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- La colombiana que ganó oro en los Olímpicos de la Juventud
La colombiana que ganó oro en los Olímpicos de la Juventud Mónica Marcela Mejía Parada, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Con 17 años, Gabriela Rueda ganó la primera medalla dorada para Colombia en los Juegos Olímpicos de la juventud 2018. Lea también: 'El reto del nuevo Ministerio del deporte' Compartir Foto: Mónica Marcela Mejía Parada En el segundo día de los Juegos Olímpicos que se celebran en Buenos Aires, Gabriela Rueda, bogotana y única representante femenina en patinaje de carreras, ganó la primera medalla en la historia del patinaje, con la victoria en la prueba semifinal. Con ello, cumplió lo que soñó días antes de su viaje a Argentina: “creo que vienen cosas muy grandes para mí, con la ayuda de Dios. Y lo que viene sería hacer un muy buen papel en los olímpicos en Buenos Aires y traer la medalla de oro para mi país”. Cuando pronunció esas palabras, la oscuridad de la noche se rompía por los imponentes reflectores del velódromo, en donde un grupo de jóvenes, organizados en una fila que parece infinita, se disponía a rodar a máxima velocidad. Entre los más de veinte patinadores, que visten uniformes de diversos colores, se encuentraba Gabriela Isabel Rueda Rueda. La patinadora, quien ha sido campeona mundial dos años consecutivos en Nankín, China y Heerde, Holanda, entrena todos los días allí, en una rutina que incluye montar bicicleta en las mañanas, gimnasio en las tardes y pista en las noches. Todos llevan cascos, licras enterizas y patines profesionales de bota corta. Es imposible reconocerla mientras rueda. Sin embargo, se siente la adrenalina en el ambiente y es posible imaginar la sensación del viento golpeándoles el rostro. Más que un juego de niños La puerta de una casa ubicada al noroccidente de la capital colombiana conduce a unas estrechas escaleras de baldosa ocre, que desembocan en un segundo piso medianamente iluminado. Allí se encuentra la bogotana de 17 años, campeona en fondo de la Copa Europea y diez veces medalla de oro por Bogotá, en interligas 2016 y 2017. Está sentada en la sala de su hogar. Viste de manera despreocupada, con un suéter gris claro, una sudadera oscura y unas sandalias blancas, de una tira. Cruza las piernas a la altura de las rodillas de una manera relajada y tiene una rueda de goma blanca con centro verde limón en la mano, que hace girar entorno a su dedo pulgar mientras habla. Empezó en el patinaje a los nueve años. Solía salir a rodar en la calle al frente de su casa a manera de juego, y su mamá, Marta Isabel Rueda, vio en ello una oportunidad de apaciguar su exceso de energía. Inició en escuela, entrenando solamente sábados y domingos. “Ahí inició mi carrera deportiva, ya después, al pasar del tiempo, entrenaba entre semana. Y así fui subiendo mi nivel”. Su rutina diaria está dedicada enteramente al deporte, su carrera, su profesión. “En el patinaje hacemos varios deportes. Es decir, para rendir en el patinaje debes hacer pesas, debes trotar y hacer ciclismo”. Sin embargo, el amor y pasión de nueve años rodando largas distancias no le permiten alejarse de la pista. Hoy en día, gracias a su trayectoria deportiva, la cual suma aproximadamente 280 medallas entre oro, plata y bronce, ha recibido apoyo de entrenadores, patrocinadores y de su familia , que está conformada por sus cuatro hermanos, tres mayores y un pequeñín de siete años, su mamá y padrastro. “Toda mi familia es apasionada del patinaje, pero mi mamá es la número uno. Han estado conmigo en las buenas y en las malas y creo que es algo muy importante para un deportista”. No obstante, su papá biológico reside en Ecuador, y es lejano al patinaje: “mi papá nunca me apoyó con el patinaje. Pero, me gustó que me acompañara al primer mundial, que supiera todo lo que su hija puede hacer, y así abra los ojos". Como cualquiera de su edad Se podría pensar que con una rutina de siete horas de entrenamiento diario y estar próxima a unos Olímpicos, la joven no tendría oportunidad de hacer más, pero no es así. “Soy una deportista de alto rendimiento, pero también soy como cualquier otra persona”. En su tiempo libre le gusta salir de compras, ir a la iglesia, bailar o comer con sus amigos y novio. Aunque recalca que el mundo del deporte la aleja de festejar, lo sigue haciendo, desde que no se acerque un campeonato, y no implique trasnochar mucho o consumir alcohol. Ella define el “ser guerrera” como su mayor virtud. “Quiero cada día mejorar, cada día ser más grande. (…) En una prueba puedes ir muy mal, pero si en tu cabeza dices: “’Juepucha’, quiero ganar, quiero llegar”, es lo importante”. Siu Daza, una amiga cercana que conoció rodando, destaca en ella su responsabilidad con el deporte: “es una persona muy fuerte, que no se deja vencer por nada. Puede ir muerta en un entrenamiento, pero no se queda. Lucha hasta el final”. Simultáneamente, su hermano mayor, Anderson Rueda, afirma: “su talento, digo yo, es innato; pero soy testigo de su dedicación”. Sin embargo, ambos concuerdan en que el mal genio, y un temperamento fuerte, son rasgos de su carácter complicados de tratar. El mundo del deporte tiene sus obstáculos personales también, afirma Rueda. “El deportista que es bueno da mucha envidia, y en el mundo del patinaje se viven muchos choques y chismes”. Pero, enfatiza en que, también hay personas que la admiran, como los niños chiquitos: “me dan mucha alegría, me piden fotos, me piden autógrafos. Eso es muy bonito y me gusta transmitirles lo bueno”. Y es ineludible tener en cuenta que, por más