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  • Aromáticas: sembrando una esperanza

    Aunque se han exportado más de 385 mil toneladas los últimos cuatro años, no hay una estabilidad económica para que los pequeños y medianos productores hagan de este un negocio próspero. Apoyo estatal, protección jurídica y asociatividad son necesarios para que este sector se vuelva insignia en Colombia. Aromáticas: sembrando una esperanza Sasha Muñóz, Nicolás Barahona, Laura Valentina Niño Aunque se han exportado más de 385 mil toneladas los últimos cuatro años, no hay una estabilidad económica para que los pequeños y medianos productores hagan de este un negocio próspero. Apoyo estatal, protección jurídica y asociatividad son necesarios para que este sector se vuelva insignia en Colombia. Contenido completo Autor: Todos tienen un recuerdo aromático: con la abuela sacando las hojitas de yerbabuena del jardín, con la mamá llegando con las uchuvas, con sus primas ‘fit’ cuando no quieren aceptar otra comida. Hay recuerdos de lo que se suele tomar en una noche fría saliendo de rumba en una bomba de gasolina o el alivio que siente el estómago en un asado de domingo después de la pregunta: ¿quieres tinto o aromática? En los inicios, cuando Colombia era tierra de chibchas, muiscas, tayronas y arahuacos, las aromáticas eran más que un brebaje bajativo. Fueron los indígenas del país quienes lograron identificar qué parte de la planta sirve para sanar un malestar, cómo se prepara y qué técnica se utiliza para preservarla. Gustavo Rodríguez, gastrónomo de la Universidad de La Sabana y experto en hierbas aromáticas y té, menciona lo que se consideraba ‘aromática’ en el territorio precolombino. “Hablamos del yagé, yopo, plantas psicoactivas, que el público extranjero no logra adoptar bien en su paladar [por lo que] fuerza el cambio de los sabores en el territorio. Es por eso que empezamos a absorber otras plantas aromáticas, de pronto más ricas y aceptables a un paladar un poco más neutro”, explica Rodríguez. Las aromáticas que actualmente se utilizan en Colombia fueron traídas de Europa en la época de la Colonia. De España llegaron la albahaca, hierbabuena, las fresas y otras frutas consideradas pertinentes para la preparación. El Ministerio de Agricultura no cuenta con información sobre el consumo interno ni sobre la posible tasa de informalidad de este sector. Los cultivos de plantas aromáticas representan menos del 1,1 % de las hectáreas sembradas en el país. Aún así, la industria está en un momento decisivo para consolidarse con productos de alto valor nutricional, medicinal, estético e histórico. Las ventas y la demanda internacional son prometedoras. Se requiere que los pequeños y medianos productores nacionales se muevan en un mercado con más garantías. Como se vio en junio de 2020, los fenómenos ambientales y económicos pueden llevar a la quiebra a los emprendedores en esta industria. Un caso que preocupó a las autoridades y comerciantes fue el de Chipaque, Cundinamarca, uno de los municipios insignia en la producción de plantas aromáticas. Como lo informó en ese momento el diario El Tiempo, los campesinos producían cerca de 15 toneladas diarias de aromáticas, de las cuales vendían cinco y diez las desechaban por la falta de compradores. En 90 días, las pérdidas económicas superaron los 700 millones de pesos y más de 1.600 personas quedaron desempleadas. Crecer en soledad El sector agroindustrial al que pertenecen las aromáticas fue de los pocos que aportaron al Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia durante la época más desastrosa para la economía mundial, con una participación que va entre el 8% y 10%, según Procolombia en el año 2020. Esto se dio por el aumento de la comercialización de plantas aromáticas, herbales y condimentarias en los últimos cuatro años, sumando 385 mil toneladas exportadas para ese año, de acuerdo con datos brindados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). Hay una tendencia positiva para la identidad agrícola de Colombia, pues crece la presencia de productos de calidad en el comercio extranjero. Pero las cifras no se traducen en estabilidad económica ni tampoco en el resultado de una política estatal. Asociaciones de pequeños y medianos productores afirman que esto lo han logrado sin contar con apoyo institucional. Falta promoción para el sector, el mercado nacional no les da garantías para ser sostenibles, se requiere de valor agregado en los productos y no reciben acompañamiento para vender en otros países. Así se hacen más comunes casos como los de la Asociación de Productoras de Aromáticas Naturales de Duitama (Asanad), un proyecto que inició hace siete años por 25 mujeres. Esperaban alcanzar la sostenibilidad utilizando sus conocimientos ancestrales y que su experiencia fuera igual de variada, atractiva y armónica como las aromáticas. Lo que les tocó, sin embargo, fue una trocha de problemáticas estructurales. Asanad comenzó con un predio pequeño, preparándose durante dos años para entrar al mercado local. Cuando tomaron la decisión se dieron cuenta de que incluso para producir al pormenor se requiere de infraestructura, terrenos, tecnología, plataformas de venta, ruedas de negocio, intermediarios, capacitación, burocracia, inversión, distribución de funciones de trabajo y, sobre todo, de tiempo. Esto les trajo dificultades. Había compañeras que no podían dedicarse de lleno al cultivo de aromáticas, porque dependían de diversas fuentes de ingreso para alimentar a sus hijos. Y si existía la posibilidad de aumentar sus conocimientos mediante capacitaciones, no todas podían asistir por la falta de transporte en sus veredas. “Cuando empezamos a sacar nuestras plantas al supermercado o a la tienda de nuestras vecinas, hicimos cuentas y notamos que no quedaban recursos. Nuestro esfuerzo era más de amor, porque económicamente no daba”, cuenta Alba Luz Forero, su representante legal. No todas podían asumir las cargas del emprendimiento. El número de socias se fue reduciendo hasta llegar a cinco. Esa mezcla de factores frustró a Alba Luz, pues un sueño, que se materializó rápido, se vino abajo ante corazones aún dispuestos a vivir de su legado. La motiva que la industria de las aromáticas puede ser virtuosa por la capacidad de unir a sus miembros. Y es que gran parte de quienes deciden cultivarlas, producirlas y