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  • La tierra del olvido

    La tierra del olvido María Fernanda Pacheco Méndez, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La cobertura de internet en el Bajo Baudó es deficiente, lo que obliga a los profesores de un colegio en el Chocó a viajar en lancha para repartir el material de trabajo en las comunidades. Lea también: Construyendo sueños entre montañas Compartir Foto: María Fernanda Pacheco Ménde Antes de la cuarentena, la lancha del Colegio Hernando Palacios salía todos los días a las 6:00 a. m desde la comunidad de Mochado a recoger al 60% de los 388 estudiantes que viven en comunidades aledañas, tales como Cabre y Puerto Bolívar. Los chicos emprendían un trayecto de 45 minutos por el río Docampadó, una suerte de serpiente ancha, larga y, por temporadas, de alto nivel, para llegar a la sede principal de su institución educativa, en Belén de Docampadó. Este colegio cuenta con diez aulas de clase, de las cuales algunas tienen goteras y grietas en las paredes. No hay batería sanitaria ni biblioteca, tampoco hay laboratorio de biología ni sala de sistemas... bueno, lo poco que quedaba se derrumbó por completo. Los estudiantes se acostumbraron a recibir sus clases en medio de las irregularidades de infraestructura. Una vez terminaban su jornada académica a la 1:00 p. m, salían corriendo directo a la lancha para emprender el mismo trayecto de 45 minutos de regreso a casa. Llegó la pandemia del covid-19 y esta rutina cambió radicalmente. Con la cuarentena, la comunidad educativa se enfrentó a otro problema que los ha perseguido durante años, la conexión a internet. Según lo informó la Secretaría de Educación del Chocó, en junio del 2020 solo el 13% del departamento tiene cobertura de internet y la mayor penetración está en Quibdó. Además, solo el 21% de los estudiantes tiene acceso a un computador una vez al mes. Sin embargo, los profesores y directivos no han dejado a un lado su labor, porque como dice el grupo musical chocoano ChocQuibTown en su canción De Donde Vengo Yo : “La cosa no es fácil, pero igual sobrevivimos [...] De tanto luchar siempre con la nuestra nos salimos”. 26 de septiembre del 2020, Belén de Docampadó- 7:00 a.m. Belén de Docampadó es un corregimiento del municipio del Bajo Baudó, en el departamento del Chocó; un departamento ubicado al noroeste de Colombia, en la región del Pacífico. Las calles son de barro y hay una iglesia en una lomita, un elemento de orientación y exaltación para sus habitantes y para quienes visitan el lugar. Además, hay un puesto de salud, que hace poco fue ocupado por un médico que llegó para atender posibles casos de coronavirus. El clima varía entre calores intensos y fuertes lluvias. Su población se caracteriza siempre por su amabilidad e inigualable acento chocoano. El colegio Hernando Palacios nació en aquel corregimiento, pero este tiene un pedacito de sí mismo en varias veredas donde se levantan sus otras sedes académicas, enfocadas en básica primaria, ubicadas en las comunidades Cabre, Puerto Bolívar, Mochado y Pie de Docampadó. Los profesores de cada sede trabajan en paralelo. Cuando el reloj está a punto de marcar las 7:00 a.m, empiezan a enviar unas guías académicas que previamente han diseñado para sus estudiantes. “Cada semana se diseñan guías pedagógicas, las cuales pasan por varios filtros. Primero, llegan a la Secretaría de Educación del Chocó y allí las revisan. Luego, se las envían al rector del colegio y, de ahí, pasan a la parte administrativa”, explicó Astrid Castaño*, quien había dejado su tierra en el 2015 y, en marzo del año en curso, regresó para ayudar con la continuidad de las clases durante la cuarentena. Por su parte, en una casita del corregimiento, Teresa Rivas*, madre soltera de 41 años, está en el comedor con sus dos hijos para acompañarlos durante la jornada escolar. Su hijo David*, de 17 años cursa grado décimo y su hija Juliana*, de 11 años, cursa sexto grado. Las guías ya les han llegado, unas son físicas; y otras, digitales, que han llegado por WhatsApp. Teresa trabaja en lo que le salga, lo que para muchos colombianos sería ‘el rebusque’. Pero cuando se queda en casa hace un gran esfuerzo por entender las guías académicas y ser de ayuda para sus hijos. Ella se sienta al lado de Juliana*, quien necesita más atención. Las dos empiezan a desarrollar una guía de Español, donde van a estudiar el concepto del adverbio y sus distintas clasificaciones. Mientras tanto, David* desarrolla una guía de Química. En esta encuentra las competencias a desarrollar, los objetivos, los desempeños, una rúbrica de evaluación y los contenidos. Al joven le corresponde aprender los tipos de reacciones químicas, el concepto de una ecuación química y su interpretación “Los tipos de reacciones inorgánicas son: Ácido-base (Neutralización), combustión, solubilización, reacciones redox y precipitación... ”, leyó el joven… Después, prosiguió a desarrollar las actividades didácticas: 1) Identifica las siguientes reacciones y clasifícalas 2) Para las siguientes ecuaciones, identifica sus miembros y escribe cómo se lee esa ecuación 3) Encuentra en la siguiente sopa de letras las siguientes palabras. A David le faltaba llevar a cabo un experimento que tenía que ir registrando con fotografías para poder enviar evidencias. Necesitaba huevos crudos, vinagre y un frasco de cristal. Él tenía que observar lo que pasaba con la cáscara del huevo, identificar la función del vinagre y reconocer la reacción química que resultó. Buscadores en internet como Google y Youtube serían de gran ayuda para la familia Rivas*, sin embargo, no todos los días pueden visitar la única caseta de internet del corregimiento y comprar un pin (código que se digita en los teléfonos) para tener acceso a la red. “El más económico cuesta 2.000 pesos, el cual garantiza una conexión de 12 horas; y el de 5.000, una de tres días. Aquí la economía es complicada, entonces a veces nos toca sin pin”, explicó Teresa. El gobernador del departamento, Ariel Palacios Calderón, afirmó que, antes de la cuarentena, se estaba realizando un trabajo con el Ministerio de Educación para disponer alrededor de 500 puntos en el departamento para mejorar la señal. “En este momento no sabemos cómo va ese contrato, porque ese es un contrato a nivel nacional”, agregó Palacios. Sede Puerto Bolívar - 9:30 a.m. Va transcurriendo la mañana y el profesor de la sede ubicada en Puerto Bolívar, Juan Osorio*, de 45 años, divide su tiempo para los cursos que tiene a cargo. Él ya ha enviado las guías a los estudiantes de los grados tercero y cuarto. Mientras que sus