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- El rostro de una cultura invisible
La comunidad Kuna Yala vive alrededor de 40 islas en el Archipiélago de San Blas, en Panamá, y sus obras artísticas se extienden dentro de la urbe bogotana. El rostro de una cultura invisible Danna Camila Muñetones Ortiz La comunidad Kuna Yala vive alrededor de 40 islas en el Archipiélago de San Blas, en Panamá, y sus obras artísticas se extienden dentro de la urbe bogotana. Disponible en Pulzo Carlos trilleras El francés David Ducoin tomaba en 2006 la fotografía de una indígena de la comunidad Kuna en Panamá. Ocho años después, el colombiano Carlos Trilleras pintaría el rostro de esta mujer en una pared del Callejón del Embudo, al lado de la plazoleta del Chorro de Quevedo, en el centro de Bogotá. El trabajo final de este artista se convertiría más tarde en uno de los murales más representativos de la Candelaria, no solo por sus colores, sino por la expresión de la anciana, su fuerza y, sobre todo, su mirada. Este mural sería el rostro visible de una cultura, para muchos, invisible. Empezamos el recorrido en el café galería ‘Nuestra herencia’, ubicado en la calle 11 con segunda, al final de una vía de tejados de barro cocido, numerosas ventanas, balcones de madera, gruesas paredes de adobe y bahareque, faroles negros y puertas anchas de madera. Una calle que recuerda, aunque sea brevemente, a la Bogotá de nuestros tatarabuelos. El establecimiento, desde la fachada hasta el segundo piso, no solo se caracteriza por el aroma a café, sino por los murales y cuadros de un artista tolimense que empezó a pintar desde que tenía aproximadamente 8 años. La tragedia de Armero, en 1985, no solo impactó a los más de 20.000 muertos que aún llora Colombia; también transformó a Carlos Trilleras quien tuvo que salir, junto con su hermano, del municipio de Líbano a Lérida, en Tolima. Como no tenía un núcleo familiar estable, pues sus padres se habían separado y él se había quedado con su hermano mayor, empezó a pintar la publicidad de los locales de su barrio. Bar donde Pedro, Punto del sazón, escribía en sus ratos libres, mientras sus compañeros hacían la tarea. “A mí me engomaba harto eso, entonces yo les decía ‘no, no me paguen y muchas veces no recibí dinero’”. Sin embargo, era así como, en la escuela, compraba un vaso de colada con pan, su merienda favorita que costaba 20 pesos. Treinta años después, desde la mesa esquinera del café ‘Nuestra herencia’, viendo uno de los primeros cuadros que hizo en su juventud, Trilleras recuerda su propia herencia, que no tiene nada que ver con el arte. Su familia, en la cual ninguno es artista, se negó a apoyarlo. Por eso, cuando salió del colegio, algunos años después de que su profesora lo impulsara a marcar los cuadernos de sus compañeros y a pintar los letreros de las asignaturas en los salones para ganar dinero, se sintió solo. “Sentía para dónde iba, pero no sabía cómo”, dice Trilleras con su miraba fija en las líneas marrón de la mujer embera que decora el lienzo pintado por él años atrás. Salimos del café, cruzamos la calle y giramos a mano izquierda por la carrera segunda. Nos encontramos, solo a unos pasos, con el mural de ‘El indio’ lleno de colores vibrantes: amarillo, rojo, verde, azul, morado y blanco; un mono en sus hombros, plumas en su cabeza, humo saliendo de sus labios y el universo a sus espaldas. “Esa imagen que usted ve ahí es mi papá. Todo el mundo lo ve y me pregunta, es que usted lo idolatra, es que su papá es un taita, es un indígena de la comunidad no se qué. No. La razón de eso es que mi papá siempre se quiso ver de esa forma, siempre tuvo eso en la cabeza. Él ya va para los 70 años y siempre quiso verse como una persona de plantas, de saberes y de conoceres, pero no en una cuestión formal”. Rafael Trilleras, su padre, siempre vio su arte como un problema, pues para él no había futuro en este oficio. Cuando pequeño le colaboraba a su hijo con lo que fuera, menos con lo que tuviera que ver con la parte artística. Cuando salió del colegio, recuerda Carlos, aunque rara vez se sentaban a dialogar, se reunieron para hablar de su futuro. Papá Rafael le dijo que se fuera a Ibagué a estudiar y que él le ayudaba con todo, menos con lo que tuviera que ver con la pintura. Entre risas, el artista cuenta que le dijo: “Bueno, papá, entonces muchísimas gracias, pero ese no es el caso”. Su mamá tampoco es la excepción, ni los otros hermanos que tiene. “Yo nunca reniego de eso, ni lo digo de una forma triste. Si esto se vuelve a repetir, yo quiero que no me apoyen nunca”. Mirando su obra, recostado en la pared al otro lado de la vía, cuenta que él hizo todo el estudio: tomó la fotografía, creó los penachos, el contraste y después se dispuso a pintar alrededor de un día entero, con vinilos y lacas, como suele hacer con la mayoría de sus murales. Entonces, trajo a su padre a La Candelaria para ver el resultado final. –¿Y cuál fue su reacción? –No, eso no fue ninguna reacción. Él no es casi efusivo. Pero es bueno el ejercicio de mostrarle y decirle: mire que no fue un arrebato, esa es mi vida, para eso estoy. O sea, él lo sabe, pero hay un silencio total con todo eso. Seguimos caminando aproximadamente dos cuadras por la carrera segunda hasta llegar a la plazoleta del Chorro de Quevedo. Allí, en medio de los artistas, vendedores y visitantes del lugar histórico, Trilleras camina despreocupado. Sabe a dónde va. Nos encontramos con una calle angosta, llena de casas juntas que hoy son, en su mayoría, comerciales. Allí, en el Callejón del Embudo, descendemos menos de media cuadra por el camino de piedras, hasta llegar al mural donde cientos de colombianos, ecuatorianos, norteamericanos y franceses se han tomado fotos. Nos quedamos mirando a la indígena que posa sus ojos en el cielo azul. Algunas personas, mientras tanto, se tropiezan con nosotros cuando pasan. Es una calle de movimiento constante, de dinamismo, de contrastes. La indígena parece no hacer estorbo, aunque nosotros sí; ella se mimetiza con el lugar. En la pintura, el muswe –pañuelo rojo estampado en amarillo– resalta entre las molas o mulas –cuadros coloridos de tela– que se han convertido en la bandera del pueblo Kuna Yala. La representación de esta comunidad a través de las manos de Trilleras es el resultado del largo trasegar del artista en la búsqueda de su propia voz, travesía que lo llevó a estudiar diseño gráfico en Ibagué y a abandonar la carrera cuando le faltaba muy poco para reclamar su diploma. Desde allí, e incluso desde antes, entendió que el único camino para ser un artista, uno verdadero, era explorar sus raíces y sus ancestros. Entró así a la