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- Vories: Bloqueo creativo
Vories: Bloqueo creativo Valeria Franco Cárdenas, Maria Paz Sierra Valencia, Sara Daniela Sánchez Urrego, Juan Pablo Bermudez Riaño, Valeria Paola Colina Aguilar y Ana Sofía Ñustes Heredia, estudiantes de Comunicación Audiovisual y Multimedios. Valeria Franco Cárdenas, Maria Paz Sierra Valencia, Sara Daniela Sánchez Urrego, Juan Pablo Bermudez Riaño, Valeria Paola Colina Aguilar y Ana Sofía Ñustes Heredia, estudiantes de Comunicación Audiovisual y Multimedios. En este videojuego, Angélica vencerá a sus enemigos para encontrar inspiración en mundos literarios que la llevarán a escribir el mejor libro de su vida. Haz clic para acceder al contenido Ver también: Compartir
- El obispo anglicano que busca su propia catedral
El obispo anglicano que busca su propia catedral Juan Nicolás Barahona, Comunicación Social y Periodismo Fecha: El fundador de 3 iglesias anglicanas en Colombia y Ecuador aún anhela la consolidación de los derechos religiosos en el país. Lea también: ¿Qué les venden a las personas en el Centro de Cienciología en Bogotá? Compartir Foto: Foto: Juan Nicolás Barahona Al tocar el timbre, una sombra pasa en el tercer piso, agitando unas cortinas de diferentes telas y colores de apariencia desgastada. El chirrido del óxido, cuando se abre la ventana, hace que suba la mirada. Una mujer anciana se asoma y se dirige al sacerdote que me acompaña: - ¿A quién necesita? - A monseñor Rosendo. Venimos para la reunión. - Un momentico. Tras unos minutos, un hombre de tez morena, alto y de nariz aguileña, abre la puerta del primer piso. Su figura levemente encorvada permite detallar las raíces de unas canas cada vez más abundantes. Viste sobrio, de traje y zapatos negros. La camisa morada que lleva puesta y el clériman que le recorre el cuello delatan su condición de religioso. Luce cansado y se mueve cabizbajo, bamboleando sutilmente su cuerpo. Cuando sube la vista, su rostro se ilumina con una sonrisa. Ésta tiene una mística curiosa: se hace inevitable no responder de la misma manera. -“¡Padrecito!”, le dice el hombre al sacerdote que me acompaña, abriendo los brazos en señal de camaradería. En las palabras que extiende en el saludo se hacen evidentes sus falencias de dicción: las erres las pronuncia como si fueran ges y le cuesta un poco iniciar sus frases. Sin embargo, esto no es le es un impedimento para predicar la Palabra en una casa, en una iglesia o en un cementerio cada domingo (como mínimo). Este hombre amable y de ademanes tranquilos es monseñor Rosendo Úsuga Higuita, obispo, líder espiritual y fundador de la Iglesia Universal Apostólica Anglicana en Colombia. Y, aunque hoy puede pasar inadvertido, quizás como un cura más, su influencia en la legislatura que rige al país perdura aún después de 27 años: el artículo 19 de la Constitución política del 91, que le permite a las personas profesar su religión sin tapujos, sin temores, sin represión, es el resultado de la lucha que emprendió hace varias décadas junto con otros líderes religiosos. Por la democracia, por los derechos Úsuga Higuita es uno de los principales promotores y defensores de la garantía a la libertad de cultos en Colombia, hecho que, en un país de raíces conservadoras, no ha sido para nada fácil. En los años 80s, vivió en cierta clandestinidad por la ferviente persecución que promovió la Iglesia Católica Romana contra las corrientes divergentes de su credo. Reunido en cafés y en recintos poco llamativos y ocultos, fue congregando a cuanta comunidad religiosa pudo. En el proceso sufrió difamación y encarcelamiento, como también ataques e improperios. Turbas fanáticas o miembros de la fuerza pública eran movilizados por algunos líderes católicos cuando hacían misas los domingos en el Cementerio de Chapinero. “Llegaban con palos y piedras”, recuerda, justificándose en el acuerdo Iglesia-Estado conocido como concordato. “Son incontables las veces que nos llevaron presos. Pero no nos dejamos callar”, cuenta Octavio Correal, obispo de la Iglesia Ortodoxa en Colombia y amigo de viejos tiempos de monseñor Rosendo. “En la cárcel empezamos a idear ese sueño. Nos llevaban y nos llevaban pero seguíamos en la lucha, queríamos romper las diferencias. Hoy sigo andando con él por la valentía y la honestidad que ha demostrado”. Después de convencer a muchos compañeros y a uno de los presidentes de la Constituyente, el 4 de julio de 1991, día en que se firmó la Constitución, fue para monseñor Rosendo uno de los momentos más felices de su vida, pues logró uno de los avances más grandes en el reconocimiento de los derechos de los colombianos: la libertad de cultos. Pasadas casi 3 décadas de todo esto, el obispo nos invita a seguir a su casa. La baldosa de la entrada es fría, y la subida, oscura. Su casa no es ningún palacio, ni mucho menos una sede primada de grandes proporciones. Más bien es un pequeño apartamento en un tercer piso ubicado en Modelia, un barrio de clase media al occidente de Bogotá, y en donde la calma se perturba por el estrepitoso y continuo pasar de los aviones del Aeropuerto El Dorado. El relato de la cárcel viene a mi mente: sentado en el suelo, recostado contra la pared de los calabozos de la Policía, monseñor empezó la redacción del mencionado artículo. Del encierro, tras las rejas y rodeada de luz mortecina brotó aquella semilla de libertad. De humano, de padre y de obispo Tras subir la escalera, que se hace opaca e interminable, una sala adornada de cuadros, muebles antiguos y figuras religiosas se abre ante nuestros ojos. Al fondo del recinto se ven los fuegos de una estufa que calienta una olla chocolatera y otra que hierbe el agua para un caldo de papa. Son pasadas las 9 de la mañana, y monseñor, hasta ahora, se prepara para tomar el desayuno. Los afanes y el temor de la persecución lo han abandonado. Incluso ha adelgazado, acostumbrándose a comer tarde y poco. El edificio en el que estamos, que es donde vive el obispo, pertenece a sus suegros. ¿Suegros? Puede sonar extraño, sí, aunque es innegable. Rosendo Úsuga, además de ser sacerdote, es padre de dos hijas y hace más de 30 años vive con Claudia Gil, su esposa. La iglesia a la que pertenece, la anglicana, le permite formar su propia familia, hecho que, asegura, le