Rodrigo Rodríguez, director de Diritambo, uno de los mayores maestros del teatro y la dramaturgia del país; habla sobre los retos que el arte y la sociedad enfrentan en esta pandemia.
Su obra, centrada en la exposición y crítica de la desigualdad social, se ha mantenido por más de dos décadas en la escena cultural independiente, con el Teatro Ditirambo como uno de sus pilares.
Ante los conflictos que salen a la luz por los efectos del coronavirus, se reinventa junto a su familia, para mantener encendida la reflexión, ahora con producciones audiovisuales transmitidas en sus redes sociales mientras llega el fin del confinamiento. (Lee también: La lucha de la industria audiovisual en medio de la crisis por coronavirus)
¿Cómo ha cambiado la forma de hacer teatro, teniendo en cuenta que se rompió la posibilidad de compartir con el espectador en el mismo escenario?
Tenemos un compromiso personal y profesional el mantener encendida la llama del teatro, esta primera fogata de congregación. Desde las casas, y de forma digital, decidimos seguir la temporada, sin olvidar que la esencia del teatro es en vivo, con la gente presente. Así que lo vimos que haríamos desde entonces era hacer algo audiovisual, a partir de las obras que podemos hacer. Lo primero que planteamos fue: ¿qué hacer nosotros como familia?
Con Margarita Rosa (mi esposa) y mis hijos, decidimos crear contenidos nuevos: representación escénica en vivo en línea en época de coronavirus (Reviliepoc) No es teatro, pero tampoco dejamos la cámara quieta. Hacemos un solo plano secuencia. Ya hemos hecho obras como El ángel de la culpa o el Yuri. Ahora hacemos sátira política: Armando Logodo.
Esto, más que un reto, es un placer, porque es creación en familia. Ya hemos recibido apoyo de audiencia tradicional del teatro, pero también del extranjero. Así vamos.
La gente en el encierro necesita llenar un vacío en el alma. Hay muchos que no estaban cercanos a la cultura, pero que ahora la necesitan. ¿Qué puede brindar el teatro a nuestra sociedad en tiempos de pandemia?
Con el Reviliepoc, esta producción artística audiovisual, nosotros vamos más allá de recrear o entretener. Hablamos de la sociedad y de las realidades, siendo cronistas de nuestro tiempo, con humor, crítica y drama. Así cumplimos la labor del arte: activar los sentimientos y llamar a pensar.
Esta pandemia es una tragedia total, por lo menos en lo financiero y lo económico. Ha develado muchas problemáticas tapadas, como la corrupción, los malos manejos, el maltrato a la mujer e incluso al hombre, y muchos conflictos entre las personas. Pero también tiene un lado positivo: nos ha llevado a revalorar a nuestros seres queridos, a compartir más tiempo, el aprender nuevas formas de respeto y comunicación con la familia.
Aunque no deja de chocar con el desempleo, lo que incluye al sector artístico. Los cierres están acercando al teatro a la quiebra, porque cómo abrir si no hay comercio y sí hay riesgos y temor. En muchas salas ya se están dando choques jurídicos por los arrendamientos y la imposibilidad para cubrir nóminas.
¿Qué pasa con los actores que no pueden participar en una obra audiovisual como las ustedes están haciendo en familia?
Algunos están haciendo proyectos con otros actores, pero muy mal económicamente. Tenemos la idea de hacer modelos de audiolibros con las obras, aunque faltará mucho tiempo para que se comercialice, porque nuestra actividad es cultural. Le damos una importancia social al arte, no al dinero, por lo que nuestra producción no es comercial.
Tenemos obras exitosas en taquilla, como ‘Ni mierda pal perro’ o ‘Montallantas’, pero no con la proyección del mercado, porque no somos famosos. Y el público obedece al mercado, que tiende a obras más “ligeras”, que no está mal. Nosotros nos enfocamos en la crítica de la desigualdad social, algo que en Colombia tiene efectos dolorosos y económicos.
La pandemia acabó con nuestra normalidad. ¿Cómo cree que cambiará nuestra sociedad colombiana?
La gente seguirá más endeudada. No habrá un cambio del sistema económico, en el que está la relación de quienes dominan el mercado y sectores políticos, que privilegian el dinero sobre la salud y el bienestar de la gente.
Se agudizaron las desgracias y diferencias. Por lo que, en mi visión, no habrá un cambio del orden mundial, como algunos lo visualizan. Esto llegará, por ejemplo, cuando la humanidad se enfrente a la muerte masiva, con lo que el dinero dejará de ser más valioso que la vida, cuando valoremos lo básico y lo elemental.
Pero por ahora no habrá esos cambios y se agudizarán las problemáticas. Van a haber cambios equívocos y cambios medios: Hay personas para las que la pandemia no traerá cambios. Será como una experiencia negativa para su economía, con periodos sin dinero, pero sin cambios de hábitos o de visión sobre su vida. Habrá otras que se quieran desligar de ese estilo de vida, y busquen espacios como el campo.
Se darán muchos conflictos internos y entre familias, pero una vez llegue la vacuna y espectáculos como el fútbol se regresará a cómo estábamos antes de la pandemia.
Ante ese riesgo de que la sociedad no reaccione y aproveche esta oportunidad para salvarse, ¿qué tienen que decir desde Ditirambo?
Necesitamos aprender a votar. Parte de la reflexión va hacia ello, porque las crisis y problemáticas que enfrentamos se han dado por la apatía y la falta de formación política. Y lo estamos viendo: ya hay gobernantes que están intentando robarse el dinero para atender la emergencia del virus.
Este golpe hará que por lo menos una leve parte de la sociedad reflexione sobre la importancia de la cultura política, reduciendo el abstencionismo y la apatía, de actitudes como: “eso que hacen en el gobierno no me importa”.
Desde el arte también tenemos que despertar y abandonar los miedos. Estábamos hace unos días en línea con la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes, en donde habló la ministra de Cultura, quien tuvo una actitud con poca proactividad, que se le vio como desconocedora del sector cultural.
Hay muchos colegas que no han sido críticos con su gestión, y estamos viendo los efectos negativos que sus decisiones han causado. La crisis se ha agudizado.
En la cultura se debe exigir, siguiendo convicciones ideológicas. Pero lamentablemente los egos nos impiden avanzar. Necesitamos cobijarnos de la creación, de la historia y la invención artística, siguiendo un objetivo público, que llame al Estado a la verdadera solidaridad.
Con el arte se mantiene una llama individual que nos hace revaluar las pequeñas cosas, que nos permite disfrutan los seres queridos y a no gastar pólvora en proyectos que no te hacen crecer, no importa si es solo con unos pocos, retomando el concepto de amistad.
Ese cambio del que hablamos hace un momento puede ser por este camino, con una vida más grata, retomando la importancia del intercambio con los otros.
¿Con qué proyecto podrían impulsarlo?
La resignificación de las cosas puede lograrse con la unión, la estimulación de la creación y el encuentro con lo que nos rodea.
Antes de la pandemia estábamos impulsando la agroactuación: un lugar de encuentro, seminarios y formación en espacios rurales.
Queremos consolidar esa escuela de actores y creadores artísticos, por mayores que sean las dificultades económicas.
El actor necesita trabajar el ego primero con el pico y la pala, buscando la humildad. Persiste la necesidad de consolidar una vida digna, que aún se ve amenazada.
Estamos en la tarea, desde la cultura y el arte, de que se respeten los derechos fundamentales, como el trabajo, la educación y la salud, siguiendo uno de los principios del teatro: exponer las luchas constantes del ser humano.
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