que la deportista esté próxima a convertirse en la primera patinadora de carreras en participar en unos olímpicos de la juventud, esto no la aleja de ser una persona con méritos, problemas y defectos, como todos. Alrededor del mundo Con 16 años ya había viajado al continente europeo con la ayuda de sus patines. No obstante, mariposas en el estómago y un nudo en la garganta es la sensación más vivida al recordar su primer mundial, en el cual tuvo la oportunidad de correr mil y veinte mil metros en pista: “sentía muchos nervios. Ya los había sentido, pero en el mundial daba las cinco vueltas y seguía sintiendo lo mismo”. Aun así, fue en Nankín donde tuvo la oportunidad de ser, por primera vez, campeona del mundo. La travesía no acaba allí, pero el éxito es agridulce y faltando un mes para presentarse a la selección colombiana de patinaje en 2018, sufrió una caída bastante ardua de afrontar. Al caer perdió el conocimiento, y creyó dejar ir la ilusión. “En el hospital me dijeron que tenía que parar 25 días. Justo ese era el tiempo que restaba para el inicio del selectivo y yo no estaba dispuesta a parar”. Así, con raspadas por doquier, cortes de chasis en los dedos y dientes rotos, tomó la decisión de seguir adelante. En 8 días estaba rodando de nuevo, el descanso, cuidados médicos y determinación es lo que necesitó. Asegura que esta caída le sirvió para acercarse más a Dios y dejar ir sentimientos perniciosos que tenía en el momento, para así poder dar su 100% en el selectivo. “Me sentí muy contenta de haber tenido una dificultad, haberme levantado de eso y hacerlo de la mejor manera. Yo creo que Dios me ha dado un talento muy grade y tengo que seguir aprovechándolo”. Después de más de 40 horas de competencia para clasificar en la selección colombiana, Rueda quedó entre los afortunados atletas que representaron al país en el mundial de Holanda, 2018. Haciendo historia Un año atrás, el Comité Olímpico Internacional y la Federación Internacional de Patinaje reglamentaron el patinaje de carreras, por primera vez, para los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires, 2018. “En Holanda fue muy diferente porque era donde se ganaba el cupo para los olímpicos de la juventud. Ese era el objetivo principal, estaba entre una compañera y yo. Jalé toda la prueba y rematé con ella, pero en la recta me quedé quieta y ella pasó, entonces le di la oportunidad de que ella fuera campeona del mundo en esa prueba”, afirma la patinadora, desbordando confianza. Y así fue como la joven, de tez morena y contextura delgada, clasificó en el ranking al sumar 114 puntos, pautando el inicio de algo histórico en el patinaje colombiano. “Por puntajes, a nivel mundial, fui la primera que pasó. Y Colombia quedó de primera en la sumatoria de los olímpicos en la prueba del ómnium”, señala, sonriendo al hablar de la experiencia adportas.
- El panorama del plátano en Pacho
El panorama del plátano en Pacho Mateo Arango y Pahola Ochica Mateo Arango y Pahola Ochica Las plagas, las enfermedades y los intereses de las nuevas generaciones, han reducido en un 50% la producción de plátano en el municipio cundinamarqués. Haz clic para acceder al contenido Ver también: El café: nuestra leyenda se extingue Compartir
- Iberoamérica, un cuento colectivo
Iberoamérica, un cuento colectivo Juan Nicolás Barahona Espinosa, Mateo Bonilla Moreno ,Ana María Gómez Ruano, Maria Mercedes Rojas Niño, Laura Angélica Lenis Llano, Sara Carrascal Hernández Ana Sofía Rubiano Vásquez, Isabella Jiménez Morón, Katherin Rincón Pulido, Nayhara Esthefanía Contreras Rojas, Juan Esteban Medina Caicedo, Alejandra Paulina Hernández Martinez, Maria Camila Poveda Trujillo, Ana Sofía Ñustes Heredia, Alejandra Leal Malagón, Juliana Martinez Cubillos, Laura Ochoa Polo, Santiago Velásquez Sarmiento, Gabriela Bautista Albarracín, Francy Dayana Velasco Católico,. Juan Nicolás Barahona Espinosa, Mateo Bonilla Moreno ,Ana María Gómez Ruano, Maria Mercedes Rojas Niño, Laura Angélica Lenis Llano, Sara Carrascal Hernández Ana Sofía Rubiano Vásquez, Isabella Jiménez Morón, Katherin Rincón Pulido, Nayhara Esthefanía Contreras Rojas, Juan Esteban Medina Caicedo, Alejandra Paulina Hernández Martinez, Maria Camila Poveda Trujillo, Ana Sofía Ñustes Heredia, Alejandra Leal Malagón, Juliana Martinez Cubillos, Laura Ochoa Polo, Santiago Velásquez Sarmiento, Gabriela Bautista Albarracín, Francy Dayana Velasco Católico,. En este especial multimedia, realizado durante el 11° Festival Gabo en Bogotá, traemos las voces de varios de esos protagonistas, para responder tres grandes preguntas: ¿Cómo es la Iberóamerica narrada desde una perspectiva fuera de lo hegemónico? ¿Qué prevalece más, el hecho o el sesgo ideológico? ¿Por qué ahora se resuena más el concepto de pluralidad? Haz clic para acceder al contenido Ver también: Para la paz, todos. Para la guerra, ni uno solo Compartir
- Un héroe vestido de cartón
