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En los últimos tiempos, la sociedad ha ido evolucionando y transformándose cada vez más rápido. Ahora, las personas son creativas y se adaptan a nuevas situaciones.
Es por esto que la educación moderna surge como una respuesta a la sociedad actual, tratando de cambiar la enseñanza tradicional por una más vanguardista, con el único fin de hacer del aprendizaje algo atractivo para que los estudiantes del siglo XXI adquieran capacidades para afrontar los retos de la vida.
A este modelo educativo pertenece Santiago Gallo, un joven de 19 años que estudiaba en una institución educativa tradicional. Su forma de ser, libre y descomplicada, lo llevaron a escoger un camino diferente. Hace seis años, decidió continuar sus estudios en un colegio de enseñanza moderna, el Fontán Capital.
Santiago comienza un día de clases a las 9:00 am., acude al colegio vestido de manera casual, pues en esta institución no se usa uniforme. Lleva jean, chaqueta impermeable y zapatos deportivos, ropa con la que se siente cómodo y abrigado para el frío de la mañana.
Mientras caminamos hacia el taller de autonomía superior, al que pertenece, pasamos por el de los principiantes. Santiago señala el taller base, una casa de estilo campestre con tejas de alfarería. En su interior hay varias mesas redondas dispersas por el lugar, donde cada alumno tiene su propio cubículo, y en los extremos se ubican ‘pufs’ para tomar una pausa.
El taller base es donde el estudiante ingresa para conocer la dinámica del colegio. Luego de esto, dependiendo del nivel de autonomía del alumno, puede ser dirigido a cualquiera de los otros seis talleres: Explorador, Investigador, Innovador, Ascenso, Autonomía avanzada y Autonomía superior.
“Los niños son orientados y acompañados por un analista, que en un colegio tradicional es llamado profesor”, afirma Ruth Arandia, coordinadora académica.
Continuamos nuestro recorrido rodeados de vegetación y un ambiente silencioso. En los talleres se observa a varios jóvenes, sentados frente a su computador, realizando las actividades que tienen programadas. Las clases no son magistrales como en un colegio tradicional. Aquí los temas son desarrollados por cada estudiante de manera autónoma y a su ritmo de trabajo. En el momento en que aprueban un tema, por medio de una sustentación, continúan con el siguiente.
Al llegar al taller, Santiago saluda a sus compañeros con gran entusiasmo. Toma su computador, abre la plataforma digital y comienza a trabajar en el área de humanidades. La primera actividad del día es hacer una exposición para explicar las dictaduras militares en América Latina, ejercicio que a él no le gusta. Por esta razón, acude al analista, un hombre de aproximadamente 35 años, que lo recibe amablemente y le asigna otra tarea.
“Los analistas hacen lo mismo que los estudiantes, toman su computador y comienzan a trabajar. Si te ponen una actividad que no te gusta, la puedes negociar y cambiarla, podemos hablar con ellos y llegar a un acuerdo”, añade.
En este colegio no existen las calificaciones ni las tareas para la casa. Los alumnos son evaluados por proceso y por progreso, mediante barras de porcentaje, el cual debe ser del 100% para finalizar una materia. Así mismo, cada persona tiene un plan de estudios diferente, asignado por el colegio de acuerdo con sus necesidades:
“Nosotros organizamos los currículos con una ruta de aprendizaje muy específica que le ayuda al estudiante a autogestionar su proceso, encaminándolo a desarrollar sus habilidades y conocer sus dificultades”, asegura Ruth Arandia.
Después de dos horas, Santiago culmina el desarrollo de la actividad de humanidades e inicia a resolver unos ejercicios de matemáticas, su área favorita. Por ser tan bueno con los números, en una hora ha terminado todo y decide ir a almorzar.
Llegamos a una casa de dos pisos, con grandes ventanales y un aviso de color azul en lo alto que dice “Donde el Chef”. En este lugar funciona el restaurante.
“Para comprar alimentos es necesario tener un carné parecido al del SITP, el cual se debe recargar y acercar al lector que está ubicado al lado del mostrador”, relata.
En el almuerzo lo acompaña su compañera Sylvana Lopera, su mejor amiga hace año y medio. Todos los días cuadran su horario para poder compartir juntos este momento.
“Lo que más me llamó la atención del modelo educativo moderno es que me brinda la posibilidad de manejar mi tiempo, mis descansos y mi ritmo de trabajo”, cuenta Sylvana.
A Santiago le gusta el arte y la actuación, actividades que el colegio le permite realizar para que cumpla su sueño de ser un gran actor de cine.
“El colegio me brinda la posibilidad de estudiar y al mismo tiempo asistir a mis clases en una escuela de formación actoral, así como programar mis tiempos de descanso”, afirma.
Pocas instituciones le apuestan a la educación moderna
En Bogotá, estos son algunos de los colegios cuyo modelo educativo es moderno: el Colegio Monte Helena, el Colegio Tandem, el Colegio Virtual San Francisco Javier, el Colegio La Enseñanza, el Colegio Face, el Liceo Juan Ramón Jiménez, la Escuela Pedagógica Experimental, el Instituto Alberto Merani, el Colegio Unidad Pedagógica, el Centro Educativo Libertad, la Escuela Mediática, el Instituto de Pedagogía Autoactiva, el Liceo Edad de Oro, el Instituto Cerros del Sur, el Instituto Pedagógico Arturo Ramírez Montúfar, el Colegio Campestre Monte Cervino y el Colegio Fontán.
