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- Los invisibles
Esos animales están sometidos a permanentes riesgos, hasta enfermedades que incluso pueden transmitir a los seres humanos. Los invisibles María Paula Charry Mejía Esos animales están sometidos a permanentes riesgos, hasta enfermedades que incluso pueden transmitir a los seres humanos. Disponible en Pulzo María Paula Charry Mejía Darcko es un perro que vivió en la calle, sin hogar o alguien a quien acudir cuando sentía hambre, frío o necesitaba una caricia. En la búsqueda desesperada de algún alimento que pudiera estar en la basura, una buena persona que le regalase un pan o un lugar caliente y seguro para refugiarse del frío, Darcko deambulaba por las calles de Chía, un pueblo situado en el norte de Bogotá. En su afán, no corrió con suerte, pues se volvió invisible ante los ojos de cientos de personas. Incluso, tampoco lo vio (o no se sabe…) el conductor de un bus que iba a gran velocidad y lo atropelló. Así, Darko engrosó la triste lista de 490 animales que fueron atropellados por vehículos en 2018 en Bogotá, según la Alcaldía. Mateo Gómez era solo un adolescente de 17 años cuando ocurrió el accidente de Darcko. Él estaba cursando grado once y se dirigía a su colegio en una ruta escolar. Al ver lo sucedido, decidió bajarse de inmediato del transporte y revisar al animal. “El perro temblaba y lloraba. El conductor del bus ni siquiera paró para ver qué le había pasado. La gente de los alrededores solo se acercaba para chismosear y algunos tomaban fotos. Eso me partió el corazón”, recuerda Mateo. Como Darko, 903.573 perros callejeros viven en Bogotá y sus alrededores, según cifras de la Secretaría Distrital de Salud (SDS), y sufren constantemente accidentes, en los que la mayoría de veces no hay un aparente responsable. Como ocurrió con el conductor del bus que atropelló a Darko, muchos deciden seguir derecho o apartar al animal herido a un andén, según el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal. Con cara de perro Los accidentes de tránsito son solo una de las dificultades que deben sufrir a diario los perros callejeros, pues, según el médico veterinario Alejandro García, los principales problemas que enfrentan estos animales son debidos principalmente a bacterias, parásitos o virus. Algunas de estas enfermedades son la parvovirosis, el moquillo, la rabia, la giardiasis, la erliquiosis y la sarna (que puede ser incluso transmisible al ser humano), además de factores como la desnutrición. Aunque Darcko no presentaba ninguna de estas dolencias, al ser atropellado, su cadera se dislocó, por lo que no podía caminar, moverse, ni si quiera levantarse. Ese día, Mateo se quitó el blazer y lo utilizó para cargar a Darcko hasta la veterinaria más cercana. Sin embargo, se encontró con algo que no esperaba. La empleada del lugar le negó la atención, ya que, al ser un perro de la calle, “nadie respondería por él”. Adicionalmente, hizo una afirmación que atemorizó a Mateo: “Ese perro, si es que se salva, no va a volver a caminar”. Las veterinarias, al ser empresas privadas, no están obligadas a atender a los perros callejeros, aseguró Julián Tarquino, funcionario del Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal. Consciente de esta situación, desde 2017 la Alcaldía de Bogotá cuenta con un Centro de Urgencias Veterinarias donde se pueden reportar accidentes, atropellos y maltratos a animales a través de la línea 123. Para la época en que Darcko sufrió el accidente no había un recurso como este que permitiera encontrar una solución. Mateo, esta vez en compañía de su mamá, visitó otro veterinario que aceptó revisar al animal. El diagnóstico fue desalentador: “Fractura de cadera y pérdida de hueso”. La recuperación iba a ser larga y con posibles complicaciones. Sin embargo, el perro no presentaba signos de maltrato físico, pero sí se veía desorientado, por lo que el veterinario concluyó que podría haber pasado por un caso de abandono o se había extraviado de su hogar. Causa y efecto Dos de las causas más comunes por las que hay perros callejeros en Bogotá, según Andrea Padilla, vocera en Colombia de la ONG Animanaturalis, son “el comercio y la mala tenencia de animales”. Causas que parecen distantes al caso de Darcko, pero que posiblemente estén más interrelacionadas de lo que se puede imaginar. “Lo que pasa en el comercio es que los vendedores reciben perros que ni si quiera vienen de criaderos certificados, sino de personas que usan a sus mascotas con fines de lucro o incluso son perros robados, como ocurre en la Avenida Caracas en Bogotá, y se los reciben por 100 pesos. Cuando alcanzan una edad mayor y no logran venderlos, los tiran a la calle”, afirma Padilla. En Colombia no existe una ley que prohíba el comercio de perros, por lo cual la lucha de miles de animalistas para el fin de esa práctica parece inútil. Sin embargo, estos centros de venta deben cumplir con el Acuerdo 509 de 2012, expedido por el Concejo de Bogotá, que exige “acciones responsables para la comercialización de pequeños animales domésticos de compañía en el Distrito Capital”. La realidad es que, al no existir una prohibición, las ventas ponen en aprietos a las fundaciones y centros que dan en adopción a animales en condición de calle. “Las personas prefieren comprar perros de raza que salvar a un animal sin hogar”, lamentó Padilla. Existe una falta de conciencia sobre lo que conlleva tener un nuevo miembro en el hogar. “Falta de tiempo, poco conocimiento sobre la esterilización, escasez de dinero, falta de sensibilidad y cultura, entre otros, son factores que llevan a la mala tenencia de perros, y a su vez conduce al abandono de estos”, agregó Padilla. Posiblemente alguna de estas causas desembocó en la situación de Darcko, una historia que solo quedará en sus recuerdos. La ley 1774 de 2016 establece que los animales “son seres sintientes, no cosas”, pero si esto es así ¿por qué es legal su venta? Están en vitrinas para exhibir y escoger como si se tratase de cualquier objeto. Es importante preguntarse: ¿si no se prohíbe la venta de animales, cómo se podría fomentar la adopción? ¿Quién responde por los animales en Colombia? ¿Quién es el encargado para que las causas anteriormente presentadas no ocurran? En Colombia no existe un ministerio encargado exclusivamente a los animales, que fomente su tenencia responsable y que sancione a quienes se deshacen de su mascota cuando empieza a estorbarles. ¿Si no existe un ente que proteja y trabaje nacionalmente estas problemáticas, ¿cómo se evitara la sobrepoblación de perros callejeros? ¿Qué se puede hacer? Hay acciones que se pueden tomar para tratar y disminuir la problemática. 1. Esterilización y castración: Según el médico veterinario Alejandro García, “la esterilización es un procedimiento médico con el objetivo de evitar la proliferación de nacimientos”. Además, Andrea Padilla, vocera de Animanaturalis, asegura que es “el único mecanismo ético y humanitario para controlar la sobrepoblación”. Otras de las ventajas de esta alternativa son la prolongación de vida, disminución de posibilidades de desarrollar enfermedades relacionadas a los órganos reproductores y disminución de estrés del animal por necesidad de aparearse. 2. Tenencia responsable: Educarse sobre los cuidados y necesidades que tiene y requiere un perro antes de tomar la decisión de adoptarlo, pues la mayoría de los casos de abandono es debido a la desinformación. Una buena tenencia implica conocer que tipo de alimentación requiere el animal, cuales son las vacunas necesarias, visitas regulares al veterinario, juegos y actividad física, ente otras. 3. Adopción u hogar de paso: “Lo primero que se debe hacer si se encuentra a un perro callejero en condición de vulnerabilidad es llevarlo al veterinario. Cuando se encuentre estable, puedes convertirte en la segunda oportunidad, darle una familia o brindar tu casa por un tiempo mientras se consigue un hogar para el animal”, aseguró Daniela Castilla, dueña de la Fundación Dejando huella. 4. Padrinos: Muchas personas no tienen tiempo ni espacio para adoptar o dar su vivienda como hogar de paso, por lo que optan por el sistema de apadrinar. “Las personas eligen un perrito y pagan un dinero para el mantenimiento de él, es como tu perro, pero sin necesidad de tenerlo en casa. Por ejemplo, en nuestra fundación les enviamos a los padrinos fotos de su perrito cada sábado y les contamos qué se hizo en la semana”, dijo Castilla. 5. Donadores: No se trata solo de dinero. Normalmente, las fundaciones y refugios reciben collares, camas, juguetes, comida, medicamento y todo aquello que les permita ayudar a proporcionar una buena calidad de vida a los perros. “Salvar a un animal no cambiara el mundo, pero sí el mundo del animal”, se lee en un graffiti anónimo plasmado en una de las paredes de una calle cualquiera en Bogotá. Y este mensaje es el perfecto reflejo de la historia de Darcko: finalmente ocurrió un milagro, dos meses después de que se sometiera al tratamiento intensivo, ¡volvió a caminar! Podía batir la cola para demostrar la alegría que le producía ver que tenía una nueva oportunidad; por fin tenía una familia y en sus ojos no se veía dolor, su mirada solo transmitía perdón. Perdón por quien lo maltrató, abandonó o quizás no se detuvo a saludarlo; perdón por el que le negó un pan o no le ofreció una sola gota de agua; perdón por el que lo ahuyentó al molestarle su presencia y perdón por aquel cuyo afán fue más importante que detenerse para dejarlo cruzar la calle. Esta no es solo la historia de Darcko, es mucho más que eso, es la historia de cientos, quizás miles de perros que viven en la calle y a diario se enfrentan al maltrato e indiferencia. Los invisibles que nadie ve, nadie oye y nadie escucha.
