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  • Buscando los rincones de Juan Carlos.

    Detrás de la videocolumna de opinión de El Espectador se encuentra Juan Carlos Rincón Escalante, un cucuteño de 27 años que se reinventa todos los días. Buscando los rincones de Juan Carlos. Laura Valentina Cardona Niño. Detrás de la videocolumna de opinión de El Espectador se encuentra Juan Carlos Rincón Escalante, un cucuteño de 27 años que se reinventa todos los días. Disponible en Pulzo Cortesía: universidad de la Sabana El reloj marca las cuatro y veinte de la tarde, un domingo, en la sala de redacción de El Espectador. Allí se encuentra, en su escritorio, recostado en la silla admirando el monitor que yace en frente de él. Viste un suéter gris con cuello tortuga, un pantalón negro bota tubo y unos Converse también negros; lleva el cabello semirrecogido en una coleta y unos anteojos con marco negro y puente dorado. Luce bastante agotado, y no es para menos, pues dictar clases en la Pontificia Universidad Javeriana, realizar la edición diaria de la página de opinión del periódico El Espectador, investigar y redactar el guion de La Pulla, Las Igualadas, La Red Zoocial y sufrir de depresión, no cualquiera puede soportarlo. Juan Carlos Rincón no para, está siempre ocupado en mil tareas. “Un mecanismo de defensa que tengo para la depresión es hacer cuanta cosa se me pase por el frente”, me dice. Uno de sus amigos -y también miembro del equipo de La Pulla, Juan David Torres, ve como un defecto en él “su excesiva entrega al trabajo”, pues asegura que hay días en los que Juan Carlos luce exhausto, con el semblante apagado, sin aliento y hasta cortejando la renuncia absoluta. De todos modos, cuando tiene tiempo libre que, en realidad, es muy poco, disfruta del cine, en especial las películas que contengan muchos diálogos y una buena historia. No le atraen tanto las películas simbólicas, como ‘El abrazo de la serpiente’. Un optimista y apasionado En un inicio quería estudiar cine, pero por decisión de su padre, terminó estudiando Derecho en la Universidad de los Andes. Más allá de amargarse, lo vio como una oportunidad para entender el sistema y creyó que podría obtener justicia social a través de entender cómo son las reglas, pues durante su etapa escolar en el Colegio Calazanz de Cúcuta, soñaba con ser presidente. Nunca se le pasó por la mente el periodismo. En realidad, llegó de ‘carambola’ a ese terreno, ya que incluyó una clase de periodismo en la universidad y le terminó gustando. También le cautiva la lectura. De hecho, su madre, María Gabriela Escalante, reconoce al ferviente lector que es su hijo, asegura que llena todos los espacios que puede de libros y que no deja ni contempla deshacerse de ni uno solo. Sin embargo, es un poco caprichoso con esta actividad, pues dice que, aunque lee mucho, si en las 10 primeras páginas de un libro no se engancha, independientemente del género literario, no se molesta en terminarlo. “La vida es demasiado corta para el arte que no sea trascendente”, dice con un profundo convencimiento. Esta interesante práctica alude a su necesidad de andar siempre activo, siempre mantener la mente ocupada, siempre olvidando lo que le aqueja en soledad. De igual forma, disfruta de los videojuegos, aunque no pueda aprovechar de esta actividad como quisiera, pues consume bastante tiempo y es justo lo que le falta. “Como mecanismo comunicativo tiene mucho potencial. Lo que pasa es que es una forma de arte muy joven, entonces les falta explorar mucho. Los videojuegos que más me gustan son en los que yo siento que están empujando esos límites, sin perder lo que hace un juego, que es divertir. BioShock Infinite -su videojuego favorito- en apariencia es un juego de disparos muy divertido, pero cuenta una historia buenísima, una de las mejores historias que yo he visto en cualquier forma de arte”, explica. También le complace correr, lo utiliza como mecanismo de defensa. Él define su brío como una virtud, “porque cuando se me ocurre una idea, así no tenga las herramientas ni los conocimientos para ejecutarla de la mejor manera, me lanzo a hacerla”; también como un defecto, pues afirma que “el acelere me quita posibilidad de contemplación y de digerir un poco más las cosas, y si eso no se sabe manejar, te lleva a cometer errores”. Es increíble que alguien tímido, como él, a pesar de temerle al fracaso, como es natural, sea tan arriesgado; y es que cada uno de sus aciertos en la vida se deben a eso. Como ejemplo, tenemos su idea más exitosa hasta el momento: La Pulla. “Yo creo que lo que ha pasado es que he tenido un montón de decisiones chiquitas, desparramadas a lo largo de distintos días, que me han llevado a tener una vida con muchos aciertos. […] Todo el camino de decisiones que me llevó eventualmente a crear La Pulla es, tal vez, de lo mejor que me ha pasado en la vida”, asegura. Detrás de todo gran hombre hay un fantasma que lo aqueja A pesar del carácter fuerte que Juan Carlos demuestra tener en La Pulla, no hay nada más alejado de la realidad, pues