comercializarlas solo se tienen entre colegas para no naufragar. La unión hace la fuerza A 535 kilómetros de Duitama, Boyacá, se encuentra La Unión, municipio entre las montañas del oriente antioqueño en el que en 2017 surgió la Asociación de Productores de Hierbas Aromáticas de La Unión Antioquia (Uniaromas) con 25 productores de hierbas aromáticas. Su objetivo es diversificar la producción agrícola y brindar nuevas fuentes de trabajo a los campesinos de la región. Para alcanzar la sostenibilidad se enfocaron en el mercado externo, pues “el interno es limitado porque no existe una dinámica para consumir las aromáticas y sus derivados”, afirma Diego Mejía, presidente de Uniaromas. Por eso prefieren conectar con Estados Unidos y Europa donde encuentran mayor demanda. Las transacciones en dólares se muestran como una mejor fuente de recursos para cubrir el esfuerzo que hacen en cada parte de la cadena productiva. El valor de los envíos al exterior de plantas aromáticas desde Colombia fue de $8.983.751 dólares (FOB) en el primer trimestre de 2020, según un estudio de Treid. El 40% le correspondió a las cinco principales empresas exportadoras, que son Agroaromas, Country Fresh, Eshkol Premium, La Corsaria y Bioherbs. Lo primero que se necesita para exportar, según explica Mejía, son los predios. Hay una tendencia en el sector de las plantas aromáticas: el que no tiene terreno propio puede que no tenga los recursos para adecuar una producción que sea certificable por el lnstituto Colombiano Agropecuario (ICA). Esta institución requiere como mínimo un terreno con fuentes de agua, sin plagas y con tecnología. Lo segundo es vigilar y mantener el correcto desarrollo de las plantas. Por ejemplo, para obtener de ocho a diez mil libras de aromáticas se requiere cultivar una hectárea. En esta deben trabajar dos o tres personas de manera permanente en un promedio de tres meses. Lo hacen manteniendo una lucha diaria con insectos y animales, evitando que se coman las plantas. A su vez, deben mantener el riego correcto, observar cómo crecen las aromáticas y hacer una selección precisa al momento de la cosecha. Este segundo punto es clave porque en él se presentan los riesgos principales a la hora de exportar. Si la transformación de las aromáticas en sus productos derivados no cumple los estándares, las autoridades norteamericanas y europeas no los reciben. En el mejor de los casos devuelven la carga, que llega a Colombia con menos vida útil. En el peor, lo destruyen, que es cuando detectan plagas. En ninguno de estos hay pago. El tercer paso es la postcosecha, en la que el comerciante nacional funciona como un intermediario que empaca los productos y los deja listos para venderlos a un comercializador en el extranjero. Este último es quien ingresa las aromáticas colombianas en la cadena de distribución local de otros países. Cada paso es una larga conexión de inversiones que resulta en la simbiosis. Un fallo impediría que de esa hectárea de aromáticas, los ´productores dejan de recibir entre 1.000 y 5.000 dólares, pérdidas inadmisibles en el escenario inestable de la industria. “Por eso defendemos la asociatividad, porque sabemos que necesitamos buscar complementos, apoyo y solidaridad entre los que estamos en ella. El concepto hay que promoverlo porque somos un país individualista. De otro modo no vamos a aumentar nuestra competitividad ni mejorar nuestra oferta”, explica el presidente de Uniaromas. Hay familias que en media cuadra, 3.600 metros cuadrados, tienen un cultivo que les alcanza para sostenerse económicamente, cuenta Mejía. Calcula que todos los cultivadores de aromáticas en Antioquia no llegan a las 100 hectáreas, aunque para él las extensiones de tierra no es lo que determina el crecimiento del negocio. Lo que se necesita es voluntad política para que el sector se sienta apoyado y mejore su imagen, permitiendo que se le dé más valor cultural y económico a las aromáticas. Recordar los orígenes La demanda de los jóvenes por productos saludables ha motivado un mayor consumo de este tipo de alimentos, según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Hoy es posible encontrar las aromáticas empaquetadas como si fueran té gracias a la incursión de empresas que se dedicaban a sembrar estas hojas y que se extendieron al mundo de las aromáticas. Sin embargo, según Gustavo Rodríguez, gastrónomo de la Universidad de La Sabana y experto en hierbas aromáticas, existe un desconocimiento del territorio de parte de los colombianos. Como punto de referencia, no saben distinguir cuáles plantas son locales y cuáles no. “La planta pierde valor cuando nos desconectamos del territorio. La carga cultural y el significado de hacer la aromática tiene mucha relevancia, en especial en el altiplano cundiboyacense, donde cada pueblo tiene su mezcla de flores y hierbas, y que va enlazado con la religión”, dice Rodríguez. Con relación a la desconexión a la cual se refiere Rodríguez, la historia se remite a la planta que ha ayudado a comunidades indígenas a conectarse con lo que consideran sagrado, a través del yagé. Miguel Ángel Jamioy Juajibioy, de 49 años, es médico tradicional de la comunidad Kametsa o Kamsá, quienes están ubicados en el valle del Sibundoy, en el Putumayo. De este pueblo aún no se conoce bien sus orígenes, pero mantiene viva su tradición oral y muchas de sus costumbres. “El yagé se utiliza para beber, para purgar, para limpiar el cuerpo, para hacer pomadas, aceites, preparar baños, limpiar malas energías”, cuenta Jamioy. “Quienes lo preparan deben saber del tema y tener una conexión con lo sagrado en un espacio silencioso dentro de la naturaleza”. La bebida se compone del yagé (Banisteriopsis caapi) y la chacruna (Psychotria viridis), que contiene el alucinógeno dimetiltriptamina (DMT). El pueblo Kametsa considera que esta no es solo una planta, sino una forma para repensar la vida. “El territorio es sagrado porque la tierra produce frutos. Si no lo hiciera, no tendríamos alimentos para subsistir. Los mayores dicen: ‘voy a sembrar una semilla, y esa planta me va a ayudar a mi sostenimiento. También voy a alimentar a mis herederos con lo que la tierra produce, por eso hay que protegerla’”, dice Jamioy. Aún cuando el yagé fue de los primeros tipos de cocciones de plantas en Colombia, hoy hay hierbas más comunes y diversas. Esta herencia indígena muestra una conexión primigenia