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El colombiano que llevó los servicios bancarios al vecindario

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Mariana González Mosquera, estudiante de Comunicación Social y Periodismo

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La apertura de un nuevo concepto de corresponsalía bancaria nació de la necesidad de crear un servicio para la gente y Javier Ruiz estuvo al frente del proyecto desde su origen.

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Cortesía

Cada mañana, al despertar, Javier se dirige a la cocina a servirse su tan preciada primera taza de café del día. Sin hacer mucho ruido, mientras su esposa aún yace dormida en su cama con cabezal de cuero gris, Javier se acomoda en su oficina y empieza su labor diaria. Responde algunos correos, resuelve dudas de sus empleados y hace algunas llamadas en voz baja. El impacto de los dedos con el teclado del computador, el cantar de los pájaros y las voces que se escuchan desde el parque del frente, son los únicos sonidos que invaden su apartamento a las seis de la mañana.


La razón por la cual este hombre empieza su trabajo a tan tempranas horas de la mañana es porque, en primer lugar, tiene una empresa por la cual responder, y cada decisión suya influye en el adecuado funcionamiento de esta. Además, Javier dedica mucho tiempo a su familia, por lo que decide invertir parte de su tiempo en su empleo en las primeras horas del día, para después servir en lo que más pueda a sus más allegados.


Este empresario no cuenta con un horario laboral fijo y puede distribuir su tiempo a su conveniencia. ¿La razón? es el Gerente General de la empresa que él mismo ayudó a construir, y su arduo trabajo en tiempos pasados lo ha recompensado con el nivel de vida ideal que lleva en la actualidad. No obstante, entre las actividades que Javier más disfruta realizar está trabajar, podría invertir horas en ello.


—Cielo, mira ya la hora que es ¿Por qué no te acuestas?


—Ya casi acabo.


—Apúrate y vemos la serie un ratico.


El trasfondo de este personaje tan trabajador, de estatura promedio para un hombre colombiano, cabello negro y rizado pero escaso, contextura gruesa, nariz chata y líneas que ya rodean parte de sus ojos, es que es la cabeza al mando de Operaciones Rápidas S.A.S Oprap, corresponsales bancarios del grupo Bancolombia, que tal vez se le hagan familiares si usted ha hecho alguna transacción en algún local donde el letrero que lo encabeza es blanco con letras azules, enmarcando el nombre Oprap en un ovalo y compartiendo la mitad del anuncio con un amarillo donde sobresale el logo del banco antes mencionado. La entidad cuenta con más de setenta puntos de atención a nivel nacional, pero antes de su expansión y de la ocupación de los más de ciento noventa asientos que atienden al público a diario y que ayudan en el área operativa, esta compañía inició en el año 2013, cuando en enero pasó de ser una idea que rondó en la cabeza de Javier Ruiz y sus colegas por mucho tiempo, a materializarse.


El Gobierno Nacional inició un proyecto que manejaba todo lo relacionado a la bancarización a nivel general y nacional, llamado el proyecto Midas, el cual sería el encargado de la creación de los corresponsales bancarios. Durante cuatro años, Javier trabajó como consultor de Bancolombia para el montaje de estos corresponsales,y fue entonces que el sueño que tenía desde que era un joven trabajador de treinta años se hizo realidad, Bancolombia le ofreció la oportunidad de abrir su propia empresa, de dirigirla y llevarla por el camino que considerara.


La apertura de un nuevo concepto de corresponsalía bancaria nació de la necesidad de crear un servicio para la gente, de ampliar todas aquellas redes de corresponsales que se encontraban en las tiendas de barrio. Además, estos pequeños puntos no daban abasto para Bancolombia en la operación que ellos requerían, por lo que el banco tenía en mente conseguir cuatro grandes proveedores para prestar un servicio robusto que brindara utilidades diferentes y netamente bancarias, asimismo ofrecer otra clase de productos y prestar un servicio mucho más dinámico, de mayor alcance y mucho más flexible para sus clientes. Oprap entró en la lista de proveedores para ejercer esta tarea y al mando de Ruiz, en el 2014, se empezó con el montaje y la apertura de cinco corresponsales.


