Foto:
Donald Trump, Presidente 45.º de los Estados Unidos
“Caminaremos hasta el Capitolio”, fueron las palabras de Donald Trump el 6 de enero, cuando el congreso de Estados Unidos certificó la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de 2020.
Para sorpresa de nadie, después de que su fanaticada se tomara a pecho sus palabras, Trump decidió adoptar una postura pacifista y hacer como si no lo hubiera incitado en lo más mínimo y declaró a las consecuencias que se le venían (su segundo juicio político) como “una fase más de la mayor caza de brujas en la historia del país”.
Ese mismo 6 de enero, los simpatizantes del líder republicano invadieron el Capitolio, y durante este evento murieron 5 personas. Este suceso fue una sorpresa para muchos, pero a medida que se analizó el asunto, se empezó a sospechar que esto se relacionaba con un objetivo más allá de protestar por el supuesto fraude durante las elecciones y que, en realidad, se trataba de un intento de secuestrar y asesinar a los legisladores. Suena como algo conspirativo hasta que se revisaron los videos y fotos de los asistentes armados y frenéticos.
El encuentro fue planeado a través de redes como Facebook o Twitter con hashtags como #StormTheCapitol. Esto podría verse como algo perfecto para excusar lo que dijo Trump, ya que la gente parecía estar planeando a espaldas de su líder bronceado, cuando en realidad fue el empujón que necesitaban para meterse en la edificación y poner en acción sus privilegios de gente blanca.
Trump los reunió en el Monumento a Washington y habló durante más de una hora sobre el fraude electoral que nunca pudo probar en múltiples estados. Esta era la supuesta razón de la protesta, pero el mismo Trump insinuó lo que se llevaba hablando en redes, pidió a sus seguidores “luchar como demonios” o sino ya no iban a tener país.
Dentro de su discurso también insultó a los republicanos que no lo apoyaron a la hora de intentar detener la certificación de votos, los tachó de patéticos y débiles. Lo que resaltó fue el afirmar que tenían que eliminar a los que no luchan. Pero como si alguien le hubiera hecho caer en cuenta que estaba demostrando demasiado de su verdadero ser, remató con: “sé que todos los presentes pronto marcharán hacia el edificio del Capitolio para hacer oír sus voces de manera pacífica y patriótica. Hoy veremos si los republicanos se mantienen firmes a favor de la integridad de nuestras elecciones”.
Así que, ¿Trump incitó la invasión en el Capitolio o fue todo un malentendido? Se podría resolver esta duda si viéramos que el Senado lo absolvió en su segundo juicio político el 13 de febrero después de cinco días de debate. La votación requería 67 votos para condenarlo, pero al final fueron 57 a favor y 43 en contra. Considerando que es la segunda vez que lo enjuician y que sale impune, se podría pensar que Trump no tiene velas en ese entierro y se la pasan acosándolo, pero solo demuestra que sus colegas le apoyan incondicionalmente o sacaron excusas constitucionales para no ser republicanos “patéticos y débiles”.
Curiosamente, el republicano Mitch McConnell declaró que Trump era responsable ya que no tomó medidas para restaurar el orden y que estuvo viendo alegremente la televisión mientras el caos se imponía. McConnell votó por absolverlo ya que le parecía que juzgarle ahora era inconstitucional, lo cual parece contradictorio, ya que sus acciones hablan más que sus palabras.
Michael Van der Veen, abogado de Trump, lo defendió diciendo que su discurso no incitó a nadie y les rogó a los senadores que defendieran la constitución. Y ahí se evidencia el escudo de Trump y la razón por la que salió triunfal una vez más. Tal vez Van der Veen y McConnell difieran sobre el discurso del 6 de enero, pero ambos se respaldan en la constitución y, por lo tanto, absuelven a Trump de todos sus pecados.
¿De qué nos sirve que Trump sea moralmente responsable de lo que pasó si no es condenado? Se sabe que él incitó a la gente ese día, ya que les pidió que lucharan, y luego cuando el asunto se salió de control se cerró de brazos y respondió con desdén, como le dijo al político Kevin McCarthy: “Bueno, Kevin, supongo que esa gente está más enfadada que tú con las elecciones”.
Tal como se esperaba, incluso sacándolo de la Casa Blanca, Trump se sigue saliendo con la suya. El exmandatario, por su parte, celebró su victoria a través de un comunicado: “Nuestro movimiento (…) para hacer América grande de nuevo no ha hecho más que empezar”.
Lo que queda es recordar el hecho como una muestra del fanatismo político y de la supremacía blanca que sigue rigiendo Estados Unidos. Es verdad que Joe Biden ganó las elecciones presidenciales, pero los ganadores del 6 de enero fueron Trump y su multitud de seguidores, quienes hicieron y deshicieron y no enfrentaron ninguna consecuencia.