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Leyes e identidad: el camino por la igualdad que recorre la comunidad trans en Latinoamérica 

A pesar de avances en medios de comunicación que dan voz a esta comunidad, persisten la vulneración y el ridículo en sus relatos. Protección y reconocimiento legal son los objetivos actuales de los movimientos LGBTIQ+. 

Por: Gabriel Cavallo 

“Ser una persona trans en Colombia es complejo. Hay ciertos tipos de violencia estructural, estatal, económica y social que de alguna forma hacen complicado desarrollar una vida normal”, explica May Romero, escritora con estudios en sociología y co-fundadora de Querida Gente Prieta, un espacio creado por y para gente negra que busca representar y reivindicar a la comunidad afro LGBTIQ+ en Colombia. 

 

May es del Cauca, departamento de Colombia que ha sufrido las múltiples afectaciones de la guerra. Solo nacer en su región era un factor de riesgo. Ser de la comunidad LGBTIQ+ lo multiplicaba, pues era una razón para ser objeto de persecución y de exterminio. 

 

La homofobia y la transfobia fue y es una realidad. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), 4.190 personas de la comunidad LGBTIQ+ sufrieron violencia durante el conflicto armado. Cifras más recientes, en tiempos de una paz inestable, registraron más de 226 casos de violencia por prejuicio, de los cuales 206 fueron contra mujeres transgénero y 20 hacia hombres transgénero.  

 

Sin embargo, de acuerdo con la Corporación Caribe Afirmativo, aún existe un alto subregistro de esas cifras, pues muchos afectados no denuncian por el miedo y por los prejuicios que se encuentran al intentar acceder a la justicia. Además, el RUV reporta 7.955 hechos victimizantes contra personas LGBTIQ+; es decir, que una misma persona pudo vivir más de una situación de violencia, desde desplazamiento forzado y violencia sexual hasta desaparición o reclutamiento forzado por todo tipo de actores armados, tanto legales como ilegales. 

 

"La mitad de las víctimas en el conflicto armado han sido personas LGBTIQ+ y personas negras, por lo que es importante entender cómo se utilizaba nuestros cuerpos para violentarlos a través del abuso sexual, las mutilaciones e incluso quemándonos vivas”, dice May sobre los antecedentes de violencia contra las minorías en el marco del conflicto. 

 

Marta Ruiz Naranjo, periodista y excomisionada de la Verdad cuenta que el conflicto tomó a las poblaciones que se encontraban en situaciones estructurales más desventajosas y los atacó de forma desmedida. “Toda la intolerancia que se generó en los espacios donde el conflicto armado era más agudo se ensañó con la población LGBT porque la guerra exacerba las masculinidades guerreras, entonces esta comunidad pone en cuestión esas masculinidades. Hay una reacción violenta a querer silenciarlos, desaparecerlos y querer que no puedan ser”, explica Ruiz. 

 

En Colombia, aunque existen medios como El Espectador, Sentiido o Mutante, que son pioneros en la cobertura de asuntos de género y diversidad sexual, no son suficientes ante el ambiente hostil que se genera desde las redes sociales, donde las personas trans son discriminadas y señaladas de forma masiva. Un ejemplo de esto es el más reciente escándalo en el que se señala al presidente, Gustavo Petro, de ir caminando de la mano de una mujer trans en Panamá.   

 

Ante la ola de ataques y burlas transfobicas, el presidente aclaró no si el video era real o no, que era el origen de la controversia, sino su condición sexual, explicando que él era un hombre heterosexual y que rechazaba las burlas hacia la comunidad LGBTIQ+.  

 

Estos ataques muchas veces no se limitan solo al bullying en medios digitales. En febrero de 2023, Marvia Malik, la primera presentadora de noticias transgénero de Pakistán para Kohenoor TV, sobrevivió a una emboscada de dos personas armadas cuando regresaba a su casa, tras haber recibido previamente amenazas de muerte de desconocidos.  

 

Reivindicar y narrar 

 

Media Matters for America y GLAAD, organización sin ánimo de lucro dedicada a la defensa de los derechos LGBTQ y al cambio cultural, identificó que The New York Times no citó a una persona trans en el 66% de sus historias sobre legislación antitrans desde el 15 de febrero de 2023 hasta el 15 de febrero de 2024. Esta falta de representación en los cubrimientos provocó que casi mil colaboradores del diario, algunos de los cuales se identifican como trans y no binarixs, condenaran el enfoque del periódico respecto a la cobertura de las personas trans mediante una carta pública.  