- Contaminante
Contaminante María Emanuella Deluca Cabrera Humanos… Un término al que todos estamos familiarizados, pero ¿qué hay más allá de la palabra? En este trabajo fotográfico podemos ver una crítica social sobre cómo nuestra especie se ha vuelto el mayor problema para el planeta. Da clic en las imágenes para la vista completa. Lea también: Burbujas Contaminante #1.jpg Contaminante #2.jpg Contaminante #10.jpg Contaminante #1.jpg 1/10
- La lesión que está obstaculizando al "32" de Millonarios
El jugador de 21 años era uno de los titulares indiscutibles de la plantilla del equipo embajador. Sin embargo, una rotura de ligamento cruzado y una rotura en ambos meniscos de su rodilla derecha, se atravesaron en su ya sonada carrera futbolística. La lesión que está obstaculizando al "32" de Millonarios Paula Andrea Abreu Briceño El jugador de 21 años era uno de los titulares indiscutibles de la plantilla del equipo embajador. Sin embargo, una rotura de ligamento cruzado y una rotura en ambos meniscos de su rodilla derecha, se atravesaron en su ya sonada carrera futbolística. Disponible en Pulzo Paula Andrea Abreu Briceño “Ahí está Kliver Moreno” -dijo alguien en el fondo. Pues había salido con paso lento y con la mirada fija a la pantalla de su celular. Era el jugador que, hasta hace unos meses, se había ganado el puesto titular en el esquema táctico del profesor Alberto Gamero y que ahora caminaba con la ayuda de un par de muletas. La puerta de metal azul, que tiene pintando el escudo de Millonarios, hizo un chirrido al abrirse. Hacía sol. Pero no el típico sol bogotano, de las 11 de la mañana, que le deja a esas personas confiadas quemaduras en toda la cara y cuello. Kliver salió, con la ayuda de una de sus muletas, vestido con una camiseta blanca estampada con el logo ‘Nike’, un par de tenis blancos, una bermuda de jean, un reloj blanco y una gorra negra. Pero, a comparación de la primera vez que lo vi, cuando le pregunté si lo podía entrevistar, ese día ya caminaba un poco mejor. Nos saludamos, me preguntó cómo estaba y bromeamos un poco del por qué no lo felicité por su cumpleaños número 21, el cual había sido el 9 de agosto de 2021, días antes de nuestro encuentro. Kliver Moreno nació en Barrancabermeja, Santander, Colombia; está en el equipo capitalino desde los 14 años. Su debut en la primera división lo hizo el 13 de febrero de 2019, por Copa Colombia, contra Fortaleza. “Lo recuerdo muy bien, porque yo incluso venía del sudamericano Sub 20 y el profesor Jorge Luis Pinto me preguntó si quería ir. Preferí quedarme para poder debutar. Fue algo gratificante, algo muy lindo”, afirmó con voz risueña. Cuando nos sentamos en una de las sillas de la cafetería, para empezar con la entrevista, su impaciencia ya se iba asomando. “Vamos al grano, como dicen por ahí”, decía Kliver Moreno. Analizaba la pantalla del celular que tenía en mi mano, de arriba abajo, para tratar de averiguar cuáles serían las preguntas. Al principio, su mirada se posó en un campo de juego donde más temprano las jugadoras del equipo profesional lo habían adornado con sus carcajadas, chistes y gritos. Él fijó su mirada en el campo vacío, como si le hubiese ayudado a soltar las palabras más rápido y sin vacilaciones. Todo al estilo Kliver… A finales del año 2019, había guiado a su equipo a disputar y a ganar la final de la Súper Copa Juvenil FCF 2019, después de 9 años sin que el equipo embajador ganara esta competición. Se había convertido en el capitán del equipo Sub 20, debido a su carácter fuerte, como buen santandereano que es. Pues, dentro del campo de juego, no le temía a nada, sacaba a los rivales de casillas y era el primero en encarar al árbitro, si creía que la decisión no era la correcta. “Dentro de la cancha uno está con la adrenalina al 100%. Fuera de la cancha siempre voy a mantener una transparencia, una tranquilidad, una humildad… Si puedo ayudar a una persona a crecer, lo haré, porque me ha tocado muy duro en esta vida, entonces trato siempre de ser una persona muy… muy especial”, afirmó, con una voz calmada, pero a la vez con tal firmeza, que parecía que estuviera batallando, dentro de sí mismo, con aquellos recuerdos amargos, que callaba con un “bueno, gracias a Dios”. Mientras caminábamos, para encontrar un lugar cómodo, le pregunté por la lesión de rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y por la rotura de ambos meniscos, que lo tienen en vilo, pero hacía de todo para que no percibiera su angustia. “Los malos momentos los convierto en felicidad”, me dijo más adelante, cuando ya me había adentrado en la travesía de conocerlo mejor, por medio de preguntas y respuestas. Sin embargo, en mi mente estaba aquella imagen del 1 de mayo de 2021, cuando en el partido contra el América de Cali, por cuartos de final de la Liga Colombiana, Kliver Moreno, una de las grandes promesas del “kínder de Gamero”, como llamaban al equipo algunos periodistas de forma despectiva, había sido sustituido, por un aparente trauma en la rodilla derecha. –Él no asimiló el tiempo que iba a estar lesionado. Cuando ya vio la realidad, me dijo: “en este momento estoy tranquilo; yo confío en Dios, todo se lo dejo en las manos de Él. Si me pasó esto fue por algo” –dijo Nixón Pacheco, utilero de Millonarios, al preguntarle cómo Kliver se había sentido cuando se lesionó. – Llegaré a principios del próximo año –me dice él. – Pero en los periódicos deportivos dicen que probablemente estarás listo para volver a finales de este año –le repliqué. – Si todo sale bien, podré competir a principios del próximo año –insistió. La rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y la rotura de ambos meniscos son las lesiones a las que todo futbolista teme. Se acordarán del ‘Tigre’ Falcao. No cualquiera es capaz de hacerle frente. Y aunque a principios de 2021, Kliver Moreno estuvo entre los mejores jugadores Sub 21 del continente, debido a que en el 2020 alcanzó un promedio de 7.07 duelos ganados por partido, el segundo más alto entre los jugadores Sub 21 de las cinco ligas más importantes de sudamérica, según lo informó, Diario AS Colombia, si no tiene la fuerza mental, para la recuperación de los próximos meses, quedará en el limbo