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Papel Maché

Ancla 1

Juan Manuel Quijano García

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Foto tomada de Envato Elements

Cuenta la leyenda, que hace muchos siglos, en un reino conocido como Londus, existió un caballero igual que ningún otro. Era la mano derecha del rey Lautos, el asesino de dragones más grande en la historia del reino, con un total de diez dragones asesinados. Nadie en el reino podría igualarlo, al menos eso pensaba la gente de Londus, hasta la aparición del protagonista de la leyenda, el noble caballero Sedur. En tan solo nueve meses, el guerrero había logrado igualar el récord del rey, volviéndose un símbolo de paz y valentía para todo el reino. Su excelente fuerza fue lo que ocasionó que consiguiera rápidamente la confianza del rey, una confianza que todavía no mostraría sus verdaderas intenciones.


Pasaron los meses y Sedur no encontraba rastros de algún dragón que le permitiera cumplir la meta que se propuso desde el primer día en que blandió su espada y alzó su escudo. Su objetivo era ser el siguiente matadragones más grande en la historia del reino. Tras un largo tiempo de búsqueda, el noble guerrero pudo ponerle un fin a su exploración, pues el rey solicitó su presencia en el castillo real. El monarca reveló que su equipo de reconocimiento había encontrado una guarida oculta donde yacía un enorme dragón negro. Al recibir la noticia, el rey anunció que acompañaría al distinguido nuevo protector de su reino, en este gran encuentro, pues quería ver, en persona, el nacimiento del nuevo guerrero más fuerte en la historia del reino. Le prometió entre risas que no trataría de robarse la gloria al último momento, y que podía, incluso, confiarle su espada y escudo. El noble caballero se arrodilló ante su rey, indicación de que le estaba entregando su confianza. En la mañana, los dos fueron despedidos por las trompetas del castillo real. Sedur pensó que esa melodía estaba marcando el inicio de su victoria.


Después de cuatro días de viaje, por fin llegaron a la guarida del feroz animal. Ambos se bajaron de sus caballos. Podía sentirse fuertemente el calor emitido por la respiración de la criatura. Se adentraron a la guarida de la bestia, y no les tomó mucho tiempo llegar a su objetivo. Fueron recibidos por unos ojos rojos brillantes, cuya mirada solo tenía una intención detrás… matar. Sedur llenó sus pulmones con todo el aire que pudo y soltó un grito de guerra que sonó como si fuera su última batalla. Tomó la iniciativa y empezó a acortar rápidamente distancia, causando que la criatura respondiera abalanzando sus garras sobre él. Sin embargo, no fueron rivales para el escudo inquebrantable de su desafiante, quien decidió contraatacar con su peligrosa espada. Este proceso se repitió varias veces hasta que el dragón finalmente se desplomó, sin vida, en el suelo. Sedur contemplaba su victoria con asombro, victoria que fue interrumpida por un fuerte dolor en su espalda, que se extendía hasta la boca de su estómago. Dirigió la mirada a su estómago y descubrió que había sido atravesado por una espada.


Al darse la vuelta para encarar a su agresor, se encontró solo con la cara del rey: había sido traicionado. Sintió el mundo ponerse de cabeza. Su mente no comprendía la situación. El rey, que le dio tanta confianza, acababa de terminar con todos sus sueños en un instante con una estocada. Sedur cayó al piso, el rey sacó la espada de su cuerpo moribundo, se agacho y susurró estas palabras al oído del guerrero caído:


  • Solamente puede haber uno.


El rey se marchó, sin decir una palabra más. Mientras se desangraba, Sedur empezó a captar la realidad de su situación. Sus ambiciones, lo que había planeado cumplir al lado del rey, fue una vil mentira, una falsa ilusión. El brillo de su armadura empezó a desaparecer, su mundo empezó a deshacerse enfrente de él y, mientras su armadura se iba desmoronando, recordó las trompetas que sonaron el día en que partió del reino. Las trompetas que creyó que marcaban el inicio de una nueva victoria, realmente estaban cantando la canción del fin, el fin de su mundo de papel maché.

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