es un hombre sumamente sensible y posee un temperamento un poco melancólico. “Me afecta muchísimo lo que la gente dice. Entonces, eso me cuesta constantemente, porque la gente siempre va a decir cosas negativas y uno puede agarrar lo constructivo, pero a veces me hunden un montón y me quedo paralizado. Eso genera problemas”, señala. A pesar de llevar más o menos 10 años con esta carga anímica -que ha venido recrudeciéndose durante los últimos cuatro años-, haber lidiado con todo tipo de psiquiatras, y tomar antidepresivos cada día, ha afrontado todo esto como solo él podría hacerlo. “Tener la mitad de la cabeza ocupada en no matarte, te quita mucha energía”, dice, realizando una mueca que simula una sonrisa. Cuando habla de temas en los que se siente cómodo acostumbra a mirar a los ojos; de vez en cuando, repetidamente agacha la cabeza y mira por encima del marco de sus lentes, con decisión; pero es evidente que hablar de esto le resulta complicado, pues antes de responder, suele pasar saliva o respirar hondo, tiende a susurrar e incluso tarda más en responder que si fuera una pregunta más casual, como sobre su profesión. “La depresión cansa y la gente no la entiende. La depresión es un tema muy solitario. Mucha gente me ha querido ayudar -mi mamá, muchas parejas-, solo que eso no es suficiente; también es que la otra gente no puede hacer nada. Toca estar en terapia, y ver qué pasa”. Juan Carlos Rincón Escalante es un conjunto de contradicciones que lo hacen alguien sumamente especial y digno de admirar, pero, sobre todo, lo hacen ver como lo que es: un ser humano con virtudes, defectos, y problemas, como todos. Con fe en la causa Es bien sabido, gracias a los formatos de Las Igualadas y La Pulla, que Juan Carlos es un luchador vehemente por los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBT, aunque no pertenezca a ninguna de estas poblaciones a las que defiende. “Yo soy privilegiado, porque a mí no me toca lo peor. Son temas muy frustrantes, son temas que desgastan y a mí una de las cosas que más me pesa es cuando publicamos vainas sobre géneros, sobre la comunidad LGBT y todo el odio, la gente terca… pero en últimas, conservo el beneficio de la distancia”. Es un altruista con la capacidad de darle voz a quien lo necesite, de luchar con la gente que está siendo oprimida -sea religión, gobierno, patriarcado-, un soñador empedernido que busca lograr un mundo más empático. “Si alguno de mis proyectos logra -y sobre todo en las generaciones venideras- inspirar gente con más empatía, me doy por bien servido”, dice con contundencia. Ya en distintos medios se ha publicado cómo tuvo origen La Pulla; que Juan Carlos fue quien tuvo la idea original, que se inspiró en los comediantes políticos gringos; pero considera que esta no nació hasta que estuvo el equipo consolidado, ya que, con los aportes de todos, el producto fue cogiendo forma. El video de La Pulla que más polémica generó fue el titulado “Gustavo Petro NO merece ser presidente», y no era para menos, ya que la mayoría de sus suscriptores son de izquierda. «Nosotros sabíamos que era un video que iba a levantar costra, porque era tal vez la primera vez que íbamos en contra de un porcentaje amplio de nuestra audiencia […] Lo que yo creía, tal vez de manera ingenua, era que la gente iba a decir ‘Okay, no estoy de acuerdo, no me gustó, pero listo’”. En realidad, lo que recibieron fue un montón de comentarios negativos y cargados de odio, que no solo a Juan Carlos, sino al equipo entero de La Pulla, les cayó como un baldado de agua fría. Con Las Igualadas fue un poco diferente. Él conocía a Viviana Bohórquez desde antes de llegar a El Espectador, pues trabajaron juntos en Colombia Diversa, una ONG que defiende los derechos humanos de las personas LGBT, mientras que Mariángela Urbina -cucuteña, también- la conoce desde que estaba en el colegio; se han venido siguiendo la pista desde entonces. Juan y Viviana tenían la idea de realizar la videocolumna sobre género, pero no tenían quien presentara. Hubo un día en el que Mariángela llamó a Juan, expresándole su interés en realizar un podcast, también sobre género; y Juan Carlos -ni corto, ni perezoso- le comentó la idea que tenía en mente y así fue como nació otro de sus aciertos: Las Igualadas. Lleva dos años con La Pulla, un año con Las Igualadas y La Red Zoocial, y aunque su futuro es completamente incierto, está abierto a cualquier posibilidad. “No tengo idea de qué voy a estar haciendo en diez años, no sé si voy a estar en el periodismo, no sé si voy a estar en otra cosa, no sé si alguno de los proyectos en los que estoy sobreviva. Mi vida ha sido de tantos cambios tan rápidos, que ni siquiera me atrevo a predecirla. Vamos a ver qué pasa”. El Juan Carlos temeroso, inseguro y un poco ignorante en el periodismo, que entró a trabajar a El Espectador hace tres años, no es el mismo de ahora; pues con sus 27 años, su experiencia y su incertidumbre sobre el futuro, se le mira con todas las ganas de continuar con sus proyectos y salir adelante, con o sin la depresión.