entre ser un buen futbolista y uno digno de exportación. En la décima pregunta, ya estaba inquieto. Mientras hablábamos, sacaba su celular del bolsillo y lo pasaba de una mano a otra, a modo de relajación. Después, cuando se dio cuenta que el aparato móvil no estaba ayudándolo, miró una, dos y tres veces, hacía atrás, buscando ayuda de su amigo, Cristhian Chaparro, quien había llegado a recogerlo hacía poco tiempo. Días después, Cristhian me contaría que había conocido a Kliver en el transporte público, cuando lo utilizaba para llegar a sus entrenos. “La verdad, lloré. Tenía miedo porque era lo único, creo, a lo que le temía dentro del campo. Me pasó. Le pedí a Dios que no fuera eso, pero, bueno, él sabe por qué pasó. ¡Ya asimilé la lesión! Ya casi voy a cumplir dos meses. El tiempo se está pasando rápido; vivo agradecido con Dios y la vida”. Fue uno de los pocos momentos donde su voz no irradiaba esa seguridad, a la que me había acostumbrado. Los suspiros se mezclaron con sus palabras de melancolía. Y luego, en vez de responderme, parecía que estuviera recordando, en voz alta, lo que había pasado. Hizo una especie de cuentas, para clarificar cuánto llevaba en esa situación. –Kliver es un jugador muy maduro, con mucho carácter. Yo creo que va a tener una muy buena rehabilitación, porque depende muchísimo de la fortaleza mental que él tiene. –afirmó Oscar Vásquez, preparador físico de las inferiores de Millonarios. Hablamos de su familia, de su novia, de sus gustos en la comida: pescado, por ejemplo; de los jugadores de la Liga Inglesa que admira: Paul Pogba y Michael Ballack, actual jugador del Manchester United y exjugador del Chelsea, respectivamente. Toda una montaña rusa. Íbamos y veníamos; parábamos en sus distintos cambios de expresión, cuando algo le incomodaba, cuando ya estaba cansado de responder las preguntas o cuando recordamos juntos su campeonato con Millonarios. Ahí, fue tanta su emoción que algunas palabras hacían corto circuito en su boca y salían disparadas, sin que se dejaran entender. Al final, quizás fue tanta la exaltación, que no hubo tiempo para decirme “adiós”. Pues sus pensamientos se habían quedado con aquel recuerdo del campeonato, así lo demostraban sus ojos entristecidos por el anhelo de volver a jugar con Millonarios. Por lo pronto, nuestro “adiós” tendrá que esperar. Tal vez sea cuando regrese a dejar cada gota de sudor en el campo de juego.
- Javier Santaolalla
Javier Santaolalla: El Doctor en Física cuenta en qué consiste la ciencia para cambiar el mundo. El Doctor en física y creador de los canales de YouTube 'Date un Voltio' y 'Date un Vlog' cuenta en qué consiste la ciencia para cambiar el mundo. Compartir Ver también: Generar confianza en tiempos de posverdad
- “Amamos lo que conocemos y protegemos lo que amamos”: Francisco Vera
Con tan solo 10 años, Francisco Javier Vera Manzanares es un líder ambientalista que sueña con ser presidente de Colombia. “Amamos lo que conocemos y protegemos lo que amamos”: Francisco Vera Cristian David Moreno Garzón Con tan solo 10 años, Francisco Javier Vera Manzanares es un líder ambientalista que sueña con ser presidente de Colombia. Disponible en Pulzo Cristian David Moreno Garzón Francisco Vera conversa animadamente en el Congreso de la República con Mauricio Toro e Inti Asprilla, mientras espera a su tía que está haciendo unas diligencias. Observa a lo lejos que Gustavo Petro se aproxima. Sus 11 años no le impiden apresurar el paso y se abre camino entre la gente para hablar con el senador. Cuando logra alcanzarlo, le pide una foto, también le habla acerca del movimiento ambientalista que fundó en Villeta y, sin pensarlo dos veces, le dice: “Senador, yo quiero hablar en el Senado”. Cuando Francisco Vera camina por las calles de Villeta, Cundinamarca, parece un niño común y corriente; corta estatura, unas pequeñas gafas, sonrisa pícara y apenas 11 años; pero cuando habla, salta a la vista que tiene algo diferente, un intelecto y madurez muy superiores a los que se esperarían de un niño de su edad. Ana María Manzanares, la madre del niño, nota que su pequeño trata de comprender cómo funcionan las cosas. “Cuando Francisco tenía cinco meses, yo lo estaba cambiando encima de la cama, cuando prendí la luz y la apagué, noté que él se dio cuenta de la relación que tenía el interruptor con el bombillo”. En casa, sus padres crean espacios de diálogo ciudadano para que pueda opinar en los asuntos del hogar. Desde muy pequeño, tiene pensamientos muy profundos y críticos, su madre recuerda con gracia algunas respuestas que la dejaron perpleja: “A mí no me gusta que lloren a mi lado, entonces en una ocasión cuando él iba a empezar a llorar yo le dije: “No vayas a llorar, Francisco Javier”, a lo que él me respondió: “Mamá, tú que tanto defiendes los derechos humanos, ¿ahora me estás impidiendo llorar?, eso es un derecho humano”. “Yo no supe qué decir”. A los 6 años, este pequeño ya hablaba con su mamá y su tía acerca del feminismo, el derecho a vivir y el porte de armas, lo que lo ayudó a forjar su carácter y fortalecer su posición frente a diversos temas. Este pequeño activista siempre ha mostrado su interés por las ciencias, la física, la economía, la política, entre otras. Buscaba a su abuelo para aclarar dudas sobre economía y llamó frenéticamente a profesores universitarios amigos de su madre buscando respuestas a las inquietudes que le surgían luego de leer el libro ‘Simplemente Hawking’. Desde temprana edad ha tenido contacto con el mundo del activismo social, su madre es militante por los derechos de la mujer y su tía, quien es edil por Tunjuelito, siempre se ha desempeñado como activista ambiental. Ellas han llevado a Francisco desde pequeño a marchas, plantones y todo tipo de espacios de participación ciudadana en donde invadido por el espíritu del liderazgo pide el megáfono para pregonar sus ideales. Un día estando junto a su mamá en una velatón llegó Álvaro Uribe Vélez, uno de los escoltas le preguntó a la madre de Francisco si deseaba que el niño se tomase una foto con el expresidente, a lo que el pequeño rápidamente respondió: “Gracias, pero yo con ese señor no me tomo fotos ni dormido”. A Francisco le gusta jugar en su