Un héroe vestido de cartón Sebastián Rocha G., Comunicación Social y Periodismo Fecha: La historia de Luis Cruz que, detrás de sus trajes de Transformers construidos a escala, con 40 kilos de cartón y pintura, se ha convertido en las sonrisas y la admiración de conductores, transeúntes y turistas, pero también de su familia. Lea también: La calle, ¿vitrina absoluta del arte? Compartir Foto: Foto: Sebastián Rocha Muchas personas, en el afán del día a día, buscan los medios necesarios para suplir sus necesidades. Vendedores ambulantes, impulsadores de marcas en almacenes de cadena, vendedores de catálogos y un sinfín de medios que surgen para logran conseguir el sustento diario en un estilo de vida cargado de innumerables retos. Vivir de la informalidad es la realidad de muchos colombianos. Por distintas razones, millones de personas, como en el caso de Luis, no cuentan con un empleo formal que les brinde prestaciones sociales, ARL, seguro médico, entre otros, necesarios para subsanar necesidades tan esenciales como la salud y que viven, prácticamente, de la generosidad y el apoyo de los demás. Pero la forma en la que Luis Cruz, un bogotano de 43 años, lucha por conseguir su estabilidad y la de su familia es bastante particular y muy típica de un colombiano echado para adelante. De lunes a viernes, en un semáforo de la Avenida Boyacá con calle 25 sur en Bogotá, lugar rodeado de apartamentos, barrios populares y un pequeño jardín de preescolar donde centenares de niños observan, entre unas pequeñas rejas verdes, a coloridos robots como Optimus Prime, Bumblebee y Megatron , protagonistas de la popular saga de Transformers y también a despampanantes vehículos de la policía de Nueva York, camiones y automóviles de lujo de carreras que captan la atención de cientos de conductores y transeúntes que pasan por este importante corredor vial de la capital. Los “Transformers”, los populares juguetes de Hasbro que surgieron durante los últimos treinta años del siglo XX, fueron el objeto de inspiración de este bogotano que infunde, durante todo el tiempo, una enorme sonrisa en su rostro. Pues bien, este es el trabajo que Luis ha estado desempeñando durante los últimos catorce años en un mundo inmerso en medio de la informalidad, en el que puede llegarse a ganar hasta sesenta mil pesos diarios , como afirma él, con algunas lágrimas en sus ojos, “si Dios me lo permite”. Él, un hombre que ha sabido vivir la vida, es un guerrero descomplicado, alto, con varias cicatrices en su cuerpo producto de cirugías y de laceraciones. Estas últimas, consecuencia de la intolerancia de algunas personas que lo han agredido por su medio de trabajo. Su hogar, en un segundo piso de una casa amarilla del barrio Las Acacias, en el sur de Bogotá, refleja el gran amor en el que viven junto a él su esposa, sus dos hijos y su madre. Robots, autos de todo tipo, dibujos y su más reciente fabricación, una patrulla de policía patrocinada por una reconocida marca de electrodomésticos colombiana, adornan gran parte de la entrada. Ese gusto por fabricar Transformers, con sus propias manos, empezó luego de tomar la decisión de no seguir tolerando humillaciones e indignas condiciones laborales como contratista. “Me cansé de ser al que siempre humillaban. Ellos me dieron con un mazo en la cabeza y yo les voy a dar con un alfiler en el corazón”, enfatizó. En medio de una enorme crisis económica, inmerso en un mar de zozobra producto de haber renunciado a su empleo en el año 2004 y, además, cargando consigo el primer embarazo de su esposa Jenny, tomó la decisión de convertirse en el Transformer para rebuscarse la vida. Con 600 mil pesos y algunos materiales reciclables que encontró, construyó su primer prototipo y salió a rebuscarse la vida. Jenny, una mujer generosa que refleja una enorme amabilidad y que ha estado con él en las buenas y en las malas y hasta en las dolorosas, no estaba de acuerdo con la decisión de su esposo. “Mi hijos lo inspiraron y lo impulsaron. Yo, a pesar de que al inicio no estaba de acuerdo con esta locura de que él creara disfraces y se saliera a las calles, siempre lo apoyé”, afirmó. Pero detrás de este robot con corazón de humano, con sus manos visiblemente desgastadas por el pegamento, las pinturas y químicos que utiliza para fabricar sus transformers , hay un hombre con mil historias y anécdotas de vida. “Me considero una persona loca, melancólica, respetuosa, un muy buen padre, buen hijo, héroe, verraco” y como bien dice él, un ‘nairoman ’ que, aunque sin dinero, siempre infunde una enorme energía positiva. Y cada día que pasa, recuerda todas las adversidades que la vida le ha puesto en el camino. Hace varios años, luchó contra un cáncer linfático bastante agresivo que casi apaga su creatividad. Pero el amor de su madre y el de su familia, lo mantuvo con vitalidad y fuerza para seguir adelante; siempre acompañándolo durante las sesiones de quimioterapia y radioterapia. “Es una persona a la que yo he admirado siempre, desde niño ha sido muy alegre, inteligente y sobre todo, con muchas ganas de salir adelante”, expresó su madre en medio de un sutil llanto. Pero ahí no termina todo. Justo cuando se acercaba el nacimiento de su hijo, fue víctima de un acto inaceptable de tolerancia por parte de un grupo Skin Heads o Cabezas Rapadas en el que fue atacado por estar vestido con una réplica de una patrulla de policía de Estados Unidos. Esto le provocó una peritonitis que le infectó gran parte de su estómago y muy cerca de órganos vitales como el hígado y el páncreas. Todos estos sucesos han hecho que, al paso del tiempo, se incremente su amor hacia lo más importante en su vida según él: sus hijos. “Ser padre es lo más bello. En cada momento que puedo, intento disfrutar con ellos al máximo. A mi hijo pequeño lo disfrazo y lo molesto a cada rato. Y a mi otro hijo, David Felipe, lo admiro por sus diversos talentos, aprendió a tocar guitarra muy rápido y es un gran dibujante. A mi esposa le agradezco por todo lo que ha hecho por mí y el apoyo que me ha brindado en todas mis locuras. La comprensión, el entendimiento en los buenos y malos momentos siempre deben prevalecer en una familia”. Ahora, también se le ve en varias fiestas infantiles, como siempre, con su actitud luchadora con su gran lista de Transformers y el reto de hacer divertir a los más pequeños.