niños se reportan, si es que la señal se los permite, recuerda su día a día antes de la cuarentena. La sede a la que pertenece tiene cinco salones y dos docentes, incluyéndolo a él. Se desplazaban de un salón a otro para estar pendientes de todos los cursos. Ahora, durante la cuarentena, se ha capacitado para saber distribuir su tiempo entre cada grupo. Pasan los minutos y al profesor Juan* le llegan algunas preguntas. Resuelve todas las dudas de sus pequeños estudiantes, pero no corre con la suerte de que todos los niños se reporten. En esta y otras sedes, los docentes han identificado que a sus pupilos, la mayoría de 10 años, les cuesta enfocarse en los deberes académicos. Por eso, los padres son quienes les hacen llegar las evidencias del estudio, pues de ser por voluntad propia a los chicos les costaría enviar los ejercicios de las guías. El profesor, al igual que sus otros colegas, comprende que es complicado tener la atención completa de los niños, razón por la que los padres juegan un papel importante, ya que a pesar de que algunos son analfabetas, hacen el esfuerzo de dividir su tiempo entre sus trabajos -muchos de ellos se dedican a la agricultura, la pesca y la obtención de madera-, y el tiempo en casa para vigilar que sus hijos estén cumpliendo con sus deberes académicos. La bandeja de entrada del profesor no está tan llena como él lo esperaba, pero guarda la esperanza de que mañana la situación sea diferente. Recorrido por el río Docampadó, 10:00 a.m. Un grupo de profesores se dirige hacia las comunidades donde se encuentran las otras sedes del colegio Hernando Palacios. Tienen que hacer un recorrido en lancha para llevar el material de trabajo y los mercados que llegan del PAE (Programa de Alimentación Escolar) a cada uno de sus estudiantes. MinTIC emitió un comunicado el 6 de marzo del 2020, donde se informó la puesta en marcha del programa Última Milla , el cual pretendía instalar inicialmente más de 200.000 accesos a internet. Se dijo que uno de los departamentos beneficiados sería el Chocó. Hoy, lo único que está llegando a las casas de los niños son las guías de trabajo físicas. Los profesores están cansados, pero sacan fuerzas para regalar sus mejores sonrisas a los niños. Estos ángeles que se transportan por las diferentes veredas le pasan revisión a los niños que llevan horas y hasta días, sin dar algún reporte. Solucionan las inquietudes y, al terminar la jornada, se dirigen hacia la lancha para regresar a casa. Belén de Docampadó, 10: 30 a.m. Astrid* está haciendo seguimiento de la jornada escolar e identifica un caso que está relacionado a lo que le ha sucedido al profesor Juan Osorio*. Los estudiantes ya no están tan motivados con las guías. A veces los padres de familia son los que les pegan el empujoncito a sus hijos para que respondan por sus deberes. También se da cuenta de que a algunos de los estudiantes les está costando comprender las clases de matemáticas. No basta con las constantes explicaciones a través de WhatsApp o del paso a paso consignado en las guías. “Usted sabe que para entender bien un tema de matemáticas hay que practicar y practicar. Es mejor si las clases son presenciales, porque es muy difícil así como lo estamos haciendo. Además, la señal no ha colaborado mucho, pues esta se viene y se va y hay que ubicarse en lugares donde llegue un poco, así como estoy haciendo ahora mismo”, señala Astrid. Esta puede ser una causa de otro problema creciente en los últimos días: la deserción escolar. Estudiantes de octavo y noveno, algunos de 17 y 18 años, han decidido dejar a un lado sus deberes académicos y ya han informado que se van a trabajar con sus padres en agricultura y pesca. Además, Astrid sigue recibiendo comentarios de padres de familia que han dicho que sus hijos van a repetir el mismo curso, pero para el 2021, pues sienten que el aprendizaje no está siendo igual que antes. 1:00 p. m Los profesores que estaban haciendo el recorrido en lancha llegan a Belén de Docampadó y entregan un último mercado en la casa de Teresa Rivas*, el cual está conformado por tres libras de arroz, un paquete de pasta, una lata de atún, un frasco de aceite de los pequeños y media libra de azúcar. “Si me tocara comer con ese mercado bien distribuido, me estaría alcanzando para cuatro días, porque somos tres. Tendríamos que comer arroz seis días, porque a cada niño le llega un mercadito, entonces imagínese usted ahí” , agregó Teresa. En lo que va del año, los mercados han llegado tan solo cuatro veces a los hogares de cada familia. A esta hora ya todos han terminado su jornada escolar. Fue un día más de tantos que faltan. La comunidad educativa, en general, anhela volver a la presencialidad, pero, por el momento, las posibilidades son nulas. “Complicado, complicado, complicado” , así es como Astrid Castaño*, Fernando Bermúdez * y Juan Osorio* ven la reapertura del colegio y sus sedes. En cuanto a infraestructura, el gobernador mencionó que se encuentran en una etapa de diagnóstico en los colegios del departamento, un trabajo que está realizando de la mano con la secretaria de educación, Katherene Guerrero. “Vamos a invertir donde lo necesitemos. Si tenemos que construir o mejorar un centro educativo, lo vamos a hacer. Nosotros tenemos alrededor de 140.000 millones de pesos, a pesar de que las regalías han bajado sustancialmente”, concluyó el gobernador. La comunidad tiene claro que hay que volver solo si se arreglan las instalaciones para la seguridad de todos y, sobre todo, cuando les permitan tener un mejor acceso a agua potable. Porque si antes no había agua ni para tomar, ¿cómo se pretende ahora tenerla para cumplir con los protocolos de bioseguridad? Según un informe del DANE del 2020, la cobertura de acueducto solo llega al 28,5% del Chocó. Hasta el momento, la comunidad educativa del colegio Hernando Palacios sigue sufriendo por la falta de agua. Por el momento, los profesores y estudiantes seguirán llevando a cabo las clases con lo poco que tienen. Los padres de familia seguirán involucrados en los asuntos de sus hijos y, a la vez, continuarán con sus trabajos en agricultura, pesca y obtención de madera para llevar sustento a sus hogares y, sobre todo, para comprar los pines que permiten que sus hijos accedan a internet. Todos guardan la esperanza de que, al abrir una llave, el agua no salga sucia. Tienen la esperanza de que les llegue un acceso a internet estable. Anhelan dejar de ser la tierra del olvido y que, un día no muy lejano, las promesas del gobierno por fin se vean materializadas. *Los nombres de las fuentes testimoniales fueron cambiados por razones de seguridad.