 

La carta acusó al periódico de mostrar un sesgo anti-trans en su cobertura, especialmente en artículos de primera plana sobre la atención médica para jóvenes trans. Argumentaron que dedicar más de 15.000 palabras en los últimos ocho meses a debatir la conveniencia de dicha atención era desproporcionado y perjudicial. 

  

Artículos como “As Kids, They Thought They Were Trans. They No Longer Do” y “They Paused Puberty, but Is There a Cost?” son los que más polémica han generado. Ambos se centran en el fenómeno de la “detransición” y casi de inmediato fueros usados por grupos de derecha en la formulación de políticas anti-LGBTQ+ en Estados Unidos. 

 

Frente a estos artículos, la Asociación Profesional de Estados Unidos para la Salud Transgénero (USPATH) y Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH) criticaron lo que para ellos es una la falta de rigor y precisión en la interpretación de los datos sobre las intervenciones médicas de afirmación de género para jóvenes transgénero. Señalan la falta de experiencia de los expertos citados y la omisión de detalles críticos en los casos presentados. Por eso destacaban la urgencia de incluir enfoques clínicos y matizados en la interpretación de los estudios, y enfatizan que los beneficios de estas terapias superan los posibles riesgos, siendo cruciales para reducir la ansiedad y el riesgo de suicidio en jóvenes transgénero. 

 

La respuesta del periódico fue defender sus artículos y sus autores, argumentando que hacen periodismo con rigurosidad. A sus colaborades que se sumaron a las críticas los calificó como activistas e indicó,que se establecerían diálogos con ellos para atender el asunto. Su editor, Joe Kahn, subrayó que no se toleraría la participación en protestas o ataques a colegas en redes sociales.  

 

Este tipo de debates llevan a reflexionar sobre los retos que incluso grandes instituciones del periodismo viven al cubrir acontecimientos relacionados con la comunidad trans. Y, claro, es parte de un proceso de transformación en el que deben buscar soluciones diversos actores, incluyendo a la academia, las instituciones públicas y las organizaciones sociales. 

 

Desde Human Rights Campaign, el mayor grupo de presión en favor de la comunidad LGBTIQ+ en los Estados Unidos, desarrollaron una breve guía para el reportaje apropiado en la cobertura periodística sobre personas transgénero. 

  

El manual abarca varios aspectos esenciales. Primero, define "transgénero" como aquellas personas cuyo sexo asignado al nacer no coincide con su identidad de género, incluyendo a quienes han pasado por una transición médica y a quienes no lo han hecho. También enfatiza la distinción entre identidad de género, que es cómo una persona se percibe a sí misma, y orientación sexual, que se refiere a la atracción sexual hacia otros. 

El proceso de transición es un aspecto central, implicando no solo posibles intervenciones médicas, sino también cambios sociales y legales. Es fundamental respetar los nombres y pronombres preferidos por las personas transgénero, independientemente de sus documentos legales, indican en el manual. Además, destaca la diversidad de las personas transgénero y las dificultades que suelen enfrentar, como la pobreza, la discriminación y la violencia, sugiriendo una cobertura mediática sensible y precisa. 

Finalmente, se aconseja evitar términos como "hombres y mujeres biológicos" y centrarse en la persona completa y no solo en sus genitales. El objetivo es humanizar y reconocer a las personas transgénero como miembros valiosos de la sociedad, con historias y experiencias variadas que van más allá de su identidad de género. 

En la más reciente edición del Premio Gabo hubo dos productos nominados que se enfocaron en contar, describir y evidenciar luchas trans. 

 

El primero es “Salías a comprar pan y te llevaban”: en Santa Fe, trans y travestis consiguieron una reparación histórica por la violencia policial, un texto escrito por Arlen Buchara que explica cómo el Estado Argentino sentenció una ley que repara a las víctimas trans y travestis que vieron sus derechos vulnerados entre 1983 y 2010. 

 

El segundo es Violeta, un podcast de siete capítulos realizado por Filipe Santa-Bárbara y Margarida Adão que narra cómo una mujer trans rumana escapó de los abusos de su familia y buscó refugio en Portugal, donde se encuentró con un sistema carente de soluciones para las personas como ella. 