La vasta experiencia que Javier recogió a lo largo de su vida laboral en el sector bancario lo impulsó a ser una pieza clave en la definición del esquema que la empresa iba a manejar. Él siempre buscó definir de manera muy concreta los objetivos establecidos desde un principio e instaurar un servicio competitivo y receptivo. Por otro lado, contribuyó significativamente al tema de seguridad dentro de los puntos de atención. Logró dar reconocimiento a su marca y depositó en sus clientes confianza, quería hacer sentir más seguras a las personas al momento de dirigirse a hacer un pago en efectivo, para no tener que bajar la vista hacia alguna sombra que se encontrara detrás o mirar de reojo cada vez que alguien se acercara.


Agarraba las llaves de su vehículo, bajaba al sótano, encendía su Corolla beige y se disponía a atravesar la ciudad, pasaba por el tráfico tan característico de Bogotá y visitaba las diferentes locaciones que más mostraban necesidad de su servicio. Luego, los viajes se volvieron más extensos y comenzaron a llevar al economista de la Universidad de América a aventurarse en las principales ciudades del país para la expansión de sus corresponsales.


Los cinco puntos de atención abiertos en un principio se convirtieron en diez y nueve. Bogotá, Medellín, Villavicencio y Tunja ya contaban con sus locales de nueve metros cuadrados en promedio, y Oprap pasó a tener una planta de treinta personas para el año 2015, lo que obligó a Javier a dedicarse por completo a su empresa.


A principios de 2016, se dio cuenta de la magnitud que estaba alcanzando la empresa, en primer lugar, por la cantidad de empleados que poseía y solo él manejaba y en segundo, los ingresos de Operaciones Rápidas en el año 2015 superaron los mil millones de pesos, estas cifras no son tan importantes en el ámbito empresarial pero para lo que Javier había administrado y se había propuesto, ya era una cifra significativa; esto creó una necesidad en este empresario, que en algún punto se vio ahogado de trabajo y empezó a sentir un peso pernicioso en sus hombros, pues empezó a necesitar de un supervisor, de alguien que manejara la nómina y en sí, de personal que lo ayudara en la parte operativa y administrativa.


—¿Qué les parece? —dice Javier al abrir una puerta de vidrio que expone el logo de Oprap en su parte delantera y esconde una amplia oficina en su interior.


—Super bonita, Javi. Tiene buena luz. Quedó bien chévere —añade su cuñado luego de dar una pequeña ojeada al sitio.


—Lore  escogió casi toda la decoración. Terminamos el sábado ¿cierto amor? —su esposa asiente mientras contempla la reacción de su familia al ver la nueva sede de la empresa.


—Ocho, nueve, diez puestos pueden poner. Bueno, está perfecto. Apenas para todos —proclama de nuevo su cuñado al referirse a todas las personas de operaciones que ocuparán cada silla que se encuentra en la oficina.


Con el crecimiento también vino la crisis, no por algún fallo dentro de la compañía o por una mala decisión. Llegó en marzo de 2020 y trajo consigo una pandemia por un virus ignoto. Se contó con la gran fortuna de que, a pesar de los cierres, el decreto que manejó el Ministerio de Salud habilitó a Oprap para prestar servicio y se contó también con algunos apoyos brindados por Bancolombia, los cuales anticiparon una facturación para poder tener capital de trabajo. No obstante, con las personas en sus casas, el número de transacciones disminuyó y los números empezaron a tener un signo negativo a su lado izquierdo.


En su oficina en forma de ele, con completo silencio proveniente de la calle, su esposa como única compañía y su hogar convertido en su nuevo espacio de trabajo, Javier tuvo que decidir, y un lunes, a la par con su equipo de trabajo que sólo veía en pequeños recuadros de su pantalla Mac, tuvieron que llegar a acuerdos que definirían el camino de Operaciones Rápidas.


—Evaluando números, se ha concluido que no se va a sacar a nadie, no vamos a cerrar puntos, vamos a seguir operando sin afectar en lo posible y nos mantendremos hasta donde más alcancemos. Son ciento sesenta familias que dependen económicamente de la compañía, entonces tranquilidad, y atentos a lo que pueda ocurrir.


Javier trató de brindar la mayor tranquilidad posible en sus empleados, pero en su interior, tenía todos los números muy claros, sentía miedo y durante el confinamiento nunca se le había visto tan angustiado. Por meses, sus chistes desaparecieron y su peculiar sonrisa estuvo ausente mientras las cosas fueron volviendo a la normalidad.


—Javi está bien estresado, sí, casi no ha dormido —dice Lorena, esposa de Javier, mientras habla con uno de sus hermanos por teléfono.


