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Explotación sexual y trata de mujeres: el riesgo de las historias que vale la pena contar 

La coerción de mujeres vulnerables para utilizarlas en servicios sexuales viene impulsada por un nuevo actor, el Tren de Aragua, que se aprovecha de la vulnerabilidad de migrantes. 

Por: Julian González

En Villa del Rosario, municipio de Norte de Santander, calienta igual que en Cúcuta, la capital del departamento. Cuando hace sol, después del mediodía, la temperatura llega a los 33 grados aproximadamente. Bajo ese sol han pasado muchos de los migrantes venezolanos que cruzan la frontera colombo-venezolana por San Antonio. Se dirigen a múltiples destinos: Bogotá, Medellín, Quito, Lima, Santiago. Para algunos, o más bien para algunas, su viaje termina allí mismo, en algún burdel de Villa del Rosario. 

La prostitución en Colombia ha dado más de un problema durante los últimos años. Según la sentencia T-629 de 2010 en Colombia la prostitución está permitida, pero no existe un marco regulatorio que proteja los derechos de estos trabajadores. Lo más parecido es la Ley 1336 de 2009, que contempla como delitos la explotación sexual, la pornografía con menores de edad y el turismo sexual.  

Así se han podido juzgar los abusos en este oficio, con varios casos escandalosos, como el de un estadounidense que prostituyó a dos niñas dentro de un lujoso hotel de Medellín a finales de marzo de 2024. La trata de personas, incluyendo a menores de edad, es una de las prácticas que ocurren en medio de la explotación sexual en Colombia. Muchas de las mujeres abusadas son migrantes venezolanas. 

De esto se trata el especial El Tren de Aragua, detrás de la explotación sexual de migrantes en Latinoamérica, de la alianza entre El Espectador y Alianza Rebelde Investiga, producto finalista de la categoría cobertura del Premio Gabo. En él, se narra cómo uno de los grupos ilegales más poderosos de Venezuela, el Tren de Aragua, posee una red de explotación y trata de mujeres que parte y está organizada desde la frontera colombiana. De ahí, las mujeres son llevadas a Ecuador, Perú y Chile. 

En el barrio de La Parada, en Villa del Rosario, el Tren de Aragua inicia estos movimientos. Allí se anuncia en burdeles y bares que hay jóvenes iniciándose en la prostitución, varias de ellas menores de edad. 

Alfonso Burgos, expolicía de Infancia y Adolescencia en el departamento de Norte de Santander, explicó a Unisabana Medios que la Policía ejecuta labores de prevención y de vigilancia y control para evitar que los niños, niñas y adolescentes sufran de estos abusos. “Está la Patrulla País, para el conocimiento de casos de situaciones de vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes (…). Está la policía del departamento de Norte de Santander y la Policía Metropolitana de Cúcuta. Esta última tiene un grupo de protección de infancia y adolescencia con un número de patrullas para atender llamados de casos de vulneración de derechos”. 

Sin embargo, este no es un asunto solo de niñas, según afirmó Natalia Herrera, una de las autoras del especial periodístico sobre el Tren de Aragua. Las migrantes, tanto menores como mayores de edad, son prostituidas por su estado de indefensión, y “la única puerta que no se les cerraba nunca era el burdel”. 

“También es importante que hablemos de mujeres, porque hay un consenso social en que está muy mal que sea con niñas, pero cuando hablamos de mujeres, así esa mujer haya sido violentada y abusada sexualmente desde su infancia, pero ya tiene 18 años y sigue en esas redes de explotación sexual, ya es como: ‘ah, no’’”, apuntó Herrera durante la charla Investigar: el corazón de la historia periodística, durante la decimosegunda edición del Festival Gabo. 

Según la periodista, la naturalización del delito ha causado que no se le dé prioridad en la persecución del Tren de Aragua que realiza la Policía, lo que para ella le da más valor a contar las historias de las víctimas desde el periodismo. Pero es riesgoso. 

“Creo que el ángulo de las víctimas es un ángulo maravilloso para poder documentarlo porque empatiza con lo humano. Pero cuando son testimonios tan delicados que exponen la vida de las víctimas hasta el último momento hay que ir con ellas. De verdad, hasta el último momento incluso puede que te digan: ‘¿Sabes qué? No’”, explicó Herrera a Unisabana Medios. 

Según Emmanuel Colombié, fundador de Reporteros Sin Fronteras y miembro de Forbidden Stories, red de periodistas para la protección de investigaciones, la seguridad en este tipo de investigaciones periodísticas resulta imposible de garantizar, aunque pueden tomarse medidas. 

“Hay muchas cosas que un periodista o un medio de comunicación debe pensar cuando va a investigar o cubrir temas complicados como corrupción o crimen organizado: pensar en la protección física, la protección psicoemocional, la protección cibernética y también la protección de la propia información”, expuso Colombié en entrevista con Unisabana Medios. 

Con Forbidden Stories, Colombié dirige el proyecto SafeBox para América Latina, una base de datos para periodistas bajo amenaza donde pueden proteger sus investigaciones, para que otros las continúen en caso de ser asesinados.  

La continuidad de investigaciones en temas como la explotación sexual puede ayudar a fijar la atención en este fenómeno en auge en Colombia. Nada más en la capital, según datos de la Fiscalía, entre 2016 y 2024 se han presentado 2.924 casos de explotación sexual contra niños, niñas y adolescentes con más de 2.780 víctimas. La trata de personas en las localidades de Santa Fe, Mártires y Chapinero estaría relacionada con el Tren de Aragua. 

“Es muy importante seguir entendiendo que estas historias hay que contarlas: dejar de naturalizar los delitos es importante, dejar de hablar de solo de prostitución y empezar a hablar de explotación sexual en la prostitución es importante, entender que detrás de lo que a veces nos venden en sociedad como libertad puede haber pobreza y crimen organizado”, explicó Natalia Herrera. 

En el esfuerzo de informar sobre las prácticas de grupos al margen de la ley sobre este asunto puede procederse en casos de riesgo con otras organizaciones similares a Forbidden Stories, como la Fundación para la Libertad de Prensa o LatAm Journalism Review.  

Tal como afirma Colombié, el periodismo colaborativo es una de las mejores estrategias para este tipo de historias... incluso parece ser el único camino para llegar a más audiencias, evidenciar lo que muchos desean mantener oculto y descubrir que hay problemas y soluciones comunes. 

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