En estos centros educativos prima la idea de que los alumnos deben aprender a su propio ritmo y de acuerdo con sus fortalezas. Por este motivo, acogen a jóvenes que no se sienten cómodos con la rigidez de la educación tradicional.
“Nuestro modelo educativo surge como otra alternativa de educación. El fundador era una persona que había pasado por varios colegios y no se acoplaba a la educación tradicional. Por tal razón, implementó este tipo de enseñanza, con el fin de que los jóvenes que no se adapten al modelo antiguo, artistas, deportistas de alto rendimiento y demás personas que no puedan estar en un colegio con un horario normal, debido a sus actividades, puedan elegir esta opción”, explica Andrés Torres, director de mercadeo y admisiones del Colegio Monte Helena.
Este tipo de pedagogía desarrolla en el escolar habilidades de comunicación, pues promueve el trabajo en equipo. A su vez, genera mayor interés por el aprendizaje, permitiendo la interacción y la participación.
“Esta clase de sistemas hace que el joven no se sienta diferente a los demás, ya que en el modelo tradicional los están midiendo respecto al otro. Al ir a su propio ritmo, no tiene la necesidad de compararse”, afirma Sandra Villaveces, experta en pedagogía.
Entre los colegios que ocuparon los primeros puestos en las pruebas ICFES Saber Pro del año 2018, se encuentra El Instituto Alberto Merani, el cual está en el noveno puesto. Lo que demuestra que aunque tenga una alternativa diferente de educación, obtiene buenos resultados a nivel académico.
Finlandia, el mejor modelo educativo del mundo
Según el informe PISA, Finlandia ha sido reconocido en varias ocasiones como el mejor sistema de enseñanza de Europa y uno de los mejores del mundo. Esto se debe a que en este país los docentes tienen un sistema de enseñanza personalizado. Reconocen las debilidades y fortalezas de los estudiantes, con el fin de identificar el ritmo de aprendizaje de cada uno.
El profesor dicta las clases de acuerdo con las necesidades de los alumnos, impulsándolos a aprender de manera autónoma y responsable. Por esta razón, el bachillerato dura entre dos y cuatro años, dependiendo del compromiso y calidad del estudiante.
En este tipo de sistema educativo no existen las calificaciones ni los exámenes, hasta que los niños se encuentran en quinto grado. Esto evita la competencia, la desmotivación y reduce los niveles de estrés entre los escolares.
Se da importancia al descanso y la jornada escolar es más corta. Se dictan tres o cuatro clases al día, con recesos de quince minutos entre cada una. No dejan tareas para la casa porque todo el trabajo es realizado en clase.
Este tipo de modelo valora más la innovación, el emprendimiento y la imaginación que la memorización y la enseñanza de forma magistral. Es por esto por lo que muchos jóvenes escogen carreras profesionales relacionadas con el arte, la tecnología y la ingeniería. Por estos motivos es que los colegios innovadores de la capital del país se han inspirado en la educación finlandesa.
Jóvenes con capacidades para afrontar los retos de la vida
Hoy en día, los jóvenes necesitan varias habilidades para superar los obstáculos que enfrentan a lo largo de su existencia. Entre ellas se encuentran: la autoconfianza, la creatividad, la libertad de expresión, el poder de decisión, el trabajo en equipo, la autonomía, la organización del tiempo, la responsabilidad y el uso de las nuevas tecnologías.
Los colegios modernos de la ciudad desarrollan autonomía en los estudiantes porque ellos tienen la posibilidad de elegir las actividades que quieren desarrollar en el colegio. Igualmente, estimulan la creatividad permitiéndoles potenciar sus gustos y talentos. También, les enseñan a organizar el tiempo, escogiendo sus clases y horarios de trabajo. Por último, es importante el uso de la tecnología, herramienta que siempre está presente en su proceso de aprendizaje diario.
La tecnología es de gran importancia en la educación de los jóvenes, ya que hace que su aprendizaje sea más rápido y competente. Por lo anterior, es fundamental incentivar el uso de esta herramienta.
“Se adelanta la labor entorno a las competencias del Siglo XXI, relacionadas con el análisis y la apropiación del uso de las TIC, elementos que en conjunto permiten el desarrollo de capacidades en relación con la comunicación efectiva, la resolución de problemas, el pensamiento crítico y la alfabetización digital”, dice Olga Chiguasuque, asesora de prensa de la Secretaría Distrital de Educación.
De acuerdo con la investigación ‘El modelo educativo tradicional frente a las nuevas estrategias de aprendizaje’, realizada por la Universidad Internacional de la Rioja, lo que hoy en día se busca son personas creativas, capaces de adaptarse a nuevas situaciones, con autoconfianza y que sepan cooperar en equipo.
El gran reto del siglo XXI es hacer atractiva la enseñanza. Los colegios tradicionales deben adaptarse a las necesidades de los jóvenes. Aunque son pocas instituciones las que ponen en marcha la educación moderna, evidencian que esta metodología educativa ha dado resultados favorables, haciendo posible ejecutar un método de aprendizaje diferente.