  • Unisabana Medios | El plan del Gobierno que disminuye la brecha laboral entre las poblaciones altamente discriminadas

    El programa de Empleabilidad de Prosperidad Social ha permitido que mujeres y minorías étnicas tengan la oportunidad de acceder al mercado laboral y a un ingreso monetario digno. El plan del Gobierno que disminuye la brecha laboral entre las poblaciones altamente discriminadas María Paula Díaz Vela, Comunicación Social y Periodismo Fecha: 11 de abril de 2023 El programa de Empleabilidad de Prosperidad Social ha permitido que mujeres y minorías étnicas tengan la oportunidad de acceder al mercado laboral y a un ingreso monetario digno. Los afrocolombianos fueron la segunda minoría étnica más favorecida por el Programa de Empleabilidad de Prosperidad Social. Como respuesta a la problemática de escasez de recursos que ataca al Valle del Cauca, el Gobierno ha implementado el programa de Empleabilidad de Prosperidad Social como una solución para la población que vive en pobreza extrema y no cuenta con un trabajo que le brinde los recursos necesarios para tener una vida digna. El proyecto, que ha beneficiado específicamente a mujeres y afrocolombianos, busca la ejecución de empleos que permitan la reactivación económica del departamento y el ingreso monetario hacia sus ciudadanos. De acuerdo con el DANE, en Colombia, la tasa nacional de desempleo para el año 2015 fue de 8,9%, mientras que para el año 2018 fue de 9,7%. Esto supone un incremento en los índices generales que se presentaron durante un periodo de cuatro años en el país. Sin embargo, en el Valle del Cauca la situación fue mucho más compleja, en donde la tasa de desempleo aumentó progresivamente desde el año 2015 con un 11,0%, hasta el año 2019, donde se finalizó con una tasa de 11,9%. Si bien el desempleo es uno de los factores que más azota a su ciudadanía, la pobreza y vulnerabilidad han generado, por años, una diferencia abismal en la adquisición de recursos. De acuerdo con la Gobernación del Valle del Cauca, durante el año 2022, el territorio fue considerado como el segundo que más concentra personas en condición de pobreza extrema, en donde 153.347 hogares carecen de áreas como la educación, la salud y las tres comidas diarias. De cara a la desigualdad económica que se vive en el Valle del Cauca, el Gobierno decidió poner en práctica el programa de Empleabilidad de Prosperidad Social que, durante los años 2015 a 2018, logró que 1.683 personas, residentes en el departamento, se beneficiaran del proyecto. Es así como el plan del Gobierno logró ayudar principalmente a las mujeres y los afrocolombianos-negros, quienes, en torno al contexto histórico del Valle del Cauca, han sido la población más afectada por la vulnerabilidad y la desigualdad económica. Durante décadas, estas poblaciones han sido víctimas de violencia en el marco del conflicto armado y discriminaciones que han generado una reestructuración y reforma en el mercado laboral que se ve influenciada por la raza y el género, repercutiendo en la manera en cómo empresas privadas y públicas no contratan mano de obra afro y de sexo femenino, principalmente por prejuicios sociales. De acuerdo con el DANE, durante el año 2020 se evidenció que de los 4.532.152 habitantes del departamento, el 52,5% eran mujeres. Sin embargo, es este mismo género el que reporta una incidencia de 55.05% de pobreza, es decir, 10.01% más que los hombres. Asimismo, el panorama para las minorías étnicas tampoco es muy favorecedor. En el Valle del Cauca hay una concentración de 21.7% del total de afrocolombianos que habita en el país. A pesar de esto, es la raza que más presenta vulneración de sus derechos en el ámbito social y laboral. De acuerdo a un artículo publicado por el diario El País, tan solo en Cali el 68% de los hogares afrocolombianos viven en pobreza extrema, lo cual evidencia que la falta de oportunidades, normalmente influenciada por la desigualdad, es la principal causante de que más de la mitad de los afro residentes en la ciudad no cuenten con los estándares mínimos de calidad de vida. A pesar de esto, los resultados de la implementación del Programa de Empleabilidad de Prosperidad Social demostraron una participación alta de mujeres y población afro. Del total de los beneficiarios, 1331 fueron mujeres, es decir, un 79,08% y 652 fueron afrocolombianos, lo cual equivale a un 38,74% de toda la población beneficiada. El plan del Gobierno no solo ha logrado disponer ante estas poblaciones la inclusión productiva de los hogares de pobreza, sino que plantea estrategias que permiten el cierre de las brechas para la población en situaciones de violencia, discriminación y vulnerabilidad. Share