Universidad Distrital Francisco José de Caldas a estudiar Artes plásticas y visuales. Se retiró al semestre, porque vio que lo formaban para vender, no para entenderse a sí mismo. En ese camino encontró a Ghiger, con su “mente perversa y cuestión áspera”; a Leonardo DaVinci, con el sfumato; a Van Gogh, con la yuxtaposición; e incluso a Alejandro Obregón, con el óleo, quienes lo ayudaron, como sus referentes, a explorar la historia del arte y, en últimas, a explorarse a sí mismo. Así como lo apasionaba la historia artística de Europa, descubrió que lo apasionaba aún más la historia de las comunidades indígenas: de sus luchas, vivencias, conocimientos y tradiciones. Por eso, cuando pintó Resistencia Kuna, en su mente estaba vivo el año 1925 y se imaginaba cómo los indígenas de esta comunidad se rebelaron ante las autoridades panameñas, en respuesta a la occidentalización forzada a la que fueron sometidos. La resistencia, pues, estaba en sus venas. –”¿Le tiene cariño?”, le pregunto a Trilleras viendo su obra kuna. Él se ríe. – Me acuerdo siempre de todo lo que me ha dado, más bien. Todo lo que me ha formado, todo lo que me ha enseñado, todo lo que he vivido y viajado gracias a ella. Edward Ordóñez, su aliado comercial y amigo, recuerda el día en que la pintó. “Él es sigiloso como un cocodrilo, cuando se mete, se mete”, dice rememorando no solo esa obra, sino las más de 20 que ha visto pintar. “Con esta imagen pasa algo muy vasto. Sumercé le toma una foto y ella cobra vida, usted le ve esa fuerza”, dice Trilleras. Un alemán que ve su obra dice: “En los ojos, en su expresión, no hay muerte, sino vida”. Cuando oye comentarios de su obra, Trilleras escucha atentamente y sonríe; no hace ningún comentario. “Sabe escuchar, pero también hablar”, dice Rodrigo Aguirre, su amigo desde hace 22 años. Nos alejamos del mural bajando la cuesta lentamente. Hablando aún de la indígena, Trilleras recuerda que al Mercado de Pulgas San Alejo, en donde trabaja desde hace 9 años con su amigo Aguirre y en donde vende sus camisetas por 35.000 pesos, han llegado turistas que le confiesan que han venido a Bogotá solo a ver esta obra. Incluso, un día Trilleras cuenta que la vio plasmada en un avión de Avianca o de American Airlines que invitaba a los espectadores a visitar Bogotá. “El artesano urbano”, como lo llama una visitante del centro histórico de la capital, reconoce, mientras esperamos para pasar la calle, que probablemente gracias a su constancia y pasión su papá ahora es más sensible con el arte y con su trabajo. Finalizamos el recorrido una cuadra más abajo, donde un mono se posa en el hombro de un niño de la comunidad Nukak Makú. Mirando su pintura, Carlos Trilleras dice, más para sí mismo que para mí: “Esto aún no ha comenzado”.
- ¿Qué son los 'Cameos'?
Son apariciones de personajes relevantes en papeles muy pequeños en películas, videojuegos o programas de televisión. ¿Qué son los 'Cameos'? Son apariciones de personajes relevantes en papeles muy pequeños en películas, videojuegos o programas de televisión. Compartir
- Antídoto y no anti todo: un ‘verde’ por la juventud
Antídoto y no anti todo: un ‘verde’ por la juventud Laura Angélica Lenis Llano, estudiante de Comunicación Social y Periodismo Fecha: Los proyectos de acuerdo del concejal Julián Rodríguez Sastoque van orientados hacia las personas que son el futuro del país. Lea también: Jerome: Una líder local de ‘enorme’ talante y ‘corta’ edad Compartir Foto: Santiago Rincón Avedaño Entro a la sala del Concejo y está Julián Rodríguez, con una pose desinteresada mirando el celular. Le pregunto a Santiago Rincón, el jefe de prensa, si puedo acercarme a tomar una fotografía. Pasan 20 minutos y aparece a mi lado quien organiza la agenda del concejal. Le hace una seña. “¿Es ella?”, pregunta. Sonríe mientras levanta las cejas, me da la mano y se presenta. El Concejo de Bogotá está ubicado en la calle 36 con 28 en Teusaquillo, un barrio central de la ciudad. Es una plazoleta con piso de ladrillo, edificios bajos blancos y al menos 10 palmeras que se yerguen frente a las ventanas. A la entrada, el recibidor está conformado por un sofisticado equipo de seguridad que registra hasta el más mínimo detalle de los funcionarios y visitantes. Julián David Rodríguez Sastoque tiene 25 años. Es menudo, pero no flacucho; mide al menos 170 centímetros. Hoy, su reloj, sus converse y su saco son de color verde, como su partido político. Van a juego con un blazer azul, camisa blanca y jeans. —Llevamos tres meses en campaña porque la política se hace en la calle— me dice, mientras camina con paso ágil hacia la biblioteca del recinto. Saluda a un par de personas, compañeros de trabajo, y me indica una escalera de madera en forma de espiral para que suba. Desde sus inicios académicos, Julián está lleno de iniciativa. Katherine Ramírez, amiga y compañera de carrera del concejal, comenta que él creó un modelo de Naciones Unidas en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional (ONUNAL) cuando solo existía la opción en la Facultad de Derecho. Ahora, Rodríguez no impulsa modelos, sino proyectos de acuerdo —como el de la aprobación de prácticas remuneradas para estudiantes de educación superior en Colombia—. El proyecto, aprobado desde hace un año, garantiza que los pasantes universitarios reciban una remuneración de un salario mínimo legal vigente —cerrado en $1.000.000 para 2022 sin subsidio de transporte— más afiliación al sistema de salud. —Su Core (corazón) es los jóvenes— me asegura Paola Fonseca, una economista que hace parte de su equipo de trabajo y de su grupo de amigos, mientras nos tomamos un café. —Tuvimos tres escuelas, una de formación política general, una de juntas de acción comunal, ahorita la escuela de liderazgo ambiental y el próximo semestre vamos a tener una escuela de formación en paz y derechos humanos —, confirma él. Es el antídoto para los jóvenes. Santiago Vanegas, estudiante becado de Ciencia Política y consejero de juventud de la localidad de Usaquén, menciona, respecto al ejercicio de Rodríguez Sastoque: “Yo represento a la lista independiente de Empoderados (colectivo juvenil del concejal). Sí he trabajado con él”. Afirma que uno de los principales pilares que tiene Julián es que trabaja por los jóvenes y la gran mayoría de acuerdos y debates en el Concejo, lejos de quedarse en papel, propician las garantías y las oportunidades de las nuevas generaciones. En vez del conflicto, prefiere la paz: “En 2016 […] en el proceso de paz con jóvenes, con Naciones Unidas y con otros aliados, me di cuenta de que teníamos que ser parte de la decisión”, explica con voz calmada, mientras me mira con aprecio y seguridad