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Menos toallas, más copas

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María Lucía Herrera, Comunicación Social y Periodismo

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Es increíble que en pleno siglo XXI las mujeres aún no hemos comprendido la magnitud del daño medioambiental que producen los desechos de productos de higiene íntima femenina tradicionales.

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La cantidad de toallas higiénicas que usa una mujer a lo largo de su vida es inimaginable. Si tomamos en cuenta que nuestra vida fértil dura aproximadamente 40 años, en promedio se utilizan 4 o 5 toallas diariamente durante la menstruación, dependiendo de la duración y el flujo de cada una. Estaríamos hablando de una cantidad entre 10.000 y 13.000 toallas o tampones que utiliza una sola mujer durante toda su vida. Lo que aún se me hace difícil de entender es cómo estas cantidades se han normalizado y a casi nadie parece importarle la magnitud de las repercusiones que traen para el planeta. En una noticia de la página web “Kronos 365” denominan a estos artículos como los residuos más contaminantes, puesto que no son reciclables y su degradación toma aproximadamente 500 años.


¡5 siglos! Una cantidad de tiempo inconcebible que debería captar nuestra atención y hacernos cuestionar qué alternativas podríamos empezar a insertar en nuestra cotidianidad para colaborarle a un planeta que, al fin y al cabo, es nuestro hogar y el de las siguientes generaciones. No podemos ser tan ignorantes y cegarnos ante el hecho de que toda esa contaminación que producen los desechos de higiene íntima femenina, en un futuro no muy lejano producirán una catástrofe ambiental que no tendrá posibilidad alguna de revertirse. Es ahora cuando tenemos que enfocarnos en las acciones que generarán grandes cambios; no después cuando las toneladas de basura sean tantas, que nuestro “mayor problema” sea que no tengamos espacio donde ponerla.


Vivimos en un mundo donde la mayoría tenemos el concepto de “lo utilizo y lo boto”, los objetos han ido perdiendo su valor poco a poco ya que la solución más “coherente” es irse deshaciendo de lo que ya no funciona sin importar de qué forma los desechemos ni su paradero final. Según un artículo realizado por el CESA (College of Higher Studies of Administration), las toallas higiénicas que usa una sola mujer a lo largo de su vida significan el vertimiento de 2,6 toneladas de basura. La raíz de este problema se basa en que existe un gran impacto ambiental y económico sobre estos productos y pocas personas son conscientes de ello.


Desde el punto de vista económico, estos productos femeninos también tienen repercusiones considerables para el bolsillo de las mujeres. Retomando el artículo realizado por el CESA, afirman que la inversión que realizamos durante el periodo de tiempo que nos dura la menstruación oscila entre los 6,8 millones de pesos y los 8 millones de pesos; esto sin contar los gastos adicionales como las pastillas u otros medicamentos que consumimos por los cólicos o diversos malestares que surgen en esos días. La cantidad de dinero que se invierte es gigante, pero las opciones que tenemos para reducir este gasto son muchas y lo más importante es que traen beneficios ambientales, económicos y de salud.


Durante mucho tiempo los medios privados y fabricantes de toallas higiénicas, tampones y protectores diarios nos han vendido la idea de que estos artículos son la mejor opción cuando tenemos la menstruación, dejando de lado cierta información sobre los componentes tóxicos que contienen y pueden ser dañinos para nuestra salud; cabe aclarar que por no ser considerados productos de cuidado personal sino insumos médicos, los fabricantes no están obligados a revelar los componentes que se utilizan. Sin embargo, según la revista estadounidense, Environmental Health Perspectives, los químicos que se encuentran en estos productos podrían provocar cáncer, parkinson, desequilibrio hormonal y trastornos neurológicos. Así mismo, podrían ser causantes de alergias, sarpullidos o infecciones.


Actualmente existen productos alternativos reutilizables que lamentablemente no son vistos como una opción debido a que la mayoría de mujeres prefieren la facilidad en cuanto al uso, desecho y obtención de los artículos de higiene íntima femenina. Una de las alternativas que se ha vuelto más famosa últimamente es la copa menstrual, un recipiente de silicona médica que es 100% hipoalergénica, se adapta a las paredes vaginales y lo ideal es cambiarla cada 12 horas.


Según un artículo titulado “Impacto Ambiental y Económico del uso de productos de Higiene Ìntima Femenina”, la copa se empezó a producir industrialmente desde la década de 1930. ¿No es algo preocupante que hasta hace unos pocos años las mujeres empezáramos a escuchar de ella y un pequeño porcentaje de nosotras a utilizarla? Es decir, no es posible que un producto que ha existido durante tantos años y trae múltiples ventajas en cuanto a disminución de contaminación, comodidad, salud (se ha comprobado que no trae repercusiones negativas para el cuerpo) y ahorro de dinero (cuesta entre 70.000 pesos y 120.000 pesos y dura de cinco a diez años) no se haya masificado aún.


En México, sólo una de cada diez mujeres usa la copa menstrual, así lo afirma la página de “Mujeres es más”. Esto demuestra que aunque de a pocos nos vamos sumando algunas a utilizar este producto, aún falta que muchas otras que tomen conciencia y sobre todo acciones reales para disminuir la contaminación por toallas, tampones y protectores diarios que, como mencioné anteriormente, no están hechos con los materiales ideales, son costosos, contaminantes y dañinos en todo sentido. Como sé que hay mujeres a las que no les gusta usar la copa porque no sienten que sea tan segura como los productos tradicionales, también existen las toallas de tela, así que no hay excusas para no ser parte del cambio y aportar desde nuestra cotidianidad para mejorar el escenario que estamos atravesando.


Todas las mujeres deberíamos ser más responsables con los materiales que utilizamos e introducimos en nuestro cuerpo. El cuidado íntimo femenino es vital para una vida saludable y tranquila. Qué mejor muestra de amor hacia nuestro cuerpo que utilizar esas alternativas que son amigables con nuestra salud y también con el planeta. Empecemos a analizar las consecuencias negativas que repercuten en el medio ambiente y actuemos con empatía por un mundo más sano y libre de contaminación.

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