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No es de extrañar que de los árboles se vean bajar largas y organizadas filas de pequeñas hormigas llevando hojas y flores a su hormiguero. Lo que no saben es que este camino de hormigas guía a las personas a uno de los aperitivos gastronómicos más deseados por los santandereanos: las hormigas culonas.
Estos hormigueros se encuentran en cualquier pueblo o vereda de este departamento, pero en esta ocasión llegué hasta el municipio de Lebrija, conocido como la capital piñera de Colombia, ubicado a 20 kilómetros al occidente de Bucaramanga.
En la mañana me puse en rumbo a la vereda La Puente para conocer un poco más sobre esta tradición. En el camino se podían contemplar hermosos paisajes adornados por grandes haciendas y numerosos cultivos, principalmente de tabaco, piña y otras frutas. Gran parte de las tierras en las que me encontraba pertenecieron a don Eduardo Pérez, un hombre muy reconocido en el municipio, que murió en los años 90 a manos de la guerrilla. Su familia aún sigue viviendo en la zona. Es posible ver su legado gracias a la cripta instalada en la carretera como un homenaje a su memoria.
Llegué a la vereda luego de una hora de viaje. Me recibió don Gustavo Manosalva, un hombre de 80 años, que desde que era un niño ha vivido de esta tradición de recoger hormigas culonas.
“Antes había hormigueros en todas partes, hoy en día se encuentran muy pocos”, me dice don Gustavo.
A pesar de que es fácil encontrarse con hormigas obreras en todo el campo, la hormiga culona solo sale a aparearse en la temporada lluviosa de abril y mayo. Por esto, los habitantes de la vereda están muy atentos a las precipitaciones, ya que es el primer indicio de que estas van a salir.
“En ese tiempo tiene que llover duro. El día antes, comienzan a salir unas mariposas chiquitas llamadas comején. Al día siguiente, las hormigas se alborotan y comienzan a pelar el hormiguero. Es necesario que haga mucho sol. Si estas no salen, toca esperar a que vuelva a llover”, apunta el hombre.
A las 5 de la mañana, Gustavo se dirige a El Filo, lugar donde hay hormigueros con siete u ocho agujeros para iniciar la colecta. Una vez ahí, espera pacientemente en los hoyos a que se asome el objetivo. Los primeros en salir son los machos, mejor conocidos como padrones, de fácil reconocimiento por su tamaño. Tan pronto sale el sol, estos comienzan a volar. Enseguida, la hormiga reina, o culona, sale en busca del macho en compañía de las obreras y las guerreras, llamadas cabezones. Su misión es defender el hormiguero.
¿Qué elementos usan para protegerse y atraparlas?, pregunté.
“Antes no se utilizaba ninguna protección, simplemente atrapábamos las hormigas con las manos y brincábamos para que no nos mordieran los cabezones, de igual forma le mordían las piernas a uno. Al día siguiente uno se despertaba lleno de mordeduras en todas partes”, me dice Don Gustavo.
¿Por qué no usan guantes?
“Porque es más difícil agarrarlas con guantes, los verdaderos santandereanos agarran las hormigas con las manos”, comenta Don gustavo.
¿Muerden duro los cabezones?
“¡Jaj! Cuando yo tenía 7 años, me mordió una hormiga de esas en el dedo. Le quité la cabeza y aún así seguía mordiendo”, interviene Víctor Palacios, nieto de don Gustavo.
Y, ¿cómo hacen para que no se escapen las hormigas que atrapan?
“Se les echa en un balde y se les pone una tapa para que no se salgan”, afirma Leonor Manosalva, hija de don Gustavo.
Además de las personas, el depredador natural de estas hormigas son las aves. Los halcones, son conocidos por los lugareños como aguileros, son una especie de ave típica de Santander que también se beneficia de la época de la hormiga. Estas aves atrapan a su presa cuando están en el aire, y lo curioso es que, al igual que los hombres, las aves solo se comen la cola.
Las pocas hormigas que sobreviven tienen la posibilidad de aparearse con el padrón. Una vez fecundadas, las hormigas pierden las alas, caen en la tierra y se entierran en lo más profundo para crear nuevos hormigueros.
“A las hormigas culonas que no tienen alas se les conoce como perritos”, me cuenta David Palacios.
¿Más o menos cuántas hormigas atrapan?, pregunté.
“Muchísimas, en tres horas se pueden coger hasta 10 libras”, dice don Gustavo.
¿Qué hacen con las hormigas que atrapan?
“Normalmente nos las comemos, pero también las vendíamos en el mercado central en Bucaramanga”, menciona David.
¿Cómo las preparan?
“Las pelamos vivas. Se les quita la cabeza y las alas, el tórax y la cola se echan a un caldero, a baja llama, y con un poco de manteca y sal para que se cocinen”, dice don Gustavo.
¿Y las patas?
“Esas se caen mientras se están cocinando”, mencionó.
¿Cómo saben cuando ya están listas?
“La cola comienza a inflarse hasta que esta se revienta un poco; cuando ya se hinchan significa que están listas para comer”, dice Leonor.
En Santander existen dos tipos de hormigas culonas: la sabanera y la montera. A la sabanera se le reconoce por salir en el día mientras a la montera, en la noche. Esta última suele recorrer largas distancias para comerse las hojas y las flores de los jardines.
“Un día se siembra una mata de flores y al día siguiente está toda pelada, se la comen durante la noche”, me dice Luz Marina Cepeda, habitante del corregimiento Portugal de Lebrija.
Pero no solo se comen las flores, las hormigas son la principal amenaza de los cultivos de piña y yuca. Es por esto que los hormigueros se han reducido en los últimos años.
“Los campesinos fumigan los hormigueros para que estos no se coman los cultivos, pero lo que hacen es acabar con todo “, me dice Gustavo Manosalva.
“Hay muy pocas y además son muy caras”, dice David.
Durante muchos años, la hormiga culona ha sido comercializada en todo el departamento de Santander. Este producto se puede conseguir en los peajes y aeropuertos desde $ 5.000 hasta varios miles, dependiendo de la cantidad en gramos. Incluso, hay personas que venden las hormigas vivas.
“Yo recibía arrobas de hormigas de todas partes de Santander, las tostaba y las vendía por montones en mi casa a diferentes precios”, me cuenta María Cristina Holguín, habitante de Lebrija.
Si las hormigas salen en mayo, ¿por qué siguen vendiendo a final de año? , pregunté.
“Una vez cocinada la hormiga, esta no se daña y puede ser consumida en cualquier época”, dice Cristina.
“Pero”, interrumpe su hijo, “no hay nada más rico que una hormiga culona fresca”.
Y es que, aunque para muchos resulta algo desagradable, las hormigas culonas son consideradas un manjar por muchas personas, además de una tradición que ha pasado de generación en generación. Incluso, hoy en día ya hacen parte de los ingredientes presenten en restaurantes a nivel nacional e internacional.
Según el periódico La Vanguardia, las hormigas son consideradas en Europa y Estados Unidos como un alimento afrodisíaco. También, investigadores chinos encontraron que pueden resultar beneficiosas para la salud, combatiendo enfermedades como la artritis y la hepatitis.
Santander tiene una gastronomía muy variada, contando con el famoso mute, la pepitoria, cabrito asado, carne oreada y arepa de maíz pelado. Pero la hormiga culona es sin duda el que más representa a esta región del país. A los habitantes de la vereda La Puente solo les queda esperar a que vuelvan las lluvias del mes de mayo para volver a vivir esta tradición que va desapareciendo poco a poco.