ha dado mayor fuerza a lo que predica en cada misa. “La Iglesia está en la familia y la familia está en la Iglesia. Debe existir un crecimiento y un testimonio de hogar. El sacerdote debe estar preparado para orientar, dirigir y dar consejo. Y la familia será siempre ese bastón de unidad. A pesar de que yo tengo muchas responsabilidades, sé que no es difícil combinar las dos cosas, porque como sacerdote, esposo y padre sé que tengo que dar el ejemplo de las enseñanzas de Dios”, me dice Úsuga. Mientras me habla, va disponiendo su casa para recibir a los sacerdotes que se reunirán en la asamblea mensual ordinaria de su Iglesia, donde se definen las estrategias de su labor pastoral. Úsuga Higuita, además de ser fundador de 3 iglesias anglicanas en 2 países distintos, del Comité Pro-libertad Religiosa y de Conciencia y de más de 9 misiones religiosas a nivel nacional, lidera actividades continuas de desarrollo social en las comunidades menos favorecidas de Bogotá, especialmente en Ciudad Bolívar. La señora Claudia prepara la mesa donde acontecerá la reunión. A pesar de la sencillez del recinto y de las cosas, se dispone lo necesario para que todos estén cómodos. Al recorrer el lugar, se hace evidente que monseñor Rosendo no posee un gran capital. “Vive de lo que gana por sus misas y de eso no le queda para acumular”, me dice su esposa, sonriendo. Conforme se desarrolla la reunión, aprovecho para hablar con su hija, también llamada Claudia. Ella destaca que monseñor nunca ha descuidado sus responsabilidades familiares: “Mi papi es un poco penoso para mostrar su amor, pero eso no significa que no sepa darlo. De él nunca nos ha hecho falta el consejo y la atención. Hay ratos en los que ha sido estricto con nuestra crianza, como cualquier papá, pero al final la vida le da la razón. Nos ha enseñado a querernos, a ser cuidadosas, nos ha evitado malas decisiones . Mi hermana Lorena y yo pudimos estudiar y ahora vivimos bien por el apoyo que nos dio junto a mi mami. De ellos no nos ha faltado nada”, dice. Esa aparente dureza a la que se refiere su hija tiene un origen: Úsuga Higuita es el décimo de 20 hijos de una familia campesina y de escasos recursos de Santa Fe de Antioquia. Tuvo siempre presente la obligación de ser y de sentirse útil, de estar dispuesto a ayudar a su familia y, prácticamente, de medírsele a lo que fuera. Aún le duele recordar la impotencia que sentía al no poder protegerla y de verla llena de necesidades. Le brotan las lágrimas y se le entrecorta la voz. A modo de catarsis, se ha entregado de lleno a los feligreses o a quien lo necesite, recordando el tesón de sus padres, que iba entre la dureza y la dulzura. “La gente muchas veces llega aquí a la casa pidiendo algo de comer, o cuando va a alguna comunidad las personas le piden dinero, y él no tiene problema de entregarlo, de ayudar. Muchas veces él me dice: ‘Venga, mija, colaborémosle a esta gente. Usted da esto y yo pongo esto’, o empieza a gestionar. Hay momentos en que lo debo detener, porque sí hay muchos que lo quieren, pero me da temor que alguien pueda abusar de su confianza”, me dice la señora Claudia, ya con calma, terminada la asamblea. Dos veces Salimos con monseñor Rosendo a las calles de Bogotá, porque se dirige a otro encuentro de carácter religioso. Subimos a un carro. Hay trancones, pero, gracias a esto, también más tiempo para conversar. A sus 61 años, él ya no va con tanta prisa, aunque ha vivido momentos de muchísima tensión. Precisamente, en un vehículo estuvo frente a la muerte: el cañón del arma que le quitó la vida a dos de sus compañeros religiosos. Fue en julio del 2013. Dos sacerdotes de la Iglesia Universal Apostólica Anglicana habían sido asesinados en el barrio Kennedy, de Bogotá. Cuando se transportaban, junto a monseñor, para recibir un dinero prometido como “donación”, fueron abordados por hombres armados… “Fue un milagro lo que me sucedió. Cuando nos atacaron, forcejeé con uno de los asesinos. Cuando me sentí cansado, bajé la cabeza y esperé el disparo. Los minutos me parecían horas, hasta que me di cuenta de que estaba solo. Los padrecitos estaban muertos. Durante meses no paré de llorar”, dice, mirando por la ventana. En otra ocasión, oficiando un velorio, se realizó un atentado contra los familiares del difunto. Recuerda, ante todo, el sonido de los impactos contra la biga que lo protegía. Todo lo resume en que, tras la tragedia, no hay retroceso claro ni modo objetivo para empezar de nuevo. “Fue difícil cuando sucedió lo de los sacerdotes. Fueron los meses donde más triste lo vi. Si antes era un poco retraído, esa vez se recogió mucho. No quería hablar y pasaba mucho tiempo como si estuviera perdido. Lo que lo ayudó fue el acompañamiento que le hicimos y también de toda la gente que lo quiere. Era impresionante ver todo el apoyo que recibió. Se dio cuenta de que no estaba solo y de todo lo que había cultivado hasta el momento”, me dice su hija menor. Tras esos sucesos, me cuenta su esposa, lo ven más sensible, aunque a simple vista no lo parece: su mirada se torna seria y profunda, y en el rostro carga, aunque no lo quiera, una especie de tristeza cuando no hay quien lo acompañe. Cosa distinta sucede cuando se comparte mucho tiempo con él. De a poco rompe ese velo. En sus eucaristías, en los congresos religiosos y hasta compartiendo un almuerzo emite un aura de sumo respeto, pero sin trasponer su tranquilidad y su sencillez. Cuando se siente bien, es activo y sonriente. Siempre sonriente. Mientras avanzamos, me cuenta lo difícil que ha sido lograr la aplicación de los artículos para la libertad religiosa en Colombia. “Aunque ya no hay persecución, aún no hay igualdad en el país”, me dice. Su afirmación se confirma con el hecho de que solo hasta el 2018, 27 años después de ser firmada la Constitución, el Estado aprobó, mediante decreto, las primeras políticas públicas sobre este tema, que aún faltan por desarrollar. Ya llegado a su lugar de destino, monseñor Rosendo se despide dando bendiciones y estrechando sus dos manos. Antes de que la luz del semáforo de enfrente cambie a verde, me dice: “Yo sueño con tener una catedral muy bonita para mi Iglesia. Por lo menos ya edifiqué una: mi familia, y quiero que se consolide la otra: la verdadera libertad religiosa en Colombia”.
