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Un jardín de mariposas

Ancla 1

Manuela Rozo Vargas

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Por María José Dangond Miranda

Expectantes, Calderón y Gorriti esperan impacientes entre las hojas del jardín la salida de sus hijas. Calderón, optimista como siempre, es el primero en empezar aquellas conversaciones de quince minutos que nacen con la espera, mientras que Gorriti simplemente se limita a analizarlo y asentir de vez en cuanto con la cabeza.


En la salida del jardín junto a los padres malhumorados, afanados y nerviosos, yacen plantas vigilantes que día tras día saludan y despiden a seres que con el paso del tiempo han visto crecer, han dejado volar como mariposas.


Entre la inquietud de Calderón, una extraña criatura se posa en la punta de su nariz, e hipnotizado por tan alarmante belleza decide agarrarla por las alas sin pensar en la fragilidad de esta.


Ahora solo quedan alas desgarradas, rotas, tristes. La destrozada mariposa chilla de dolor, mientras se retuerce por instinto hasta morir entre aquellos dedos que algún día la trataron con dulzura. Gorriti, testigo de aquel crimen, le susurra al oído que acabe con la miseria de aquel minúsculo ser desalado. Perplejo, Calderón obedece sin imaginar que cuando las sospechosas plantas vigilantes abran las hojas del jardín solo saldrán diminutas y aladas mariposas.

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