  • Presión de oro

    Presión de oro Ana María Gómez Ruano, estudiante de Comunicación Social y Periodismo Fecha: La disciplina de los deportistas rusos los ha posicionado como competidores vigorosos. En la batalla por estar bajo el reflector y recibir una ovación, son capaces de llegar a las últimas instancias para conseguirlo. Lea también: Héroes apócrifos Compartir Foto: El caso de dopaje en la patinadora rusa de quince años, Kamila Valieva, ha despertado críticas en el mundo deportivo. La indignación no se hizo esperar. La opinión pública pedía que se le desclasificara por someterse a esta deshonesta práctica. Los medios se convirtieron en jueces. Señalaron a la entrenadora por permitir (y se le acusó de patrocinar) que una niña fuera expuesta a sustancias químicas. Cuestionaron al Comité Olímpico por no ejercer sanciones estrictas. Criticaron a la patinadora por doparse a tan corta edad; pero, ¿por qué condenan esto como un hecho aislado en vez de analizar el problema de raíz? Rusia, históricamente, no ha sido una competidora justa. En los Juegos Olímpicos de Invierno, Sochi 2014, la emisora alemana ARD emitió el documental “Dossier secreto dopaje: cómo fabrica Rusia a sus campeones”, donde denunció el proceso sistemático de los atletas de este país y el encubrimiento de las autoridades a los controles. Tras las acusaciones, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) inició una investigación en 2015, y en noviembre de ese año, se la acusó como culpable. En 2016, el exdirector del Centro Antidopaje de Moscú, Gregory Rodchenkov, quien había huido a Nueva York con copias del disco duro del ordenador central del laboratorio, reveló al 'New York Times' que 15 medallistas rusos estaban dopados y que el Comité para la Seguridad del Estado Ruso colaboró con ellos cambiando los análisis de los deportistas. Esto planteó un hecho sin precedentes: el gobierno promovía a que sus propios ciudadanos quebrantaran políticas internacionales con propósito de cumplir las expectativas que ellos mismos imponían. Los datos marcaban como sospechosas 578 muestras de orina de 298 deportistas diferentes. Para validar si los resultados eran positivos, se le pidió al laboratorio la documentación informática que acompañaba cada análisis, y que pudiera señalar presencia de sustancias prohibidas. En consecuencia, al año siguiente, se sancionó al Comité Olímpico Ruso. Sin embargo, se estableció que los deportistas que no hubieran estado involucrados y salieran negativos a la prueba de doping podían competir en Pyeongchang 2018 bajo una bandera neutral. Debido a las investigaciones, la AMA viajó a la capital rusa en el otoño de 2018 y en enero de 2019, encontraron 2.262 muestras de orina como materia prima de investigación . Cuando comenzaron a analizarlos, comprobaron la existencia de manipulaciones informáticas para intentar borrar datos: se cambiaron fechas e introdujeron pruebas falsas, lo que impidió comprobar los casos sospechosos de dopaje. Esto ratificó cómo al país no le importaba saltarse las normas y pasar por encima del bienestar de sus atletas para garantizar el éxito. Este comportamiento de Rusia, una de las naciones más importantes deportiva y socialmente, solo puede ser descrito como vergonzoso y decepcionante, y reafirma la idea de que esta federación no puede ser considerada como un "ejemplo a seguir". Ante este escándalo, en diciembre de 2019, la AMA puso una fuerte sanción contra el país, dejándolo fuera de todas las competiciones internacionales durante cuatro años. En este mismo período, los dirigentes rusos tampoco podrían formar parte de ningún órgano directivo del deporte mundial, ni acoger la organización de campeonatos mundiales deportivos. Fue así como los Juegos de Tokio 2020, y posteriormente los de Beijing 2022, fueron inusuales. No solo por el aplazamiento de las justas deportivas, sino porque estos se convirtieron en los primeros juegos de verano, desde 1984, cuando se produjo un boicot soviético, en los que no estuvo presente Rusia, al menos de forma oficial. Los atletas no portaron su bandera nacional, sino una blanca con una antorcha con los colores rusos. El himno Patrioticheskaya Pesnya fue reemplazado por el concierto para piano N. °1 de Tchaikovsky. Varios deportistas expresaron su descontento con la medida pues consideraban que afecta su sentimiento de patriotismo porque no sentían la misma emoción al representar a su país, incluso si este era deshonesto. Más allá de discutir si la patinadora de 15 años empleó el dopaje para mejorar su rendimiento físico, el foco debería recaer en la presión que ejercen tanto el Comité Olímpico Ruso, como el Kremlin en los atletas. Observamos cómo esta historia se repite. Si bien se esperaba que la penalización redujera los casos, o al menos hiciera que Rusia reflexionara sobre ellos, vemos cómo esta práctica sistemática continúa, y parece que aún nos acompañará por varios años. Mientras la polémica participación de Kamila Valieva ha llegado a su final, la presión de obtener el primer lugar continuará ¿Hasta cuándo seguirá esta guerra para demostrar la superioridad?, ¿cuál es el límite entre exigirles a los deportistas y tratarlos como máquinas?, ¿cuándo entenderán los rusos que, en vez de posicionarse como poderosos y respetables, se exponen como tramposos e incapaces de ganar por sí mismos? El deseo de ganar, en vez de situarlos en lo más alto, les está costando su credibilidad.

  • ¿Cómo vamos en educación virtual?