- El anónimo de la Masacre de Cañosibao
El anónimo de la Masacre de Cañosibao Sofía Sarralde Peña, Comunicación Social y Periodismo Fecha: El 3 de junio de 1992 ocurrió una masacre en la vía del Meta entre Villavicencio y El Castillo, a manos de paramilitares comandados por Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’. Esta es la historia Ernesto Sarralde. Lea también: Comediante de ‘Sábados Felices’ sanó heridas del conflicto con humor Compartir Foto: Foto: Sofía Sarralde El 3 de junio de 1992 ocurrió una masacre en la vía del Meta entre Villavicencio y El Castillo, a manos de paramilitares comandados por Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’. Esta masacre dejó cuatro víctimas mortales, entre esas, tres pertenecían a la Unión Patriótica: el alcalde electo, William Ocampo Castaño; su antecesora, María Mercedes Méndez y Rosa Peña, tesorera municipal. Pero hubo una víctima de la que nunca se habló, Ernesto Sarralde, mi tío. El teléfono empezó a sonar. Mi abuela, Rosalba Escobar, casi nunca atendía las llamadas, pero justo ese miércoles de 1992, lo hizo. Cuando contestó, escuchó una voz masculina agitada y acelerada, que le dijo: “¡Señora! ¡señora!, lamento tener que decirle esto así, pero mataron a su hijo Ernesto. Su cuerpo está en la gobernación de Villavicencio, venga mañana por él, por ahora no le puedo decir más”. El hombre colgó. Así, sin dar más detalles. Las lágrimas no paraban de caer del rostro de mi abuela. Esta noticia hizo que su corazón palpitara con rapidez y sus manos empezaran a temblar. Fue así como dejó caer el teléfono y el ruido que esto ocasionó hizo que mi abuelo, José Sarralde, bajara. “Mijo, se llevaron a nuestro hijo…”, le gritó a mi abuelo con la voz entrecortada, “…lo mataron, lo mataron, es que ¡lo mataron!”. Tan inesperadamente murió, que nunca lo conocí. Lo que sé, lo sé por lo que mis tíos, mi papá y mis abuelos me han contado. A Ernesto lo conocían por pasar mucho tiempo con sus amigos, salía casi todos los fines de semana con ellos, pero nunca dejaba de lado a su familia. En toda reunión familiar que había o paseo, él siempre estaba ahí. Si le tocaba dormir en el piso, en el cuarto más pequeño o tener que aguantar frío, él lo hacía sin ningún problema. Era el cuarto de 8 hermanos y toda su infancia la vivió con su familia en una casa de dos pisos en Chapinero, con seis habitaciones y dos patios. Esta casa sí la pude conocer y cada que entraba me sentía como en un castillo de lo grande que era. Allí mi tío los perseguía, les quitaba sus juguetes, corría por todos lados, jugaba con el barro de los patios, se pasaba brincando de lado a lado en la casa. Era como un terremoto, no se quedaba quieto. “Mi mamá le mandó a contar los huevos una vez, y mientras los contaba, los estrelló contra el piso”, suspiró mi papá, Jorge Sarralde, “ay… definitivamente era una caspa”. Por lo que me cuentan, a mi tío le gustaba ponerse retos y cumplir sus sueños. Empezó a estudiar Ingeniería Civil, pero al octavo semestre se retiró. Quiso estudiar otra carrera y ahí comenzó a trabajar día y noche como plomero y electricista dentro de apartamentos. Así consiguió la plata para pagarse la carrera que en verdad quería, la carrera de sus sueños, Zootecnia. Se casó a los 27 años con Elsa Ahumada. Tuvo a mi prima, Viviana, y a mi primo, Daniel. La verdad es que nunca me he tomado el atrevimiento de hablar con mis primos sobre su papá, pues siempre han sido muy reservados con ese tema. De hecho, de mi familia, son a los únicos que nunca he escuchado hablar de Ernesto. Lo que mi papá me ha contado es que mi tío trabajaba día y noche para darles estudio y un lugar donde vivir, tanto así, que a veces seguía trabajando como plomero y electricista. Pero mis primos no fueron motivo suficiente para mantener su relación con Elsa y, a los 10 años de matrimonio, se divorciaron. Apenas se separó, se fue a vivir a la casa de mis abuelos. Como quien dice, fue a pasar su último año de vida con ellos, lo que nadie sabía es que esa era su despedida. Vivir bajo el techo de sus padres no hizo que él dejara de lado su responsabilidad como papá y cada mes les mandaba dinero a mis primos y los visitaba los fines de semana. Los recursos los conseguía porque estaba trabajando en Ecopetrol, donde lo enviaban a pueblos colombianos a enseñarles a los campesinos a cultivar. En sus últimos meses de vida estuvo trabajando en El Castillo, Meta, y ahí dormía entre semana. También, de vez en cuando, para ganarse unos pesos de más, cuidaba exámenes de ICFES en Bogotá o donde lo necesitaran. Un día lo llamaron de la gobernación del Meta para que cuidara los exámenes de ICFES en Villavicencio. Y él, por ganarse una plata extra, no se negó. Agarró la ropa necesaria, sin más ni menos, se dirigió de El Castillo a la Alcaldía de Villavicencio. Eran un poco más de las 11 de la mañana cuando ya había entregado los papeles correspondientes para poder trabajar allí. La temperatura rondaba los 29 grados centígrados. Es así como mi papá empieza a narrarme cómo sucedieron las cosas, con la voz entrecortada y los ojos aguados. Todo comenzó cuando mi tío, en la salida de la Alcaldía de Villavicencio, se encontró con algunos miembros de la Unión Patriótica de El Castillo, en ese entonces partido político que había surgido por el proceso de paz entre las FARC-EP y el presidente de aquel entonces, Belisario Betancur. Entre esos estaba la exalcaldesa, María Mercedes Méndez; el alcalde electo, William Ocampo Castaño; el personero, Wilson Pardo y Rosa Peña, tesorera municipal, quienes se dirigían a El Castillo y le ofrecieron un puesto en el carro a mi tío, quien no dudó en aceptarlo. El resto de la historia la conocí por mi tío José Manuel Sarralde. En las reuniones familiares, casi siempre con tragos demás, suele acercarse a mis primos y a mí y nos cuenta esta historia con una mirada caída y con la voz tan quebrada, que hace que se sienta ese dolor como si fuera uno quien vivió ese momento. Es que, aunque nunca conocí a mi tío, y nunca lo conoceré, el corazón se me arruga de tan solo pensar que alguien de mi familia muriera así. “Un hombre vestido con uniforme militar apareció en la mitad de la carretera y detuvo el carro”, así comenzó a contarme mi tío lo demás. Nadie sabe exactamente qué