  • El verde está a la moda

    El cambio climático es uno de los principales problemas que enfrenta la humanidad actualmente. Algunos colombianos lograron alterar sus prácticas de consumo. El verde está a la moda Mariana Jaramillo Castro El cambio climático es uno de los principales problemas que enfrenta la humanidad actualmente. Algunos colombianos lograron alterar sus prácticas de consumo. Disponible en Pulzo Mariana Jaramillo Castro Vivir en el siglo XXI conlleva cargar con el peso de las pobres decisiones ambientales que quienes están en el poder han tomado hasta nuestros días, y como habitantes del ahora desvalido planeta tierra, tenemos la misión de eliminar nuestras huellas de contaminación antes de que sea demasiado tarde. Según datos de la ONU Medio Ambiente, en cuanto a los residuos que produce cada persona, América Latina genera un promedio de un kilogramo por habitante al día, estando por encima de otras regiones, como África. En un contexto más cercano, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en Colombia se generan cerca de 12 millones de toneladas de basura al año, de las cuales solo se recicla un 17 %. En un intento por contrarrestar la huella que los residuos sólidos dejan en el ambiente, numerosas personas alrededor del mundo han empezado a cambiar sus estilos de consumo hacia el comercio sostenible. A este plan también se han sumado grupos de colombianos que han tomado conciencia de lo urgente que es ayudar al ambiente y de las muchas formas en las que esto se puede lograr. En Bogotá se han popularizado dos actividades en particular con este fin: el comercio zero waste y la economía circular. La primera es una filosofía de vida basada en la reutilización de residuos que de otra manera serían almacenados o incinerados. Y la segunda, se basa en un sistema de aprovechamiento de recursos donde se apuesta por la reducción de producción y la reutilización de los elementos del producto que no pueden volver al medio ambiente. De las tres Rs al cero W Aunque el movimiento ‘Zero Waste’ nació en California en la década de los setenta y fue impulsado por la activista francesa Bea Jhonson en los años noventa, actualmente se puede evidenciar en varias iniciativas relacionadas con la sostenibilidad del ambiente en varios lugares del mundo, incluido Bogotá. Sara Orozco, precursora de este movimiento y fundadora de Cero Waste Shop, una de las principales tiendas que difunden esta filosofía en Colombia, recuerda cómo tomó la decisión de adoptar y compartir este estilo de vida: “En el año 2016 residía en Bélgica y aprendí cómo ellos cambiaban sus actividades diarias para alivianar su impacto en el medio ambiente y decidí dedicarme a compartir este estilo de vida para dejar una huella distinta en el planeta”. En 2018, los términos Zero Waste, veganismo, entre otros, eran aún foráneos para los colombianos y la oferta de este tipo de productos era bastante limitada. Al pasar los años, estos conceptos se han venido popularizando de forma natural y genuina gracias al ejemplo del creciente número de personas que han tomado conciencia del impacto enorme que conllevan ciertos estilos de vida. En las tiendas amigables con el ambiente se pueden encontrar desde artículos de aseo personal como champús sólidos, desodorantes sólidos y copas menstruales, hasta empaques reutilizables y otros productos para el hogar. Adoptar esta filosofía de vida parecía ser una idea remota para muchas personas del común. Según María Cristina Villegas en su tesis “Espacios de sombra en la ciudad. La emergencia de iniciativas de reducción de basura en Bogotá”, ello se debe en parte a que nuestro orden del sistema ha generado un ritmo de vida urbana específico que nos ha distanciado y ha silenciado otras posibilidades. No es nada del otro mundo Sara Orozco afirma que todo tipo de personas tienen conciencia ambiental. “Hay muchos aspectos de la vida en la que las personas pueden cambiar su forma de consumo como a la hora de comprar productos de aseo personal y del hogar, la ropa que usamos, la alimentación, entre otros”, explica. Cero Waste Shop ofrece productos de materiales alternativos de larga durabilidad, reciclables y/o compostables. Esta idea se relaciona con la economía circular, protagonizada por el reciclaje, el consumo sostenible y el aprovechamiento de materiales. Según un artículo publicado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Colombia es de hecho el primer país de América Latina en implementar una estrategia de Economía Circular, en donde las empresas ejecutan nuevos modelos de negocio que aprovechan al máximo los recursos y permiten que los residuos de unos puedan ser insumos para otros y así cerrar ciclo. Además, el Ministerio tiene un programa llamado “Negocios Verdes”, en el cual se trabaja el desarrollo de estudios e instrumentos económicos y financieros que propicien cambios en los actores que usan los recursos naturales y que sirvan para financiar la gestión ambiental. Adoptar este movimiento trae beneficios no solo ambientales, sino económicos gracias al desarrollo de nuevos mercados de consumo e inversión sostenibles y culturales. Esto ayuda a cambiar la forma de actuar de los ciudadanos, especialmente los jóvenes, quienes empezarán a tomar elecciones más responsables con el ambiente. Fridays For Future Bogotá es un brazo del movimiento juvenil de acción climática mundial creado por Greta Thumberg, una sobresaliente activista sueca de diecisiete años. Laura Moncada, activista de la organización, explica que las generaciones más jóvenes están tomando conciencia de esta crisis climática. “Nosotros le damos importancia a estos temas debido a que nos afectan directamente y a mayor escala que a las personas mayores que toman decisiones dañinas tanto para el ambiente como para las minorías. La globalización es un punto clave en esta lucha, pues facilita el acceso a la información, educación y conexión con otros movimientos de esta índole a nivel mundial”, manifiesta. Devolverles la vida a las prendas que fueron una vez amadas Según la ONU, el ‘fast fashion’ (fórmula de consumo acelerado de la moda), tiene un papel relevante en la contaminación de la Tierra, pues produce el 20% de las aguas residuales que se generan a nivel mundial y es responsable del 10% de las emisiones de dióxido de carbono que se emiten a la atmósfera. Al buscar alternativas para contrarrestar este problema, el ‘thrifting’ (comprar artículos de segunda mano) ha ganado popularidad entre los jóvenes de todos los rincones del mundo pero no es una actividad para nada nueva. La gente ha comprado ropa usada desde hace siglos, pero siempre debido a cuestiones económicas, y era visto como una práctica vergonzosa. Este no es el caso en la actualidad, pues gracias a la exposición que temas de conciencia ambiental han tenido en la cultura ‘mainstream’ y el resucitar de las modas ‘vintage’, esta práctica se reinventó. Como esta actividad es popular entre los adolescentes, este tipo de comercio toma lugar en redes sociales como Instagram. En Colombia, aunque estos negocios son relativamente nuevos, han ganado mucha fuerza en el último par de años. Maria Alejandra Osorio, fundadora de Arigato Vintage, una de las numerosas ‘thrift shops’ virtuales en el país, afirma: “Las personas que nos compran suelen ser jóvenes entre los 16-25 años. Es increíble ver cómo cada vez más la juventud es consciente del impacto que tiene la industria textil en nuestro planeta y busca maneras de reducir su huella de carbono. El plus del público joven es que la empatía tiende a ser mucho mayor. No dudan en dejar comentarios positivos hacia las tiendas que nos dedicamos a esta labor, generando una reacción en cadena gigante y es muy lindo, porque cada vez más es la gente que se da cuenta del valor de la palabra “reutilizar”. Osorio explica que esta forma de comercio es atractiva porque da la oportunidad de adquirir “las prendas de mamá”, ropa que poco se ve actualmente que encaja con el estilo que muchas personas buscan y además a un precio más accesible. Un aspecto muy importante en el proceso de manejo de las prendas es su selección, pues son artículos curados que no se pueden adquirir de manera sencilla y se consiguen por medio de proveedores locales. Luego de higienizarlos, se le hacen las modificaciones necesarias. Al ser un negocio virtual, María procede a tomarles fotografías para las redes sociales y que representen el aire natural que busca para su tienda, añadiendo: “Elegimos con cuidado el día para realizar actualización, que sea cómodo con los tiempos de las personas que nos siguen y con los nuestros”. Cuidar al ambiente es cuidarnos a nosotros mismos Preocuparse por la crisis climática afecta diferentes aspectos de la vida de las personas. Laura Moncada, una activista ambiental de veintiún años, comenta: “Gracias a tomar parte en actividades para el consumo sostenible, comencé a cambiar mis hábitos cotidianos en cuanto a salud, alimentación, entre otros. Además, esto me ayudó a salir de mi individualidad y descubrí numerosos colectivos que se dedican a alcanzar y educar a más personas para lograr un verdadero cambio y apostar por más”. Según datos de la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos, el dinero que el gobierno distrital de Bogotá gasta en actividades ambientales ha incrementado de 1,72% al 2,4% del gasto total en los últimos diez años (2009 al 2019). En definitiva, aunque hay numerosos movimientos que buscan seguir difundiendo este estilo de vida para ayudar al planeta desde las pequeñas acciones, hace falta que las grandes empresas y quienes están en el poder cambien sus formas de consumo para efectivamente frenar el deterioro de nuestro hogar llamado Tierra.