    ¿Cómo vamos en educación virtual? Tatiana Sarria Fernández, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La conectividad sigue siendo un gran obstáculo para las instituciones educativas, por falta de presencia del Estado en algunas regiones del país. Lea también: La tierra del olvido Compartir Foto: de Keira Burton en Pexels Alexandra Fuenmayor ha dedicado gran parte de su vida a la educación. Lleva 25 años ejerciendo como docente, de los cuales los primeros diez trabajó en el sector privado. En la actualidad enseña en el grado primero de primaria, en una institución oficial de Terrón Colorado, un barrio ubicado a las afueras de Cali, Valle del Cauca. “Siempre le había pedido a Dios que me colocara en un lugar donde la gente en verdad me necesitara”, explica. Siempre con dedicación y amor trata de enseñar y motivar a sus estudiantes a salir adelante ante las adversidades que en muchos casos parecen difíciles, pero no imposibles. Para miles de profesores, la pandemia del covid-19 fue una verdadera sorpresa, pero en la institución en la que trabaja Alexandra Fuenmayor, los directivos y profesores días antes se adelantaron a la situación. Elaboraron guías y por medio de encuestas indagaron cuál era la situación en la que se encontraban sus alumnos, para no interrumpir los procesos de educación que ya llevaban los niños. El 23 de marzo del 2020, el gobierno expidió el decreto 457 de 2020, en el cual imponía el aislamiento preventivo obligatorio en el país y las medidas que debían ser seguidas por los ciudadanos para evitar el contagio. Pero incluso días antes, el sector de educación detenía las actividades presenciales en la gran mayoría de instituciones, tanto públicas como privadas del territorio, por medio de la circular N°021 emitida por el Ministerio de Educación, el 17 de marzo, en la cual decretaba el trabajo académico desde casa y de forma remota, dando pie a una nueva realidad llena de incertidumbre y angustia para los estudiantes y educadores. Los desafíos de la virtualidad Las clases se trasladaron a las nuevas aulas digitales, Zoom, Google Meets, correos y en otros casos, WhatsApp. Pero estas nuevas plataformas no son tan sencillas de utilizar como parecen y más en un país donde son pocos los que cuentan con el privilegio de tener conexión a Internet. Según un estudio del Laboratorio de Economía de la Educación, en Colombia el 96% de los municipios tienen problemas de conectividad , es decir, que más de la mitad de estudiantes de bachillerato y primaria no pueden acceder a herramientas digitales ni a internet. El salón de clase de Alexandra cuenta con 22 alumnos, de los cuales solo 2 poseen un computador en casa, aproximadamente la mitad de los niños cuentan con servicio de Internet, pero solo disponen del celular de sus padres que pueden utilizar en las noches o fines de semana cuando sus familiares no se encuentran laborando. Hay algunos que no cuentan con la misma fortuna y en muchas ocasiones deben destinar dinero del día a día por unos cuantos minutos de aprendizaje y conocimiento en algún café internet o por medio de unas cuantas recargas de Internet para el celular. Para Celmira Flores, quien se desempeña como docente desde hace 39 años, uno de los mayores retos que han tenido que enfrentar es el manejo de las plataformas digitales. “Uno a esta edad no sabe manejar muy las herramientas TIC”, expresa. Si no se utilizan las nuevas tecnologías de la forma adecuada se pueden generar retrocesos en las actividades y aprendizajes de los niños. “Hay que tener mucha paciencia con los estudiantes y brindar constante apoyo para que continúen”, dice. “Ha habido muchos retos, el primero poder mantener todos los estudiantes conectados en las actividades, porque muchos padres de familia presentan dificultades económicas y de conexión; otro es poder motivar a los estudiantes para que no pierdan la energía”, explica Luis Carlos Obregón, docente de básica primaria desde hace más de 10 años en las zonas rurales en un municipio del Valle del Cauca. Los altos y bajos Algunos también creen que esta situación puede generar cambios positivos en el sistema de educación. Así lo expresa Mónica López, gerente académica de la Red Nacional Académica de Tecnología Avanzada (RENATA), quien por medio de esta organización brinda recursos y plataformas tecnológicas a diversos centros educativos del país para fomentar la investigación y la enseñanza. La implementación de estos nuevos recursos lograría mayor número de oportunidades para el acceso a la educación. “Yo creo que en las situaciones de presión uno puede generar mejores resultados”, indica López. La virtualidad simplificó los tiempos de estudio y trabajo, brindó la comodidad de laborar desde el hogar. Esto era lo que creía en un principio Alexandra, quien acostumbraba a levantarse a las 4 de la mañana y atravesaba toda la ciudad para comenzar su jornada junto con sus alumnos . Ella ya no cuenta con un horario fijo, en el día se dedica a elaborar y enviar guías de estudio, resolver las dudas de sus estudiantes a través de WhatsApp y asistir al sin fin de charlas que organiza la Secretaría de Educación para capacitar a sus docentes. Sin embargo, la calidad de la formación no solo se basa en las herramientas, recursos e infraestructura que posee una institución. César Vega, investigador junior del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE), considera que otro factor clave para garantizar una buena educación y romper la desigualdad social es por medio de la capacitación de docentes. “Para reducir las brechas es necesario tener capital humano que esté mejor capacitado y preparado, algo que se debe tener en cuenta tanto en la pandemia y después de esta”, expresa. Las grietas del sistema “Se va a crear un hueco en la formación de estudiantes, van a llegar menos capacitados y van a tener menos posibilidades de pasar las pruebas de estado y llegar a la universidad”, admite Jorge Iván Henao, coordinador regional del proyecto de plan de escritura y lectura de CERLALC (Centro Latinoamericano para la promoción del libro en América Latina y el Caribe) y quien trabaja de la mano con el Ministerio de Educación. Según la UNESCO, antes de la cuarenta, en países con ingresos bajos o medios, el 53% de los niños tenía un bajo nivel de escolarización y aprendizaje , lo cual con la llegada del covid-19, se podría incrementar. Rennier Ligarretto, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Javeriana, manifiesta que la situación refleja: “una falta histórica de inversión sostenida y la poca relevancia que tiene la educación para los gobiernos de turno , la conectividad debe ser un derecho en la era digital”. Las entidades públicas realizan encuestas, informes y formularios con el fin de saber las necesidades de los niños y buscar soluciones, pero al final son los docentes los que terminan diseñando estrategias para evitar que los alumnos se retiren y continúen en sus procesos de aprendizaje . “A Colombia le falta mucho, los niños están en un desnivel para poder acceder a las herramientas y medios de educación”, explica Alexandra Fuenmayor. Ausencia en las aulas Otro de los grandes problemas a los que se enfrenta el país en cuanto a este tema es incrementar la tasa de deserción estudiantil. Según un informe del LEE, la tasa de deserción escolar anual en Colombia es de 3% y la de repitencia es de 2%. En el país ya se presentan más de 10.000 casos de deserción en algunas de las principales capitales. En Medellín la Secretaría de Educación calcula que existen más de 8.200 estudiantes que han abandonado las clases . En Barranquilla se reportaron otros 5.000 alumnos que no han vuelto a conectarse durante estos meses. En Cali, la secretaría ha registrado cómo ha disminuido el número de matrículas para las instituciones oficiales que son calendario B. La situación actual está generando nuevas brechas, ya no solo entre los colegios públicos y privados, sino también dentro de las mismas instituciones oficiales, entre los estudiantes que tienen acceso a internet y entre los que no. “El gobierno se debe preocupar de los recursos para fortalecer la educación, y para estar preparados para cualquier situación”, afirma Henao. Un largo camino El Ministerio de las TIC (MinTIC) y el Ministerio de Educación (MEN), han venido trabajando en estos últimos meses en estrategias que permitan garantizar la educación y conexión de miles de niños en Colombia. Han puesto en marcha el Plan Ejecutando y Conectando, por el cual se han instalado zonas digitales en 99 municipios de 19 departamentos, que permiten ingresar de forma gratuita a internet por medio de diversos dispositivos como tabletas, celulares y computadores. Además, ha logrado entregar 89.000 equipos en 1130 sedes educativas y otros proyectos más , con el fin de generar mayor conectividad y ayudar al MEN a cumplir los retos de la educación virtual en la actualidad. Para las entidades gubernamentales ha significado un verdadero desafío garantizar los materiales y la conexión en las diversas regiones por la compleja geografía del país. El viceministro de conectividad, Iván Mantilla, manifestó: “Se ha trabajado para que sin importar lo distante del territorio o su difícil acceso, podamos llegar con servicios de telecomunicaciones a sitios como la isla de Malpelo, los cayos ubicados en el archipiélago de San Andrés, Tarapacá en Amazonas o Bahía Honda en La Guajira, buscando siempre beneficiar a la mayor cantidad de comunidades rurales”. Entre tanto, abrumada, Alexandra en las noches no deja de pensar en si sus alumnos entendieron y lograron realizar las actividades, intenta idear nuevas formas de recaudar dinero y celulares para que sus estudiantes puedan conectarse. Además, imagina y anhela el momento en el que pueda otra vez reencontrarse y compartir con sus niños en los salones. “Extraño poder ver a los niños, poder reírme con ellos, disgustarme con lo que hacen y llamarles la atención”, dice, reflejando en su voz un gran sentimiento de nostalgia. Cada día, tanto profesores como alumnos, ansían con volver a la presencialidad, ya que, a pesar de que el gobierno está tomando medidas para garantizar educación a la mayoría de la población, para romper la desigualdad y garantizar educación de calidad que llegue a todos los rincones del país, aun queda un largo camino por recorrer.