colegio con sus compañeros y a pesar de que allí no ejerce tanto el activismo, disfruta hacer parte de espacios de participación estudiantil, es representante de curso y aprovecha cada ocasión para tomar la vocería en su colegio. Tiene una relación muy cercana con el profesor de ciencias, Juan Carlos Padilla, a quien acude frecuentemente para preguntarle acerca de astronomía, física y ciencias. “En una ocasión, Francisco me pidió la palabra para explicarles a los muchachos de grado décimo y once acerca de la contaminación del medio ambiente en Colombia. (…) Él organizó todo y le di el tiempo para que expusiera acerca de la contaminación atmosférica, hídrica y el ‘fracking”, expresa el profesor Juan Carlos, quien cree firmemente en que Francisco será importante, pues ve en él algo diferente a los demás niños. El pequeño líder estudia en un colegio confesional católico de Villeta y es un estudiante ejemplar, muy comprometido con su estudio, aunque cuando le intentaban enseñar la oración de la Virgen María salió del salón argumentando que él “no le rezaba a gente muerta”. Francisco creó el movimiento ambientalista ‘Guardianes por la Vida’ en el año 2019. Debido al contexto casi rural en el que vive, nota cómo la naturaleza poco a poco es invadida y maltratada de forma atroz por el hombre. “Si conoces la diversidad de Colombia, amas y defiendes a Colombia”, dice y se logra percibir la inefable convicción que tiene en sus ideales. El movimiento ambientalista nace cuando Francisco llamó a su madre y súbitamente le dijo: “Yo quiero hacer un movimiento de activismo”, ella no le prestó mucha atención, pero cuando llegó a casa el infante ya había organizado toda una “base de datos” con información de jóvenes y niños que querían participar del movimiento. En un inicio, las protestas transcurrieron en el parqueadero de su conjunto, pero rápidamente se trasladaron al parque central de Villeta: “Mi esposo no estaba de acuerdo con que Francisco hiciera eso -activismo-, pero cuando le mostré un video de nuestro hijo hablando en la Plaza de Villeta lo primero que me dijo fue que teníamos que comprarle un altavoz”, dijo Ana María madre de este pequeño. Francisco se siente libre ejerciendo su liderazgo ambiental, ya que cree firmemente que la libertad significa ser feliz haciendo lo que le gusta y, sin duda, él se siente realizado al luchar por la biodiversidad de Colombia. Cree que la crisis política es la principal culpable del daño ambiental que hoy se vive en el país, asegura que los gobernantes de la nación privilegian el dinero y al hombre, pero dejan de lado a la naturaleza. Propone que los dirigentes tengan un enfoque más biocéntrico y no solamente cuiden los intereses de las clases altas o de los seres humanos en general. También pone en un lugar privilegiado la protección de la naturaleza, para esto es necesario poner en práctica lo que para él fue la gran moraleja que le dejó El Principito, “hay que replantear las relaciones que tenemos con todas las formas de vida, un vínculo como el del Principito y la rosa debe darse desde el respeto, eso se debe aplicar en Colombia”, dijo Francisco. Es el momento de hablar Francisco Vera le expresaba frecuentemente a su madre sus deseos por hablar en el Senado de la República, hasta que un día, acompañando a su tía a hacer unas diligencias en el Congreso, percibió su gran oportunidad. Mientras hablaba con los congresistas Mauricio Toro e Inti Asprilla, vio a Gustavo Petro. Francisco se acercó rápidamente para pedirle una foto, aprovechó para hablarle acerca de “Guardianes por la vida” y súbitamente le dijo “yo quiero hablar en el Senado”. Gustavo Petro le respondió que primero debía hablar con el senador Lidio García. El pequeño se apresuró para hablar con Lidio, quien finalmente aceptó que este ambientalista se dirigiera a los senadores. En esos momentos, los congresistas estaban votando los impedimentos de la Reforma Tributaria, por lo que el Senador García le pidió a Francisco que volviera al otro día y así fue como el 18 de diciembre de 2019, un niño de apenas 11 años de edad se paró frente a los Senadores de la República para hacerles un llamado a la conciencia ambiental: “Intervine con un mensaje contundente, claro. Un mensaje conciso que iba pidiendo a los Legisladores que votaran a favor de la vida”, dijo Francisco. La vida de Francisco es agitada. Usualmente da entrevistas cuatro veces a la semana, ya cuenta con una larga lista de detractores y próximamente escribirá columnas para el medio digital KienyKe. Hace menos de un mes, él perdió su cuenta de Instagram a causa de un inconveniente con integrantes de su movimiento ambientalista, quienes intentaron formar un sindicato en su contra. Gracias al reconocimiento que ha tenido y luego de su entrevista en La W radio son muchas las personas que se han sumado a su inconmensurable lista de detractores y han empezado a criticarlo. Su madre, al percatarse de la crueldad de los comentarios que recibía su hijo, le preguntó si se sentía bien y quería continuar, a lo que Francisco respondió: “Mami, si yo me metí en esto, la gente me va a dar palo, es normal”. Sin embargo, la crítica del columnista Adolfo Zableh fue la que más le impresionó, ya que en las últimas líneas de su artículo compara a Francisco con el personaje de ficción Chucky: “No es posible que él diga que prefiere tener un niño peor que Chucky, ¡si Chucky es un asesino!”, exclama Francisco con una notable indignación. Este pequeño activista cree que sus detractores brindan ideas sin argumentos y piensa que no lo pueden privar de dar su opinión solo porque no ha estudiado lo suficiente. Con una mezcla de rabia e indignación dice: “No pueden mandar a callar a un niño que estudia más que Ernesto Macías”. En ocasiones, sus padres sienten temor por lo que le pueda llegar a pasar; sin embargo, lo apoyan “a ojo cerrado” en el ejercicio de su activismo. Adicionalmente, Francisco disfruta hacer caricaturas de humor político, ver videos de ‘youtubers’, tomar fotos y sobre todo le encanta jugar videojuegos como Minecraft y Fall Guys, se entretiene con su perro Pinky y con su gato Foucault. Es un niño que nunca va a tomar como juego su papel de ambientalista.