apoyado en una silla de cuero café. —Ese fue un año que marcó, para mí, mi vida, entre otros factores—, agrega Rodríguez. Julián creció rodeado de los barrios 20 de Julio, Timiza, Villa de los Alpes y La Estrada, al sur de Bogotá, donde terminó su bachillerato académico, donde descubrió que un día sería concejal. En ese lugar, según cuenta Stella Sastoque, su madre, revela otro aspecto que lo ha marcado: el divorcio de sus padres, que sucedió cuando Rodríguez tenía 9 años. “Eso le dio durísimo […] él ya veía que era el mayor de la casa […] y que tenía que responder con varias cosas”. Desde ahí empezó su responsabilidad, la misma que mantiene ahora enfocada hacia la sociedad. «Ser concejal implica hacer un trabajo juicioso, ir de frente con tus posiciones, asumirlas con absoluta contundencia», me dice el cabildante. Julián trabaja con el partido político Alianza Verde. Todos los días tiene un plan distinto: volantear , visitar municipios y departamentos, apoyar a Cathy Juvinao — representante electa a la Cámara por Bogotá— o a su candidato a la Presidencia, asistir al Concejo, firmar proyectos de acuerdo, trabajar por la juventud porque “no hay lucha imposible” —según Carlos Amaya, para Rodríguez será algún día Presidente de la República—. Su voz es firme, pero suave y jovial. Enreda cada palabra como un espagueti en un tenedor para ofrecer un bocado final que no deja duda a quien le escucha de que, en efecto, sabe de lo que habla. José Iván Bula, quien fue su profesor de Economía en la Universidad Nacional de Colombia, entre 2014 y 2019, menciona que su ex alumno es bien intencionado en su ejercicio y tiene el bagaje teórico e instrumental para comprender las necesidades de Bogotá y del país. No todos piensan igual. Óscar Sevillano, un columnista de opinión de El Espectador (diario colombiano), ha criticado a Sastoque por firmar e irse de las sesiones del Concejo antes de tiempo y por ‘andar despistado’ haciendo otras cosas que no hacen parte de la plenaria —como asistir a un acto político de Carlos Amaya—. Ante las críticas, me dice que no hay que dejarse derrumbar por ellas. “Entre más visibilidad tengas tú, más te van a tirar (o criticar)”. Parece que cada día que pasa fuera más visible, porque, como su trabajo, las críticas van en aumento. El Plan de Ordenamiento Territorial, propuesto por la administración Distrital y apoyado por Rodríguez, ha puesto en jaque la tranquilidad de la bancada verde y detonado múltiples ataques discursivos contra él. Una de las discusiones finales para el proyecto —que de 2022 a 2035, definirá para la Capital el plan de acción en materia de ambiente, servicios públicos y territorio— generó en el recinto del Concejo un debate sin matices entre lo personal y lo político. En el programa radial Mañanas BLU , Diego Cancino, funcionario político de los ‘verdes’, alegó que la ley de bancadas (que demanda una votación unánime), propuesta por Rodríguez para esta decisión, es una restricción a la democracia, así se quiera demostrar lo contrario. Martín Rivera, Lucía Bastidas y Luis Carlos Leal secundaron la opinión de Cancino. Una acción anti todo para el ejercicio de Sastoque. Las constantes críticas anónimas punzan la imagen del concejal más joven de Bogotá y dos amenazas, hasta el momento, en su contra son la cereza del postre de lo que para él es un sesgo político y agresivo. —Le genera a uno mucha frustración que cuando alguien quiere hacer las cosas diferentes la solución es intimidar— pero su trabajo habla por él y, pese a la frustración, Ángela Escobar, la prima del Julián y una de las personas más cercanas a él, estará siempre cuando la necesite y “firme al pie del cañón”. «El joven al que le gusta trabajar con otros jóvenes para cambiar este país», como se describe a él mismo, seguirá bailando, como indica su madre, al son que le toquen para hacer buena política, para llegar al Senado en 2026 y para “ser antídoto y no anti todo” de una sociedad en permanente cambio.
- Colombianos continúan enfrentando los efectos de la inflación a pesar de la tendencia bajista del IPC anual
Colombianos continúan enfrentando los efectos de la inflación a pesar de la tendencia bajista del IPC anual María José Lobo Arévalo Fecha: Expertos señalan las repercusiones de la pérdida del poder adquisitivo del dinero en la cotidianidad de los ciudadanos. Lea también: El colombiano que llevó los servicios bancarios al vecindario Compartir Foto: Foto por Janusz Pienkowski vía Canva Education. Aunque este año se aumentó el salario mínimo un 16% y la cifra de inflación viene en reducción desde abril, las familias notan que sus ingresos no son suficientes para suplir los costos de vida. El DANE reportó que la variación anual de la inflación en octubre fue del 10.48% , 1.74 puntos porcentuales menos a la de 2022. En el último año, los colombianos han experimentado presiones inflacionarias principalmente en las divisiones de transporte, bebidas alcohólicas y tabaco y bienes y servicios diversos. “La inflación, cuando es muy alta, es un veneno en la economía, tanto para la demanda como para la oferta”, afirmó Sergio Rivera, economista y máster en Ciencias Económicas de la Universidad del Rosario. El primer efecto que enfrentan las personas cuando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) aumenta es la pérdida de su capacidad de compra. En marzo de este año, antes de que la variación anual de IPC empezara a decrecer, la inflación llegó al 13.34%. “Por efectos de la pandemia, se generaron múltiples factores internos y externos que desestabilizaron el comportamiento de los precios. Al interior del país, la incertidumbre del cambio de gobierno, los fenómenos climáticos y la subida del precio de los combustibles han ocasionado un incremento en los costos”, explicó Luis Felipe Camacho, doctor en Planeación, Gobierno y Globalización del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, Estados Unidos. Las cifras de los hogares En 2023, las presiones inflacionarias han alterado las percepciones de ingreso de los ciudadanos. La familia de Luis Trujillo, conformada por cuatro integrantes y clasificada en el estrato 3, gasta al mes $1.600.000 en el arriendo de su vivienda, $280.000 en el pago de servicios públicos y $1.200.000 en el mercado general; esto sin incluir gastos en transporte, educación y ocio. Trujillo y su esposa son trabajadores independientes quienes, juntos, reportan ingresos de $3.000.000. “En mi diario vivir la alimentación se ha subido mucho”, mencionó Trujillo. “Soy el que merco y pienso: «¡Wow! ¿Qué llevo?»”