- Los retos del país, en la visión de Santos
En este capítulo, conoce también las impactantes cifras en torno a los desperdicios en Colombia, entre otras noticias. Los retos del país, en la visión de Santos Laura Ubaque, Luisa Moreno, Kelly Medina, Andrés Caamaño, Sebastián Bustos, Karol Peña, Paula Belalcázar, Danelys Vega, Gabriela Velásquez, Deisy Nivia, Nicolás Villamizar, Juliana Novoa, David Suárez, Mara Mulett, Tatiana Marta, Valeria Ramírez. En este capítulo, conoce también las impactantes cifras en torno a los desperdicios en Colombia, entre otras noticias. Ver también: Piropos en la calle: una forma de acoso Compartir
- De la muerte a la vida
De la muerte a la vida Angélica María Martínez Triana, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La taxidermia es el arte de disecar los animales para conservarlos con apariencia de vivos. ¿Usted la practicaría con su mascota, una vez fallezca? Lea también: Medicina ancestral: salvado por el cascabel Compartir Foto: Unsplash Eran las 5 de la tarde y Javier se encontraba lavando a Paco, un chihuahua de aproximadamente 3 años que había sido atropellado el día anterior. Mientras Javier le echaba, con cuidado, jabón y champú para quitarle las bacterias, yo me encontraba en el centro del cuarto intentando respirar despacio por el fuerte olor que tenía el lugar. Un olor a comida vieja, parecido a atún dañado, tan irritante que es la misma sensación de cuando quieres oler una colonia y acercas mucho tu nariz. Tal vez para una persona normal, sin problemas de asma y rinosinusitis como yo, no hubiera sido tan exasperante, pero incluso para sus estudiantes que pasaban de vez en cuando a ayudarlo era un tanto molesto. — ¿A qué huele? Este olor tan fuerte, se siente apenas uno entra— le pregunto a Javier. — Es olor a piel seca, huele más fuerte recién el animal es terminado, entre más pasa el tiempo, más se va yendo— me respondió Javier mientras yo iba caminando y observando a cada uno de los animales que había alrededor — Es por el químico de bórax y alumbre que se le aplica al final. Cuando se trata de un pez, se le pone formol. Javier tiene en sus repisas y mesas animales marinos como mantarrayas, moluscos, costras, etc. También tiene otros de tierra caliente y tierra fría: osos perezosos, serpientes, tortugas y demás. Hay otros del llano y del polo norte: armadillos, güíos o comúnmente llamadas anacondas, especies de chigüiros, entre otros. Pero, además, tiene aves: loros, águilas, búhos, garzas, corocoras y muchos más. Eso, porque durante los últimos 15 años Javier ha disecado más de 800 animales. Sus favoritos para ejercer el arte son las aves, pues llevan más tiempo de preparación, pero le gustan los detalles y los animales más exóticos que ha disecado son una jirafa y un oso polar. El más grande y difícil al que le ha hecho taxidermia es un toro de la india por el que una familia granjera de Tunja-Boyacá le pagó 18 millones de pesos y con el que se tardó un mes. Después de casi cuarenta minutos de lavar al chihuahua, dedicó las siguientes 3 horas al proceso de la taxidermia. Javier abrió el perro desde el tórax hasta la parte baja del abdomen. Con mucho cuidado, el bisturí se abrió espacio y dividió la carne de la piel, para sacar las vísceras y el resto del cuerpo, incluyendo músculos y esqueleto—proceso que no pude terminar de ver—. Para poder apartar completamente la piel del cuerpo, Javier le rompió las extremidades, tanto traseras como delanteras, la cola y la nuca. Luego de esto, la piel inició un proceso de curtimiento durante otras 3 horas, con alumbre, bórax, sal yodada y aceite de ricino, este último para darle movimiento a la piel y que no se seque ni se cuartee. Mientras el curtimiento terminaba, yo le hacía varias preguntas a Javier respecto a su profesionalismo para hacer todo lo que hacía sin problema alguno: enfrentar el olor, la sensibilidad, la sangre… ¡ni siquiera tapabocas usaba! — ¿Nunca se sintió mal las primeras veces al abrir los animales o aguantar su olor? — La verdad, no. Es algo que me ha apasionado desde muy chiquito. No me molestaba ver los animales muertos y yo siempre he sido muy curioso— respondió serio y con la mirada ida como recordando su infancia —. El olor es molesto al principio y para la sangre uso aserrín para que no se extienda y se absorba, pero ya uno se acostumbra, todo lo que tenga que ver con Biología siempre me ha apasionado. — ¿Y es viable económicamente? — le pregunté. — Para los que sabemos hacerlo de verdad, sí. Para los que sabemos darles vida, puesto que no se trata solo de los mamíferos perro y gato. Es más apasionante y provechoso con los que están próximos a extinguirse o ya están extintos. Por último, el procedimiento de taxidermia se da por finalizado al momento en que Javier toma casi los mismos ingredientes (alumbre, bórax y aromatizante) para limpiar la piel y dar un buen aroma por aproximadamente una hora y deja su piel sumergida en el químico durante toda la noche. Al siguiente día se prepara todo para iniciar con el Montaje o, en otras palabras, se arma y se le da forma al animal. — ¿Ha matado usted a algún animal para hacerle taxidermia? — Nunca. Hay casos en los que los familiares saben que un animal va a morir por enfermedad, entonces se llama al veterinario