pasó. Empezaron a bajar hombres armados, que después se supo eran paramilitares al mando de Manuel de Jesús Pirabán, alias ‘Pirata’. Fueron los disparos intermitentes, o eso se cree, los que causaron la muerte de la exalcaldesa, el Alcalde, la tesorera, el conductor y mi tío Ernesto. Solo uno sobrevivió, William Ocampo, el personero. Nadie en mi familia se imaginó que con 38 años mi tío Ernesto iba a morir y mucho menos, asesinado. “Juemadre vida, una cosa es que uno tenga una enfermedad, pero que te maten… ¿que te maten a tu hermanito del alma?”, exclamó mi tío José Manuel, “carajo, eso sí que no lo veía venir tan rápido”. En el entierro, mientras llevaban el ataúd, mis tíos empezaron a escuchar un ruido. Se detuvieron y decidieron abrirlo. Al hacerlo, se dieron cuenta de que mi tío Ernesto no tenía piernas ni brazos y que alguien había puesto piedras para hacer peso. No se sabe cómo pasó eso, pero sí, además de asesinado, estaba masacrado. “Verlo así me abrió una herida en el corazón que nunca sanará, es que no me quiero ni imaginar cómo le hicieron eso”, expresó otro de mis tíos, Juan Pablo Sarralde, y concluye: “nadie en esta vida merece algo así, ¡nadie!”. Pese a que fue un hecho que en mi familia nadie quiere que se repita, siempre será recordado. De hecho, hay algo en particular que hace que siga en la memoria de nuestra familia y es Rocío Dúrcal. Sí, así es, la cantante española. Mi papá me contó que Ernesto se la pasaba escuchando su música, se sabía todas las canciones y su favorita era ‘Amor Eterno’. Como quisiera, ay Que tú vivieras Que tus ojitos jamás se hubieran Cerrado nunca Es así, con estas estrofas, que vi por primera vez a mi papá llorar por mi tío. Son letras que siempre le recordarán que su hermano nunca volverá. Y aunque nos gustaría pensar que su muerte no pasó desapercibida, basta con leer algunas publicaciones de medios nacionales para ver que ni siquiera pudieron escribir bien su apellido. Escribieron ‘Saralde’ o ‘Zaralde’ y, además, solo mencionaron que era funcionario de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica, sin dar más detalles. Pero ¿realmente era solo un funcionario? Fue más que eso, fue una víctima del conflicto armado en Colombia, una de esas víctimas de las que casi nunca se habla solo porque no ocupaba un cargo alto en la política ni era famoso. Era una persona que trabajaba en el día y en la noche para darle lo mejor a sus hijos, era un hombre que, aunque salía mucho con sus amigos, siempre compartía tiempo con su familia. Sí, era un persona común y corriente, pero fue víctima de algo a lo que no estaba involucrado. El 3 de junio de 1992 fue mi tío quien murió y hasta hoy, ¿cuántos inocentes más tendrán que morir?
- De la muerte a la vida
De la muerte a la vida Angélica María Martínez Triana, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La taxidermia es el arte de disecar los animales para conservarlos con apariencia de vivos. ¿Usted la practicaría con su mascota, una vez fallezca? Lea también: Medicina ancestral: salvado por el cascabel Compartir Foto: Unsplash Eran las 5 de la tarde y Javier se encontraba lavando a Paco, un chihuahua de aproximadamente 3 años que había sido atropellado el día anterior. Mientras Javier le echaba, con cuidado, jabón y champú para quitarle las bacterias, yo me encontraba en el centro del cuarto intentando respirar despacio por el fuerte olor que tenía el lugar. Un olor a comida vieja, parecido a atún dañado, tan irritante que es la misma sensación de cuando quieres oler una colonia y acercas mucho tu nariz. Tal vez para una persona normal, sin problemas de asma y rinosinusitis como yo, no hubiera sido tan exasperante, pero incluso para sus estudiantes que pasaban de vez en cuando a ayudarlo era un tanto molesto. — ¿A qué huele? Este olor tan fuerte, se siente apenas uno entra— le pregunto a Javier. — Es olor a piel seca, huele más fuerte recién el animal es terminado, entre más pasa el tiempo, más se va yendo— me respondió Javier mientras yo iba caminando y observando a cada uno de los animales que había alrededor — Es por el químico de bórax y alumbre que se le aplica al final. Cuando se trata de un pez, se le pone formol. Javier tiene en sus repisas y mesas animales marinos como mantarrayas, moluscos, costras, etc. También tiene otros de tierra caliente y tierra fría: osos perezosos, serpientes, tortugas y demás. Hay otros del llano y del polo norte: armadillos, güíos o comúnmente llamadas anacondas, especies de chigüiros, entre otros. Pero, además, tiene aves: loros, águilas, búhos, garzas, corocoras y muchos más. Eso, porque durante los últimos 15 años Javier ha disecado más de 800 animales. Sus favoritos para ejercer el arte son las aves, pues llevan más tiempo de preparación, pero le gustan los detalles y los animales más exóticos que ha disecado son una jirafa y un oso polar. El más grande y difícil al que le ha hecho taxidermia es un toro de la india por el que una familia granjera de Tunja-Boyacá le pagó 18 millones de pesos y con el que se tardó un mes. Después de casi cuarenta minutos de lavar al chihuahua, dedicó las siguientes 3 horas al proceso de la taxidermia. Javier abrió el perro desde el tórax hasta la parte baja del abdomen. Con mucho cuidado, el bisturí se abrió espacio y dividió la carne de la piel, para sacar las vísceras y el resto del cuerpo, incluyendo músculos y esqueleto—proceso que no pude terminar de ver—. Para poder apartar completamente la piel del cuerpo, Javier le rompió las extremidades, tanto traseras como delanteras, la cola y la nuca. Luego de esto, la piel inició un proceso de curtimiento durante otras 3 horas, con alumbre, bórax, sal yodada y aceite de ricino, este último para darle movimiento a la piel y que no se seque ni se cuartee. Mientras el curtimiento terminaba, yo le hacía varias preguntas a Javier respecto a su profesionalismo para hacer todo lo que hacía sin problema alguno: enfrentar el olor, la sensibilidad, la sangre… ¡ni siquiera tapabocas usaba! — ¿Nunca se sintió mal las primeras veces al abrir los animales o aguantar su olor? — La verdad, no. Es algo que me ha apasionado desde muy chiquito. No me molestaba ver los animales muertos y yo siempre he sido muy curioso— respondió serio y con la mirada ida como recordando su infancia —. El olor es molesto al principio y para la sangre uso aserrín para que no se extienda y se absorba, pero ya uno se acostumbra, todo lo que tenga que ver con Biología siempre me ha apasionado. — ¿Y es viable económicamente? — le pregunté. — Para los que sabemos hacerlo de verdad, sí. Para los que sabemos darles vida, puesto que no se trata solo de los mamíferos perro y gato. Es más apasionante y provechoso con los que están próximos a extinguirse o ya están extintos. Por último, el procedimiento de taxidermia se da por finalizado al momento en que Javier toma casi los mismos ingredientes (alumbre, bórax y aromatizante) para limpiar la piel y dar un buen aroma por aproximadamente una hora y deja su piel sumergida en el químico durante toda la noche. Al siguiente día se prepara todo para iniciar con el Montaje o, en otras palabras, se arma y se le da forma al animal. — ¿Ha matado usted a algún animal para hacerle taxidermia? — Nunca. Hay casos en los que los familiares saben que un animal va a morir por enfermedad, entonces se llama al veterinario para que se encargue de la eutanasia y se tiene preparado todo, pero siempre me entregan los animales muertos. Para hacer el montaje de los animales, Javier investiga por unos minutos su hábitat y ambiente, mira fotografías de animales vivos o en este caso, la dueña del perro le enseñó una foto y le dijo exactamente qué expresión y postura quería que tuviera, de esa manera el animal tiene el objetivo que se le quiere dar: que parezca vivo y auténtico. Casi cuatro horas le tomó a Javier recrear el cuerpo de Paco. El maniquí estaba conformado por el mismo esqueleto del perro, incluyendo el cráneo ya lavado y desinfectado, y poliuretano. Se unió la piel con el maniquí, se cosió lo necesario, se le introdujeron los ojos de plásticos exactamente iguales a los de Paco y delicadamente se le dio la forma que la dueña había pedido. — ¿Cuánto tiempo máximo tiene una persona para mandar a disecar su mascota? — le pregunté mientras me percataba del gran tigre de bengala que estaba en el fondo, uno que medía 2 metros y que solía pertenecer al Circo Hermanos Gasca. — Veinticuatro horas. Si se excede de ese tiempo va a ser muy difícil que el animal quede exactamente como cuando estaba vivo, su carne y su piel estarán muy descompuestas— me responde Javier mientras me muestra algunos animales que se excedieron de tiempo— estos no se ven estéticamente perfectos. Y así era, uno era un ave, que sus ojos habían quedado muy hundidos porque su cráneo fue muy difícil de limpiar y reacomodar. El otro era un gato silvestre muy pequeño que habían encontrado muerto y al que le inyectaron formol para que aguantara algunas horas antes de llegar al taller de Javier. Eso causó que el animal se momificara y que no se le pudiera hacer ninguna sutura ni arreglo. En ese momento divisé unos zorros que solo eran piel, habían sido decomisados a unas mujeres y decidieron donarlos. Uno era utilizado como bufanda o abrigo y el otro era un bolso, solo tenía una cuerda de extremo a extremo y un cierre del tórax al inicio de la cola. A paco se le hicieron los detalles finales: la limpieza externa. Con una brocha gruesa de las que se usa en las casas para pintar las paredes, Javier le roció el mismo químico de lumbre, bórax y aceite de ricino con un poco de aromatizante para peinarlo en la dirección capilar correcta y que oliera bien. Y así fue, era un olor parecido a del líquido que se utiliza para darle brillo a la carrocería de una motocicleta o un automóvil, claro está que después de unas horas ese olor no sería el mismo. Paco vive en la casa donde nació y pasó su tiempo en vida y ahora, en muerte.
- Un reto profesional: educar desde casa
Un reto profesional: educar desde casa Gabriela Cabarcas y Paola Piraquive, Comunicación Social y Periodismo Gabriela Cabarcas y Paola Piraquive, Comunicación Social y Periodismo La realidad educativa ha cambiado y con la llegada de crisis sanitaria del Covid-19 cientos de instituciones educativas en Colombia se han adaptado a las nuevas formas de enseñar. Haz clic para acceder al contenido Ver también: La tierra del olvido Compartir
- "Es un suicidio ser líder social"
Isabella Jimenez < Volver "Es un suicidio ser líder social" Camera Isabella Jimenez Cristian Córdoba dirige la fundación "Un joven convencido convence", la cual lucha por la salud y educación de los jóvenes en el Chocó. Él cuenta sobre la realidad de la población en su deparamento. Ver también: Ver también:
- Aprendizaje virtual: un aliado de la educación superior
Aprendizaje virtual: un aliado de la educación superior Jimena Cantor Santana, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Debido al confinamiento obligatorio impuesto por el Gobierno Nacional, más de 160 universidades han tenido que adaptarse en tiempo récord a la virtualidad. Lea también: "Una nueva oportunidad" Compartir Foto: Foto: Jimena Cantor Santana A las seis de la mañana inicia el día de Laura Díaz, estudiante de Lenguas Modernas de la universidad EAN, quien intenta conservar su rutina diaria. En la mañana asiste a sus clases virtuales a través de la plataforma Zoom. Durante la tarde hace ejercicio en su casa y en la noche cumple con sus deberes de la universidad. Sin embargo, asegura que estar en cuarentena requiere un esfuerzo mental significativo: “es imposible que la ansiedad no aparezca en algún momento, pero intento mentalizarme con la idea de que esto es temporal. Me siento mejor pensando que cada vez son menos días los que duraremos encerrados”. El COVID-19, virus que afecta el aparato respiratorio y puede desencadenar neumonía y otras complicaciones en la salud, fue descubierto en el mes de diciembre en Wuhan, China. Desde entonces, el virus se ha esparcido rápidamente en todo el planeta. El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo declaró una pandemia, ya que se encuentra activo en más de 188 países. Ya se suman cerca de 4 millones 400 mil casos en todo el mundo, de los cuales 297.682 personas han sido víctimas mortales. En Colombia las cifras aumentan de una manera más lenta a la de sus países vecinos, gracias a la cuarentena impuesta por el gobierno de Iván Duque desde el 24 de marzo. Debido a esto, todos los ciudadanos en el territorio nacional se han visto obligados