con las aromáticas y que se ha extendido a nuestros días, lo que puede potenciar el desarrollo de este sector agrícola, estableciendo una unión entre cultura y economía. Edison Javier Osorio, coordinador del Grupo de Investigación en Sustancias Bioactivas (GISB) de la Universidad de Antioquia, explica que mediante la industria de las aromáticas se puede mejorar la economía y la salud del país. En especial, porque las condiciones de cultivo dan elementos únicos a las plantas. Osorio afirma que el clima, altitud, cantidad de agua y pisos térmicos son una ventaja para Colombia, pues al no tener estaciones puede mantenerse una producción continua, algo que no sucede en Europa. Lo que falta es darle valor agregado a las aromáticas, para que vendamos productos transformados y no solamente la materia prima, opina. “Hay que generar acciones, programas, para que se creen productos innovadores a partir de nuestras plantas aromáticas. Con el valor agregado se aprovechan los metabolitos de las plantas y podríamos realizar una buena cantidad de productos que contribuyan a la soberanía farmacéutica que tanto necesitamos”, dice Osorio. “Deberíamos entonces aprovechar la experiencia acumulada de miles de productores y comercializadores para establecer modelos de negocio más rentables’', añade. De acuerdo con la información brindada por la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio, el número de trabajadores, empresas y asociaciones en la industria de las aromáticas ha crecido en los últimos cinco años. Hay soluciones Carlos Peña, director ejecutivo de la Asociación Colombiana de Productores de Hierbas Aromáticas, explica que estamos en un momento fundamental para definir el rumbo de este sector agrícola. Fundamental porque puede determinar que el país gane o pierda productos de alto valor. Para que se dé un resultado positivo para los miembros de esta industria se requiere consolidar un gremio que los represente a escala nacional e internacional, acabando con la fragilidad extendida por más de una década, dice Peña. El sector de las aromáticas presenta muchos retos que se pueden superar con asociatividad y promoción y fomento estatal. “Su demanda puede hacer que se mantenga una calidad homogénea. Es decir, que todos alcancemos la mejor calidad posible, tanto así que los pequeños productores puedan alcanzar los mercados internacionales”, afirma. Si se refiere a sus componentes, “el término infusión aromática se refiere al contacto de agua con plantas en un tiempo determinado. Lo que hacemos aquí en Colombia más que infusiones son cocciones, mucho más prolongadas para extraer más beneficios”, afirma Gustavo Rodríguez, el experto en hierbas aromáticas de la Universidad de La Sabana. Pero si de cotidianidad se trata, la aromática tiene el potencial de ser el mercado que los pequeños y medianos productores, agricultores y campesinos han esperado por tanto tiempo que les sea reconocido. Una aromática preparada con productos campesinos es una experiencia que una bolsa de té no iguala, debido a las propiedades de la cocción directa de hierbas y frutas. La aromática es cultura, economía, historia, sabor y una experiencia. La aromática es cortar las hojas de la hierbabuena de la casa de la abuela, lavarlas, hervirlas, agregarle las uchuvas que trajo la mamá, las fresas, moras, panela o así sola, para que las primas ‘fit’ la quieran beber. Sea junto al fuego en un día lluvioso, como bajativo en las grandes comidas familiares, para llenar el estómago en las salas de espera, para sanar el dolor de huesos rotos en los colegios o dar paz y calidez a quien la beba. Dicen que una agua aromática cura todos los males. Quizás curaría más males del país si tuviera las hectáreas y atención necesarias.

  • Médicos en Colombia: no hay ejército para la salud

    Médicos en Colombia: no hay ejército para la salud Colombia es uno de los países con menores garantías para los médicos, por la falta de apoyo estatal y el detrimento de las condiciones laborales. Haz clic para acceder al contenido Ver también: Los médicos, víctimas silenciosas del COVID-19 Compartir

  • Las manos maestras

    Las manos maestras María Alejandra Almario Moreno, estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de La Sabana. Fecha: Esta es la historia de María Teresa, quien se ve obligada a cerrar su famosa academia de música al notar la afectación en su cuerpo por artritis reumatoidea. Lea también: Soñando con los pies en alto Compartir Foto: María Alejandra Almario A los 32 años, con dos hijos pequeños y todas esas expectativas, el mundo se me acabó completamente. No podía creer que a mí me estuviera sucediendo esto. Lógicamente empezaron los tratamientos, hasta 16 pastillas diarias. Esto lo comenta María Teresa Miranda de Moreno con una voz débil que refleja lo duro que fue para ella sufrir de artritis reumatoidea. “Esta enfermedad es incurable y destructiva. Mis defensas, no me protegen, sino que me atacan, especialmente a mis articulaciones”, informa mientras acaricia sus piernas de una forma lenta y cariñosa. Sus profundas inhalaciones muestran lo difícil que es compartir lo que cambió el rumbo de su vida, y de lo que más amaba hacer: enseñar música. A sus 84 años, aún le es duro recordar todo lo que perdió por cuenta de esta enfermedad. Es inevitable no ver sus manos. Reflejan el dolor por el que ha pasado y la fortaleza que tiene. Sus dedos son rígidos y están entumecidos. A pesar de eso, sus manos están hidratadas y sus uñas se ven fuertes y largas: siempre las trae pintadas de rojo. Ella me confirma que siempre se ha cuidado la piel, incluso la de las manos . No se cohíbe de su apariencia, no las oculta, por el contrario, sus manos hacen que uno viva su historia. Sus manos la describen a ella, demuestran su edad, su belleza, su fortaleza y su berraquera. Son blancas como su rostro, por lo que su esmalte y su labial rojo la hacen más atractiva, sin olvidar sus ojos verdes y su pelo corto, abundante y rubio. Es vanidosa. En 1978 tenía un esposo con el que llevaba 10 años de casada y dos hijos que tenían 3 y 9 años. También tenía una gemela más imponente y protectora. Con ella empezó la música. “Aprendimos a cantar haciendo un dúo a dos voces que se logró muy bien. Mi madre nos dio una buena educación musical”, explicó con un todo de orgullo al recordarlo. Mientras tanto, sus dedos índice, con