Gabriela Rincón Álvarez
Ser mujer trans en un país como Colombia, donde el estigma y la discriminación son el pan de cada día, no es nada fácil. Laura Weinstein, una mujer trans que ha dedicado su vida en pro del reconocimiento y respeto de derechos hacia su comunidad, habla de la desigualdad y la violencia de género con repudio: “Yo empecé a defender los derechos de las trans casi sin darme cuenta”, afirma con orgullo.
Su lucha comenzó desde muy pequeña, pues ella siempre tuvo gran cercanía con varias transgénero debido a que muchas se paraban cerca de su casa. Sin embargo, constantemente presenciaba la segregación con las que eran tratadas por parte de policías y civiles. Ver cómo eran golpeadas e insultadas día a día fue uno de los tantos problemas que motivaron a Laura a empezar con un activismo a través de las redes sociales. Creó un grupo en Yahoo que se llamaba ‘Travestis Bogotá’, pero su lucha no era solo detrás de una pantalla, sino que fueron varias ocasiones en que las autoridades se la llevaron a la Unidad Permanente de Justicia, UPJ, por defender mujeres transgénero que estaban siendo golpeadas por los mismos policías.
No es la primera vez que surgen noticias de abuso policial y discriminación de la autoridad hacia las mujeres transgénero; es una situación que viene arraigada a tiempos lejanos y se ha acrecentado cada vez más. Una investigación acción participativa de la Defensoría del pueblo, que quiso visibilizar la importancia y la dimensión de los escenarios de violencia, dio a conocer que, en Bogotá, la violencia policial es el segundo tipo de agresión más común hacia las personas con orientación sexual e identidad de género diversa.
Laura Weinstein no ha sido la única trans en sufrir la sevicia policial. Flor Chavela Feathers es una bogotana que, aunque no es transgénero, se considera transfemenina no binaria, es decir, no se identifica ni como hombre ni como mujer, aunque su expresión de género está un poco más ligada al estereotipo de una mujer. Ella, junto con sus amigas o “amigues” como les llama, utilizando el lenguaje inclusivo, fueron perseguidas por policías que pretendían golpearlas. “Es uno de los momentos más horrorosos cuando te das cuenta de que no sabes si vas a terminar viva o muerta”, afirma con nerviosismo.
A pesar de ser la Policía Nacional una de las instituciones en dar el primer paso para la implementación de un modelo de trabajo con la sociedad y el reconocimiento del vínculo indisoluble entre la obligación de respetar y garantizar los derechos humanos y el principio de igualdad frente a las comunidades trans en el 2009, la paradoja siempre ha estado en que, según las comunidades trans, son solo meras leyes y decretos que no desarrollan ningún cumplimiento por parte de las autoridades, pues la violencia por parte de los miembros de la Policía Nacional ocurre siempre tanto por acción, como por omisión.
Flor Chavela es una transfemenina de contextura gruesa, cabello corto, maquillaje llamativo y lleva prendas de estampado cebra. Ella expresa que lamentablemente a lo largo de los años ha tenido que normalizar la violencia y la discriminación, pero eso no le quita el miedo de que un miembro de la policía o algún civil la agreda. “Es como si nos tuviéramos que cuidar de quienes supuestamente nos cuidan. Son muy agresivos, la actitud es como si quisieran cambiar nuestra forma de ser”.
Sumergidas en la contradicción
A raíz de todas estas problemáticas autoritarias y gubernamentales de naturaleza machista, patriarcal, transfóbica y denigrante de la cual era testigo, Laura Weinstein empezó a realizar un activismo aislado, hasta que varias organizaciones LGTBI la contactaron y la invitaron a unir fuerzas. Poco a poco empezó a involucrarse con la defensa de los derechos humanos, lo que la llevó a ser vocera de la mesa LGTBI en Bogotá, creó la Fundación Transrevolucionando Géneros y actualmente es directora de la Fundación GAAT (Grupo de apoyo a personas trans).
Laura se ha convertido en una de las figuras más importantes para las mujeres trans, debido a su esfuerzo inverosímil y gracias a su resistencia en términos de reconocimiento de derechos. Junto con diferentes colectivos ha logrado poner las cartas sobre la mesa y enfrentar cara a cara a un gobierno que mucho abarca, pero poco aprieta. Uno de los logros fue presionar la expedición del decreto 1227 de 2015, que permite el cambio de sexo, además puso en debate el tema de la libreta militar.