para que se encargue de la eutanasia y se tiene preparado todo, pero siempre me entregan los animales muertos. Para hacer el montaje de los animales, Javier investiga por unos minutos su hábitat y ambiente, mira fotografías de animales vivos o en este caso, la dueña del perro le enseñó una foto y le dijo exactamente qué expresión y postura quería que tuviera, de esa manera el animal tiene el objetivo que se le quiere dar: que parezca vivo y auténtico. Casi cuatro horas le tomó a Javier recrear el cuerpo de Paco. El maniquí estaba conformado por el mismo esqueleto del perro, incluyendo el cráneo ya lavado y desinfectado, y poliuretano. Se unió la piel con el maniquí, se cosió lo necesario, se le introdujeron los ojos de plásticos exactamente iguales a los de Paco y delicadamente se le dio la forma que la dueña había pedido. — ¿Cuánto tiempo máximo tiene una persona para mandar a disecar su mascota? — le pregunté mientras me percataba del gran tigre de bengala que estaba en el fondo, uno que medía 2 metros y que solía pertenecer al Circo Hermanos Gasca. — Veinticuatro horas. Si se excede de ese tiempo va a ser muy difícil que el animal quede exactamente como cuando estaba vivo, su carne y su piel estarán muy descompuestas— me responde Javier mientras me muestra algunos animales que se excedieron de tiempo— estos no se ven estéticamente perfectos. Y así era, uno era un ave, que sus ojos habían quedado muy hundidos porque su cráneo fue muy difícil de limpiar y reacomodar. El otro era un gato silvestre muy pequeño que habían encontrado muerto y al que le inyectaron formol para que aguantara algunas horas antes de llegar al taller de Javier. Eso causó que el animal se momificara y que no se le pudiera hacer ninguna sutura ni arreglo. En ese momento divisé unos zorros que solo eran piel, habían sido decomisados a unas mujeres y decidieron donarlos. Uno era utilizado como bufanda o abrigo y el otro era un bolso, solo tenía una cuerda de extremo a extremo y un cierre del tórax al inicio de la cola. A paco se le hicieron los detalles finales: la limpieza externa. Con una brocha gruesa de las que se usa en las casas para pintar las paredes, Javier le roció el mismo químico de lumbre, bórax y aceite de ricino con un poco de aromatizante para peinarlo en la dirección capilar correcta y que oliera bien. Y así fue, era un olor parecido a del líquido que se utiliza para darle brillo a la carrocería de una motocicleta o un automóvil, claro está que después de unas horas ese olor no sería el mismo. Paco vive en la casa donde nació y pasó su tiempo en vida y ahora, en muerte.
- Un reto profesional: educar desde casa
Un reto profesional: educar desde casa Gabriela Cabarcas y Paola Piraquive, Comunicación Social y Periodismo Gabriela Cabarcas y Paola Piraquive, Comunicación Social y Periodismo La realidad educativa ha cambiado y con la llegada de crisis sanitaria del Covid-19 cientos de instituciones educativas en Colombia se han adaptado a las nuevas formas de enseñar. Haz clic para acceder al contenido Ver también: La tierra del olvido Compartir
- Ni sombreros, ni gabardinas, personas normales que hacen investigacion
La vida detrás de la invisibilidad de un investigador Más allá de la pantalla Unisabana Radio Share
- El indio Rómulo, la voz de nuestra raza
El indio Rómulo, la voz de nuestra raza Laura María Miranda, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Con solo 5 años, empezó a declamar poemas y, desde ese momento, ha dedicado su vida a los escenarios, siempre con la ruana al hombro y un sombrero de tapia pisada. Lea también: Raúl Ospina Ospina, un escudero de la verdad y la palabra Compartir Foto: Foto: Laura María Miranda Esta es la historia de Rómulo Augusto Mora Sáenz, más conocido como El Indio Rómulo de Colombia. En su rostro reposan las líneas de tantos poemas y en sus ojos, el cansancio de los años. Me recibió como a una nieta, con mucha ternura y unos brazos dispuestos a abrazar muy fuerte. Dijo: “entonces, tienes una tarea” y así empezó la entrevista. ¿Cómo le gusta que le digan? - Indio, y mi familia me llama Rómulo. ¿Cómo comenzó este camino de la poesía? ¿De dónde surgió el amor por la poesía? - Comencé a declamar a los 5 años. Desde muy niño, mi voz fue muy bonita para cantar y me gustaba hacerlo. Soy nieto de un General de la Guerra de los Mil Días y sobrino de tres curas, querían que fuera cura también. Y mi mamá dijo: “¡No! No metan a ese chino en el seminario porque rompe la sotana y se vuela”. En Bogotá, mi abuelo encontró a un tipo que se llamaba “El artista colombiano”, que era el que le recogía el público a los propagandistas; él hacía chistes, muecas y cosas de esas. Cuando ya estaba lleno el lugar se lo cedía al propagandista que vendía las yerbas y jarabes. Aquel hombre también vendía poesía y canciones. Mi abuelo le compró uno de sus poemas y me lo llevó, se llamaba “José Resurrección”. Es un poema largo donde el artista dice: “Yo soy José Resurrección y mi apelativo es Ramos y estoy pa’ servirle a mis amos con toda satisfacción”. Ese fue el primer poema que me aprendí en la vida. Y nadie creía que yo, con cinco años y sin saber leer, fuera a aprender una cosa tan larga de memoria. Y me lo aprendí porque mi abuelo me lo repetía todos los días. Con ese poema, un