- El auge y caída del Teatro Virginia Alonso
El teatro Virginia Alonso de Facatativá se cayó, en buena parte, por la indiferencia y el abandono, que ocasiono tristeza en los habitantes de este municipio. El auge y caída del Teatro Virginia Alonso Juliana María Isaza rubio El teatro Virginia Alonso de Facatativá se cayó, en buena parte, por la indiferencia y el abandono, que ocasiono tristeza en los habitantes de este municipio. Disponible en Pulzo Juliana María Isaza rubio Facatativá, una ciudad intermedia ubicada en el departamento de Cundinamarca, hogar de las famosas piedras del tunjo, guarda en su pasado mucho más que historia, aquí existieron no solo personas con un gran don de gente y personajes folclóricos, sino estructuras majestuosas que, en su momento, tuvieron un importante significado sentimental para los lugareños de esta zona y que ahora solo existen en las páginas de algunos libros. Ese es el caso del distinguido teatro Virginia Alonso. Con más de 134 mil habitantes, Facatativá es la capital de la provincia de la Sabana de Occidente y fue hogar del último zipa de la ciudad muisca: ‘Tisquesusa’. Durante la época colonial fue un pasaje obligatorio para aquellos que se dirigían desde la municipalidad de Honda hasta Santa Fe de Bogotá; además, fue un enclave importante para el entretenimiento cultural. El teatro Virginia Alonso, fundado en 1913 por Virginia Alonso, conectaba con la sala principal de la casa de su dueña. Según el historiador Cándido Medina, erigida como una mansión con 80 metros de fondo, esta vivienda poseía 56 habitaciones, 4 patios, herrería y caballería y, evidentemente, era más grande que su estructura aledaña o, por lo menos, así lo recuerda el bisnieto de Virginia Alonso. Para él, lo mejor era vender la vetusta construcción, ya que no ofrecía ganancia alguna. Sus hermanos no estaban de acuerdo con ello. “Me conseguí un cliente, y vendimos la edificación, pero la sostuvimos como hasta unos 10 u 11 años más”. Recientemente, sus últimos vestigios fueron derribados para dar paso a un nuevo edificio, cuyo uso no está definido. Se dice que se conservará tan solo un parte de la fachada original de la casa; sin embargo, al ver los planos el panorama no es muy alentador. Por ello, esta demolición suscita en las mentes de los facatativeños sentimientos llenos de nostalgia y pesar, al recordar todo lo que alguna vez significó un pequeño, pero imponente teatro. Hoy en día, su estructura es casi irreconocible y en su lugar posan unos cuantos locales comerciales, dentro de los cuales destaca la venta de partes para motos, pues su letrero ocupa gran parte de la fachada. Cuesta trabajo imaginar que en el siglo pasado era en ese mismo lugar donde por sus puertas entraban decenas de celebridades y personalidades, como lo fue y es Plácido Domingo, quien anduvo por los pasillos del teatro cuando solo era un niño. Durante la época colonial, para llegar a Bogotá se utilizaban los caminos reales, construidos a lo largo y ancho de la Nueva Granada, y en este caso, por esta ruta, como menciona Jorge Murillo Mena en su libro ‘Facatativá, pueblo indígena’ “por Facatativá entró al reino de Nueva Granada la civilización occidental”. Esto debido a que por allí circulaban las remesas desde España hacia otros países. Lo mismo ocurría con el oro, las esmeraldas, las pieles y el ganado. Curiosamente, sería por estos mismos caminos en donde transitaría la persona que cambiaría la visión de entretenimiento para siempre. Con una misión en la vida, la cual consistía en traer la cultura europea hacia un pequeño pueblo en Colombia, Virginia Alonso o “la Coronela”, apodada así por su paso por el Ejército, se encargó personalmente de embarcarse hacia tierras europeas para conocer todo acerca del mundo del teatro y el cine. La misión rindió frutos ya que cuando ella inició el viaje, jamás se imaginaría que por ese trayecto que ella realizó, llegarían grandes representaciones del arte y la música española, italiana, americana y colombiana a su recién inaugurado teatro. Con una capacidad para más de 2 mil personas, el Virginia Alonso era la fiel copia del Teatro Municipal de Bogotá, fundado en 1887. Este gozaba de dimensiones estructurales mucho más considerables que el de Virginia Alonso, pues el último poseía 12 metros de ancho y 12 de alto, lo equivalente a una casa moderna de tres pisos; el municipal tenía en total 711 metros, de los cuales 355 lo ocupaban los corredores. No obstante, esta diferencia de tamaño no representó ningún impedimento para el nuevo escenario cultural, ya que sus paredes fueron testigos de los clamores del público después de cada debut artístico. De ellos, dice el bisnieto y periodista Fernando Mojica, siempre hacía acto de presencia, en el balcón, una anciana de porte impoluto y rostro serio que no despegaba la mirada del escenario, cual capitán vigilando que todo marchara bien dentro de su barco. Ubicado en la carrera 2, entre calles 7ª y 8ª, en el costado sur con la nomenclatura No. 7-147 y 7-55, y tal como lo afirma Andrés Olivos Lombana en su libro ‘Historia de Facatativá’, “su fachada modesta, de estilo republicano, no enunciaba el esplendor y majestuosidad de su estructura interior”. Efectivamente su exterior constaba de tres puertas en el primer piso, cada una se encontraba separada a, más o menos, un metro de distancia de la otra; paralelo a ellas, arriba se encontraban tres grandes balcones que daban vista a la calle, y en la parte superior se encontraba el letrero que mostraba el nombre que representaba la cultura facatativeña para el mundo: ‘Teatro Virginia Alonso’. En cuanto al interior del teatro, Fernando Mojica recuerda perfectamente cómo era: “yo lo alcancé a conocer, a disfrutar, tenía platea, palco y gallinero”. Específicamente, estaba compuesto en el primer piso por el área de platea, donde se desplegaron dos filas de sillas color vino tinto que daban hacia el escenario y en toda la mitad corría un largo pasillo cubierto con una alfombra. En el segundo piso se encontraban los palcos con sus respectivos pasillos para transitar. Finalmente, en el tercer nivel estaba el anfiteatro, o gallinero, desde donde se veía muy poco. Para efectos de camerinos se utilizaba la casa de la familia, que también funcionaba como salón principal, en donde todos los artistas se reunían a tomar un coctel con los asistentes luego de cada presentación. Para demostrar la majestuosidad de este teatro, como lo cuenta la docente Rosa Rubiano, “su dueña no escatimó en ningún detalle; tanto los telones como la silletería eran importados de Italia” y, de acuerdo con Fernando Mojica, “las sillas tenían las patas gruesas, como las de un león; eran una joya de la ebanistería”. En cuanto al sonido, a pesar de no tener un techo redondo o cúpula, ellos dicen que la acústica era bastante eficiente. Pasando al diseño, este fue hecho por los mismos arquitectos del Teatro Municipal, un colombiano y un italiano. Desde 1913 hasta mediados de los años 50, el teatro fue testigo de óperas, zarzuelas, grupos de teatro, clausuras escolares y reuniones políticas. Al mismo tiempo, prestó sus servicios como sala de cine. El costo de las boletas dependía de la ubicación dentro del teatro y del tipo de espectáculo. En su escenario desfilaron grandes personajes como la soprano del Metropolitan Opera House Jennette Mcdonald; el actor francés Maurice Chavalier, Janet Gaynor, Rodolfo Valentino y Harold LLoyd, entre otros. Todas estas expresiones de cultura pasaban primero por el Virginia Alonso y luego eran llevadas el teatro Colón de Bogotá. Durante el año 1937, estando en manos de Sergio Alvarino, yerno de doña Virginia, y con el apoyo de Rafael Torres y Julio Valbuena, el teatro fue remodelado, trayendo consigo un decorado más moderno. Desafortunadamente, con el correr de los años llegaron los problemas