dificultad, señalaban el cielo con sus manos entrelazadas. Por esto, ella también decidió introducir la música en su hogar. Así lo confirma su hija María Gabriela: “Nací en la música. En mi casa, con mi tía, mi hermano y con la gente que gusta de la música, todos los fines de semana siempre se cantaba; se oía música; se tocaba el tiple y la guitarra. Teníamos tertulias musicales”. Su hija también rememora cómo los dedos de su madre se movían rápidamente por las cuerdas, mientras su voz creaba un momento inolvidable, eso cuando tocaban rancheras o música colombiana . Al cantar canciones chilenas o de América Latina, recuerda sus aplausos constantes que ayudaban a todos a llevar el ritmo de la música y a la vez los motivaba a cantar o interpretar mejor el instrumento. Sin embargo, las más conmovedoras para María Teresa eran las baladas, que actualmente canta con su hija. Las gemelas Miranda decidieron dar un paso más grande. “Mi hermana me dijo: ‘hermanita, ¿por qué no enseñamos esto que sabemos? Abramos una academia para niños’, y efectivamente lo hicimos. “Mi hermana tuvo que viajar y yo me quedé sola con la academia”, relata María Teresa. Esta vez sus manos están juntas encima de sus piernas, se ven más tímidas. Mantener la academia era de gran trabajo. Su hija y, también alumna, la veía como una profesora exigente, paciente y competente. Sostener la academia significaba preparar instrumentos, templar y cambiarles las cuerdas. Todo le produjo cansancio crónico en sus articulaciones. Con poca memoria, ella confirma que ya había sido diagnosticada con artritis para ese entonces, pero su hija dice con seguridad que fue después de haber empezado su nuevo trabajo. Para María Teresa también era un pasatiempo, una forma de expresar y recibir amor. Lastimosamente, en varias oportunidades al levantarse de su cama empezó a sentir dolor en sus manos, especialmente en el cartílago de sus dedos; a veces, en los codos. Empero, ella y su esposo sospecharon que podrían ser producto del esfuerzo en el desarrollo de las tareas en la academia. No obstante, los dolores empeoraron hasta que un día ella no pudo levantarse de la cama. José Moreno, su esposo, afirma que decidió llevarla a dos clínicas para que le tomaran radiografías, ya que no estaba contento con los resultados y quería confirmarlo. Él fue médico, por lo que entendía muy bien todo lo que estaba sucediendo. Ella vivía de la música, vivía gracias a sus manos y a sus oídos. “Que moriría en unos 15 o 20 años, porque la artritis complicaba también mis órganos internos: mis pulmones, mi hígado, mis riñones”, narra María Teresa al recordar la limitación médica de ese entonces. Para ella, el mundo se derrumbó por el dictamen de ese doctor. Para todos en su familia, y en su academia, fue una noticia inesperada. “Para mí fue muy duro porque fue verla caer de alguna forma, triste, deprimida, reducida, impotente. Siendo yo tan niña no entendía bien qué pasaba, pero tengo claros recuerdos que me producían mucho dolor y miedo a perderla”, confiesa su hija con una voz y mirada decaída, quien segundos después es inundada por lágrimas forzadas a no salir. Cuando ya la enfermedad se apoderaba de ella, tuvo que tomar una decisión con su vida: cerrar la academia de música. “Todos esos niños que recibía, desde los 4 hasta los 15 años, lloraron al despedirse. Lloramos. La cerrada de mi academia fue verdaderamente traumática para mí... Y se acabó la música para mí”, asegura María Teresa con la mirada hacia abajo a punto de llorar. Sus manos no pierden el protagonismo al intentar cubrir su rostro, toman un pañuelo y luego choca sus manos contra sus piernas al recordar esta tragedia. Para narrarlo, tuvo que mantenerse en silencio por momentos mientras recuperaba fuerzas. “María Teresa me inculcó el efecto, el amor por la música y el canto. Fue la persona que me inspiró a siempre disfrutar de los acordes de una buena guitarra”, comenta Francisco Cubillos, actual profesor de la Universidad de La Sabana. Él aún recuerda a María Teresa y su academia; especialmente las sesiones navideñas a final de año donde demostraban lo aprendido frente a las familias de los alumnos. Él manifiesta que su maestra siempre fue una persona delicada, educada y amorosa. Francisco, mientras lo comenta, no duda de una sola palabra, mira con seguridad y concreta que siempre fue muy entregada a sus estudiantes. Para él es una maravilla poder reencontrarse con ella. Con una voz más segura y fuerte, María Teresa concreta: “Terminé mi carrera, me gradué y trabajé como profesora de colegio, todavía con esta enfermedad, muy dura, con muchos dolores e impedimentos”. Sus manos esta vez transmiten dulzura. Hace movimientos suaves y grandes que salen del marco de la cámara. Se complementan con su mirada. A sus 60 años, aproximadamente, María Teresa recupera su movilidad para tener un nuevo estilo de vida. Para expresarse, para enseñar, para hablar, ella necesita de sus manos. Ella sigue con su medicación desde hace 15 o 20 años, pero le da gran protagonismo a la Cortisona y el Metotrexato, cuya función es desinflamar. “Si me pueden ver, pues las manos son funcionales. Tengo muchas, muchas cirugías ortopédicas en las manos y en los pies para poder caminar. Y mis manos, estéticamente no son bonitas, pero funcionan. Yo me siento feliz, las amo. Le doy gracias a Dios”. No pudo volver a tocar un instrumento. Las secuelas que le dejó la enfermedad en sus manos se lo impiden completamente por la inmovilidad que tienen, pero aun así, es feliz. Su hija, ya con una familia, describe que con su madre se siente acompañada, respaldada y amada. María Teresa afirma que con ella se siente bendecida, protegida y feliz. Después de cerrar su academia creó un grupo de estudio de humanidades, pero esta vez conformado por adultos . Ella siempre recordará con amor “La Academia de las Miranda”, que según su hija, fue “una empresa unipersonal, en la que mi mamá era el motor, el corazón y el todo de la empresa”. Al final, María Teresa terminó viendo y acariciando sus manos. Se ve agradecida y más alegre a diferencia de cuando empezó a narrar la historia. Agradece y se limpia un poco las lágrimas. Es evidente que sus manos fueron las más afectadas, pero también son las que batallaron y las que actualmente le dan vida e independencia. Está orgullosa de su vivencia y seguirá cuidando de ella, y sus manos, toda su vida.