niño de cinco años era todo un espectáculo. Y aún más por la forma en la que lo decía. Uno no podía entrar a las escuelas si no tenía 7 años. Durante esos siete años, “el niño Romulito, un pispireto todo lindo” acompañaba a su papá a darle “fueye” al órgano, pues él era el que acompañaba las misas en la basílica tocando el órgano de flauta. Mi papá lo tocaba mientras yo cantaba todas las canciones de la iglesia, como el Angelus. Así comencé, después volvió mi abuelo de una reunión de Generales en Bogotá y me llevó otro poema, ese sí que fue más bonito, “Quereme, chinita” que fue precisamente el primer poema que grabé en un LongPlay hace más de 50 años. Para ese entonces ya sabía leer y ya tenía dos poemas, ya era una cosa grande. Mi mamá viendo que esos poemas eran campesinos, me hizo mi primer traje de campesino con un remiendo en la rodilla, otro en la cola, una camisa remendada y una pañoleta. Y lo que nunca me faltaba: mi sombrero. Entré a estudiar y en el colegio siempre me subían al escenario, a cantar o a que dijera los poemas. Y así fue pasando la vida, terminó primaria en Monguí y su familia lo internó en un colegio de Tunja, pero a él eso no le agradó mucho. Se voló para Bogotá, sin conocer Bogotá. Allí conocí al artista colombiano y me pareció muy bonito lo que él hacía, pero empecé a aguantar hambre. No sabía robar, ni nada de eso. Yo era un niño muy sano y con otros chinos, dormí como 5 o 6 días en la calle, nos tapábamos con los avisos que había en las paredes. Don Rómulo recuerda muy bien ese lugar: en la esquina del teatro Ayacucho, calle 6 con 8a. Yo estaba ahí cuando una mano por detrás me agarró, era un tío mío y me dijo: “¿por qué se voló? pa’ la casa, tiene que estudiar”. A trancas y mochas, terminé el colegio y me devolví a Monguí. Con mis compañeros de primaria, Juan Gerardo y Juan de Dios, formamos un trío por mi voz. Se llamó el “trio calaveras”. De ahí me nombraron subsecretario de la alcaldía por mi letra. Recuerda que su letra fue muy bonita desde muy niño, muy gótica y elegante. “Como soy”, bromea. Habían pasado unos pocos meses y llegaron a reclutar para prestar el servicio militar, yo tenía 16 años y la edad mínima para prestarlo eran 17. Yo les dije a los demás compañeros: “yo me voy con ustedes y ¡ay! del que diga que tengo 16, le rompo la jeta”. ¿Por qué al Ejército? - Porque yo quería ser militar, me gustaba la forma de ser de ellos, rígidos, eso me pareció muy bonito. Además, mi papá había sido guardia presidencial en Bogotá y con todas las fotos de él y lo que hacía me inspiró a ser así también. Y así fue, me fui pal’ Ejército, pero yo pensé que era por ahí, Paipa, Sogamoso o Duitama y terminé en Quibdó, Chocó. Y yo ni idea de dónde quedaba eso, nos fuimos. Era un lugar muy bonito pero hacía un calor que jamás había sentido en mi vida. Un calor sofocante, bestial. Fui distinguido al mes, nuevamente por mi letra y porque yo era el cantante, el artista. Me pasaron al comando, de ahí a manejar el casino de oficiales porque yo era muy ‘pispireto’, nada me trancaba. Terminó su servicio militar y regresó a Bogotá. “Me puse a buscar poesía, a ver dónde la encontraba”. Encontré que existía todavía el doctor Julio Roberto Galindo. Busqué su dirección y llegué a su casa, y él aun poco estirado me dijo: “¿qué es lo que quieres?” y yo le respondí: “Doctor, yo declamo la poesía costumbrista y me gustaría declamar sus poemas”. Y me pidió que declamara uno en frente del él, “y le eché ‘Quereme, chinita’”. Abrió los ojos y me dijo: “¡claro!” y de una vez sacó diez poemas. Ese ha sido el regalo más grande que se me ha hecho en la vida. Y me puse muy juicioso a estudiar. Con su memoria intacta contaba que le gustaba entrar a las obras de teatro y allí él veía la naturaleza con la que se interpretaban los papeles, y en ese momento dijo: “eso es lo que seguramente me hace falta y no tengo quién me corrija”. Y así empezó estudiar teatro en la escuela Garanchacha. Yo tenía una ventaja más, porque yo ya había pisado los escenarios y ya había recibido aplausos, los otros no. Comenzamos 120 y terminamos 6, una época dura porque faltaba la comida y el vestido. Todavía existe el teatro donde estudié durante cuatro años. Álvaro Forero me ayudó mucho porque él veía que yo podía ser alguien en la vida. Fueron años muy lindos, pero también cada vez era más difícil. Por ejemplo, empezó la clase de beso, nos enseñaban cada clase de beso, cómo besar con rabia, con odio, amor o ternura. “Debías hacerlo y era muy pesado, después de la primera clase, muchos no volvieron”. ¿Qué fue lo que más le marcó de esa etapa? - Lo que aprendí ahí y las cosas que pulí me permitieron llegar a ser el primer artista en inaugurar la Televisora Nacional de Colombia. Salí con mi traje de boyacense y en esa época mi nombre artístico era el campesino boyacense, todo ‘pispireto’. El General Gustavo Rojas Pinilla dijo “doy por inaugurada la Televisora Nacional” y entré yo en compañía de un tiple y empecé “Quereme, chinita, como yo te quero…” eso fue la tapa porque no se había oído nunca a alguien decir un poema campesino con tanto amor. Eso llamó la atención del país de inmediato. Entonces la presidencia de la República, con el Doctor Carlos Lleras, me mandó a decir que tenía un espacio de media hora