  • 15/30: Por un voto en paz

    Breiner Montano Álvarez, Brisna Alejandra Peña Williams, Camilo Andrés Guarín Vásquez, Enrique Muñoz Aguilar, Isabella Muriel Orozco, Jessica Katerinne García García, Juan Camilo Duarte Bautista, Juan Diego Ibañez Sánchez, María Angélica Roldán Salazar, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo < Volver 15/30: Por un voto en paz Camera Breiner Montano Álvarez, Brisna Alejandra Peña Williams, Camilo Andrés Guarín Vásquez, Enrique Muñoz Aguilar, Isabella Muriel Orozco, Jessica Katerinne García García, Juan Camilo Duarte Bautista, Juan Diego Ibañez Sánchez, María Angélica Roldán Salazar, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo En este capítulo, también te contamos sobre iniciativas que buscan que la comunidad trans pueda ejercer su derecho al voto en paz, entre otras noticias. Ver también: nota de lee también

  • Cosechas de superación: Una granja nacida en el corazón de una mujer.

    "La crisis alimentaria solo será superada si capacitamos e informamos a nuestros niños y jóvenes fomentando la armonía con el entorno natural": Rosa Poveda. Cosechas de superación: Una granja nacida en el corazón de una mujer. Diana Marcela Contreras Osorio. "La crisis alimentaria solo será superada si capacitamos e informamos a nuestros niños y jóvenes fomentando la armonía con el entorno natural": Rosa Poveda. Disponible en Pulzo Diana Marcela Contreras Osorio. A sus 6 años Rosa Poveda, la sexta hija de 11 hermanos, fue robada por dos mujeres que estaban de paso en el pueblo. Su madre, al ser muy hospitalaria dejó que aquellas mujeres se quedaran en su casa por varios días, pero lo que no sabía era que aquellas señoras traficaban de niñas y jóvenes. Al llegar a la capital del país, y después de atravesar ríos y montañas, a aquellas mujeres se les cayó el negocio, pues según cuenta Rosa, ya ella estaba vendida. Rosa se volvió un encarte para las mujeres, así que la entregaron a una señora que le dio todo lo que cualquier niña a esa edad podría querer: estudio, ropa, vivienda y lujos. Así sobrevivió Rosita por muchos años, y no fue hasta los diecisiete que decidió dejar de estudiar, pues le parecía que aquella forma de educación no le permitía ser quien ella quería. Ella no quería ser una más del montón, quería hacer un cambio. La vida de Rosita tomó un giro completamente diferente al ser raptada de su hogar, aunque, para su madre, ella simplemente se escapó con aquellas mujeres. Mientras le hace huequitos a una taza de plástico con un objeto puntiagudo y caliente, —es para sembrar plantas, afirma—Rosita cuenta que a eso de la una de la mañana, aquellas mujeres entraron a su habitación y la obligaron a irse, pues le pusieron un cuchillo “muy grande” en el cuello, “como de este tamaño—señala Rosita, mostrando su brazo y señalando con el dedo—. Cuando se vio amenazada, casi de forma inmediata, revivió en su mente una escena que la marcó de por vida: una mañana, cuando apenas tenía 5 años, en la vereda de San Cristóbal, en un pueblecito boyancense, ocurrió un hecho terrible. Le habían quitado la cabeza a una mujer, madre de una amiga de Rosita. La vio tirada en el piso de su casa, con la cabeza separada del cuerpo en un enorme charco de sangre. Ella no podía concebir que aquella mujer no pudiera tener la cabeza pegada al cuerpo, “no podía ver, no podía caminar”, decía. —“Yo quería ponerle la cabeza a esa señora”. Por eso fue tan fácil convencerme. —agrega Rosita— Yo tenía en mi mente todavía aquella escena, y cuando aquellas señoras me dijeron que me iban a quitar mi cabeza, no pude negarme a irme con ellas. Rosa es una mujer de estatura pequeña, de al menos un metro cincuenta, contextura ancha, con los dientes un tanto torcidos y cejas poco pobladas. Con su peculiar aspecto sin peinar y un aire de relajada, habla con cierta crítica a esta sociedad corrupta y poco preocupada por el tema agrícola y ambiental. Su cabello rebelde está atado con una coleta, pero con aspecto de no estar bien sujetado. Todo a su alrededor podría ser considerado un reflejo de pobreza y miseria; el piso sin terminar, apenas la tierra comprimida, las paredes con los ladrillos sin cubrir y un montón de platos y ollas al aire libre. Pero, Rosita no es pobre, nunca le falta nada, y menos, el alimento en su mesa. Rosita es muy religiosa, y afirma que Dios es el centro de su vida y su razón de ser. Una revelación llegó a su vida, afirma que Dios le mostró aquel terreno donde ha vivido por 17 años y donde mantiene viva su Granja Agroecológica. Es una mujer luchadora, y así como el nombre del barrio donde habita, La Perseverancia, en el centro-oriente de Bogotá, mantiene esas ganas de seguir dando lo mejor de sí y de mostrar al mundo que se puede dar algo mejor y aportar buenas conductas a esta sociedad. La Granja se encuentra cerca a la Vía Circunvalar, en la carrera primera con calle 32, y al entrar hay que pasar por un gran portón de hierro, que se encuentra en medio de un muro que lleva inscrito el nombre de la granja. Al entrar el recibimiento es hecho por un perro criollo, al que llaman Caramelo. Al lado derecho de la entrada se encuentra lo que se podría llamar una cocina y un comedor, pero en realidad hay tres mesas largas con bancas de madera, un sofá a un costado y varias sillas al otro. Siguiendo por un caminito hecho con tablas de madera, se hace el recorrido por la Granja, a los costados solo hay plantas sembradas en botellas, latas y otros materiales reciclados. —Nada es basura—afirma Rosita. Hay que caminar con cuidado de no caerse, pues, aunque todo allí es muy firme, uno pensaría que se le podría ir el pie por alguna ranura del piso de tablas. Casas hechas de madera y materiales reciclables, tres en total en todo el terreno, que tiene unos 1800 metros cuadrados. Huertos, viveros y gallineros; Rosita vive rodeada de plantaciones que ella misma cosecha para su autoconsumo y