  • Doppler - Rey Mostaza (Acústico)

    Rey Mostaza, desde los estudios la Universidad de la Sabana, con el programa Backstage. Doppler - Rey Mostaza (Acústico) Rey Mostaza, desde los estudios la Universidad de la Sabana, con el programa Backstage. Compartir

  • Una mina de oro

    Una mina de oro Valentina Aguilera Páez, estudiante de Comunicación Social y Periodismo. Fecha: Cobos DC, el segundo mejor club de patinaje en línea de Bogotá, aporta su talento y su esencia para que Colombia sea una potencia en este deporte: un campeonato mundial, uno panamericano y múltiples nacionales lo ratifican. Lea también: Escuchar el himno nacional: lo bello de la victoria Compartir Foto: Valentina Aguilera Páez Entrenamiento del Club Cobos DC en la pista de patinaje del Parque Recreodeportivo El Salitre. Entre los patinadores se encuentra: Miguel Fonseca (uniforme amarillo), campeón mundial 2021; y Juan Pablo Cusba (lentes negros), campeón panamericano 2020. Si hay un deporte en el que Colombia no tiene competencia, sin duda alguna, es en el patinaje sobre ruedas. Desde que el país empezó a ganar en esta disciplina se ha consolidado como el número uno mundialmente. Con un total de 830 medallas —398 de oro, 253 de plata y 179 de bronce—, Colombia se mantiene en lo más alto del podio gracias a los resultados que ha obtenido en los mundiales disputados hasta el 2021 -año en el que la cita mundialista se llevó a cabo en Ibagué, capital del departamento del Tolima en Colombia-. El Club Cobos DC de Bogotá ha sido clave en la consolidación de Colombia como una potencia en el patinaje, pues ha aportado patinadores a la selección nacional. La formación de un deportista que representa al país en instancias internacionales inicia desde los semilleros o escuelas, pasa a los clubes distritales, y, posteriormente, a ciclo selectivo para selección distrital y nacional. Una de las razones por las cuales Colombia es una potencia mundial en patinaje es la ardua preparación de sus atletas, quienes han realizado un proceso de varios años de preparación física y psicológica para competir en el alto rendimiento. Si bien la responsabilidad, la tenacidad y el talento del competidor son cualidades muy relevantes en su formación deportiva, el compromiso de su club también lo es. Dicho compromiso se manifiesta en el Club Deportivo Cobos DC con su lema “Juntos por un mismo sueño”, pues día a día los entrenadores procuran sacar adelante a sus deportistas, así como darle mayor visibilidad y reconocimiento a la escuela. De esta manera, cada vez que un joven quiere entrar a Cobos, tanto sus padres como él tienen la plena convicción de que entran a un club donde lo prepararán para ser campeón, pero sin dejar de lado su parte humana. Es necesario destacar que Cobos es el segundo mejor club de patinaje de Bogotá, pues desde que recibió el reconocimiento deportivo en 2012 y desde que se afilió a la Liga de Patinaje de Bogotá ha formado a varios deportistas que han hecho parte de la Selección Bogotá y de la Selección Colombia. Algunos de los nombres que más suenan cuando se habla del Club son: Miguel Ricardo Fonseca, Juan Pablo Cusba, Mariana Herrera y Jorge Escobar. El reconocimiento de estos patinadores se debe a la grandiosa representación que le han otorgado a la capital y al país en general: Miguel es campeón mundial con tan solo 19 años; Juan Pablo es campeón panamericano con 18 años; Mariana ha sido parte de la Selección Bogotá en 2018 y 2021; y Jorge, en 2017, 2018 y 2021. En mayo de este año, los cuatro deportistas quedaron dentro del equipo de la Selección Bogotá. El Club maneja dos grupos diferentes, pero no independientes. Uno es la escuela de formación, donde se forjan las bases y se explican los fundamentos técnicos básicos del patinaje para quienes desean empezar a entrenar; y el otro es el club de rendimiento, donde entrenan aquellos que están iniciándose en la máxima categoría de competencia y que llevan un proceso de años atrás allí. La escuela cuenta con 100 personas y el club con 70, lo cual demuestra la confianza que la gente, en especial los padres de familia, tiene al inscribir a sus hijos en este semillero del patinaje. En ese punto es donde se cumple la misión del club: “Todo el mundo ya sabe qué es Cobos, muchas veces podemos perder porque en el deporte se gana y se pierde, pero saben que si perdemos, lo hacemos luchando hasta el final. Para los otros clubes no es fácil ganarnos y es gracias al proceso deportivo que hemos llevado durante años”, relató Jorge Organista, fundador y entrenador principal del club Cobos DC, acerca de la percepción que la gente tiene de la institución. Por esta razón, la ilusión de un niño cuando entra a Cobos se traduce en que podrá entrenar al lado de campeones de talla continental y mundial, y llegar al podio, así como ellos lo han hecho. Con un poco más de 20 años de trayectoria, el club compite en Bogotá con otros clubes como Élite Sport y Tequendama, que es bien reconocido en la ciudad debido a su amplia experiencia y a la construcción de su nombre por los patinadores que ha formado. Se podría decir que son quienes se han enfrentado ‘rueda a rueda’ por obtener los mejores resultados y cumplir el objetivo más apetecido por una de estas academias: que sus patinadores luzcan el uniforme tricolor y que lleven sobre sus hombros los sueños y anhelos de un país completo. Cobos no se queda atrás y los patinadores Miguel Fonseca y Juan Pablo Cusba tampoco, pues han tenido la oportunidad de portar la licra del combinado nacional en varias ocasiones. De hecho, en 2021, fueron dos de los nueve deportistas que envió Bogotá para conformar la Selección Colombiana de Patinaje sobre ruedas. Sin embargo, no todo es color de rosa —o mejor, de oro—. Sabiendo que Colombia es una potencia mundial en este deporte, y que indudablemente tiene un lugar asegurado dentro del podio, el apoyo que se esperaría ni siquiera se ve en los medios de comunicación. Porque apoyar va más allá de poner el siguiente titular: “Colombia es campeona mundial de patinaje”. Quienes realmente sienten el soporte de la gente son los patinadores. Por