en la televisión. Y así fue: “la presidencia de la República presenta Romerías del Indio Rómulo” y se presentaba todos los martes a las 6 de la tarde. Después vino Pacheco, trabajamos por muchos años y empezaron a llegar las cosas grandes, entraron las telenovelas que no se grababan sino que se hacían en vivo y en directo y el que la embarró, la embarró. Fue una época lindísima porque se empezó a hablar del Campesino boyacense en todo Colombia. Ya tenía 14 poemas en la mente y también en esa época empezaron a llegarme muchos poemas de todas partes y yo sentado consagrado estudiando y trabajando. Me empezaron a contratar para los “Griles” y llenaba esa vaina y ahí surgió la idea de crear un negocio propio. Y encontré un localito en la carrera 13 con 24, abajito de la televisora y era muy bonito. Y monté mi primer negocio con decoraciones y cosas campesinas. Se llamó “El rincón del Indio Rómulo” y ahí declamaba todas las noches, tenía 4 o 5 tríos de música colombiana. La gente que iba era gente de plata y fue un éxito bestial. Yo hacía mi espectáculo a las doce pero el desfile de artistas era constante, no paraba durante toda la noche. Una noche muy especial, terminé mi espectáculo y me fui para la barra, pedí una gaseosa y miré a la puerta y allí estaba en presidente de la República, Carlos Lleras Camargo. Lo saludé y le dije a un mesero que fuera a la mesa que estaba en el rincón, allí estaban unas personas de Monguí. “Por favor, dígales que le están pegando al Indio Rómulo afuera”. Los hombres salieron al instante, me empujaron a mí y al señor presidente y le dije al Doctor Carlos, que su mesa estaba lista. Lo senté, venía en compañía del ministro Abdón Espinosa Valderrama y sus respectivas esposas. Apenas entró, el pueblo se paró a aplaudirlo y él les dijo: “Perdónenme, pero aquí no soy más que un admirador de Rómulo, déjenme ser un espectador más, como ustedes”. Y volví a hacer mi espectáculo. ¿Y el señor Presidente le pidió algún poema en específico? - No, él quería oírlos todos, porque nadie quería un poema en específico, querían oír lo nuevo. Desde entonces, hubo un revolcón grande y alguien dijo: “estuve donde el Indio Rómulo”. Y el doctor Carlos (presidente) me llama y me dice: “¿sabes una cosa? me gusta más lo que están diciendo en la prensa. Indio Rómulo me gusta más. Además, tienes que ir a otros países, me vas a representar y campesino boyacense funciona aquí en Colombia pero por fuera serás el Indio Rómulo de Colombia”. Y así comenzó mi vida internacional. Fui a México, Perú, Ecuador, España, por todos lados. Después empezó la gira por los colegios y universidades. Hacía un recital que era directamente para los jóvenes. Eso hago, inyectar colombianismo, a eso me mandó Dios y le estoy cumpliendo. ¿Dónde disfrutaba más de sus presentaciones, con los presidentes y la gente influyente del país o en la Media torta con la gente del común? - Nunca he tenido un público malo, después de que yo los cojo con uno o dos poemas, como en Santa Rosa de Viterbo no se escuchaba un zancudo y estábamos en la mitad de la plaza, hasta los negocios de al rededor bajaron el volumen y solo se escuchaba la voz del Indio Rómulo que iba penetrando en el corazón de la gente, eso es para mí el placer. ¿Cuál de todos los poemas que declama es su favorito? - No hay un poema favorito. Desde que yo lo comience es el mejor que tengo. Pero el público siempre pide ‘Invocación a Cristo’, ‘Hágame una carta’, ‘Por qué no tomo más’, cosas de esas que son fuertes. ¿Cuál es la historia de ‘Por qué no tomo más’? - Ese poema no es colombiano, es argentino, pero yo lo adapté al personaje. ¿Qué se necesita para transmitir lo que se transmite en ese poema? - Eso es poner en práctica el teatro que estudié, porque me meto en el personaje, tú viste que hago dos personajes en el mismo poema, hago de papá y de hijo que tiene 8 o 10 años. Interpretar a un niño no es fácil, las figuritas y adornos que hago permiten hacer el poema más profundo. Por ejemplo, en ‘Hágame una carta’ la historia que se cuenta es la de un campesino que baja todas las semanas al pueblo para preguntar si le ha llegado una carta para él o para su señora. Y la telegrafista, como siempre, le dice que no. El campesino al ver la situación, le dice: “sumercé hágame un favor, mi señora está esperando una carta. Hágasela usted”. Y comienza a dictarle la carta con todo lo que está sintiendo. La señora se está muriendo de pena moral, porque criaron al muchacho, se fue a la ciudad y se olvidó de los viejitos. Porque encontró el trago, el cigarrillo, las viejas y se olvidó de los viejitos que lo criaron con tanto amor. Y al final de la carta, él le dice que tranquila que ya pronto viene y por eso se tiene que poner buena para que él pueda llevárselos. Es muy lindo el poema. ¿Qué ha sido lo más difícil de la carrera? ¿Que ha tenido que sacrificar por la carrera? - Lo más inmensamente doloroso fue la perdida de mamá, fue el ser más divino, la adoré al extremo, ella me adoró hasta donde no pudo más, por eso adoro a mi mujer porque ella la comprendió en sus últimos años. La hija de un general de la Guerra de los Mil Días, hermana de tres curas, era tan amable, tan gentil. Yo le pedía a mi Dios que no se la llevara todavía, pero ya estaba en edad. Y aquí estoy.
