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El corazón de la hierba

Ancla 1

Manuela Rozo Vargas

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Ilustración por Sebastián Santos Buitrago

El canto de la hierba silenciaba los gritos de aquel humano que, con un corazón hecho de tierra, dormitaba entre sus raíces. No podía recordar el nombre que se le había dado al nacer y tampoco sabía si alguna vez tuvo algo más allá del pastizal.


Al llegar la noche, el humano de tierra se acurrucaba entre la maleza, donde a escondidas buscaba respuestas en las sombras del pasado, entre la memoria de la hierba.


—Alguna vez existió un ser de carne y hueso que, hipnotizado por el calor de la hierba, vendió su alma, su humanidad —le susurraban las sombras al oído, una y otra vez, hasta cansarlo.


—¿Y qué le pasó? —preguntaba crédulo, sabiendo la respuesta.


—El corazón del humano fue absorbido por la hierba que lentamente se apoderó de aquel hermoso rostro que alguna vez se enamoró del verde de sus hojas —murmuraron, antes de desaparecer entre la luz de la luna.


—Malditas sombras —se dijo, intentando despertar de aquella pesadilla.


Envenenado por las mentiras de las sombras, le pidió de rodillas al cielo que lo liberara de aquel corazón de tierra, en el que prontamente con el paso de las estaciones la hierba empezaría a crecer. Luego, vestido de asesino, despertó con los ojos aguados y la cabeza llena de cucarachas. Sin embargo, algún dios lo había escuchado sus plegarias, pues en su mano encuentra una afilada hoz que, sin dudarlo, empieza a utilizar para cortar una y otra vez a aquel demonio que le robó hasta la razón.

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