esto, Miguel y Juan Pablo afirmaron que hacía falta más apoyo por parte de los medios y del Estado —si esta fue su respuesta, imagínese cómo sería la respuesta de un niño que no tiene los recursos para financiar los gastos que implica entrenar patinaje porque sí que es costoso—. Si bien en las proyecciones para 2022 se destinarían 882 mil millones de pesos del Presupuesto General de la Nación para invertir en el deporte colombiano, los atletas que han llegado a instancias internacionales afirman que no ven una gran inversión en el patinaje. Esto se debe principalmente a que en Colombia se les apuesta a otros deportes como el fútbol y el ciclismo. ¿Por qué? Porque son deportes que mueven masas de personas, y así el patinaje también lo haga, desafortunadamente los 18 títulos consecutivos de campeonatos mundiales no han sido suficientes. Uno de los principales hechos que invisibiliza el éxito del patinaje en Colombia es que este no es un deporte olímpico. De hecho, Juan Pablo Cusba, campeón panamericano en 2020, afirma que “si el patinaje fuera olímpico en categoría mayores pondría a Colombia más arriba en el podio de las olimpiadas, lo cual daría mejores incentivos para respaldar este deporte”. Tanto él como Jorge Organista, quien además de ser fundador de Cobos es secretario de la Comisión Técnica de Carreras Categoría Menores de la Liga de Patinaje de Bogotá, están de acuerdo con que habría más inversión y más aporte económico si el patinaje fuera un deporte olímpico. En efecto, “Colombia sí arrasaría en el medallero si estuviera dentro de unas justas olímpicas porque la preparación que tiene la Federación Colombiana de Patinaje, las diferentes ligas del país y los clubes es muy estructurada. Como se preparan nuestros patinadores, no se preparan ningunos otros en el mundo”, aseguró Sebastián Gómez Salinas, periodista y press attaché del Comité Olímpico Colombiano y jefe de prensa de la Organización Deportiva Bolivariana. No obstante, si se supone que este fue el año en el que se destinó la mayor cantidad de dinero hacia el deporte en la historia del país con respecto a 2021, el presupuesto aumentó casi 150 mil millones de pesos —ese año fue de 737 mil millones — para consolidar al país como un referente continental en patinaje. Entonces, valdría la pena preguntar: ¿en dónde se está invirtiendo ese dinero? Según una entrevista realizada por el periódico El Tiempo al ministro del Deporte Guillermo Herrera Castaño, se nombran las disciplinas que recibirán una parte del presupuesto, y por ningún lado aparece el patinaje. Según explica Sebastián Gómez, el Comité Olímpico es quien asesora al Ministerio del Deporte para definir a cuáles disciplinas se les invertirá de acuerdo con las medallas que estas le puedan ofrecer al país dentro de las competencias oficiales del ciclo olímpico. Se habla del equipo ‘Colombia, Tierra de Atletas’, pero este solo hace referencia a las selecciones olímpicas y paralímpicas, así que el patinaje queda casi en el olvido, pues no basta solo con entregar una cantidad específica de dinero a la Federación Nacional de Patinaje, quien actúa como el ente regulador de las Ligas de Patinaje de cada ciudad. El Club Cobos ha demostrado su buena gestión por medio de sus positivos y excelentes resultados, razón por la cual la Federación y la Liga de Patinaje los ha tenido muy en cuenta cuando se trata de enviar programaciones y convocatorias. Dejando de lado los logros deportivos y el aporte en el medallero histórico del Club Cobos para Colombia, es necesario hablar del valor agregado que esta mina de oro otorga a sus patinadores. Desde sus inicios, en el semillero del club, se ha velado por la formación humana de los deportistas, de modo que cada uno de ellos encuentra una segunda familia en el club. El hecho de vivir el patinaje como un estilo de vida implica enfrentarse a dificultades mucho más allá de las económicas . Es un reto de superación y esfuerzo físico y mental que requiere de un acompañamiento profesional. Ese acompañamiento parte de la gestión de las entidades gubernamentales del deporte, pero si estas no realizan bien su labor terminan perjudicando a los deportistas, quienes ponen todo su empeño en hacer las cosas bien. Juan Pablo Cusba mostró su inconformidad respecto al apoyo que se les da a los deportistas desde la Federación: “A los que llegan a Selección Colombia sí se les respalda, pero a los que están en los clubes, no. A las escuelas deportivas, la Federación solamente les envía información actualizada, resoluciones y programación de eventos”. Debe ser una relación recíproca, donde la Federación, Coldeportes (ahora el Ministerio del Deporte) y la Liga trabajen de la mano para favorecer a los clubes en sus proyectos deportivos con la juventud. Vale aclarar que “todo el apoyo de Fedepatin está dirigido a los deportistas de Selección Colombia únicamente en el tiempo que son Selección Colombia, pero esto se debe a que la Federación también tiene como responsabilidad apoyar a otras selecciones que no son tan famosas como la de patinaje de carreras”, aseguró Julio Garnica, vicepresidente de la Liga de Patinaje de Bogotá y miembro de la comisión técnica de carreras de la Federación Colombiana de Patinaje. Por esta razón, según cuenta Julio, “desde la Liga de Bogotá se está contemplando implementar proyectos que otorguen un retorno económico hacia los deportistas de alto rendimiento”. De esta forma, el Club Deportivo Cobos DC se ratifica como una mina de oro, pues no solo se valoran las medallas, los trofeos y los reconocimientos que el club ha obtenido desde que se consolidó; sino también la calidad humana de sus deportistas. El trabajo mancomunado de instituciones como la Federación y el Ministerio del Deporte son esenciales en la construcción y en el aprovechamiento de la materia prima de Cobos: el talento, la calidez y la determinación. En definitiva, la misión de Cobos es apenas el comienzo de otra hazaña del patinaje colombiano, ya que podría ser el punto de partida para tener, una vez más, a Colombia dentro de unas justas olímpicas en esta disciplina en la cual somos potencia mundial.