—No, Lalo, y las transacciones de este mes no dan abasto, no alcanzaría para pagar toda la nómina… Pues eso le cuento Lalo —responde Lorena con una expresión de decepción en su rostro.


—Que saludes de Jairo, amor, que queda pendiente a ver si logran entrar en alguna ayuda —dice a su esposo esbozando una ligera sonrisa para darle algo de optimismo, mientras él solo teclea con su dedo índice en la pantalla del celular.


—Gracias —responde sin levantar la mirada.


Pese a las pérdidas, que por suerte fueron naturales y no lograron escalar a un punto de hablar de un cierre, se logró superar la crisis de una manera aceptable, con mucho trabajo y esfuerzo por parte del Gerente y su equipo, salvaguardando sobre todo la salud laboral de sus empleados. Mas allá de haber estado resguardados por algunos decretos, porque también el Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF) contribuyó a mitigar las consecuencias de la pandemia, el desasosiego de Javier durante los meses más difíciles de confinamiento y la pasión por su empresa, lo llevaron a tomar las decisiones correctas. En el tiempo invertido cada día, en la manera en cómo se dirige a sus colegas, en el tono de voz que usa para resolver una duda, en su vista en el más mínimo detalle físico de un punto, de una grieta, en cada aspecto de su vida laboral se ve reflejada la pasión que tiene por su compañía, sobresale el amor y el gusto en cada detalle.


Con el crecimiento diario de la organización y el seguimiento paso a paso de la planeación estratégica diseñada por Javier cuando arrancó la empresa, la cual se convirtió en un sueño hecho realidad para él, este hombre dejó de lado su salud, y constantes dolores empezaron a ser una molestia mayor en su cuerpo. En un principio, fue su espalda en la que los doctores de la Fundación Santa Fe encontraron ciertas inconsistencias, hasta que un día tuvo que someterse a una cirugía en su columna cervical, introduciendo un tornillo dentro de su cuerpo en septiembre del 2021, intervención que lo dejó en cama unos días y con cuello ortopédico, inhabitando su movilidad. Un año después de la intervención, su dolor pasó a sus costillas y tuvo que ser sometido a otra cirugía por una hernia hiatal.


En esas largas noches de recuperación, en la que sólo se escuchaban las voces del pasillo del hospital a lo lejos, un televisor con bajo volumen solo para no sentir tanto silencio, el goteo del suero que se introducía en el tubo que conectaba con el paciente y el constante sonido de notificaciones en el celular, Javier solo podía concentrarse en el dolor de su cuerpo, permaneciendo despierto así sus ojos pidieran ser cerrados. Tal vez a medianoche, cogía el celular para ver qué podía encontrar en su correo y se ponía a adelantar algo de trabajo.


—Eso, no haga más sino estar pegado a ese celular. Tú no descansas amor —lo interpela Lorena algo enfadada al entrar a la habitación y encontrar a Javier en cama a primera hora de la mañana con el celular en mano.


—Cielo, pero yo qué culpa si el dolor no me deja dormir. Toca entretenerse. Si se me cruza el correo por ahí o WhatsApp ya es otra cosa —dice Javier con un tono algo sarcástico mientras su joven esposa lo mira seriamente ladeando la cabeza de un lado a otro.


—¿Ya el médico te dijo que te dan salida el viernes en la tarde? Me lo encontré ahorita en el pasillo.


—Si, él vino bien temprano. Bueno a ver si en la casa puedo descansar mejor —responde con un tono que denota cansancio.


Javier siempre tuvo claro que en su jubilación no quería vivir de una pensión, pues, al ser alguien que le gusta vivir en constante movimiento, agradece contar con una ocupación que puede mantener sin importar la edad, pero al centrarse tanto en esa productividad olvidó enfocarse en la parte física que contribuye directamente a la eficiencia laboral y que lo ayudará a vivir, en un futuro, sus años de retiro en tranquilidad, ya que, cuando sea momento de descansar y Oprap esté lo suficientemente estable, la empresa podría ser vendida a inversionistas del país e incluso a empresas de España que se han mostrado interesadas en comprarla.


Cuando decida que llegó el momento de no avanzar más y haya vendido su empresa por un precio considerablemente alto, Javier podrá contemplar desde un cómodo sillón la vista al lago, un lago rodeado de preciosas casas grises de dos plantas, como aquella situada justo detrás de él, que indica la dirección 22 St, Miramar, Florida en su placa del frente.

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