  • ¿Genialidad o autoplagio?

    ¿Genialidad o autoplagio? David Santiago Medina Fecha: Las apariencias y concepciones son más amplias de lo que se cree. Lea también: Sesgados Compartir Foto: Norbert Kundrak de Pexels Recuerdo muchas veces en que se me ocurría una idea o un argumento que resultaba ser el correcto para la situación en la que se necesitaba una solución. A esa ocurrencia la llamaba “brillantez”, y me sentía muy orgulloso de mí mismo, me sentía un genio, a veces incluso un superdotado por dar con la solución correcta para un problema o la mejor respuesta para preguntas sobre diversos campos del conocimiento, todo gracias a mi mente maravillosa y “prodigiosa” (sé lo que están pensando, “pobre niño egoísta e ingenuo”). El tiempo siguió su curso y mis ínfulas crecieron, pero la sencillez es lo que separa a las personas orgullosas de las correctas. Podrán imaginar mi sorpresa cuando en bachillerato me enseñaron a consultar e investigar fuentes verídicas y me di cuenta de que alguien ya había pensado exactamente lo mismo que yo. Y así, golpe tras golpe de realidad, mis murallas ególatras y narcisistas fueron cayendo, piedra por piedra, mi convencimiento, de ser un prodigio intelectual con tan solo 16 años, quedó ahí. ¿Por qué tiene que ser así? Llevaba años matándome la cabeza para hallar una respuesta. Me gradué del colegio y mi incesante pregunta comenzó a aplacarse cuando llegué a la universidad. ¿Cuál puede ser la diferencia entre la educación básica secundaria y la superior? Que la superior realmente nos enseña cómo funciona el mundo que nos rodea. En la universidad terminé de disipar esa duda en la clase de teorías de la comunicación. ¡Sabía que había una respuesta coherente para esta clase de cosas! Bendita la psicología y la neurociencia. Creo que difícilmente habría dado con la criptomnesia si no fuera por la carrera que estudio. La criptomnesia explica esta clase de fenómenos, también conocida como el “autoplagio”, porque nos hace creer en cosas que “no pasaron” cuando realmente sí pasaron, pero no nos acordamos del tránsito por la memoria inconsciente. El psicólogo Adrián Triglia explica que este es un fenómeno difícil de entender “para alguien que crea que nuestra propia memoria no tiene ningún secreto para nosotros porque, al ser súbdita de las órdenes de nuestra consciencia, no puede regirse por normas demasiado caprichosas o ajenas a nuestra voluntad”. Incluso nuestra mente burla la lógica para mostrarnos un mundo de posibilidades a raíz de memorias que no percibimos con toda nuestra atención. Triglia pone ejemplos como los de las canciones. Afirma que “estos casos son muy frustrantes para la gente que no sabe cómo plasmar la música en pentagramas y ni siquiera tiene a mano los medios necesarios para registrar el sonido de la nueva composición”. Lo que parece un destello de genialidad se reduce a “una versión sobrecargada e innecesariamente larga de la musiquilla que suena en un anuncio de champú”, complementa. Saber sobre la posibilidad del autoengaño motiva a otra pregunta: ¿El mundo ya se nos fue entregado "libreteado"? Hasta donde se conoce, sí; pero rápidamente viene a mí una frase que fácilmente puede ser el “credo” de la filosofía: “el conocimiento es infinito”, la historia se escribe cada día de la existencia y lo seguirá haciendo hasta el fin del mundo, incluso después, la existencia misma seguirá sin nosotros. Por lo tanto, no podemos dejar que el conocimiento que ya poseemos nos limite a buscar más. Sin embargo, una persona que sobrepiensa, como yo, genera una pregunta tras otra. Así que surge una nueva: ¿Voy por el buen camino? ¿Para llegar a dónde? ¿A la intelectualidad?, ¿a la plenitud?, ¿a la paz interna? Se supone que iba a ser solo una pregunta, pero creo que ya me entienden a qué me refiero con sobrepensar. ¿Y las respuestas? No lo sé y tampoco sé si algún día lo sabré, si alguien más lo sabe. Pero, por algo vivimos en comunidad, por algo nadie lo sabe todo. Pero todos sabemos algo.

  • Rastros sin rostros: hilos de violencia entre Israel y Palestina

    Rastros sin rostros: hilos de violencia entre Israel y Palestina Juana Castillo, David Barrero, Valentina Gutierrez, Maria José Montoya y Susana Ribero. Juana Castillo, David Barrero, Valentina Gutierrez, Maria José Montoya y Susana Ribero. En el Museo de Arte Moderno de Bogotá se presenta la exposición “Catástrofe” del artista israelí Dor Guez. En ella, representa la historia de su familia en la guerra entre Palestina e Israel. Haz clic para acceder al contenido Ver también: Empatía: la lucha por desterrar al olvido Compartir

  • Ni sombreros, ni gabardinas, personas normales que hacen investigacion

    La vida detrás de la invisibilidad de un investigador  Zoophia Unisabana Radio Share