a confinarse en sus casas, con pocas excepciones para salir, como la compra de víveres y la realización de pagos en los bancos en horarios específicos. Con el paso de las semanas, se ha autorizado a algunos sectores a iniciar vida productiva, pero con limitaciones. Adicionalmente, las universidades, colegios y empresas han tenido que adaptarse a la virtualidad. En el panorama actual, la pandemia del COVID-19 no está pronta a llegar a su fin. Por esta razón, la ministra de Educación, María Victoria Angulo, emitió un documento oficial en el cual faculta a las universidades y demás instituciones de educación superior a mantener la modalidad de clases remotas hasta el 30 de mayo. Sin embargo, si para esa fecha la emergencia sanitaria continúa, la modalidad virtual se mantendrá indefinidamente. En el documento se recalca que el hecho de que las clases sean virtuales no significa que se pierdan las condiciones de calidad en el registro calificado modalidad presencial . Por lo tanto, cada Universidad debe implementar las herramientas tecnológicas aprobadas por el Gobierno Nacional para garantizar un proceso educativo efectivo y una culminación del primer semestre del año de manera satisfactoria. La polémica de la virtualidad A pesar de los intentos de las instituciones educativas por adaptarse a la virtualidad de una manera efectiva, muchos de los estudiantes se encuentran inconformes con el cambio drástico a esta modalidad educativa. La calidad de las clases, la falta de acceso al internet o la falla de este, la ausencia de equipos electrónicos aptos para participar en las clases en línea, la sobrecarga académica y los horarios que algunos profesores han tenido que modificar para realizar las clases, hacen parte de las preocupaciones de la mayoría de los estudiantes. Por otro lado, las constantes distracciones que hay en el hogar dificultan el proceso de aprendizaje. “Estar en un aula de clase es muy importante, ya que es fundamental estar un ambiente que promueva las acciones que uno va a realizar, en este caso, estudiar”, así lo afirma Juan Camilo Quiroga, estudiante de Ingeniería Civil de la Universidad Militar Nueva Granada. Las plataformas digitales más utilizadas durante la cuarentena por las universidades son Microsoft Teams, Zoom y Google Hangouts. Estas ayudan a que la comunicación entre estudiantes y maestros sea más efectiva, ya que intentan simular las mismas condiciones de aprendizaje que se registran en un aula de clase. Dichas plataformas cuentan con herramientas como las videoconferencias, las cuales pueden ser grabadas y almacenadas en el grupo de la clase para su posterior consulta. Por otro lado, permiten la personalización de las aulas virtuales para suplir las necesidades de los estudiantes y los profesores. Los estudiantes no son los únicos que se han visto afectados por la adaptación a plataformas digitales . Adriana Ángel, profesora de la Universidad de La Sabana, afirma que la dificultad más grande durante las clases virtuales ha sido remplazar las actividades o trabajos de campo que se tenían preparados para el resto del semestre académico con ejercicios que puedan realizarse en casa . Otra de las preocupaciones que aqueja a la docente es no lograr que al final del semestre los estudiantes adquieran los conocimientos propuestos en el plan de estudios. “Poder sacar notas es importante, pero mi objetivo es que mis estudiantes puedan apropiarse de los contenidos de la clase para aplicarlos en su vida profesional. Con las clases remotas es más difícil lograr esto”. Aunque las universidades han tenido que adaptarse en tiempo récord a la virtualidad, la gran mayoría de ellas ya han logrado acondicionar sus procesos en un 90%. Obdulio Velásquez, rector de la Universidad de La Sabana, aseguró en una entrevista publicada en La República , que “la virtualidad ha mejorado la asistencia de los estudiantes a las clases, pero tenemos un reto con quienes se fueron a sus regiones y no tienen conectividad”. Sin tener el tiempo de repensar la situación, las instituciones de educación superior asumieron el reto de implementar la educación virtual. Aunque están limitados al contacto por medio de una pantalla, maestros y estudiantes hacen su mejor esfuerzo para afrontar el reto de mantener el proceso educativo a distancia. Sin embargo, no todos los estudiantes han podido acceder a las clases remotas y estas no parecen satisfacer completamente las necesidades de aprendizaje de los alumnos. Este es el desafío al cual se enfrentan las universidades del país: garantizar una educación de calidad en los tiempos de la contingencia.
- Colombia sí tiene goleador mundial
Colombia sí tiene goleador mundial Marcela Novoa Ramírez, Comunicación Social y Periodismo Fecha: La historia de Jhon Eider González, el joven colombiano que en España fue el mejor goleador del Mundial de Fútbol para Ciegos, 2018. Lea también: “Ser mujer me abrió un espacio en el deporte” Compartir Foto: En el fútbol sonoro los arqueros son las únicas personas videntes. Foto: Marcela Novoa “Recibo el balón en la mitad del campo y sale a marcarme Joao Batista, uno de los mejores jugadores de Brasil, le hago un sombrero, bajo de nuevo el balón y al defensa que viene le hago un túnel de taquito, pateo hacia el palo derecho del arco y hago gol”. Es la anécdota que me cuenta Jhon Eider González recordando su mejor momento en el fútbol, cuando competía para un equipo brasileño en el 2017. Acordamos encontrarnos en el Parque Nacional, donde entrena sin falta los miércoles y viernes de cada semana. No sabía realmente en qué consistía aquel deporte y la curiosidad que me generaba ver a Jhon y a sus compañeros jugando era enorme. Llegué más temprano de lo pactado y tiempo después llegó él tomado del hombro de otro joven. Cuando lo saludé no fue necesario presentarme, habíamos hablado un par de veces por teléfono y recordaba perfectamente mi voz. De inmediato me llamó por mi nombre y extendió su mano con un poco de timidez para saludarme. —Perdona la demora, el tráfico estaba pesado —dijo con una sonrisa sutil. Moverse de Ciudad Bolívar al nororiente de la ciudad claramente no es tarea fácil para nadie, por lo que comprendía su retraso. Ese día Jhon llegó al parque en compañía de su sobrino, algo poco habitual, pues la