familiares y con ellos, las dificultades económicas, pues el mantenimiento para el teatro era extremadamente costoso, así lo expresa Fernando Mojica: “El teatro no estaba generando ninguna clase de ingreso, pero sí teníamos que pagar servicios e impuestos”. Sin embargo, todavía habla de este con una nota de arrepentimiento en su voz: “Nosotros vendimos, lo conservamos un poco de tiempo, pero ni la Alcaldía ni nadie se hizo cargo de eso”. Otros factores que influyeron en su decadencia, según la docente Rosa Rubiano, fue que el flujo de personas evidentemente ya no era el mismo, algo que se debía a que los nuevos habitantes que llegaban a Facatativá eran campesinos, obreros y costureras. Por otro lado, a esto se le suma la fundación del teatro Califa durante los años 80, la competencia del Virginia Alonso. Allí se presentaban todo tipo de películas mexicanas, las cuales ya iban más de acuerdo al tipo de audiencia existente en Facatativá, además el precio de la boleta era mucho más reducido. Así lo pone en palabras Luis Carlos Peña, una persona que ha vivido 94 años en Facatativá: “no había literatos ni personas cultas”, al decir esto, su tono denota una mezcla de sentimientos encontrados hacia este inanimado colega. El teatro empezó a decaer en el año 1962, llegando a su punto crítico en 1967, cuando alcanzó el nivel máximo de aberración: lo utilizaron como arena de boxeo. Así lo recuerda Carlos Bello, quien, siendo miembro de una nueva generación, fue testigo de uno de estos encuentros: “La gente de acá desarrollaba las peleas. Tiraban las sillas del palco hasta el puro fondo. Algunos de los luchadores que pasaron por allí fueron el ‘Tigre colombiano’ y el ‘Cavernario Galindo’. Con todo lo anterior, aún queda la duda, un sin sabor, de saber la razón de por qué ocurrió todo esto. Pues bien, la explicación es muy sencilla, según el actual alcalde de Facatativá, Pablo Malo García: “En ese momento no existía la ley del patrimonio cultural y es aún más difícil protegerlo cuando se habla de propiedad privada”. Incluso si hubiera existido en ese entonces, el director del Centro de Memoria Histórica de Facatativá, Armando Becerra, explica por qué no habría sido protegido: “la ley dice que si la estructura representa o está en ruinas, la estructura se puede derrumbar”. Por eso, cuando el teatro quedó en ruinas y sus paredes cayeron sobre las casas aledañas, causando daños irremediables, las personas afectadas ya no pensaron en las sonrisas y alegría que alguna vez trajo este centro cultural a los facatativeños, sino que se entabló la demanda que daría la orden definitiva de tumbar el desdichado teatro Virginia Alonso. La silletería terminó en manos del Instituto Técnico Industrial de Facatativá. Los telones se pudrieron en el fondo del escenario. Tal vez el que corrió con más suerte fue el majestuoso candelabro dorado que colgaba en toda la mitad del techo; tiene ahora un lugar privilegiado en el salón protocolario de la presidencial Casa de Nariño. Pocos, pero importantes facatativeños recuerdan su viejo teatro como si se tratara de un hijo perdido: “Los que fuimos de la era de los 50, añoramos esa reliquia arquitectónica y cultural que teníamos en Facatativá. Se perdió una joya arquitectónica de Colombia y ese sí que era lindo”. Todos ellos tienen algo en común, y es que cada uno, a su manera, representa un pedacito de lo que fue una dama majestuosa con tintes dignos de “coronela”.
- Daniel Botero, el economista con manos de artista
Se trata de un joven que estudia Economía en la Universidad de los Andes, pero cuyas verdaderas pasiones son el arte, los dibujos y las acuarelas. Daniel Botero, el economista con manos de artista Catalina Rubiano Salazar Se trata de un joven que estudia Economía en la Universidad de los Andes, pero cuyas verdaderas pasiones son el arte, los dibujos y las acuarelas. Disponible en Pulzo Catalina Rubiano - Universidad de La Sabana “El artista no es nada sin el don, pero el don no es nada sin trabajo”, dijo el escritor Émile Zola. ¿Se ha preguntado cuándo fue la última vez que hizo un dibujo? ¿o que pintó y lo disfrutó como cuando era niño? A medida que el ser humano va creciendo, este comienza a usar más el hemisferio izquierdo de su cerebro, y el espacio que dejan las pinturas y los colores se comienza a llenar de números y signos. Daniel Botero sigue teniendo espacio para ambos. Aunque es bueno para la lógica y los números, es bastante hábil para el dibujo, la pintura y la técnica en acuarela. Quienes ven sus obras quedan impresionados con el gran don que posee. Sin embargo, él no se considera un artista, ni a sus obras, arte. No tiene relación alguna con el famoso pintor, también colombiano, Fernando Botero, pero lo que sí tienen en común, además del apellido, es el gran talento en la pintura y el dibujo. Teniendo solo 17 años, en el 2018, hizo la prueba de admisión de Diseño Industrial en la Pontificia Universidad Javeriana obteniendo el mayor puntaje registrado en la historia de dicho programa y, a pesar de ello, y luego de varios giros en su camino, decidió estudiar Economía en la Universidad de Los Andes. Esta es la historia de Daniel Botero Díaz. Sus papás, Ruth Díaz y Mario Botero, recuerdan que Daniel desde pequeño mostró interés por el dibujo, pues en lugar de jugar con carros, le gustaba plasmarlos en un cuaderno. La mamá comenta con una gran sonrisa y notorio orgullo en su rostro que ella le heredó el don y el gusto a Daniel por el arte. Cuenta también que cuando van a centros comerciales o viajan, él busca locales donde vendan materiales de dibujo o libros. “Él no entra a una tienda de tenis o juegos, a él le interesan las acuarelas, el papel y los pinceles desde muy pequeño (…) y a mi me parece tan bonito eso, porque además de que le gustan las matemáticas, y él siendo tan joven, siempre ha mostrado interés por lo artístico”, dice Ruth con ilusión en su rostro. Asimismo, el papá comenta que fue una profesora de Daniel quien destacó el gran talento de su hijo, “ella se aterraba porque hacía unos dibujos muy buenos para ser un niño tan pequeño y nos aconsejó incentivar en él el arte y el dibujo”, recuerda. Cuando Daniel tenía nueve años, Ruth y Mario decidieron contratar a un profesor personal para que guiara y fortaleciera el talento de su hijo, pues se dieron cuenta de que él seguía mostrando interés y habilidad en el dibujo. “Yo ya había sido profesor de dos niños (antes de Daniel), pero luego tuve varias experiencias con papás que se me acercaban porque a sus hijos les gustaba dibujar y querían que les diera clases, pero de pequeños a todos les gusta dibujar y eso no significa que tengan inclinación particular por el dibujo”, comenta Andrés Rodríguez, graduado de la Facultad de Artes de la Pontificia Universidad Javeriana y profesor de Daniel por cinco años, al preguntarle por qué decidió darle clases a Botero cuando solo tenía nueve años. “Ruth me pidió en una oportunidad que le diera clases a Daniel, y yo no le vi importancia por las experiencias que ya había tenido (…) luego de cuatro o cinco meses me volvió a preguntar, y accedí a dictarle una clase (…) efectivamente me di cuenta de que tenía una inclinación más allá por el arte y también que había desarrollado una habilidad mayor que los chicos a esa edad. Ahí fue cuando me decidí a seguir dándole clases… su talento es algo distinto”. Daniel define a Andrés como su ídolo y figura a seguir, “algún día quisiera ser tan ‘teso’ como él. Cuando dibujo, pienso en hacerlo como él lo hace (…) me enseñó mucho, si yo no hubiera estado con él, no sabría muchas cosas de las que sé y no hubiera podido desarrollar las técnicas que uso actualmente (…) también me ayudó en el acuarela (…) Mucho se lo debo a él”, dice con una mirada algo eufórica y soñadora. Botero siempre ha recibido elogios y muy buenos