Es ilógico realizar una competencia tan importante como la Copa América, en medio de la crisis que atraviesa Colombia.
Las últimas semanas han estado marcadas por una inestabilidad social digna de ser comparada con cualquier lucha global por los derechos de un pueblo. Colombia se ha sumergido en una situación que explotó tras varias décadas de represión y censura. Es tal la magnitud de las manifestaciones, que ha llegado a afectar a varios sectores, incluido el deportivo.
Está latente la propuesta de cambiar la sede de la Copa América, el evento de fútbol más importante a nivel de selecciones del continente, que se haría en nuestro país desde el 11 de junio. Y es lógico: la situación en el país no está como para tirar cohetes. Ya se vio en el partido del pasado 12 de mayo, entre Atlético Junior y River Plate por la cuarta fecha de la Conmebol Libertadores, un encuentro que se vio marcado por la incertidumbre, los estruendos a las afueras del estadio y una fuerte tensión que en algún momento del partido hizo que este se interrumpiera. No es preciso decir que el fútbol sea una herramienta para distraer a la opinión pública de lo que realmente pasa en Colombia, lo que sí es cierto es que el cotejo realizado en el Romelio Martínez le deja claro a Sudamérica, y más precisamente a la Conmebol, que el país del Sagrado Corazón no está listo para llevar a cabo un evento de tal envergadura.
Las grandes entidades no pueden hacerse las de la vista gorda ante el hito que vive el pueblo colombiano. Los sonidos y manifestaciones que se escuchaban a lo lejos en los estadios de Barranquilla y Pereira son un pequeño reflejo de lo que está pasando, no se puede tapar el sol con un dedo. Es pertinente y casi que imperativo que la Conmebol se pronuncie frente a la organización de esta competencia, se vuelve imposible e inviable realizarla en estos momentos en el país, pero mientras la Confederación Sudamericana de Fútbol no ratifique el cambio de sede, los mismos colombianos que salen a marchar tendrán que escuchar entrevistas del presidente Duque en las que dice que “sería absurdo que no se hiciera una Copa si se está haciendo una Eurocopa”, refiriéndose al certamen internacional, como si una nación del viejo continente estuviera en medio de una confrontación con su propio gobierno.
Además, el hecho de hacer una Copa América en el país significa cuidar a las selecciones, tanto a su cuerpo técnico, como sus jugadores, los cuales no se sienten seguros al venir a Colombia, como lo dijo Marcelo Gallardo, director técnico de River Plate, en la rueda de prensa post partido tras la cuarta fecha de la Libertadores. Se refirió a las circunstancias en las que se jugó el encuentro: “Con gases lacrimógenos en el partido, escuchando estruendos, una situación anormal en todo sentido, no podemos mirar a otro lado... En esas circunstancias se jugó el partido”. Algo que no es normal, como mencionó el argentino, y es que en un partido de fútbol también el ambiente afecta, y los jugadores no pueden ser ajenos a lo ocurrido. No me quiero ni imaginar una final Argentina - Brasil en el Campin, mientras a las afueras, en las calles de Bogotá, el ESMAD y el pueblo capitalino luchan por los derechos de su nación.
Pero una luz se asoma al final del túnel. En las últimas horas se dio a conocer una información que anunciaba que tres grandes patrocinadores de la Copa América se alejarían de la competición si esta se llegase a realizar en Colombia. Y es que esta postura de los grandes patrocinios, que por prudencia prefieren no revelar, se dan por dos motivos: el primero de ellos, las manifestaciones por el paro nacional; y el segundo, por el mal manejo que le ha dado el Gobierno a la situación. Según El Tiempo, dijeron que “no iban a participar en un torneo en un país de tan difícil situación de orden público y cuestionado por importantes organismos internacionales de no respetar los derechos humanos”, algo difícil de asimilar, pero necesario para apoyar a los nuestros en tiempos tan turbios.
Aunque esperamos veinte años para volver a tener la Copa América en nuestro país, quiero hacerle un llamado a esos fanáticos del fútbol, a esos apasionados de la pelota. En este momento el país necesita total atención a lo que está sucediendo con la protesta social. El fútbol no puede convertirse en una excusa para distraerse de la realidad, recibir una competencia como esta en un periodo tan importante para la Nación sería casi un insulto para aquellos que luchan día a día por un país mejor. La responsabilidad del Gobierno y de la ciudadanía en este momento es unirse para buscar soluciones ante la incertidumbre. Mientras eso sucede, conviene dejar al deporte más bonito del mundo en un segundo plano.
Columna de opinión por Andrés Felipe Mora.
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