el de su familia. Encima de donde se ubica la cocina está una de las tres casas, que es donde duerme Rosita con su hija Rubí y 6 venezolanos que están allí de paso. En la casa del fondo, duerme Ricardo, un caleño que llegó hace unos meses a la capital y que ayuda a Rosita a mantener la Granja lo más ordenada y limpia posible. Él nunca está sin hacer nada, —agrega Rosita, refiriéndose a Ricardo—siempre está barriendo todo, por todos lados, le gusta ver todo limpio. “Acá estoy de paso”, afirma Ricardo. El estar aquí me hace sentir tranquilo, pues hago lo que me gusta. A Rosa le ha faltado una buena mano con la granja, por eso estoy aquí, para ayudarla ordenando y limpiando todo. Se siente bien tener ese conocimiento de la granja, de la siembra y de la agricultura, pero no solo eso, sino también impartirlo a otros. Todas las personas que viven en la granja, y que están de paso, deben trabajar allí o simplemente pagar el día, por el que Rosita cobra cinco mil pesos. Lo ideal es que las personas lleven comida, colaboren en lo que puedan y ayuden en los quehaceres de la granja, así como Ricardo. “Él se gana el vivir aquí”, dice Rosita—pues él trabaja todos los días. También está Andrés, otro joven que ayuda en la Granja hace tres meses y quien afirma que el mayor impacto que genera el manejo de la granja es que se puede cosechar su propio alimento y no pagar a otros por ello, teniendo todo lo necesario en un solo lugar. En la Granja hay más de 40 tipos de frijoles, plantaciones de fresa, tomate de árbol, curuba, uchuva, mora, calabaza, marihuana, tomillo, lechuga, variedad de flores y de plantas medicinales. Hay también un gallinero con alrededor de 12 gallinas que ella misma alimenta y mantiene siempre, y de las que se vale para sacar sus huevos o hacer sancochos. Rosa, además, practica la apicultura para polinizar su gran variedad de flores y tiene varios panales destinados a ello. Asimismo, la granja cuenta con un nacimiento de agua natural, con una profundidad de 1 metro 60 centímetros aproximadamente, y del cual sacan el agua para sus necesidades básicas y el abastecimiento de todo el lugar. Rosa utiliza muchos residuos orgánicos para la producción de la granja, para el abono y la siembra. Uno de ellos es la humanaza, que sale de los residuos fecales, y puede tardar un año en sacarla. Para ello, adecuó el único baño que tiene la granja. No utiliza agua, es un baño seco, simplemente se le echa un poco de tierra, y los desechos se van debajo del piso, el que está hecho también con tablas de madera y algunas ranuras visibles. Todo eso se procesa y, al año, ya está listo para ser usado como abono para la siembra. Doña Rosa, como también se le conoce, adquirió el lote por un comodato, que es un contrato por el cual recibió el lugar como un préstamo, de forma gratuita, pero con la obligatoriedad de no destruirlo. Es decir, que todos los cambios y mejoras que Rosita ha realizado al lugar deben quedarse allí. Sin embargo, ella está llevando a cabo todos los trámites para que las escrituras estén a su nombre y pueda ser propietaria directa del terreno. Un basurero, eso cubría los 1800 metros cuadrados de toda el área, donde los habitantes del barrio tiraban toda clase de residuos, como baños, ladrillos, madera, aguas negras, baterías, plásticos, residuos domésticos, entre otros. Poco a poco, Rosita, con ayuda de 3 de sus 5 hijos, fue acomodando el lugar y convirtiéndolo en lo que hoy es. Además, se valió de algunos animales como los conejos, pollos y patos para crear huecos y así remover la basura más rápido. “No fue nada fácil. Al principio solo tenía un metro o dos metros de tierra disponible para sembrar mis semillas, pero ahí sembraba el cilantro, la lechuga, el frijol, en fin”. Las primeras semillas que sembró fueron un legado de su abuela y, hoy en día conserva algunas de ellas. Con el tiempo, fue adecuando todo el lugar para seguir cosechando, hasta que ya no quedó más basura. Doña Rosa comenzó un proceso agroecológico con la producción de orgánicos, uso de semillas nativas que luego se convirtió en un espacio de encuentro y minga, donde hoy en día se enseña y comparte saberes en torno a la agroecología, a partir del trabajo comunitario o mingas, en las cuales participan muchas personas, entre ellas niños y jóvenes del barrio, jóvenes estudiantes y campesinos. El interés de Rosita siempre ha estado en que los más pequeños sean quienes reciban los intercambios de conocimiento y las prácticas que pueden hacerse en la granja y que así lo puedan difundir en sus propias casas y/o entornos. En esta escuela agroecológica enseña producción de plántulas y semillas, construcción en guadua y materiales diferentes al concreto, elaboración de abonos naturales, lombricultura y cría de especies menores. Además del tema agroecológico, Rosita enseña el uso de los materiales reciclables, a crear objetos con tapitas, con botellas plásticas, latas, alambres, y muchos materiales que otras personas desechan, pero que ella los encuentra útiles todavía. Enseña a fabricar bolsos, canastos, estuches, cajitas, manteles con lana y bordados, muchas veces hechos con sacos y ropa vieja. La Granja ha tenido y sigue manteniendo un gran impacto a nivel internacional, pues en países como Suiza, Francia, Alemania y Brasil ha logrado la creación de otras sedes de la Escuela Agroindustrial, pero en el tema principal de la siembra y la cosecha. En Francia, por ejemplo, crearon un centro llamado Semillas de Rosita. Ella ha llevado semillas de aquí de Colombia a muchos países, y aunque es un tema ilegal, para ella es gratificante que en otros lugares se lleven a cabo estas prácticas agrarias gracias a su labor y ejemplo. Moniquirá, Boyacá, se debería sentir orgullosa de parir a una mujer como Rosa Poveda, que, aunque raptada de su nicho y de su núcleo familiar, siempre llevará en su corazón a su municipio, a su vereda de San Cristóbal.