- Nicole Regnier volvió para quedarse
Nicole Regnier volvió para quedarse María Fernanda Pacheco Méndez, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La caleña que ha pisado las canchas del Club Deportivo Atlas, Atlético de Madrid, Rayo Vallecano, América de Cali, Junior de Barranquilla y Servette FC volverá a ponerse los guayos en el Club Deportivo Equidad Seguros. Lea también: Cochise, una leyenda del ciclismo Compartir Foto: Nicole Regnier Transcurría el 2019, Nicole Regnier se dirigió a un cajero electrónico y solo encontró en su cuenta bancaria 17.000 pesos . Sentía que estaba perdida en la vida. Se había retirado del fútbol hacía unos 7 meses. Se decía a sí misma: “Dios mío, eché a la basura 24 años de mi vida. Ahora a qué me dedicaré; lo único que sé hacer es jugar fútbol”. Fue en ese momento en el que llegó Exatlón Estados Unidos, un reality show de competencias deportivas, como un salvavidas que Dios le estaba poniendo en su camino. Era una oportunidad que la llevaría a replantearse muchas cosas en su vida y, por qué no, reencontrarse con su pasión. *** 19 de agosto del 2020, el reloj marcaba las 7:16 p.m. Aquella carismática caleña alta, esbelta y de piel blanca, levemente bronceada, estaba sentada sobre un mueble de la sala de su apartamento en Bogotá y contaba con la compañía de su perrito, Figo. Su cabellera rubia caía a los costados de la cara. Tenía una gorra blanca Adidas y una chaqueta fucsia de la misma marca, la cual resaltaba su piel. No era para menos, Regnier había sido nombrada unos días atrás Atleta Adidas. Relataba cada momento de su carrera con emoción y sentimiento. —Yo creo que una de las emociones más lindas que he vivido en el fútbol ha sido ese debut—sonrió.— Lo más lindo como deportista es representar al país. Se refería al Campeonato Sudamericano Femenino Sub-17 del 2012, cuando debutó con la Selección Colombia Femenina y marcó el gol del triunfo frente a Venezuela. Entró 7 minutos antes de que finalizara el partido y la magia ocurrió en el minuto 90+2 . Su compañera Leicy Santos le filtró un pase y Nicole lo recibió para hacer una diagonal hacia adentro que pasó por entre la mitad de las piernas de la arquera y... ¡Gol de Nicole Regnier! A ese momento importante de su carrera, se le suma un sueño que nació en una casita ubicada en el barrio Calima, situado en la sucursal del cielo y la capital de la salsa, la ciudad de Cali. Nicole y su padre, Erick Regnier, veían la versión de los Juegos Olímpicos de aquel entonces. Fue en ese momento donde hicieron la promesa de que si algún día tenían la oportunidad de ir a participar, se tatuarían los aros olímpicos. “Él es el que me contó esa historia, obviamente yo era muy niña”, mencionó Regnier. Dicho y hecho, unos años después, fue una de las 18 jugadoras en hacer parte del plantel para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en el 2016. “Ese día fui con mi papá a tatuarme. Estábamos en Cali. Él lo tiene en el brazo y yo acá”—acercó su antebrazo a la cámara para mostrar su tatuaje— “Le estaba cumpliendo un sueño a mi yo chiquita”. Con los Olímpicos también llegó una gran oportunidad en su vida, jugar en el Atlético de Madrid. Eligió su sueño por encima del que tenía su padre de verla estudiar en una universidad de la Florida, lo que significaba dejar de contar con apoyo económico. “Era enfrentar a mis papás y decirles: gracias por todo, pero hasta aquí llego y ahora me voy a cumplir mi sueño. Lo que vino de ahí en adelante fue más duro que la decisión, porque hubo condiciones difíciles en España”, subrayó. —Fue una emoción increíble. Fue espectacular porque lo que siempre le he dicho, los sueños de ella son los míos — así sintió Jimena Palacio, madre de Nicole, la oportunidad que el Atlético de Madrid le ofreció a su hija. Jimena asegura que ya estaba resignada desde que Nicole escogió el camino del fútbol, una pasión que fue saliendo a la luz desde pequeña. —En una fiesta de cumpleaños, cuando ella tenía como tres años, llamaron porque ya iban a romper la piñata. Nicole estaba pateando un balón y nunca fue a la piñata— agregó. Desde los 15 años Regnier se fue de la casa, factor que le ayudó a Jimena a que, poco a poco, se acostumbrara a la ausencia de su hija. Estar en el Atlético de Madrid no era sinónimo de estar ganando mucho dinero, como cualquier persona podría imaginar. Así lo había manifestado Nicole, unos días atrás, en entrevista con la periodista Paula Pimineto, tras asegurar que inició ganando 800 €, unos 300.000 pesos en el 2014. Paula Pimiento enfatizó que, en ese entonces, Nicole estaba en la escalada de seguir creciendo como futbolista y su sueldo no era un tema de desigualdad. “Cuando llegas como un jugador no estrella tampoco es que te paguen la millonada; entras como jugador base, tienes que arrancar con un sueldo base. Yo pienso que en el fútbol existen desigualdades para hombres y para mujeres, aquí o allá. Si comparas a una Marta Viera, la jugadora de Brasil, con Neymar, sí hay diferencias. Tristemente el fútbol femenino así esté “apoyado” en unos países, la cantidad que se invierte es baja. Se tiene la creencia de que las mujeres hacen menos en la cancha”. *** La jugadora ha enfrentado varios momentos que la han formado como persona. La lesión de tibia y tobillo fue uno de esos que estuvo a punto de costarle su primera Liga Profesional Femenina con el América de Cali en el 2017, en un partido de preparación frente al club de fútbol colombiano, Cortuluá. —Yo estaba en el estadio. Ella me mandó la foto y tenía ese hueso vuelto nada—mencionó Jimena— La recuperación la hizo en mi casa y no paraba de hacer terapias; es una persona muy determinada. Decía “yo sí puedo, yo sí puedo” y el poder de la mente más la acción, puede cambiar cualquier resultado. “Una lesión llega cuando tiene que llegar. Cuando crees que sos invencible, llega Dios y pam, te da un cocacho (golpe) en la cabeza para que te acordés que no sos vos y que no te podés creer más que nadie” , dijo Nicole con un marcado acento caleño. En ese momento, valoró a su familia más que nunca. “Cuando no podés competir, es como si no valieras nada, o sea, tus amigos se olvidan…” —hizo una pausa. La razón, su perrito Figo— “¡Figo, no más!. Perdón, un accidente’’— dijo entre risas. La madre de la jugadora, Jimena Palacio, también vio ese momento como una oportunidad para que Nicole comprendiera que a veces las cosas no suceden como se habían planeado. “Yo pienso que eso la hizo más sensible a la voz de Dios”, agregó. Logró recuperarse antes del tiempo estimado, dejando a un lado cualquier pronóstico