Sin embargo, las políticas existentes en Colombia que “benefician” a la comunidad transgénero no son muy efectivas y la realidad en el país es bastante contradictoria. Según una investigación de OutRight Action International, Colombia tiene algunas de las leyes más progresistas en materia de antidiscriminación y reconocimiento de identidad de género, pero al mismo tiempo tiene una de las tasas más altas de homicidio, violencia física, verbal, psicológica y sexual hacía la comunidad transgénero. En el país se registran aproximadamente 35 asesinatos al año de mujeres trans, según las cifras de Colombia Diversa.
Laura reconoce que todavía le falta un largo camino por recorrer, más allá de que existan y surjan diferentes políticas en pro de la comunidad, está el hecho de que las llamen como son. “Que no sientan miedo de involucrarse con nosotras”. Pero esto es solo la punta del iceberg, a la discriminación también se le unen la falta de garantías de educación, salud y opciones laborales.
Poca salud, poco empleo
La vulneración sistémica también es una de las fichas que unen este gran rompecabezas de los diferentes obstáculos de ser mujer trans en Colombia. Este es el caso de Michell Valencia, la primera presentadora transgénero del Canal Capital, una mujer cucuteña encepada a sus principios, que luce orgullosamente su trabajada figura, la cual desde muy pequeña ha tenido que moldear a sus 1,77 metros. Sus ojos cafés expresan el carácter de una mujer segura, a quien los años le han enseñado a no dejarse pisotear por nada ni nadie.
A pesar de siempre tener el apoyo de sus padres en el proceso de su transición, este no fue de la misma manera por parte del sistema de salud. El acceso que ella tenía a las garantías de salud era casi nulo. “Yo dejé de pagar la EPS y la pensión porque siempre me rechazaban”. Michell afirma que era como si ella no se pudiera enfermar y fue ahí donde se dio cuenta de que en este país las vidas de algunas personas importan más que las de otras. Esta situación ha puesto en desventaja social a las mujeres transgénero, que terminan siendo confinadas en marginación, criminalización y segregación.
En un estudio de la Dirección de Diversidad Sexual de la Secretaría Distrital de Planeación, “Línea base PPLGBT”, se afirma que el 23,7% de las mujeres transgénero no están afiliadas a ningún sistema de seguridad social, que tienda a los derechos de acceso a la salud y las transformaciones corporales seguras. Pero los problemas no terminan ahí, el proceso para que Michell pudiera emprender como presentadora y periodista fue demasiado complejo. “Ni siquiera con cartón en mano y una carrera universitaria sacada adelante te reciben en un trabajo, solo por ser trans”, afirma.
Para Laura Weinstein, la falta de acceso a oportunidades de empleo para las mujeres transgénero ha hecho que proliferen los empleos informales en los que terminan sumergidas en ámbitos laborales precarios y altamente criminalizados. Michell Valencia afirma que las trans solo tienen dos caminos: la peluquería o la prostitución.
La Fundación GAAT, de la cual es directora Weinstein, maneja unas cifras donde se refleja que el 69,1% de las mujeres trans prestan servicios sexuales como principal actividad laboral. Laura admite que se ha normalizado la forma en que las mujeres trans consiguen los recursos para sobrevivir, pero es un hecho que no tienen más salida, ya que el estigma de la sociedad y el tabú que genera tener trabajando a una mujer transgénero dentro de una empresa u organización las ha llevado hasta esas instancias, de la cuales, muchas de ellas no se sienten orgullosas.
A pesar de las problemáticas de libre desarrollo para la comunidad trans, Laura Weinstein nunca ha renunciado a sus convicciones para seguir en el camino de la lucha, gracias a su fortaleza procedente de una espiritualidad muy marcada, con un importante y único sello personal que ha venido dejando en alto a la Fundación GAAT. Parte de su trabajo nace como honra a su infancia, una etapa marcada por la soledad, violencia y discriminación. Una forma de trabajo que evita a toda costa que las demás tengan que pasar por lo mismo.
Como la Fundación GAAT, existen diferentes redes y colectivos que apoyan el activismo de las mujeres transgénero, tales como la Red Comunitaria de Trans, Grupo de Activistas Guerrilleras y el Colectivo la Matera, que incansablemente se encargan de hacer llamado a las autoridades para lograr mayor visibilidad a todas las problemáticas de discriminación y violencia. Son organizaciones sin ánimo de lucro que se encargan de abrir espacios para la palabra, el debate y el arte, para expresar y manifestar la falta de estrategias de un país como Colombia, en el cual el gobierno ha sentenciado a muerte a las mujeres trans.