  • Responsabilidad Familiar Corporativa

    Cómo hallar un punto medio entre las responsabilidades laborales y las personales. Responsabilidad Familiar Corporativa Cómo hallar un punto medio entre las responsabilidades laborales y las personales. Compartir

  • "El cuidado del adulto mayor en casa: una labor de vida"

    Cuidar a un adulto mayor en casa es una labor de vida. ¿Cómo hacerlo y por qué?, en esta Cátedra de Familia. "El cuidado del adulto mayor en casa: una labor de vida" Cuidar a un adulto mayor en casa es una labor de vida. ¿Cómo hacerlo y por qué?, en esta Cátedra de Familia. Compartir

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  • Un toque dulce a las penas amargas

    Jenny Camacho, fundadora de la pastelería Xocolat and More, luchó contra el cáncer de mama. Ni la enfermedad ni la situación de Venezuela la vencieron. Un toque dulce a las penas amargas María Paula Charry Mejía Jenny Camacho, fundadora de la pastelería Xocolat and More, luchó contra el cáncer de mama. Ni la enfermedad ni la situación de Venezuela la vencieron. Disponible en Pulzo María Paula Charry Mejía Al ingresar Xocolat and More, una pastelería donde todos sus productos son elaborados sin azúcar, sin gluten y algunos son veganos, me topé con una mujer muy particular. Me atrevería a llamarla “la mujer de las mil manos”, no porque tuviera una extraña condición o se pareciera al Dios Shiva del hinduismo, sino porque podía hacer muchas cosas a la vez, y todo con una gran sonrisa. Tomaba los pedidos, respondía a una llamada telefónica, saludaba a los clientes con gran carisma y surtía los postres que se vendían como pan caliente. Es una mujer muy bella. Las facciones de su cara son proporcionales entre sí, parece que la distancia entre sus ojos, nariz y boca fue medida con una regla. Sus ojos son medianos y de color castaño oscuro, su nariz es pequeña y respingada y sus labios tienen el arco superior marcado como si estuviesen delineados con un lápiz labial. Es de tez blanca, su piel se ve firme y sin ningún tipo de imperfección o marca; su sonrisa llama la atención por lo radiante de sus dientes blancos que parecen de comercial de crema dental. No es muy alta, pero tampoco muy baja, diría que su estatura es promedio para el perfil colombiano. Es de contextura delgada y tonificada, lo que podría revelar que se cuida con el ejercicio y la alimentación. Es de suponerse, ya que es la dueña de uno de los negocios de repostería saludable más importantes de Colombia. En su cabeza hay muy poco cabello, consecuencia de varias sesiones de quimioterapia, pero lo luce con actitud y seguridad. No necesita de peluca o adorno alguno para verse fabulosa. Cuando la vi llamó mi atención que a pesar de ser la dueña del establecimiento llevaba ropa casual y cómoda, que le daba el aspecto de una mujer relajada y sencilla: unos jeans básicos de tono azul claro, tenis blancos y un delantal con el logo y nombre de la pastelería bordados. El maquillaje que llevaba era sencillo, pero glamuroso. Las cejas muy bien delineadas, un rubor entre rosado y melocotón y un labial tono palo de rosa. Esta mujer es Jenny Camacho, una chef venezolana a quien la crisis de su país la trajo a Colombia a probar suerte. Sin embargo, este no es un destino al azar, pues tiene la fortuna de estar casada con un colombiano, razón que la motivó a parar aquí. Donde sucede la magia Haciendo un gesto con las manos y sonriéndome me indica que la siga a la cocina “donde sucede la magia”. Al entrar puedo notar que es un lugar amplio y extremadamente limpio, no hay ni una sola partícula de polvo, los alimentos están perfectamente empaquetados en bolsas Ziploc y etiquetados con sus respectivos nombres y fechas de vencimiento. Al parecer, para ella el asunto de la calidad es cosa seria. En la cocina se encuentran cuatro cocineros, ninguno corre, pero todos caminan a paso acelerado, llevan ollas y bandejas de lado a lado. Uno está batiendo lo que parece la mezcla de un pastel, otros dos decoran con chips de chocolate unas galletas, que por cierto huelen delicioso, tanto que se puede sentir el olor desde afuera, y el último revisa la temperatura del horno. Todo lo hacen con una canción electrónica de fondo, porque en esta cocina se trabaja con música alegre. Están tan concentrados en lo que hacen que no notan la presencia de Jenny ni mucho menos la mía. Jenny saluda con voz fuerte y ellos responden con respeto, pero con una sonrisa, como si se tratara de una vieja amiga. Aunque tienen una pequeña conversación nunca dejan de hacer su labor. “Esta cocina funciona como un relojito, porque si no fuera así nos enloqueceríamos todos”, dice Jenny. Me entrega una redecilla para sostener mi cabello, me dice que usarla es una regla. Me siento como una cocinera más del lugar. “Jenny es una mujer luchadora, emprendedora, guerrera, buena jefa, simplemente increíble. Ella entiende la situación del venezolano, entiende la situación del cliente que padece de alguna enfermedad, ella se adapta a cualquier cliente y siempre le da lo mejor”, dice Francisco Jiménez, un empleado de Xocolat and More. Una noticia con sabor amargo En noviembre del 2017 Jenny empezó a sentir una “bolita” en uno de sus senos e hizo lo que muchas personas hacen cuando se sienten enfermas: “consultar al doctor Google”; pensó que se podía tratar de una fibrosis por lo que no se preocupó. En enero de 2018 empezó a sentir un fuerte dolor en el brazo izquierdo y adicionalmente notó que la “bolita” era más grande, por lo que decidió acudir a un doctor. Este le solicitó que se realizara una mamografía. La noticia con la que se topó cambió su vida: tenía cáncer de mama. “Me destrocé, simplemente no lo podía creer, porque yo era una persona muy saludable y siempre me cuidé. No podía entender cómo yo podía estar enferma, es lo que uno siempre se pregunta ¿Por qué a mí?”, dice Jenny. Hay algo que me impacta y es que ella me cuenta esto no con lágrimas, sino con una sonrisa de oreja a oreja y una voz serena y tranquila, porque al parecer de esta experiencia sacó el máximo provecho. “Si no me hubiera dado cáncer no sería quien soy ahora, no valoraría tanto la vida y no viviría el día a día como si fuera el último”, afirma Jenny. “Cuando nos enteramos del cáncer claramente fue una sorpresa, pero yo le dije: te voy a apoyar en todo. Esto no es una enfermedad, es una oportunidad de seguir demostrando lo fuerte que es y así como la ven ahí feliz y trabajando, así ha estado siempre. Ella salía de las quimioterapias a la pastelería. En las noches tenía algunos dolores, pero en la mañana salía con toda la actitud”, dice Leonardo Caicedo, esposo de Jenny. De amargo a dulce Jenny es una persona muy generosa, luego de que termina de revisar unos asuntos en la cocina dice a uno de sus empleados: “ten una cortesía con ella”, me invita a un café y a un postre. Pruebo el cheesecake de arándanos, porque, aunque soy fan del chocolate, lo soy aún más de los postres con fruta. ¡Me parece absolutamente delicioso! De los mejores que he probado, suave, pero con un punto crocante y dulce. Por su parte, el café no tenía nada que envidiarle, tenía un agradable olor y la leche de almendras le daba una textura espumosa inigualable. Mientras comía, pude notar que mucha gente se acercaba a saludarla como si se tratase de una celebridad. Al enterarse de que tenía cáncer, Jenny se volvió una “influencer” en Instagram, donde su mensaje es: “se puede ser y vivir feliz teniendo cáncer”. Allí todos los días comparte su proceso de sanación, las quimioterapias, su alimentación, cómo mantenerse activo y cómo auto examinarse para la prevención. Incluso, a través de esta plataforma donó una peluca a una de sus seguidoras con cáncer. Hoy en día Jenny tiene una gran felicidad y es que hace un mes se enteró de que se curó del cáncer, ¿Cómo lo hizo?: “con buena alimentación, actividad física moderada, buena actitud, amor propio, apoyo de mi familia y Dios”, dijo Jenny. Sus redes sociales no paran de crecer en seguidores y en sus dos sedes no cabe una persona más. Es un claro ejemplo de que sí se puede salir adelante a pesar de los inconvenientes, porque como lo ha demostrado Jenny, con la ayuda de Dios, ni la crisis político-económica de su país, ni el cáncer pudieron contra ella.