. A pesar de que la variación anual de los “Alimentos y bebidas no alcohólicas” se situó 0.7 puntos porcentuales debajo del promedio nacional, esta es la tercera división de gasto que más contribuyó a la cifra del IPC anual. Algunos de los productos que reportaron un valor superior al promedio nacional fueron la papa (28.61%), las frutas frescas (20.97%) y la leche (19.55%). Para la familia Trujillo Chacón, la inflación se ha sentido principalmente en la alimentación, la vivienda y en el precio de los insumos de su negocio. En efecto, según lo explicó Piedad Urdinola, directora nacional del DANE, la inflación es un fenómeno que influye sobre todos. Sin embargo, determinados grupos de hogares se ven más o menos afectados dependiendo de los factores que contribuyan al aumento de precios. Por ejemplo, si se da un incremento en los valores de los alimentos, los hogares pobres y vulnerables serán los más afectados. Liliana Zamora, madre cabeza de hogar perteneciente al estrato 2, comentó que el salario “no le alcanza” para cubrir sus gastos mensuales. Zamora trabaja como guardia de seguridad en una institución educativa y devenga un salario de $1.600.000. La alimentación y la vivienda representan los mayores gastos en su hogar (un 27% y 22% de sus ingresos respectivamente). Sobre el sector vivienda, el reporte del IPC revela que la ponderación según el nivel de ingreso del arriendo efectivo, que corresponde al precio que los no propietarios pagan por el alquiler de una vivienda, alcanzó un 19.85% para los ciudadanos pobres, 15.14% para los vulnerables y 10.83% para la clase media. De acuerdo con el economista Camacho, los trabajadores con salarios más bajos se ven afectados en mayor medida por la inflación, dado que su capacidad de subsistencia se ve alterada. Mientras tanto, “aquellos que tienen salarios más altos, pueden percibirla como una incomodidad, con el peligro de que, a futuro, se restrinja la movilidad social”, señaló. ¿Acaso no aumentó el salario mínimo? Para este año la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Laborales y Salariales estableció un aumento del 16% en el salario mínimo. Junto con el auxilio de transporte, su valor es de $1.300.000. El DANE indicó, en los datos más recientes que se han publicado hasta el momento, que entre enero y octubre del 2022, el 44.8% de la población ocupada devengaba un salario menor al mínimo , 39.5% obtenía entre uno y dos salarios mínimos y el 12.8% devengaba más de dos. La ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, manifestó a finales del 2022 que la concertación del salario había sido histórica, pues adaptó medidas “para proteger el valor adquisitivo del salario en donde se prioriza la canasta familiar de los pobres”. Pero el aumento real del salario fue menor. César Tamayo, decano de la Escuela de Economía y Finanzas de Eafit, mencionó en una entrevista para El Espectador que “aún si la inflación terminara en 8% (en 2023), un incremento del salario mínimo de 16% haría crecer los salarios reales en cerca de 8%”. “Definitivamente ese aumento del salario mínimo no traduce 1 a 1 con bienestar para los que lo devengan. Primero, porque pueden perder su trabajo; segundo, porque todos los demás precios relativos se van a ajustar”, mencionó Rivera. Para el economista, los ajustes del salario mínimo deberían contemplar una concertación local o permitir una negociación frecuente y flexible. Laura Angélica Fuerte, jefe del Departamento de Economía de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de La Sabana, expresó que la discusión sobre el salario mínimo debe reconocer la variable de la productividad, pues esta es significativamente baja en el país. “El problema es que los salarios no se fijan de acuerdo a lo que más le sirva al trabajador o la empresa, se deben fijar respecto a la productividad, y en Colombia la productividad es muy baja; la infraestructura del país no nos está permitiendo ser más productivos… Aquí se trata de un problema más estructural”, concluyó Fuerte.
- Francisco Vera, el niño ambientalista
Francisco Vera, el niño ambientalista Cristian Moreno Garzón, Comunicación Social y Periodismo Fecha: El niño de 11 años es líder del movimiento ambientalista 'Guardianes por el Mundo', en Villeta. Cree que la crisis política es la principal culpable del daño ambiental que hoy se vive en el país. Lea también: Un reto profesional: educar desde casa Compartir Foto: El patriotismo de Francisco. Cortesía: Ana María Manzanares Cuando Francisco Vera camina por la calles de Villeta, Cundinamarca, parece un niño común y corriente; corta estatura, unas pequeñas gafas, sonrisa pícara y apenas once años, pero cuando habla, salta a la vista que tiene algo diferente, un intelecto y madurez muy superiores a los que se esperarían de un niño de su edad. Ana María Manzanares, la madre del niño, nota que su pequeño trata de comprender cómo funcionan las cosas. “Cuando Francisco tenía cinco meses, yo lo estaba cambiando encima de la cama. Cuando prendí la luz y la apagué, noté que él se dio cuenta de la relación que tenía el interruptor con el bombillo”, cuenta. En casa, sus padres crean espacios de diálogo ciudadano para que pueda opinar en los asuntos del hogar. Desde muy pequeño, tiene pensamientos muy profundos y críticos. Su madre recuerda con gracia algunas respuestas que la dejaron perpleja: “A mí no me gusta que lloren a mi lado, entonces en una ocasión cuando él iba a empezar a llorar yo le dije ‘no vayas a llorar, Francisco Javier’ a lo que él me respondió: ‘Mamá, tú que tanto defiendes los derechos humanos, ¿ahora me estás impidiendo llorar?, eso es un derecho humano’. Yo no supe qué decir”. A los seis años, este pequeño ya hablaba con su mamá y su tía acerca del feminismo, el derecho a vivir y porte de armas, lo que lo ayudó a forjar su carácter y fortalecer su posición frente a diversos temas. Este pequeño activista siempre ha mostrado su interés por las ciencias, la física, la economía, la política, entre otras . Buscaba a su abuelo para aclarar dudas sobre economía y llamó frenéticamente a profesores universitarios amigos de su madre buscando respuestas a las inquietudes que le surgían luego de leer el libro “Simplemente Hawking”. Desde temprana edad, ha tenido contacto con el mundo del activismo social. Su madre es militante por los derechos de la mujer y su tía, quien es edil por Tunjuelito, siempre se ha desempeñado como activista ambiental. Ellas han llevado a Francisco desde pequeño a marchas, plantones y todo tipo de espacios de participación ciudadana en donde invadido por el espíritu del liderazgo pide el megáfono para pregonar sus ideales. Un día, estando junto a su mamá en una velatón, llegó Álvaro Uribe Vélez. Uno de los escoltas le preguntó a la madre de Francisco