  • Educación bajo el sol

    Educación bajo el sol Mariana Serrano Pérez, Paula Andrea Rubio Romero, Hilary Jiménez Peraza, Juan Diego Ibarbo Rocha y David Santiago Abril Bernal Entre las rancherías de La Guajira, la inequidad que existe con las mujeres Wayuú quiere ser frenada mediante un mejor accesso a la educación. Motivadas por casos de éxito como el de la escritora Vicenta Siosi, son cada vez más las jóvenes que migran a Riohacha para buscar autonomía, lo que implica apropiar su cultura y adaptarla a un pensamiento feminista. Ver también: Dar vida después de la muerte Compartir

  • Profesionalización de la lengua de señas: una urgencia en Colombia

    Profesionalización de la lengua de señas: una urgencia en Colombia Alejandra Bello, estudiante de Comunicación Social y Periodismo Fecha: El acceso a la educación para la comunidad sorda implica bastantes retos para el Ministerio de Educación. Profesionalizar el idioma de los sordos debe ser una prioridad del Gobierno Nacional, según expertos. Lea también: Las barreras para las personas sordas en Bogotá Compartir Foto: Unsplash En Colombia, la lengua de señas fue reconocida como idioma de la comunidad sorda por medio de la Ley 324 de 1996 y, aún con su regulación, la educación para quienes pertenecen a ella se hace compleja por las brechas discriminatorias existentes en la sociedad. Por esta razón, algunos expertos demandan del Ministerio de Educación que profesionalice este idioma y aumente la oferta académica para docentes e intérpretes con el objetivo de prepararlos para educar y alfabetizar a las personas sordas, propendiendo por una verdadera inclusión. En Colombia, la Ley 1618 de 2013 y el decreto 1421 de 2017 adoptaron acciones afirmativas y ajustes razonables para reducir la discriminación en el marco de la reglamentación de la educación inclusiva para las personas con discapacidad auditiva, pero aún no se ha legislado sobre su profesionalización. Según el Instituto Nacional para Sordos (INSOR), del total de personas que tienen una discapacidad auditiva el 1.20% acceden a educación preescolar, el 17.8% a educación básica, el 0.61% a estudios técnicos o tecnológicos, el 0.73% a estudios universitarios y el 12.6% es analfabeta, lo cual es preocupante en términos de derechos fundamentales e inclusión para la comunidad sorda. Según Natalia Rangel, encargada de atención al ciudadano del INSOR, entidad adscrita al Ministerio de Educación, “en Colombia, se conoció el idioma de la comunidad sorda como lengua de señas en el año 1996 con la Ley general de educación de 1994; 26 años después solo 40 colegios cuentan con oferta bilingüe y bicultural y, solo tres universidades tienen una oferta de profesionalización de la lengua de señas: la Universidad de Antioquia, Universidad del Valle y la Universidad del Bosque”. La lengua de señas hace parte de un sistema de signos lingüísticos con significado; es un código especial de comunicación que requiere su conocimiento mediante la intermediación lingüística, por esto, referirse a esta como “lenguaje de señas” es un error muy común. El lenguaje es la capacidad que tiene cualquier ser humano de expresarse y comunicarse, mientras que la lengua de señas es viso gestual, es decir, se entiende como una herramienta lingüística usada por las personas sordas para comunicarse con mayor facilidad mediante señas y gestos. Así pues, Johana Balaguera, administradora de empresas, con magister en administración de empresas y trabajadora con discapacidad auditiva, comenta lo siguiente: “Es necesario aumentar los esfuerzos para el acceso a la educación de la comunidad sorda. Yo me gradué de la Universidad, pero fue muy difícil. A veces los profesores no sabían cómo abordar ciertos temas conmigo y me tocaba contratar intérpretes para poder entender. Nosotros necesitamos que existan proyectos reales que propendan por las garantías de nuestra educación. Lo mejor es profesionalizar la lengua de señas y crear una mejor oferta académica”, aseveró. Sonaida Sarmiento afronta una situación similar a la de Johana. Ella es la madre de Gabriel Rodríguez, un niño de 12 años que nació con discapacidad auditiva y a quien, a los 3 años, le pusieron un implante coclear. Él estudia en el colegio La Inmaculada, una institución ubicada en el municipio de Chía y que desde hace algunos años le ha venido apostando a la inclusión educativa. “Él a veces confunde las palabras, las escucha de una manera, pero cuando quiere escribirlas le cuesta. Si yo, que soy su mamá, a veces no le entiendo, imagínate los educadores. Él, muchas veces necesita poder comunicarse de otra manera, pero los maestros no están en la capacidad de entenderlo, no porque no quieran sino porque a ellos en la universidad no les enseñan. Yo pienso que es importante que ellos tengan la habilidad de comunicarse en lengua de señas porque en algún punto mi hijo lo va a necesitar”, contó Sonaida. Así mismo, la Hermana Nidia Arguello, rectora del Colegio La Inmaculada asegura: “Creo que aprender lengua de señas en un ámbito académico es un paso gigantesco para promover la inclusión. El objetivo es poder darles una educación de calidad y enseñarles a evitar la segregación en contextos cotidianos de la sociedad. No obstante, el problema radica en la malla curricular de los docentes. En las universidades, cuando estudiamos una licenciatura, no nos enseñan a tratar con este tipo de niños y eso retrasa y dificulta la tarea de la inclusión”. Además, la hermana fue enfática al decir que el Ministerio de Educación debe “ponerse la camiseta” y, en alianza con diversas entidades y fundaciones expertas en el tema, cambiar la malla curricular en los colegios y empezar a enseñar la lengua de señas a los profesores, alumnos y directivos de las instituciones. A pesar de todo esto, hay una buena noticia: las universidades y el Ministerio de Tecnologías de la Información han desarrollado proyectos encaminados a la mejora de la educación de esta comunidad. Por ejemplo, la Universidad Minuto de Dios presentó un proyecto liderado por el profesor Alexander Tobar al que llamó “Sistema para interpretación en tiempo real de voz en un idioma determinado hacía la lengua de señas”. Este sistema cuenta con un método de decodificación de la voz que es interpretada en lengua de señas y presentada con un avatar que puede ser proyectado en cualquier tipo de dispositivo digital de visualización. Por su parte, el Gobierno Nacional anunció, en enero de 2021, que seguirá prestando los servicios del Centro de Relevo, programa que permite la comunicación bidireccional entre personas sordas y oyentes, a través de una plataforma tecnológica que cuenta con el servicio de interpretación en lengua de señas colombiana. Así mismo, la Universidad de La Sabana, desde el Centro Internacional de Lenguas y Culturas Extranjeras, busca generar y poner en práctica nuevos proyectos en pro de la inclusión. Catalina Cuervo, directora de innovación del Centro, afirmó: “La Universidad tiene muchos proyectos en materia de idiomas para los estudiantes. Sin embargo, sería interesante conocer los programas de enseñanza de lengua de señas y, eventualmente, poder ofrecerlo dentro de la oferta académica de lenguas que tenemos en la Institución”. Así pues, la solución no radica en poner a personas con cualquier tipo de discapacidad en un mismo lugar y alegar inclusión . El objetivo debe ir encaminado a crear alianzas entre instituciones y apostarle a planes de educación los que cada persona con discapacidad sea instruida de acuerdo con su necesidad.