mayor parte del tiempo se mueve solo por la ciudad. Allí, junto a la cancha que lo ha visto evolucionar, inició nuestra conversación. Su sueño de ser futbolista empezó siendo tan solo un niño. Tenía 6 años cuando le obsequiaron lo que él describe como el mejor regalo que ha recibido hasta ahora, un balón de fútbol. Desde entonces, empezó a practicar fuertemente, quería seguir el ejemplo de sus dos hermanos, uno de ellos arquero y el otro delantero; se destacaba entre sus compañeros y se esforzaba al máximo para cumplir ese sueño de ser el mejor jugador del mundo. Para cualquier persona puede ser algo difícil, incluso insuperable, perder la visión. Sin embargo, para Jhon las cosas fueron diferentes. —Jugaba fútbol 11, salté a cabecear el balón y mi compañero igual, chocamos tan fuerte nuestras cabezas que los dos quedamos inconscientes y nos tuvieron que llevar al hospital. Tenía 9 años cuando esto ocurrió y, a pesar del fuerte choque, su tiempo en el hospital no fue extenso. Tras una revisión, el médico les dijo a él y a su familia que no había ninguna complicación, entonces se fueron a casa. Pasó un día y Jhon empezó a sentir una fuerte molestia en sus ojos, el impacto que recibió en aquel salto fue tan fuerte que terminó afectando para siempre su visión. —Empecé a ver muy borroso y me ardían mucho los ojos, mi madre me llevó al médico y entonces nos dijeron que tenía desprendimiento de retina —recuerda con incomodidad. Jhon no creyó que esto fuera razón para dejar de hacer lo que tanto amaba. Estuvo un mes lejos de las canchas, el de la recuperación, y pronto volvió a jugar, sabiendo que ya no lo podría hacer como había querido siempre, profesionalmente. Durante nuestra conversación, me repetía una y otra vez que el apoyo de su familia fue lo más importante en aquel entonces, que sin sus hermanas y su madre no habría afrontado igual lo que ocurrió. No le gustaban los tatuajes, pero lleva tatuado el nombre de su mamá y la fecha de su nacimiento en el brazo derecho, pues asegura que el amor que siente por ella merece todo. Para su familia, él es la mayor razón de orgullo, es así como se refieren sus hermanas al hablar de él y de todo lo que ha logrado. El fútbol para ciegos, a diferencia del fútbol convencional, se juega en una cancha sintética que permite que el balón, el cual tiene 6 cámaras de sonido incorporadas, suene al impactar con el piso y los deportistas puedan ubicarlo. Los jugadores deben gritar la palabra ‘voy’ para alertar a quienes estén cerca y evitar choques y todos los competidores, exceptuando a los arqueros, son personas con discapacidad visual. Por todo lo demás, este deporte es igual o más apasionante que el fútbol que todos conocemos. Dejar el fútbol no fue la reacción que tuvo Jhon tras el accidente, pero por supuesto hubo alguna: —Estaba muy pequeño cuando quedé ciego y por eso no fue tan difícil afrontarlo. Mi única reacción fue no querer estudiar más. La mayoría de nosotros afrontamos muchos cambios en nuestra adolescencia y a Jhon hablar de esta etapa le afecta un poco. Fue entre los 14 y los 16 años cuando emocionalmente sintió el impacto de haber quedado ciego y asegura que para ese entonces no tenía ninguna motivación en su vida. —A esa edad ya era más consciente de las cosas y, como todos, entré en una etapa de rebeldía, no quería hacer nada con mi vida y me afectaba el hecho de saber que nunca podría jugar fútbol en césped porque el balón no sonaba. La motivación y el apoyo de su familia y de aquellos que tanto lo querían fueron lo que lo llevaron a conocer el fútbol que ahora practica. Fue mediante un conocido de sus hermanas que llegó a las canchas donde entrenaba el equipo del que hace parte desde hace 4 años. Juan Carlos Castañeda, director de la Selección Cundinamarca de Fútbol 5 para ciegos, fue quien recibió a Jhon en el equipo. Cariñosamente lo llama Jhoncito y destaca de él su disciplina y constancia con el deporte. Ha sido testigo de su crecimiento como deportista y de cada uno de sus logros como persona. —Cuando él llegó al grupo aún no había terminado su bachillerato, pero con la motivación de todos sus compañeros y su familia lo está haciendo, incluso está pensando en qué carrera universitaria quiere realizar —cuenta Juan Carlos con orgullo. Aquel día estaba maravillada con la destreza de cada uno de los jugadores, nunca había visto un partido de fútbol sonoro y no podía explicarme cómo un deporte tan maravilloso y el talento de todos estos deportistas eran poco conocidos. Jhon tiene un sentido de ubicación muy bueno y realmente parece que sus pies conocen a la perfección la cancha. Es ágil, rápido y muy fuerte, no por nada se llevó el título de mejor jugador en la copa América de Chile 2017, el de mejor jugador extranjero, que ganó compitiendo para un equipo brasileño en el mismo año, y ahora, el del mejor del mundo, que se trajo con todo el mérito del mundial de España 2018. Jhon es uno de los jugadores más jóvenes del equipo y entre sus compañeros resalta la relación que tiene con Sebastián Zárate, a quien conoce desde que empezó a practicar este deporte. —Su gran amor es el fútbol, no hay duda, todo el tiempo habla de él. Es una gran persona y un excelente amigo — menciona Sebastián con una sonrisa. Con 21 años, los sueños de Jhon Eider González no son los mismos, si bien ha logrado ser el mejor jugador del mundo y, de una u otra manera, cumplir ese sueño de ser un excelente futbolista, reconoce que desafortunadamente el fútbol para ciegos no es un deporte del que pueda vivir, ya que no es reconocido ni bien remunerado. Entre sus metas está terminar el bachillerato y ser periodista, pues le gustaría entrevistar a las grandes estrellas del deporte. Por otro lado, sueña con comprarle la casa a su mamá, quien ha sido su apoyo incondicional y su razón de ser. Se mantiene sujeto en su fe en Dios y asegura que gracias a él ha podido llegar hasta donde está y que solo él sabe por qué las cosas han pasado así. Ahora se está preparando para los juegos Parapanamericanos de Lima 2019 y los juegos Paralímpicos de Tokio 2020, donde, seguramente, seguirá dejando en alto el nombre del país y demostrando que, como él mismo lo dice, ser ciego no es una limitación para absolutamente nada.
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