si deseaba que el niño se tomase una foto con el expresidente, a lo que el pequeño rápidamente respondió: “gracias, pero yo con ese señor no me tomo fotos ni dormido”. A Francisco le gusta jugar en su colegio con sus compañeros y a pesar de que allí no ejerce tanto el activismo, disfruta hacer parte de espacios de participación estudiantil , es representante de curso y aprovecha cada ocasión para tomar la vocería en su colegio. Tiene una relación muy cercana con el profesor de ciencias, Juan Carlos Padilla, a quien acude frecuentemente para preguntarle acerca de astronomía, física y ciencias. “En una ocasión, Francisco me pidió la palabra para explicarles a los muchachos de grado décimo y once acerca de la contaminación del medio ambiente en Colombia. (...) Él organizó todo y le di el tiempo para que expusiera acerca de la contaminación atmosférica, hídrica y el fracking ”, expresa el profesor Juan Carlos, quien cree firmemente en que Francisco será importante, pues ve en él algo diferente a los demás niños . El pequeño líder estudia en un colegio confesional católico de Villeta y es un estudiante ejemplar, muy comprometido con su estudio, aunque cuando le intentaban enseñar la oración de la Virgen María salió del salón argumentando que él “no le rezaba a gente muerta”. Francisco creó el movimiento ambientalista “Guardianes por la Vida” en el año 2019 . Debido al contexto casi rural en el que vive, nota cómo la naturaleza poco a poco es invadida y maltratada de forma atroz por el hombre. “Si conoces la diversidad de Colombia, amas y defiendes a Colombia” , dice y se logra percibir la inefable convicción que tiene en sus ideales. El movimiento ambientalista nace cuando Francisco llamó a su madre y súbitamente le dijo: “yo quiero hacer un movimiento de activismo”, ella no le prestó mucha atención, pero cuando llegó a casa el infante ya había organizado toda una “base de datos” con información de jóvenes y niños que querían participar del movimiento. En un inicio, las protestas transcurrieron en el parqueadero de su conjunto, pero rápidamente se trasladaron al parque central de Villeta: “mi esposo no estaba de acuerdo con que Francisco hiciera eso -activismo-, pero cuando le mostré un video de nuestro hijo hablando en la Plaza de Villeta lo primero que me dijo fue que teníamos que comprarle un altavoz”, dijo Ana María madre de este pequeño. Francisco se siente libre ejerciendo su liderazgo ambiental, ya que cree firmemente que la libertad significa ser feliz haciendo lo que le gusta y, sin duda, él se siente realizado al luchar por la biodiversidad de Colombia. Cree que la crisis política es la principal culpable del daño ambiental que hoy se vive en el país, asegura que los gobernantes de la nación privilegian el dinero y al hombre, pero dejan de lado a la naturaleza. Propone que los dirigentes tengan un enfoque más biocéntrico y no solamente cuiden los intereses de las clases altas o de los seres humanos en general. También pone en un lugar privilegiado la protección de la naturaleza, para esto es necesario poner en práctica lo que para él fue la gran moraleja que le dejó El Principito, “hay que replantear las relaciones que tenemos con todas las formas de vida, un vínculo como el del Principito y la rosa debe darse desde el respeto, eso se debe aplicar en Colombia”, dijo Francisco. Es el momento de hablar Francisco Vera le expresaba frecuentemente a su madre sus deseos por hablar en el Senado de la República, hasta que un día, acompañando a su tía a hacer unas diligencias en el Congreso, percibió su gran oportunidad. Mientras hablaba con los congresistas Mauricio Toro e Inti Asprilla, vio a Gustavo Petro. Francisco se acercó rápidamente para pedirle una foto, aprovechó para hablarle acerca de “Guardianes por la vida” y súbitamente le dijo “yo quiero hablar en el Senado”. Gustavo Petro le respondió que primero debía hablar con el senador Lidio García. El pequeño se apresuró para hablar con Lidio, quien finalmente aceptó que este ambientalista se dirigiera a los senadores. En esos momentos, los congresistas estaban votando los impedimentos de la Reforma Tributaria, por lo que el Senador García le pidió a Francisco que volviera al otro día y así fue como, el 18 de diciembre de 2019, un niño de apenas once años de edad se paró frente a los Senadores de la República para hacerles un llamado a la conciencia ambiental, “intervine con un mensaje contundente, claro. Un mensaje conciso que iba pidiendo a los Legisladores que votaran a favor de la vida” , dijo Francisco. La vida de Francisco es agitada. Usualmente da entrevistas cuatro veces a la semana, ya cuenta con una larga lista de detractores y próximamente escribirá columnas para el medio digital KienyKe. Hace unos meses, él perdió su cuenta de Instagram a causa de un inconveniente con integrantes de su movimiento ambientalista, quienes intentaron formar un sindicato en su contra. Gracias al reconocimiento que ha tenido, las personas que se han sumado a su inconmensurable lista de detractores y han empezado a criticarlo. Esto, al punto de que, en los últimos días, fue también víctima de amenaza de muerte a través de la red social Twitter, después de haber pedido al Gobierno colombiano, a través de una publicación, que garantizara la conectividad en los hogares del país, con el inicio de las clases virtuales. Desde antes, su madre, al percatarse de la crueldad de los comentarios que recibía su hijo, le preguntó si se sentía bien y quería continuar, a lo que Francisco respondió: “mami, si yo me metí en esto, la gente me va a dar palo, es normal”. Sin embargo, la crítica del columnista Alfonso Zableh fue la que más le impresionó, ya que en las últimas líneas de su artículo compara a Francisco con el personaje de ficción Chucky, “no es posible que él diga que prefiere tener un niño peor que Chucky, ¡si Chucky es un asesino!”, exclama Francisco con una notable indignación. Este pequeño activista cree que sus detractores brindan ideas sin argumentos y piensa que no lo pueden privar de dar su opinión solo porque no ha estudiado lo suficiente. Con una mezcla de rabia e indignación dice: “no pueden mandar a callar a un niño que estudia más que Ernesto Macías”. En ocasiones, sus padres sienten temor por lo que le pueda llegar a pasar; sin embargo, lo apoyan “a ojo cerrado” en el ejercicio de su activismo. Adicionalmente, Francisco disfruta hacer caricaturas de humor político, ver videos de youtubers, tomar fotos y sobre todo le encanta jugar videojuegos como Minecraft y Fall Guys, se entretiene con su perro Pinky y con su gato Foucault. Es un niño que nunca va a tomar como juego su papel de ambientalista.