  • El banco verde de Bogotá

    El banco verde de Bogotá Jorman Romero, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Cuando la ciudad se prepara para dormir, la plaza de las Hierbas calienta motores para afrontar un nuevo amanecer en el que olores y colores desfilan para mezclarse en un espectáculo cultural que deja en evidencia las raíces colombianas. Lea también: Las plazas de mercado con “ñapa” Compartir Foto: Realizado por: Isabela Uribe, Gabriela Rojas, Juan Esteban Hernández, Paula Espeleta y Jorman Romero A las 4 de la mañana de un lunes cualquiera la plaza Samper Mendoza, más conocida como la Plaza de las Hierbas, se puede confundir con cualquiera de las 44 plazas de mercado de Bogotá. 24 horas después, siendo las 4 de la mañana del martes, no es fácil entender que se trata de la misma plaza. La sensación de estar en una pequeña ciudad nocturna es inevitable. Una ciudad de olores frescos y colores verdosos. Una ciudad de tradiciones y creencias, de hierbabuena, manzanilla, ruda, eucalipto y limonaria; de sabores dulces y amargos. La plaza abre las puertas a las 5 de la mañana del lunes. Solo 3 vendedores que tienen su puesto dentro de la plaza y un habitante de calle esperan la apertura desde una hora antes. Los 9° centígrados de temperatura que abrazan la madrugada de la capital los tiene abrumados y revisan constantemente la llegada de la señora de los tintos. Mientras esperamos que las puertas de la plaza se abran, don Víctor, habitante de calle, hombre pequeño, delgado y con una bufanda hasta los ojos, me cuenta cómo se gana lo del diario revendiendo la ruda que compra en la plaza. En la mano tiene un palo de escoba y una botella con atomizador que tiene un líquido rosado con el que rocía a las prostitutas del barrio Santa Fe para atraer a los clientes, una de las casi mágicas virtudes de la ruda. “Hierba que no esté en la Samper Mendoza, no existe”, ese es el lema de estos comerciantes. Y es que en las madrugadas del martes y jueves se reúnen 400 vendedores a comerciar casi 300 variedades de hierbas. Puntualmente abren la plaza. Todavía no hay luz del sol y solo se enciende una parte de las luces. Hace frío y no llega ningún cliente. Los vendedores empiezan a abrir las puertas de sus negocios y algunos a sacar esas verdes hierbas a la plazoleta. Todos en silencio empiezan su jornada que, bien saben, terminará al otro día pasadas las 10 de la mañana. Es una plaza pequeña que se divide en 3 secciones: la plazoleta grande donde llegan las hierbas, una plazoleta pequeña al costado derecho en donde llegan las hojas de tamal, provenientes casi todas de la región del Tolima, y al costado izquierdo una plazoleta de comidas que funciona únicamente de día. Cada local debe pagar una mensualidad de alrededor de 150 mil pesos al Instituto para la Integración Social (Ipes). De día la plaza se comporta casi como las demás. Hay algunos puestos de pollo y pescado dentro, e incluso hay un puesto donde venden verduras y plátanos. Nada de eso se abre en la noche. Si no fuera por el penetrante aroma a acre y salvia que produce la artemisia, esta plaza seguiría sin ser nada espectacular. La plaza está ubicada en el barrio Samper Mendoza, un barrio de antaño en la Bogotá del siglo XX donde familias enteras vivían en casas inmensas y se reunían en la calle para ir, por un peso con cincuenta, al ya desaparecido Teatro América. De eso no queda nada. La industria y el comercio se apoderaron de las losas del barrio, así como la plaza se apoderó del mercado de las hierbas. Hace 28 años los comerciantes convirtieron esta plaza sin vida en el espectáculo que es hoy. Doña Carmen, mujer de 71 años y de carisma bromista, me cuenta mientras organiza un arrume de valeriana que antes de llegar a la plaza los vendedores dieron vueltas por Paloquemao y por la carrilera del tren que queda justo al lado de lo que hoy es la plaza. “En cualquier lado que nos ubicáramos la policía nos quitaba y nos dañaba las maticas”, afirma. Pasa el día y nada extraordinario ocurre hasta las 7 de la noche. Llega el primer camión cargado de cintronela y la jornada finalmente empieza. A las 8 de la noche ya se empiezan a alinear por las calles adyacentes camiones de todas partes del país: Cundinamarca, Boyacá, Tolima y los Llanos Orientales son algunos de los lugares de donde partieron estos camiones hace algunas horas. Los vendedores, mayoría campesinos -y quienes no, hijos de ellos-, comienzan a llegar para abrir los puestos e instalarse en la plazoleta junto a sus hierbas. Pasan los minutos y empiezan a dibujarse los caminos que forman las hierbas en el piso. La plaza empieza a cobrar sentido de la mano de colores verdes, amarillos, naranjas y púrpuras, de olores a manzanilla, menta, artemisia, albahaca y hierbabuena. Hay plantas que curan enfermedades, otras que traen prosperidad y, por supuesto, condimentos. En cuanto a las dos primeras, don Darío, hombre grueso y de baja estatura, me explica que cada planta tiene su uso y su