Reconciliación
Mariajose Rubiano Martinez
Ilustración por Mariajose Rubiano Martinez
Estaba confundida luego de cometer tal acto de valentía e impulsividad. La habitación estaba rodeada por una penumbra que parecía infinita y el silencio era escalofriante. Me resultaba imposible creer que, al fin, había tomado la decisión de acabar con la persona que odié por tanto tiempo.
Encendí la luz, desconfiada, quería ver sus ojos por última vez. Al bajar la mirada, noté que mi dedo índice seguía presionando el gatillo. Sin notarlo, mi rostro dibujaba una sonrisa de locura.
Por mi cabeza pasaban todos los recuerdos del dolor que me ocasionó ese monstruo: lágrimas desbordadas, decenas de noches de insomnio, taquicardia, deterioro de salud y pérdida de cabello al saber que no volvería a ver a mi niño.
Al retomar al presente, con mi corazón recogido por aquellos recuerdos, perdí la batalla contra el odio, y le volví a disparar a aquella alma moribunda para asegurar su partida final, pero, no me juzguen, se trataba del demonio que asesinó a mi hijo.
Así descansé de aquella condena por desterrar a mi bebé de su cuna.