- James Breiner
James Breiner. Las palabrotas que los periodistas deben decir sin ruborizarse: cambios necesarios de actitud frente al negocio digital Las palabrotas que los periodistas deben decir sin ruborizarse: cambios necesarios de actitud frente al negocio digital. Compartir Ver también: Abigail Dressel, educando para un mundo globalizado
- El analgésico sin contraindicaciones: La música como terapia
El analgésico sin contraindicaciones: La música como terapia Stephany Buriticá y Lina Padilla, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo Fecha: ¿Te has preguntado por qué escuchas música triste en esos momentos sin ánimo? o, ¿por qué cuando estás en el gimnasio tu playlist es más animada? Todo esto tiene una explicación científica. Lea también: “Un trastorno de ansiedad te pone como en una maratón todo el tiempo”: Sandra Milena Toro Compartir Foto: Desde el punto de vista físico, y químico, los diamantes y el carbón son iguales. Su diferencia radica en la forma en la que se conectan sus átomos. Algo similar ocurre con la música. Todos la escuchamos, pero cómo resuena depende de las emociones y recuerdos que genere en cada persona. El doctor Petr Janata, psicólogo y neurocientífico cognitivo del centro Mente y Cerebro de la Universidad de Davis, en California, se ha dedicado a entender la formación de recuerdos en relación con la música, y explica que gestionar las emociones a través de la música está fuertemente ligado a los recuerdos de vida y que, por esto, una de las formas en las que la gente intenta regular sus emociones de tristeza es evocando la nostalgia, ya que esto aumenta el sentido de la vida y la sensación de conexión social. Jacobo Vélez, conocido como El callegüeso, se define como “un relator de historias a través de la música”. Hace parte de la agrupación musical de salsa La mamba negra. Para él, todas las personas tienen una banda sonora a lo largo de su vida que les permite afianzar emociones y recuerdos. En su caso, la banda sonora de su juventud la integraban artistas como Héctor Lavoe, El gran combo de Puerto Rico y Celia Cruz. Con todos ellos, vivió un idilio entre Cali y la salsa. Sin duda, la canción Las cuarenta de Rolando Laserie es una de sus anclas al pasado. Cada que escucha “Con el pucho de la vida, apretado entre los labios…” se devuelve en el tiempo y siente que está con su abuela, que murió hace 10 años. Recuerda que, con ella, tomaba el destartalado bus rosa crema, muy famoso en su ciudad, cerca de la Licorera del Valle. Por ser tan pequeño, subía al bus sin pagar. Su abuela lo sentaba en sus piernas y en el trayecto sonaba la canción mientras el olor a caña a punto de ser aguardiente entraba por las ventanas. El Dr. Janata explica que lo que le sucede a Vélez tiene una razón sencilla: a lo largo de la vida, el ser humano suele escuchar diversas piezas musicales en diferentes momentos de su biografía, y los recuerdos más fuertes son aquellos que tienen algún tipo de emoción. Si en ese momento emotivo se escucha un género de música en particular, entonces se convierte en parte de esos recuerdos. Es como si la memoria musical se atara a ellos y se asociara con la memoria de todo lo demás. La música como terapia Pero además de afianzar recuerdos, la música también se usa con fines terapéuticos, y por eso es importante entender cómo funciona, precisamente en relación con los recuerdos o las sensaciones que evoca. Andrés Salgado, musicoterapeuta de la Universidad Nacional de Colombia, explica que, con regularidad, las personas creen que la musicoterapia es poner música mientras se estudia o se trabaja. Pero, en realidad, la musicoterapia requiere, de manera obligatoria, la presencia de un especialista. Se suele pensar que solo hay un género musical implementado en la musicoterapia, pero lo cierto es que para esta forma de tratamiento no hay recetas. A veces se cantan canciones significativas para el paciente, las cuales evocan sus recuerdos y emociones. Otras veces se improvisa musicalmente con el paciente, haciéndolo partícipe de la improvisación musical del momento, y otras se hace una terapia receptiva, en la cual el musicoterapeuta se dedica a tocar una serie de notas musicales, guiando el proceso hacia el objetivo del paciente. Una sesión de musicoterapia para adultos puede costar alrededor de 85 mil pesos. Una sesión para niños con discapacidad puede costar 65 mil. Y una sesión para empresas puede costar entre 150 y 200 mil pesos. Pero no todos los que dicen ser musicoterapeutas lo son. En Colombia no existe un pregrado de Musicoterapia, sino una maestría que únicamente se imparte en la Universidad Nacional. Al ser una profesión multidisciplinar, los aspirantes a esta especialización deben tener conocimientos previos de música y de igual manera prepararse para aprender de psicología y medicina. La musicoterapia puede acompañar al ser humano desde el nacimiento hasta la muerte. En el caso de la fundación Santa fe de Bogotá, la musicoterapia se trabaja con los neonatos prematuros, aquellos que nacen entre las 24 y 37 semanas, y se encuentran en incubadoras y cuidados intensivos. Los neonatos prematuros son los pacientes más delicados: la sesión dura 15 o 20 minutos y el objetivo principal es ayudar al bebé en su proceso de desarrollo. Con estos pacientes, se implementa principalmente la voz, cantándole notas suaves. Sin embargo, los bebés neonatos prematuros no siempre logran sobrevivir y en la Fundación Santa fe de Bogotá están creando un comité de duelo perinatal para acompañar a los papás de aquellos que no logran salir de la incubadora. Pero cuando se trata de un proceso de musicoterapia en la recta final de la vida, la situación es distinta. El tiempo de las sesiones es mayor, ya que no se requieren 15 a 20 minutos, sino de una a dos horas y media. El trabajo se hace de manera principal para los familiares del paciente que está a punto de fallecer. Y también con los pacientes en condiciones médicas complejas se emplean estas terapias musicales. Samuel, por ejemplo, es un niño de 13 años con parálisis cerebral. Su madre explica que es un niño alegre, inteligente, impaciente y carismático, y que desde pequeño le ha gustado la música y su instrumento favorito es la guitarra, pero nunca podrá aprenderla a tocar. Pero más allá de escuchar y tocar el instrumento, la musicoterapia le ha ayudado al niño a desarrollar su lenguaje, estimularse y manejar su conducta, explica su madre. Todos los jueves levanta a su mamá con estas palabras: ¡hoy vamos a terapia! Samuel lleva todo su proceso de estimulación cognitiva con la música. Desde hace cuatro años lo atiende la doctora Diana Castillo, musicoterapeuta y fundadora de la fundación CreArmonia. Y la madre de Samuel indica que son indiscutibles los cambios que ha tenido su hijo gracias a este proceso, y sus avances. Técnicas para introducir la musicoterapia en la vida Pero cuando se le pregunta a la doctora Castillo qué se hace en una sesión de musicoterapia, responde que depende del paciente y sus condiciones, o del grupo que la toma, y del espacio físico en el que se desarrolla. No se puede hacer lo mismo con un grupo de personas que con una sola. Las técnicas implementadas con un niño con autismo y uno con síndrome de Down, son diferentes. En cada sesión es muy importante preguntar qué música es la que les gusta. O también se puede componer una melodía. Se puede hacer solo con sonidos, o se puede hacer con señas. Y el silencio también es muy importante, pues primero se tiene que sentir bien el paciente. Es imprescindible conocer su situación emocional. Porque la música trae recuerdos y estos pueden ser buenos o malos, y con ellos es con los que se trabaja. Las canciones escogidas deben evocar recuerdos. Sin embargo, esto también tiene consecuencias. Hay canciones que llevan a momentos dolorosos. Hay otras que ayudan a recordar tu rutina. Y otras evocan los mejores momentos. Por eso es un proceso personalizado y requiere especialistas. De cualquier modo, entre niños, jóvenes y adultos, la musicoterapia puede ser útil para gestionar emociones, procesos de duelos y de desarrollo cognitivo. Estimula cambios positivos, y fomenta el desarrollo del cerebro a través de la conexión musical y el resto de nuestros recuerdos. Y aunque todavía es una disciplina incipiente en Colombia, es un campo con enorme potencial. Al fin y al cabo, la música ha acompañado al ser humano desde hace 75 mil años, y con seguridad nunca dejará de hacerlo.