  • El Gigante de Caño Jabón

    El Gigante de Caño Jabón Santiago Velásquez, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Camilo Salazar tenía un almacén de víveres y un depósito de gasolina; en el sótano del almacén facilitaba el narcotráfico en el suroriente del Meta, y en el depósito de gasolina fueron incineradas 27 personas por obra de paramilitares. Lea también: Federico Ríos, el fotógrafo de la realidad de Colombia Compartir Foto: Andrés, hijo de Camilo ya fallecido, sosteniento el ala de la avioneta en que Carlos se transportaba al aeropuerto Vanguardia en Villavicencio para reunirse con la policía antinarcóticos y con sus socios. En Suesca, Cundinamarca, era un joven acomodado que se preguntaba qué habría más allá de su pueblo y los lujos con los que creció; en Puerto Alvira, Meta, era dueño de un almacén que se convirtió en el foco de las negociaciones narcotraficantes en el periodo de invasión de las hoy extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en la zona entre el río Meta y el río Guaviare. “Siempre fue diferente en todo”, cuenta la hija de Camilo Arturo Salazar*, recordando su llegada a finales de los 80 a un caserío que se conoce oficialmente como Puerto Alvira, pero que en aquel entonces sus habitantes llamaban Caño Jabón. Camilo abandonó su vida en Cundinamarca, departamento en que se encuentra la capital del país, y se mudó a Castillo, Meta, un departamento al sur del Bogotá, en donde conoció a Rosa*, quien para ese entonces estaba comprometida con otro hombre. Se fugó con ella a Villavicencio y allí formó una familia que mantuvo con un negocio de electrodomésticos. Sin embargo, no le bastó, quería más dinero y necesitaba irse lejos. Uno de sus conocidos le habló de la posibilidad de abrir un negocio sin competidores en una vereda en medio de la selva llanera, a pocos kilómetros del casco urbano de Mapiripán. No cualquiera aceptaría una oferta tan exótica como aquella; sí era un hombre diferente, pero dada la naturaleza de los eventos que le sucedieron a esa decisión, se podría decir que “nunca le importó qué pensaran de él”, como también advirtió su hija Daniela*, quien hoy tiene 43 años y es dueña de una microempresa de agua embotellada. Cruzó la selva durante varios días con su esposa e hijos, por una carretera que en aquella época era todo menos una carretera. Camilo se instaló en Caño Jabón, cuando todavía no habían llegado más que un pequeño puñado de personas al pueblo. Años antes, allí no habitaba nadie que no fuera un indígena Guahibo, por lo que se encontraron en un nuevo asentamiento plagado de familias provenientes de todo el país; eran muy pocos los oriundos del Meta. Según la exesposa e hijos de Camilo, los cultivos de coca en tierras de la comunidad Guahiba eran una mina de oro que hasta entonces no había sido explotada; los visitantes negociaban la coca con los indígenas o les compraban las tierras, y construían sus propios laboratorios en medio de la selva para procesar la hoja y producir el polvillo blanco que durante años permitió el crecimiento económico y poblacional no solo de Caño Jabón, sino de muchos otros pueblos aledaños a Mapiripán, como Tillavá, El Mielón y El Pororio. Camilo no desaprovechó la oportunidad, “llegó a aventurar, no le importaban las experiencias buenas o malas”, relata su hijo Alejandro*, que ahora trabaja como técnico en supervisión de pozos de petróleo en el Llano colombiano. Caño Jabón no contaba con alcantarillado, mucho menos contaba con almacenes y un comercio fuerte que supliera las necesidades de sus casi 50 habitantes. “Vendíamos víveres, cerveza al por mayor, gaseosa al por mayor y gasolina. Los depósitos eran nuestros y nos generaban dinero”, expresa su exesposa, Rosa, de 66 años. ‘El Gigante’, el gran almacén de la vereda, poco a poco le dio a Camilo reconocimiento en la comunidad. Lo apodaron ‘Camilo Gigante’, haciendo alusión a su negocio, como chiste sarcástico a su corta estatura y como señal de respeto por el poder que poco a poco fue adquiriendo en la zona. ‘El Gigante’ le permitió construir ‘Agro Alvira’, un pequeño mercado en donde vendía productos agrícolas y tenía un depósito de gasolina que facilitaba el transporte por el río Guaviare, que años más tarde las Autodefensas Unidas de Colombia, un grupo armado de ultraderecha, harían explotar con casi la mitad de los habitantes del pueblo adentro, no sin antes degollar a algunos en el parque principal. “Él veía negocio donde nadie más lo veía, se inventaba cualquier cosa”, repite Daniela constantemente, con nostalgia y admiración. Era creativo, empático y sagaz, las oportunidades ocultas aparecían ante él como si alumbraran en la oscuridad. ‘El Gigante’ estaba al borde del río Guaviare y Camilo tuvo una idea que lo haría el hombre más rico de Caño Jabón: construyó un sótano en el almacén que al mismo tiempo funcionaba como puerto, al que llegaban en lancha los terratenientes y productores de cocaína de las veredas cercanas a Mapiripán. Allí se reunían y Camilo les compraba la mercancía luego de pesarla, establecer el precio y probar su calidad. La carga se mantenía fresca y seca en su sótano. Días más tarde, llegaban miembros de carteles de droga, desde departamentos como Antioquia y Valle Del Cauca. “Llegaban 3 o 4 avionetas, con 8 o 10 tipos que mi papá invitaba a la casa. Se reunían en ese sótano y mi papá les vendía la cocaína”, recuerda su hija. Llenaban de droga las avionetas en que habían llegado y festejaban toda la noche con prostitutas y aguardiente; a la mañana siguiente se iban. Todo estaba arreglado: los pilotos, la policía antinarcóticos, el ejército de Puerto Alvira y los filtros cuando los compradores regresaban con el cargamento al aeropuerto Vanguardia en Villavicencio. “Todo mundo estaba untado”, afirman los miembros de su familia cuando recuerdan el negocio. La fuerza pública reconocía a Caño Jabón como un caserío cocalero. El 14 de febrero de 1997, un comando policial destruyó un complejo dotado para la producción de esta droga; en el lugar se encontraron una tonelada y 200 kilos de cocaína pura. ¿Como padre de 4 hijos, esposo y líder de su comunidad, llegó a sentirse culpable por su negocio con la cocaína? No, para él lo único que tenía de ilegal era ver el noticiero en las tardes y escuchar cómo los presentadores afirmaban que el Estado luchaba arduamente contra el narcotráfico y la violencia que el