  • Luis García Montero

    Granada, España | Poeta y director del Instituto Cervantes Luis García Montero Ana María Gómez, Juan Esteban Medina Caicedo, Nayhara Esthefania Contreras Rojas y Francy Dayana Velasco Católico. Granada, España | Poeta y director del Instituto Cervantes Lea también: Pedro Borges Compartir Fotografía por Francy Velasco. Es poeta, crítico literario y ensayista, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada. Pertenece a la generación de los ochenta o postnovísimos dentro de la corriente denominada poesía de la experiencia. Recibió el Premio Adonáis en 1982 por El jardín extranjero. Nos contó: Sobre la mediación y la poesía... • Yo creo que en cada momento la poesía vive y tiene que tomar decisiones sobre su destino. Las redes sociales han extendido el diálogo entre la intimidad y lo público, entre el yo más personal y el mensaje colectivo. Ese ha sido siempre el camino de la poesía. Es una ventaja, pero al mismo tiempo es conveniente que los poetas sean precavidos y piensen en los peligros. Fotografía por Francy Velasco. • La poesía debe mantener su pudor. Hay que pensar lo que se dice antes de decir lo que se piensa. Y muchas veces las redes sociales imponen un vértigo donde la gente dice muchas cosas sin pensar y se pierde el pudor. Y buena parte de la gran poesía nace por el pudor a la hora de configurar lo más íntimo en un diálogo con el público. • Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. A mí me parece que se nota mucho los poetas que viven ya de manera nativa en las redes sociales, pero que al mismo tiempo han leído Baudelaire o han leído a Arango. • Es verdad que uno nace y tiene unas condiciones. Hay gente que nace y puede hacer deporte, puede hacer gimnasia, tiene la posibilidad de desarrollarse. No olvidemos que un deportista solo es bueno cuando aprovecha sus cualidades y entrena, entrena y entrena y aprende la técnica de ese deporte. En ese sentido, con la poesía pasa lo mismo. Pues uno puede nacer con más sensibilidad al mirar el mundo, pero tiene que leer mucho, tiene que entrenar, aprender la técnica de sus palabras, para así conseguir poemas que puedan emocionar a los demás. Cuenteros de Iberoamérica

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