ante todo”. Se disculpa por mostrar sus creencias, no sabe si es correcto hacerlo en una entrevista, pero no muestra vergüenza y se declara creyente católico.


“Tengo más de cuarenta premios internacionales como marionetista, casi veintisiete como actor y tengo cuatro premios de Dragón de Oro de España, como director revelación teatral”.


¿De dónde surge el nombre de Príncipe de las Marionetas?, le pregunto, y responde: “eso fue Peter Schumann, director del Bread & Puppet Theatre de Nueva York. Nos encontramos en Sevilla, en España, impartiendo un taller, en el XXV Festival de Títeteres de Sevilla. Yo tenía dieciocho años recién cumplidos cuando me becó la Unión Internacional de Marionetistas.  El premio eran tres Dragones de Oro, los cuales recibí yo (…) el maestro Dennis Pasteur dijo: este tipo definitivamente es un monstruo, tiene dieciocho años casi a cumplir diecinueve, y se lleva tres Dragones de Oro en un mismo festival. Me dijo: no, tu eres el Príncipe de las Marionetas de América, infalible. Unos años después, Peter Schumann me dice, pero es que el rey ya murió o sea que trasciende a ser rey. Yo le dije no, yo todavía soy Príncipe, para llegar a lo que fue mi papá todavía me falta mucho”.

- Cuénteme sobre los retos que ha tenido que afrontar a lo largo de su carrera, ¿cómo los ha superado?

Los retos son los de siempre, nosotros tenemos muchos más exponentes que el fútbol en Colombia. Desafortunadamente, uno debe ir al exterior para que sepan que uno está vivo. Porque colombiano no consume colombiano. Tengo cierta represión hacia esta juventud de ahora, siendo yo joven, no me creo viejo. Una pereza mental, unas ganas de no hacer nada, invadidos por la tecnología, así son. En cuanto a los logros, mi mayor logro es seguir en pie todavía. Yo desenvainé la espada, empuñé el escudo y me dediqué a luchar.


- ¿Cuáles son los componentes principales que usted cree que le faltan a esta juventud para impregnarse de cultura y para enterarse de todo el talento colombiano que hay?

- Primero, la pereza. La juventud está llena de pereza. Segundo, si no cogen un libro, cómo se puede esperar que lleguen al teatro. Si el gobierno, si la misma gente del entorno, no está metida en la cuestión del arte, entonces las cosas no cambian. El mismo Ministerio de Cultura de este país, y lo digo con nombre propio, me quita este año un auxilio, un dinero que nosotros recibimos cada año, por insuficiente trayectoria. Abre los ojos y exclama con ironía: “Señores, el teatro lleva cincuenta y ocho años, no evalúen mi trabajo, evalúen el de mi papá. Mi papá, a mucho ego, debería ser patrimonio cultural de este país por la labor que hizo.  Como dice ese meme por ahí, apaga la tele y ve a teatro. Esa es la lucha de todos los días”.

-¿Usted cree que hay alguna forma de reivindicar el arte en Colombia?

-Más que apoyo económico, se necesita imponer ciertas cosas. El teatro como tal, las horas de lectura, debería ser una obligación en los colegios. Debería ser una materia prima como las matemáticas, la física, toda esta cuestión que uno ve. También necesitamos medios masificadores, los que llaman gente, estos no te apoyan si no tienes alguien de televisión. Pero a un reggaetonero lo llaman maestro… ¿maestro de qué? A la hora del té, para mí, educando al niño educamos al adulto. El adulto muere ignorante, desprecia muchas cosas de la misma sensibilidad que tiene un niño. Para mí, para erradicar esa vaina, debemos educar a los niños.


- En este sentido, ¿por qué utilizar las marionetas?, ¿qué mensaje envían a los niños y a los adultos?

- La marioneta es el factor más importante de la pedagogía. Todo cuento tiene su filosofía. El muñeco, el ser sin vida, infunde un poco de esa mística, de ese mensaje fundamental que no quiero que la gente pierda: la ilusión, la imaginación y la sensibilidad.


- Antes de finalizar, dígame una frase que a usted le haya marcado la vida y que motive a las personas a venir al Teatro Fundación Ernesto Aronna.

Ningún libro, por más voluminoso que sea, instruye tanto como el teatro, ya que aquel que no guste de los títeres, no es apto para vivir, porque los títeres gustan a las personas sensibles e inteligentes.

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