- Arte nómada
Arte nómada Bianca Gelzo y Sara Salamanca Fecha: En las manos de Isis y Samuel, la artesanía se convierte en un puente de resiliencia ante el desplazamiento en Colombia. El número de desplazados en el país es uno de los más altos de todo el mundo, sin embargo, entre la adversidad y el viaje, muchos desplazados encontraron su pasión. Lea también: Por el periodismo veraz Compartir Foto: Wix Media Las producciones tradicionales colombianas son, según la periodista de moda Lux Lancheros, un compendio de saberes, oficios y prácticas que se materializa en productos culturales que representan la cosmovisión, la visión y las costumbres de ciertas comunidades y grupos, sobre todo de ascendencia rural y étnica. Así, las manualidades son una forma que las personas encuentran para mantener vivas sus costumbres y herencia. De manera más reciente, tambén es el mecanismo con el que muchos han podido matizar las heridas que les ha dejado un país en conflicto. Isis Delgado, de Pitalito, Huila, asegura que las artesanías la han salvado en el marco del narcotráfico, masacres paramilitares y pobreza. Su municipio, ubicado a una hora y media de Mocoa, la capital de Putumayo, con una superficie cubierta por un 57% de bosque, ha sido, desde el año 1978 , una de las principales bases para la producción de cocaína en Colombia, y un paso casi obligado para la ruta de la droga, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Isis vivía en el barrio La Trinidad, en una casa llena de perros, gatos y cualquier animal que quisiera acercarse. Generalmente, estaba acompañada de su mamá, artista empírica. Su papá trabajaba y su hermano es un recuerdo que pesa en su memoria y corazón: era una niña, pero no olvida la imagen de él, asesinado, ante sus ojos. Después de la tragedia seguía saliendo a la Escuela Normal Superior a las 5:00 de la mañana, pero ya sin la compañía de su hermano, y cuenta que la institución educativa se fue quedando vacía. Niños y estudiantes abandonaron la educación para untarse de polvo blanco. Y con él, de la sangre y la violencia. Así, los jóvenes mochileros que llegaban al parque de La Presentación se convirtieron en la única compañía para una Isis de 12 años. Ella había conectado con el arte manual a través de su mamá, pero fueron los viajeros quienes le dijeron que esta podía ser una forma de ganar dinero y, al mismo tiempo, viajar. Fue entonces cuando en uno de los recreos escolares, que ella pasaba junto a ellos, vendió su primera manilla, y recibió $300 pesos colombianos. Isis decidió que intentaría subsistir de la artesanía. Un 13 de junio del 2001 tomó la cédula de su hermana, que tenía 18 años, y a pesar de que ella apenas tenía 12, se fue de su casa sin aviso. Se acercó a la terminal de flotas y desde ese momento su vida dependió únicamente de la artesanía: “No sentía miedo. Por el contrario, la inocencia de ser niña me ayudó a llegar donde estoy hoy”, asegura. La primera parada de Isis fue Acevedo, al suroriente del Huila. El municipio estaba de fiesta, celebrando San Pedro. El camino entre ambos municipios era de 57 minutos, pero en esa ocasión resultó de 3 horas. Pero eso no la desanimó. Nada más llegar, vendió las 4 manillas que necesitaba para poder arrendar una habitación en un hostal. No tenía horario en su trabajo de artesana, manejaba sus tiempos sabiendo que le tenía que alcanzar para producir mercancía y vender. Tres días en Acevedo le bastaron para tomar otro bus hasta Cauca, y finalmente instalarse en Bogotá. Ella llegaba en un momento en que la producción manual recibía más atención. Artesanías de Colombia, desde el año 2000, identificó a los artesanos como microempresarios dedicados al arte manual, y los apoya a través de iniciativas como Manofacto, que busca alternativas para dotar de materia prima a los artesanos y les ayuda a elevar la calidad de los productos. De acuerdo con Juan Carlos Pacheco, asesor en Atención a la Población Víctima en Artesanías de Colombia, desde el 2006 la institución atiende población en situaciones vulnerables, entre ellas víctimas del desplazamiento forzado, madres cabeza de hogar y población carcelaria, entendiendo la vulnerabilidad como el resultado de la acumulación de desventajas y daños. Isis es una de ellas, y las artesanías fueron y han sido como la tabla de náufrago en medio de la adversidad. *** Colombia es uno de los países con más desplazados internos. Según la Comisión de la Verdad, se presentaron 752.964 víctimas de desplazamiento forzado entre 1985 y 2019. Los responsables del 12% de estos desplazamientos forzados fueron grupos militares y Antioquia es el departamento con más afectados, con un total de 1.480.956 desplazados. En ese contexto, el caso de Samuel, quien pidió reserva de su identidad, es muy similar al de Isis. Este joven, con 17 años y unas monedas que su tío le había mandado desde Bogotá, huyó del contexto de violencia y paramilitarismo en San José de la Montaña, Antioquia. Después de perder a sus padres víctimas de un asesinato, tomó el primer autobús hacia la capital, la cual concebía como la ciudad de las oportunidades. Para él, ese viaje representó un nuevo comienzo, un intento de sanar el dolor que aún persiste, marcado por la irreparable pérdida de su familia. Aquello sucedió hace 30 años, cuando los 3.300 habitantes del municipio de San José de la Montaña padecían bajo los paramilitares. Samuel todavía recuerda las 10 horas en el adormecedor calor del bus que conectaba San José con Bogotá, que soportó en compañía de su hermano. Al cabo de unos días, consiguió trabajo como guardia de seguridad en la clínica Cardio Infantil. Después se interesó por desarrollarse profesionalmente y empezó su carrera en el área de la salud. Allí conoció a la que hoy en día es su esposa, también enfermera. Tras terminar sus estudios, ejerció durante varios años su profesión. Su rutina empezaba a las 6 en punto de la mañana cuando tomaba el transporte público hasta su trabajo. No obstante, sentía que su esfuerzo y profesión eran poco agradecidos. Por eso decidió retirarse de la clínica y probar suerte con la artesanía. Comenzó a experimentar con alambres y, durante las noches, se dedicó a aprender a crear piezas pequeñas como anillos, collares, pulseras y objetos decorativos. Posteriormente, adornó estas creaciones con algunas piedras de colores y cuarzos, aumentando así su atractivo. Sin darse cuenta, descubrió una actividad que le brindaba felicidad, y gradualmente se entregó más a ella, llegando finalmente a establecerse en la plaza de Usaquén, el mismo lugar que Isis eligió para exhibir su talento. Desde hace 10 años, Samuel se para en una concurrida esquina, justo al frente del parque de Usaquén, para exponer y vender su trabajo a todos aquellos que frecuentan el barrio. “Gracias por acercarse y pelar el diente”, suele decirles Samuel. “Todo es hecho 100% a mano con alambre y mucho, mucho corazón. Miren sin compromiso”. Pero tanto Isis como Samuel explican