negocio acarreaba. El contraste entre lo que veía en pantalla y lo que veía en Caño Jabón era suficiente como para que su consciencia no sufriera daños; al parecer, la lucha del Estado solo existía en la pantalla. El fin de semana viajaba con su piloto de confianza en su propia avioneta, aterrizaba en el Aeropuerto Vanguardia y el jefe de la policía antinarcóticos lo saludaba levantándose el sombrero, con respeto, mientras la fuerza pública en Caño Jabón se sentaba plácidamente en su negocio a tomar cerveza. Además, nunca hubo violencia, Puerto Alvira era una comunidad unida y pacífica. En diciembre, época del año en que el calor abrasa sin miramientos la selva llanera, Camilo organizaba colectas navideñas frente a su almacén; cada niño caminaba hasta ‘El Gigante’, para recibir con ansias su regalo, atravesando pistas de baile improvisadas y atestadas de gente bailando canciones de Pedro Infante, que eran reproducidas en todo el pueblo desde muy temprano. “Llegamos a tener casi cien ahijados, todo el mundo quería que les apadrináramos a los hijos”, cuenta su exesposa. Organizaba grandes festines de carne asada junto al río, compartía con todos y Camilo Gigante era un hombre admirado y querido. Gracias a él, toda la comunidad pudo comunicarse con su familia en el exterior, instalando un sistema de radioteléfono que transmitía en todo el pueblo por medio de parlantes, avisando a cada persona que tenía una llamada que atender; planeaba la financiación y el transporte en avioneta de cualquier enfermo hasta Villavicencio, “ya fuera dueño de un negocio o un raspador de coca sin un centavo en el bolsillo”, recalca su hija. Además de los almacenes, tenía una finca de ganado, un hotel, una heladería y un cine en el que todos los habitantes del pueblo se reunían en las noches a disfrutar del séptimo arte. No, la cocaína no suponía arrepentimiento, ni para él ni al parecer para nadie que lo conociera. Era amigable, cercano, creativo y “loquito”. No obstante, no era un paraíso. Era una vereda de gente que se hacía rica en poco tiempo, en una tierra inhóspita donde la única ley era la cocaína. “Era bien. Pues… entre su vida de pueblo, de rumba. Ese negocio inspira eso: trago, vagabundas, desorden. Esos pueblos coqueros eran así”, recuerda Rosa. Tras un par de años de riqueza y prosperidad, las FARC comenzaron su invasión en el Meta. Su interés era dominar la zona y, según paramilitares como Salvatore Mancuso y la exesposa de Camilo, adueñarse del negocio del narcotráfico para financiar la guerra. La guerrilla hostigaba y acosaba a los habitantes de Puerto Alvira, les robaba y asesinaba a quienes se opusieran a las reglas e ideología que instauraban en la zona. A Camilo le robaban la cocaína, llegaban a su sótano a comprar, prometían pagar y el dinero nunca llegaba. El negocio empezó a decaer, el pueblo se tornó en “zona roja” y decidió enviar a sus hijos a vivir en un apartamento de Villavicencio, con una empleada de servicio como única compañía. Él se quedó con su esposa y juntos tuvieron que ver cómo conocidos y amigos morían a manos de las FARC. Un 21 de diciembre, a inicios de los 90, Camilo y sus hijos, que regresaban a Caño Jabón en las vacaciones escolares para compartir tiempo en familia, presenciaron un combate entre el Ejército y la guerrilla, en un intento desesperado por tomarse el pueblo. “Tres policías quedaron totalmente calcinados, había cadáveres por las calles, era impresionante. La gente se quejaba y gritaba. El avión fantasma sobrevolaba el pueblo y bombardeaba a la guerrilla”, relata su exesposa. Era tal la violencia que las personas tenían que adaptar sus casas para cavar trincheras en caso de que se presentara un combate inesperado. Camilo Gigante aguantó cuanto pudo, pero la violencia, los robos, la decadencia del negocio de la coca y la inminencia de la muerte lo obligaron a abandonar sus negocios y el pueblo que lo había hecho rico. “Tenía demasiado dinero y de repente ya no. Eso pasó en cuestión de un par de años”, recuerda su hijo. Camilo llegó sin previo aviso en un camión al apartamento en el que estaban sus hijos, lo cargó con lo poco que pudo en cuestión de horas y se fue del todo a Villanueva, Casanare. Tras su partida, las Autodefensas Unidas de Colombia incursionaron en el conflicto del Meta, asesinando a todo el que colaborara con la guerrilla o tuviera nexos con el narcotráfico; escapó a tiempo. Por teléfono, a la expectativa, Camilo escuchaba los relatos de vecinos y conocidos de las masacres de la ‘ruta del terror’, perpetradas bajo las órdenes de los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso. La historia recuerda la masacre de Caño Jabón: a las 27 personas degolladas y el depósito de gasolina que explotó, incinerando a los sobrevivientes. Lo que nunca se supo fue que Camilo Arturo Salazar, Camilo Gigante, fue el dueño de ese depósito. Líder de su comunidad e intermediario del negocio narcotraficante por el que tanto lucharon 3 de los principales actores de la guerra en Colombia: los paramilitares, el ejército y la guerrilla. Camilo Gigante era un hombre diferente, como dice su hija, pero también quien vio crecer y decaer a Caño Jabón, Meta. Murió casi 20 años después de su huida por un paro cardiaco, de vuelta en el punto inicial de su travesía: Suesca, Cundinamarca. Jamás declaró ante ningún órgano judicial ni de reparación, jamás pagó una condena ni se abrió alguna investigación en su contra. Su historia nunca fue contada, aunque el párroco de la diócesis de Mapiripán, Eugenio Domínguez*, lo buscó para que fuera vocero de las víctimas ante las autoridades, a lo que él contestó: “Yo no soy ninguna víctima, a mí nadie me mandó a meter allá, me metí solo en eso”. Nota: los nombres de Camilo, su familia y las demás fuentes consultadas para la elaboración de este texto fueron cambiados por seguridad.

  • Fatídicamente suertudo: La historia de Felipe Vieda

    Fatídicamente suertudo: La historia de Felipe Vieda María Juliana Cruz Marroquín María Juliana Cruz Marroquín La vida nos trae las historias de manera repentina, en el momento menos esperado. Puede ser, por ejemplo, tomando café con un amigo a quien apenas conoces, que parece hermético, como indescifrable, pero que se abre a ti como si se conocieran desde siempre. Haz clic para acceder al contenido Ver también: Volver a vivir Compartir

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