médico, no solo gracias a su disciplina, sino también a las habilidades que tiene como jugadora. “Es super ágil y se mete entre jugadores. Tiene mucha fuerza y potencia en las piernas. Además, es disciplinada con la alimentación; su rutina es vigilada por nutricionistas”, mencionó la periodista Paula Pimiento. *** En el 2019, Exatlón Estados Unidos le cambió la forma de ver todo. Allí pasó cuatro meses sin shampoo, sin desodorante y el mismo tenedor con el que comía, era el que utilizaba para peinarse el cabello. Asegura que fue una oportunidad para conocerse a sí misma y a Dios. —Tomé la decisión de ir... —soltó una risita— porque la verdad estaba muy perdida en la vida. Llevaba viviendo de ahorros un buen tiempo. Me había retirado del fútbol y me hacía falta competir. Entonces ahí fue cuando dije que si Dios me estaba poniendo ese salvavidas, era por algo. Nicole perteneció al equipo rojo, donde conoció a los futbolistas Fernando Medina, apodado ‘el venado Medina’, y Norma Palafox, a quienes consideraba como sus hermanos. Se hacían llamar el ‘Team Fut’ y eran inseparables. Todas las noches, mientras el resto del equipo dormía, salían fuera de la cabaña para hablar de una pasión que tenían en común, el fútbol. A los tres meses de la misma rutina, en una de aquellas charlas nocturnas, Nicole cuestionó su regreso a las canchas. “Les pregunté que si todavía podría jugar y ellos me dijeron que sí... que obvio. Ahí fue cuando dije: vamos a ver qué pasa cuando salga”. Cuando salió asegura que se volvió a encontrar con su pasión e inmediatamente tomó la decisión de volver al fútbol; efectivamente, lo había extrañado. Decidió dejar atrás lo que la había alejado de las canchas, ¿la razón? un tema que asegura no le gusta tocar. — Tenía entrenadores que, la verdad, eran muy inapropiados con sus comentarios vulgares; se pasaban de la raya. Decidí retirarme porque ya no aguantaba más que no simplemente me vieran como una jugadora, sino que me tiraran los perros (o le coquetearan). Pero Nicole Regnier es más que físico. La periodista Paula Pimiento se refirió al respecto: “Ella no se conforma con que le digan que tiene buen cuerpo o con que le digan que es bonita; ella se exige para ser mejor cada día. No es Messi ni Cristiano, pero juega bien. No cualquiera juega en la Selección Colombia. No cualquiera puede hacer dos pases gol con una lesión (se refería a la lesión de tibia de la jugadora)”. *** En pleno 2020, vale la pena resaltar que la jugadora no ha dejado a un lado uno de sus partidos más importantes, ser embajadora de UNICEF. También ha sido muy dedicada con sus clases de periodismo para cumplir una de sus metas cuando se retire definitivamente del fútbol, ser comentarista. Pero, sobre todo, actualmente comparte un poco de sus entrenamientos en Instagram y Twitter al ritmo de uno de sus géneros favoritos, la salsa. Porque sí, es un hecho, Nicole Regnier vuelve al fútbol y su próximo destino será la Liga Femenina de Colombia. —Estamos trabajando junto al nuevo presidente de la Dimayor, Fernando Jaramillo, para que el torneo sea sostenible y que podamos tener una Liga como se la merece el fútbol femenino en este país — dijo Nicole. Jimena, madre de Nicole, habló acerca del regreso de su hija a la cancha este año: “La siento muy feliz y eso es lo más importante. La verdad, soy honesta, yo no tenía muchas ganas de que volviera al fútbol. Sobre todo porque la Liga aquí en Colombia es un poco desorganizada, pero siempre con la esperanza de que vaya a mejorar. Ahorita está en un equipo en el que se siente muy cómoda”. El equipo en el que va a jugar Nicole era una incógnita que todos sus seguidores esperaban que la jugadora resolviera. Incluso la periodista Paula Pimiento, mientras soltaba una que otra risa, lanzó su pronóstico: “En Bogotá tenemos tres equipos; están Equidad, Santa Fe y Millonarios. A mí me pone a pensar, pero yo creería que es Equidad. No sé, igual las probabilidades están abiertas a las tres”. Sin embargo, un día después, el 28 de agosto del 2020, la entrenadora del Club Deportivo La Equidad, Sandra Salamanca, confirmó en una entrevista que le hicieron en Win Sports, canal deportivo colombiano, que Nicole Regnier sería parte de ese equipo. Sin embargo, algo que sí estaba confirmado desde un inicio es que Regnier no piensa dejar morir el sueño de esa niña que nació en Cali un 28 de febrero de 1995. La que a los 6 años se mudó a Italia con su madre y descubrió su pasión por el fútbol. La misma que a los 13 años años entró al C.D. Atlas, su primer equipo femenino, con ganas de llegar a lo más alto de la cima. La niña que tenía como ídolo a Filippo Inzaghi, exfutbolista italiano, y de la mujer que hoy tiene como ídolo al 10 del Barcelona, Lionel Messi. —Siempre vi una niña con una pasión totalmente diferente al resto de compañeritas. Captaba mucho la técnica, sobre todo el juego aéreo. Respiraba fútbol, vivía fútbol y amaba fútbol — mencionó la futbolista Carolina Pineda, fundadora y entrenadora del Club Deportivo Atlas, ubicado en Cali, Colombia. No solo lo dice Carolina, la misma Nicole reconoce que la disciplina es una de sus virtudes. Sin embargo, también coinciden en uno de los defectos que la jugadora ha identificado en sí misma, el afán. “A veces pienso tanto en la meta que se me olvida disfrutar el camino”, lamentó Regnier. —Siempre quiere más y más y, en cierta forma, eso se ha convertido en dificultad. Muchas veces más no termina siendo lo mejor —advirtió Carolina. En el vocabulario de Nicole no existe la palabra fracaso , pues esos momentos en los que no todo ha salido bien, los ve como una oportunidad para no volver a cometer los mismos errores. Entregarse al fútbol significó olvidarse de la vida normal que puede tener un adolescente, pero hoy no se arrepiente de nada. “Yo sabía que tenía el objetivo claro’’, mencionó Regnier. Y lo sigue teniendo claro hasta el día de hoy. Está dispuesta a volver a ponerse los guayos para hacer magia con sus pies en la Liga Profesional de Fútbol en su categoría femenina en Colombia.
- Sueños entre libros
Juan Camilo Rincón, escritor y cronista colombiano, es reconocido por hacer arduas investigaciones sobre la vida de Jorge Luis Borges y la literatura latinoamericana. Sueños entre libros Valentina Sánchez Gutierrez Laura Camila Nieto Céspedes Juan David Gutiérrez Molina Juan Camilo Rincón, escritor y cronista colombiano, es reconocido por hacer arduas investigaciones sobre la vida de Jorge Luis Borges y la literatura latinoamericana. Contenido completo Autor:
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