comentarios por las obras que ha hecho a lo largo de su vida. “Yo dibujo desde que tengo memoria. Sí, tengo habilidad, pero es producto de que he practicado toda mi vida. De pequeño me gustaba dibujar como a un niño le gusta el fútbol. En mi infancia no era un niño prodigio, era un niño normal que le gustaba dibujar, solo que yo seguí haciéndolo y ya”. Por la manera sin importancia, pero nunca creída, en la cual él se refiere a su habilidad con el pincel y el lápiz, se puede evidenciar que tiene una mirada casi opuesta al de todas las personas que lo rodean: él no considera su talento, o lo que hace, especial. Al preguntarle a los papás cómo es su hijo, Ruth Díaz, su mamá, responde luego de tomar aire, “difícil pregunta” y luego, entre risas, dice “no, mentiras. Daniel tiene muchos talentos, es una persona creativa en todo, aparte de eso (el dibujo) tiene su matemática, le encanta, y le fascina leer e investigar (…) es una persona que le gusta ir más allá de los retos que tiene”. Luego Mario Botero, el papá, a quien Daniel heredó sus ojos, toma la palabra y dice: “Daniel desde pequeño, yo recuerdo, es una persona demasiado independiente (…) aún sigue siendo muy reservado con sus cosas”. Ruth recuerda que antes de los 5 años Daniel era muy apegado a ella, “tenía que llevar a Danielito a todas partes conmigo (…) si lo dejaba solo, él lloraba”. Ahora, es todo lo contrario, es muy distante e independiente, como bien lo mencionan. Sin embargo, su mamá aclara que a pesar de que Daniel poco expresa con palabras, recuerda con notorio amor en su rostro que hace menos de un año los despertó a ella y a Mario a media noche para entregarles una carta para cada uno “con unos dibujos hermosos” en la cual les agradecía por todo lo que han hecho. “No podía creer que a la media noche nos despertara y nos estuviera haciendo un dibujo y una carta con unas palabras tan hermosas (…) Daniel cuando quiere expresar -sus sentimientos- lo hace de una manera hermosísima, pero no lo hace muy a menudo”, dice con el amor más puro y genuino que una madre puede sentir por su hijo. Daniel, como es de esperarse, se expresa por medio de su arte. Al principio, cuando era pequeño, él no le daba importancia a que otras personas conocieran sus dibujos, pues era algo suyo, pero poco a poco fue dando a conocer su talento. Cuando tenía 14 años, en dos oportunidades, Fabriano, una tienda italiana de materiales de arte en la Hacienda Santa Bárbara, en Bogotá; le permitió exponer sus obras en el local, por el atractivo de sus trazos. Su mamá, al contar esa experiencia, dice orgullosa: “es un almacén muy exclusivo, y para que le dejen exponer dos veces las obras a un niño es impresionante”. Por otro lado, Daniel relata esa vivencia como algo normal y sin importancia: “fueron unas exposiciones muy pequeñas, nada del otro mundo (…) no eran exposiciones como tal, solo eran mis dibujos y mis acuarelas ahí en el local”, como si cualquier otro chico a esa edad pudiera hacerlo. Este almacén expone las obras de los artistas que usan el papel que ellos venden y así darlos a conocer. “En ese momento yo no estaba interesado en venderlas (las obras) y tampoco eran muy lindas para hacerlo, eran obras de un chino ahí de catorce años que sabe dibujar bien, pero nada más (…) hubo como dos personas que mostraron interés en comprarlas, pero al final no quise vender nada”, dice Daniel en un tono despreocupado y nada asombrado. Sin embargo, ahora sí está vendiendo sus trabajos, especialmente las acuarelas. “Decidí empezar, porque me di cuenta de que tenía el potencial de hacer una obra que fuera de gusto para las personas. No sé si eso es arte, pero es algo que requiere de técnica”. La primera obra en acuarela que vendió es una de la Universidad de Los Andes, y luego de esto, su novia, Isabella Callejas, y su mejor amiga, Paula Becerra, lo incentivaronn para abrir una cuenta de Instagram (@danielbotero.aqua) con la cual ya tiene algunos encargos de clientes interesados en comprar las obras del joven artista. Isabella, su novia, es una joven de 18 años, con el cabello ondulado color castaño claro y de voz dulce y calmada. Se conocieron por un amigo que tienen en común cuando iban en Transmilenio saliendo de la Universidad; ya llevan poco más de un año juntos. Al preguntarle la razón por la cual quiso impulsar a su novio a abrir la cuenta en Instagram, responde casi sin dudar: “Dani tiene este talento y siento que puede explotarlo mucho más, podría llegar a ganar dinero (…) además que ahora como estamos en cuarentena, no hay mucho que hacer, y él ha estado más dedicado a su pintura, así que le pregunté que por qué no aprovechaba para abrir la página (…) él accedió, pero le tomó mucho tiempo hacerlo, tocó empujarlo más”. La otra persona que apoya a Daniel a hacer esto es Paula Becerra, quien lo conoce desde el colegio hace cinco años, pero desde hace tres, son cercanos. “Quedamos juntos en el salón cuando estábamos en décimo, y como él habla muchísimo entonces no fue difícil hacernos amigos”, dice entre risas. También comenta que un día estaba hablando con la secretaria de Diseño Industrial de la Javeriana, pues Paula estudia allá, y le comentó de su amistad con Botero y que él había presentado la prueba de admisión y “ella literalmente me abrió los ojos y me preguntó si era Daniel Botero, un niño alto, de quien le hablaba. Le dije que sí, y ella me comentó que él había sido la mejor prueba de admisión presentada en la Universidad”. Al hablar del porqué hizo parte también de la motivación de Botero sobre la creación de su cuenta, responde: “la forma como pinta e ilustra es fascinante (…) pienso que es un mercado que se puede explotar, y quien mejor que Daniel para empezarlo. Siempre quise que mostrara más su arte y después de casi un año logré que me escuchara”. No obstante, él enfatiza que también fue gracias a la cuarentena, debida a la pandemia mundial por el COVID-19, que finalmente creó la cuenta en esta red social. “Al estar tanto tiempo en la casa, todos sentimos que estábamos desperdiciando mucho el tiempo y lo que hice fue comenzar con el acuarela de la Universidad, porque, yo creo que nos pasa a todos, que tenemos un sentido de pertenencia por la Institución ‘muy perro’”. Y así habla Botero, sin ‘pelos en la lengua’, sin importar lo que digan los demás de él, pero además evita ser el centro de atención o hablar de él como protagonista. Varias respuestas las da en general: hay un “todos”, un “nosotros”, pero muy rara vez un “yo”. Siguiendo con el motivo de su acuarela, dice: “a muchos nos gusta el campus, me puse a dibujarlo, y ahí comencé con mi súperacuarela, la cual recibió muchos likes -al publicarla en su cuenta personal de Instagram @daniel_botero_oficial-, entonces vi que había un gran reto y seguí los consejos de Paula e Isabella”. Este es un nuevo desafío con el cual quiere “llegar a varias personas y venderles mi arte… pues, si se le puede considerar arte, porque yo solo lo veo como un mercado que puedo atacar, como un negocio”. Una vez más, cuestiona su talento. Pero este no fue el único cambio que el confinamiento generó en Botero, pues él recalca que también le hizo ser aún más consciente de los hábitos de sueño y alimentación que tiene: “si tengo una vida saludable, voy a tener un mejor desempeño en muchos aspectos de mi vida, tanto en el arte como en mi estudio”. Esto lo nota en gran medida su novia, quien comenta algo sorprendida sobre ello. “He notado muchos cambios buenos (…) al inicio de la cuarentena no, pero luego comenzó a aprovechar y a organizar mucho su tiempo, intenta no estar mucho en redes sociales, se dedica a las acuarelas (…) es la primera vez que Dani me dice que va a hacer ejercicio y en serio lo hace. Está intentando llevar una vida más productiva y más saludable (…) y creo que no hubiera ocurrido si no hubiera sido