que no todos los días son buenos. Es un trabajo independiente que depende del artesano, pero también del flujo de gente que visite la zona. Los fines de semana son los mejores para las ventas, porque las joyas son parte de la feria del Mercado de las pulgas de barrio. No obstante, explican que hay días en los que ganan los $300.000 pesos de todo el mes, mientras que hay meses en los que no llegan ni a los $50.000. Es puro rebusque y empeño, talento y supervivencia. De acuerdo con la periodista Lux Lancheros, la inestabilidad económica de las ventas ambulantes supone que no sea un modo de vida sostenible, pues a pesar de que los artesanos, en muchos casos, han migrado desde las zonas rurales para llegar a Bogotá a buscar más oportunidades, los saberes y prácticas de este oficio se están perdiendo porque las nuevas generaciones ven en esto una forma de vida precarizada. Aun así, lo más significativo de las artesanías colombianas es la historia y significado que tienen. Las técnicas utilizadas hacen parte de los saberes ancestrales que hay que cuidar mientras haya personas que todavía los conserven, como lo señala de manera constante la experta en moda Lux Lancheros. Artesanías de Colombia desde el área de Atención a Población Víctima ha encontrado que la educación y formación es indispensable para potencializar el talento artesano y realmente volverlo un negocio. Según Juan Carlos Pacheco, asesor en Atención a la Población Víctima en Artesanías de Colombia, los artesanos están en capacidad de producir y exigir el costo que consideran que se merece su pieza que, además, contiene una parte de su historia. El viaje de Isis y Samuel es muestra de ello, porque en cada pieza que producen está su lucha, su viaje, su pasado, su presente y su futuro, aunque este último siempre es incierto. El porvenir de la producción de artesanías en Colombia se encuentra en un proceso de crecimiento y transformación. Organizaciones como Artesanías de Colombia trabajan en la promoción y articulación entre el sector y el mundo, aportando materiales, herramientas y conocimientos para mejorar la producción y la productividad. “Por suepuesto que la comercialización es enriqecedora, pero para mi es fundamental que mi trabajo sea valorado y reconocido justamente”, concluye la artesana Isis Delgado.
- Cómo hacer comunicación en la era postinstitucional
Cómo hacer comunicación en la era postinstitucional Para Pablo Boczkowski, el contenido debe estar centrado en la emoción, pues ello favorece su consumo en una época en la que es tan amplia la oferta de contenido. Ver también: Unisabana Ágora - Danny Ramírez: 'Hacer posible lo imposible' Compartir
- Mujeres, no más silencio
Mujeres, no más silencio Daniel Durango Caicedo, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Un pueblo debe concientizarse de aquellos actos crueles que ocurren en la misma tierra en la que vive. Las mujeres víctimas de violencia sexual por causa del conflicto están demoradas en hablar. Lea también: El acoso sexual, más allá de un juego Compartir Foto: Foto: Daniel Durango. Yovana Sáenz, una de las tantas víctimas del conflicto que espera ser escuchada. En el último año, se ha hablado diariamente sobre el posconflicto en Colombia. Los medios de comunicación abarcan temas relacionados con el Acuerdo de Paz firmado entre las Farc y el gobierno Santos, de los ex guerrilleros participando en política, de los investigados, procesados y juzgados por la JEP y de una infinidad de asuntos con respecto a esta situación. Pero, ¿cuál es el rol que juegan las mujeres víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto armado? Vivimos en un país donde se ha vuelto costumbre oprimir las voces de las mujeres. Vivimos en un país donde son desvaloradas y se ven como objetos sexuales. Vivimos en un país donde las mujeres deben empoderarse, mostrar su voz y enfrentarse a una sociedad que las oprime desde su infancia. ¡No más silencio! Por culpa de la guerra, la vulneración de los derechos de las mujeres se ha naturalizado, es algo que ya no nos afecta como sociedad, lo dejamos pasar. De acuerdo con el informe “La guerra inscrita en el cuerpo”, del Centro Nacional de Memoria Histórica, niñas de 9 años hasta mujeres de 60 años han sido violentadas sexualmente por los grupos armados. Actos como violación, esclavitud sexual, embarazo forzado, explotación sexual, tortura, prostitución forzada, entre otros, quedan en el silencio. En zonas del país como Antioquia, Córdoba, Putumayo, Valle del Cauca, Chocó, Arauca, Nariño y lugares donde hay presencia armada, tanto de grupos al margen de la ley como fuerzas militares de Colombia se presentan estos actos atroces. La Unidad para las Víctimas resalta que más del 50% de las víctimas del conflicto armado son mujeres, y más de 18.000 de ellas han sido afectadas por la violencia sexual. Su voz y su voluntad dejan de existir. Aquellos que toman las decisiones sobre los cuerpos de ellas son los hombres que tienen un arma en su poder. Si ellas deciden hablar y denunciar, pueden matarlas u obligarlas a desplazarse. Y por esto, entiendo que no es sencillo para una mujer hablar acerca de aquel acto cruel del que fue víctima. De hecho, en una encuesta realizada por la campaña “Saquen mi cuerpo de la guerra”, de la periodista y activista colombiana contra la violencia de género Jineth Bedoya, el 78% de las mujeres víctimas de violencia sexual no denunciaron los hechos principalmente por temor a represalias, desinterés, y por desconfianza en las instituciones. Además, tras ser humilladas, desvaloradas y utilizadas físicamente, su valor como ser humano se hace añicos. Pero el silencio es la peor opción para manejar estas situaciones. Soy hombre, lo sé, pero he logrado comprender las problemáticas por las que pasan las mujeres víctimas de violencia sexual en el conflicto armado. Entiendo que pueden ser juzgadas por sus familias, vecinos y amigos, que pueden sentir que nadie las puede ayudar o escuchar, pero no están solas. Tal y como dijo Laura Sofía Céspedes, psicóloga que trabajó hombro a hombro con estas mujeres, siempre existe la posibilidad de crear redes de apoyo, sin juicios, y que las mujeres puedan empoderarse para denunciar lo ocurrido, de esta manera ya habrán recorrido la mitad del camino para la superación del problema. Con el apoyo de quienes queremos escucharlas, cualquier obstáculo podrá ser rebasado y así podrá generarse conciencia en una cultura que pasa por alto estos hechos, ya que se normalizan. En las ciudades sabemos que estas cosas pasan, pero no entendemos el verdadero sufrimiento de las víctimas: niñas y mujeres que han sido violentadas sexualmente. Todo parte de la decisión. Enfrenten su problema, ustedes son sobrevivientes del conflicto, así que háblenlo, cuéntenlo, porque somos seres humanos y, naturalmente, estamos hechos para superar cualquier trauma. Siempre está la posibilidad de vivir una vida mejor.
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