 

En el texto de Arlen Buchara se presenta a Yanina Saucedo, una mujer trans que a principios de los años 90 y tras estar 60 días arrestada por policías. Le sucedió a los 16 años mientras trabajaba como prostituta en las calles de Santa Fe. 30 años después, con el apoyo de otras personas de la comunidad y un colectivo de abogados, se volvió una de las caras de la Ley 14.220 de Reparación Histórica para las Sobrevivientes Travesti-Trans Pos-Dictadura. Esta ley reconoce la violencia policial por identidad de género como una práctica sistemática y sentencia una compensación estatal equivalente a dos pensiones mínimas y cobertura de obra social, convirtiendo a su país en el primer Estado de Latinoamérica en tener una ley de este tipo. 

 

En el podcast Violeta se cuenta una historia que no tiene, por así decirlo, un final feliz. La protagonista, una mujer trans rumana que, ante las constantes vulneraciones a sus derechos, decide dejar su país y migrar a Portugal buscando una mejora de vida, pero se encuentra con una sociedad indiferente y un sistema pobre en ayudas. A lo largo de los capítulos se abordan temas como la salud física y mental, los discursos de odio y el acompañamiento como factor fundamental en los procesos de transición de género.   

  

Latinoamérica también 

En mayo de 2024, un decreto del Ministerio de Salud de Perú generó rechazo y movilizaciones. En el documento se categorizó a cualquier identidad de género diversa como un trastorno mental. “Es un decreto que nos retrocede más de tres décadas, cuando se 'descataloguizó' la homosexualidad desde la OMS. (...) No podemos vivir en un país donde nos consideren enfermas o enfermos", señaló a la AFP Jorge Apolaya, portavoz del Colectivo Marcha del Orgullo Lima.

 

En Perú, no se permite que las parejas del mismo sexo se casen o formen uniones civiles, no cuenta con un procedimiento para que las personas trans cambien sus documentos para reflejar su identidad de género ni tampoco tiene leyes civiles que prohíban la discriminación contra las personas LGBT, indica Humans Rights Watch.  

Ante este panorama en el que los Estados no siempre garantizan los derechos de las personas trasn y de la comunidad LGBTIQ+, nace para ellos la necesidad de alzar voz y buscar por ellos mismos iniciativas y proyectos para ser representados y reparados.  

Es el caso de Las Mariposas del Café, un grupo de mujeres trans de la comunidad indígena emberá que han escapado de sus resguardos por temor a la transfobia, y que en 2017 se unieron para gestionar una comunidad en las montañas de Santuario, departamento de Risaralda. Como ellas, otros colectivos intentan prohibir las terapias de conversión, práctica violenta que es permitida en el país. 

De ahí la relevancia que desde el periodismo se hable, se explique y se detallen proyectos como la Ley Integral Trans en Colombia. 

La ley tiene 4 puntos clave: 

  • Identidad, para comprender la necesidad de evitar los trámites legales y médicos para que las personas con experiencias de vida trans puedan cambiar su documentación en la que se refleje su identidad de género. 
     

  • Laboral, que trata de la promoción de empleo y oportunidades laborales equitativas para la población trans, como una forma de lucha contra la discriminación. 
     

  • Educación, para incluir componentes de diversidad de género en los programas educativos, así como la capacitación de docentes para que promuevan entornos seguros y libres de discriminación. 
     

  • Salud, que comprende la atención médica especializada, acceso a tratamientos de afirmación de género y apoyo psicológico. 

 

Camila Falquez, fotógrafa y artista visual española, es la directora creativa de la iniciativa Compañerx, que busca reflejar la lucha de esta comunidad por medio de más de 70 retratos de personas trans de Colombia que acompañan el articulado del proyecto deley. “Queremos que la gente pueda visualizar, honrar y celebrar quiénes son las personas trans del país, algo que creemos que no se ha hecho nunca”, explica Falquez. 

 

“La importancia de la Ley Integral Trans es global y no es una cosa que afecte únicamente a la gente trans en Colombia. Esto puede generar mucha esperanza y un precedente en legislación para la gente trans en el mundo entero. Cómo han gestionado y montado esta ley a partir de las voces y las experiencias diversas de todas las personas trans incluye un enfoque transversal a nivel de educación, vivienda y salud con lo cual puede ser y tiene la capacidad de ser un momento precursor mundialmente para los derechos trans”, concluye la fotógrafa. 

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