por la cuarentena”. También, Paula se ha dado cuenta de estos cambios. “Siento que por fin se está dando cuenta de todo lo que puede lograr y se está centrando más en su futuro”. Definir a una persona no es fácil, y a una persona multifacética, como lo es Daniel, es mucho más complejo. Sus amigos de la Universidad, Santiago Rodríguez y Santiago Velásquez, luego de tomar un tiempo para pensar su respuesta, lo describen como una persona “bastante segura de sí misma, no le da pena decir lo que piensa (…) es una persona muy chistosa, nos hace reír siempre, a veces hace unos chistes muy bobos, pero son graciosos (…) también es muy pilo, demasiado inteligente, pero vago (…) es muy talentoso”. Isabella, concuerda en que es una persona con un gran sentido del humor. “Es muy chistoso, también es honesto, noble y humilde, pero terco (…) Tiene muchas capacidades y talentos, no solo para el arte (…) es muy enfocado cuando se propone algo, pero en el estudio suele ser vago”. Paula, por su parte, lo define como alguien alegre, quien no vive del qué dirán y “siempre estará para escucharte y apoyarte; a pesar de que no lo demuestra, ama a quienes considera sus amigos”. Su mamá recalca esa cualidad en él: “Danielito poco me expresa sus sentimientos, pero cuando lo hace, me deja sin palabras (…) lo que no dice en tres años, lo plasma en una página (…) es una persona muy reservada, muy callada, pero si me ve triste o llorando se me acerca y me dice ‘mamá no llores’ y me abraza, y que él lo haga siendo tan tímido conmigo, para mí es uff como ir y volver del infinito y más allá”. No hay manera de describir la mirada y sentimiento con los cuales su mamá cuenta esto, en cada palabra pronunciada se puede notar la ilusión y el amor que le genera recordar aquellos momentos en que Daniel rompió esa barrera de timidez y lejanía con la persona que le dio la vida. Su padre toma un tiempo y responde que es un joven que elige muy bien sus decisiones, pero “es un poco testarudo y terco en algunas cosas, cuando quiere algo tiene que ser ya (…) en el colegio lo molestaban mucho por la indisciplina, pero él nos decía que no nos preocupáramos, que él lo solucionaba (…) siempre muy independiente”. Por otro lado, Daniel, al preguntarle cómo se define él mismo, pone una cara pensativa, pero luego de unos segundos se ríe, al parecer, sin tener una respuesta. Toma unos segundos más, balbucea un poco, y luego pregunta: “la respuesta la doy en tercera persona, ¿no?, ¿o la doy en primera persona?” y luego se ríe de manera nerviosa. Luego responde: “soy una persona que le gusta el orden, no porque sea una persona organizada, sino en mi vida en general, y planear mucho el futuro, (…) básicamente son esas dos cosas, se relacionan entre sí”. En cuanto al arte, entre risas, responde que no le encuentra relación con su respuesta. Se queda pensativo por un momento, y con el pincel que sujeta en su mano comienza a hacer trazos en el papel que tiene enfrente suyo en lo que parece ser un caballete. Luego responde sin dejar de mover su mano y aún pensativo: “No sé… de pronto en la forma en que hago mis obras. Me gustan mucho los pequeños detalles, me gusta que todo se vea bien y realista”. Recalca, de nuevo, su ignorancia frente a la definición de arte, pero que las obras que le gusta ver y hacer son aquellas lo más parecidas a la realidad posible. Más o menos en el 2016, cuando Daniel aún estaba en el colegio, el director de la Facultad de Artes de la Javeriana envió una carta, y otra el año consecutivo, a la institución donde estudiaba Botero, en la cual lo invitan a ser estudiante presencial de la Universidad y tener la oportunidad de tomar clases de arte en las instalaciones de la Facultad estando en noveno grado. Sin embargo, el colegio no lo permitió por la carga académica y horario intensivo que tendría. Ruth y Mario son quienes cuentan esta historia, con decepción y tristeza; su hijo nunca la menciona, puede ser por olvido o tal vez porque no la considera algo valioso o importante para mencionar. ¿Cómo es posible que luego de tantos reconocimientos, elogios y oportunidades que Daniel ha tenido a lo largo de su vida por su gran talento para dibujar y pintar siga sin considerarse un artista, ni a sus obras, arte? ¿o que no considere su don un talento sino una habilidad que ha practicado y perfeccionado con los años?… ¿será humildad o será una fachada? Andrés Rodríguez, su profesor, parece tener respuesta a estas preguntas. Es innegable el potencial que tiene Daniel para el arte, pero también se debe tener en cuenta cómo sus amigos, su papá y su mamá lo definen: “es una persona que le gusta ir más allá de los retos que tiene”; esa es la clave. Andrés, luego de reconocer el talento de su alumno, dice: “si uno empieza a compararse con gente más profesional y con más recorrido, a uno siempre le hace falta… eso le pasa a Daniel (…) Dos conceptos que a mí me parecen muy importantes son growth mindset (mentalidad de crecimiento) y grit (determinación), desarrollados por dos psicólogas de Estados Unidos (Carol Dweck y Angela Duckworth, respectivamente), los cuales significan que falta mucho por aprender y aún no se llega al máximo potencial (…) Daniel es una persona que tiene mentalidad de crecimiento”. Pero y entonces ¿por qué no decide estudiar una carrera relacionada con las artes? Daniel, al escuchar esta pregunta, sonríe como a quien ya le han preguntado varias veces lo mismo y ya sabe la respuesta, y dice directamente “porque estudiar artes no es solo pintar y dibujar, y yo lo único que quiero es pintar y dibujar”. Sin embargo, él no tenía tan clara esta respuesta cuando estaba en el colegio e inclusive cuando cursó su primer semestre de universidad. Hasta los nueve años, él quería ser piloto de avión, pues le gustaba mucho dibujar aeroplanos. Luego, al comenzar a ver su habilidad para el dibujo, y de encontrarse con Andrés, decidió que quería estudiar Diseño Automotriz, sueño del cual desistió en el 2018 cuando estaba en undécimo grado, pues se dio cuenta de que es una carrera muy costosa, debía estudiarla en el exterior y sus papás no podían costearla, así que comenzó a buscar otras opciones. Se inclinó, entonces, por el Diseño Industrial, pero al mismo tiempo le llama la atención Ingeniería Mecánica. Para la primera, como ya se mencionó, se presenta en la Universidad Javeriana, y para la segunda, en la Universidad de Los Andes. Al final decide matricularse para Ingeniería Mecánica, pero solamente cursa un semestre de este programa, pues se da cuenta de que el futuro en esa carrera, y en aquellas relacionadas con lo humano, según él, no es tan seguro laboralmente como el de Economía. Luego de tomar la decisión de cambiarse de carrera, Daniel recibió una asesoría del jefe de su mamá, quien trabaja en el centro del campo laboral de un economista, un banco, sobre lo que significa ser egresado del programa de Economía de la Universidad de Los Andes. Esta vez, no tuvo que darle muchas vueltas a su elección, pues se dio cuenta de que los números son su pasión y el arte es su hobbie. Actualmente, cursa tercer semestre de dicho programa, y cuando habla de este, se da palmaditas en el pecho como felicitándose a sí mismo porque al fin sabe que lo que está haciendo es el camino correcto. Daniel Botero Díaz definitivamente es un artista, no es necesario tener conocimiento teórico del arte para reconocerlo. Ha trabajado el don que posee toda su vida. Sueña con hacer su propia exposición de arte en un futuro, donde pueda mostrar y vender “a un precio cariñoso”, como dice él, sus pinturas, dibujos y obras, las cuales no se sabe si considerará arte en ese momento, pero lo que sí es seguro es que las continuará viendo como un negocio… con ojos de economista, pero hechas con sus manos de artista.
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