correcto manejo. “Usted no puede mezclar una planta tibia con una fría y hacer un agua porque no le va a servir”. Mientras tanto otros vendedores como doña Carmen creen que cualquier planta sirve siempre y cuando se use con fe. “Usted se puede tomar una pasta si quiere y mientras la use con fe, le va a hacer algo. Eso depende mucho de las tradiciones de nosotros”, me dice convencida. A las 11 de la noche casi todo ha sido descargado y los vendedores esperan a los compradores que llegan poco a poco. Mientras tanto, y con una temperatura por debajo de los 12° centígrados, los vendedores se valen de todas las artimañas para evadir el frío: tinto, aromática, aguardiente y hasta whisky. Doña Lilia, mujer de unos 55 años, delgada y de voz dulce, me ve caminar por la plaza y me invita a tomar un tinto. Tiene el puesto 105. Maneja su cafetería desde hace 25 años y todos en la plaza la conocen. Cada noche prepara 3 o 4 ollas grandes de tinto, unas 60 arepas y otros productos que vende durante la jornada. Como la cafetería de doña Lilia hay un par más, pero también hay 2 personas que recorren la plaza con 14 termos y bolsas de pan que venden a 300 pesos. Los compradores que se acercan a esta hora, faltando 20 minutos para la media noche, son de otras ciudades. Esta plaza no solo surte a Bogotá, sino que también provee las hierbas que se compran en gran parte del país. Hay bastante gente, pero todos tienen claro que el verdadero “boleo” no ha comenzado. Se siente una calma profunda. Nadie corre. No se oyen gritos. Montañas de hierbas se levantan y se transforman en camas para decenas de vendedores que deciden dormir y descansar un poco. Las personas se acuestan sobre las hierbas y con una cobija o un trapo en la cabeza duermen como si estuvieran en su propia cama. Algunos no necesitan acostarse y con solo inclinar la cabeza logran conciliar el sueño. Llega la media noche y nadie se da cuenta. A las afueras de la plaza ya se han acumulado más de 20 camiones por cuadra. Personas con lista en mano y con cotero a las espaldas –persona que hala las carretillas para transportar la mercancía- van comprando bultos de hierbas. El cotero se inclina, echa al hombro y descarga en una de las 40 carretas de la plaza por la que paga una pequeña mensualidad al Ipes. Así se van llenando los camiones para darles paso a otros que hasta ahora llegan. En ese ir y venir llega una familia en un Renault 9 rojo. Son una pareja de esposos y un hijo de 11 años. El pequeño carro lo llenan de hierbas desde el baúl hasta el asiento trasero y para completar la carga echan encima del carro 2 bultos más. Arrancan presurosamente porque a 2 horas de camino Fusagasugá los espera. Pasada la 1:30 de la madrugada, a 10° grados centígrados, los arrumes han disminuido un poco su tamaño. Ya no circulan tantas carretillas y la plaza ha entrado en un estado de reposo mayor. Se ve más gente durmiendo. Aprovecho para fijar mi atención en la parte más mística de la plaza: los puestos de medicinas esotéricas. Acá se consigue remedio para todo lo que alguien pueda necesitar: dinero, amor, prosperidad, salud y suerte. Don Miguel, hombre alto y quien ha trabajado con esos productos desde el inicio de la plaza, me aclara que aunque estas mismas propiedades se encuentran en las hierbas, estos locales venden los extractos condensados en esencias. “Acá principalmente vendemos jabones, esencias y riegos. Todos son lo mismo pero la presentación es diferente”. También se encuentran cosas más específicas como la uña de gato o la chanca piedra para combatir el acné y hasta los cálculos en la vesícula. En medio de esa calma momentánea que ofrece la plaza a las 2 de la mañana, una señora de ojos verdes, rostro descarnado, chaqueta de cuero y un mazo de naipes se pasea por los pasillos del fondo de la plaza ofreciendo leer las cartas. Cobra dos mil pesos y en cualquier lugar de la plaza se sienta para hacer su magia. Cuando termina pide propina y si encuentra confianza hasta pide que le gasten un cigarrillo. A medida que se acercan las 4 de la madrugada el mercado se reactiva y se llena de compradores locales. Mucha más gente se ve llegar a la plaza y la calma que habitaba se pierde. Los coteros corren más de prisa. Todos se han despertado. Los caminos formados por las hierbas se vuelven angostos y los coteros piden permiso constantemente. Los locales que no se habían abierto durante lo que va de la madrugada finalmente abren las puertas. Afuera ya casi no hay espacio para que los carros lleguen. Cuadras enteras están ocupadas de camiones y camionetas de carga. Entre ellas una Dodge del 67 con platón que en el parabrisas se identifica como Poncho. Por el lado de la plazoleta de la hoja de tamal el mercado es igualmente intenso. A medida de que los arrumes de hojas van bajando de los camiones, inmediatamente se van yendo de la plaza. A las 5:25, en medio del agite, el cielo empieza a dar sus primeros tonos morados. 10 minutos después los cerros se dibujan con fuerza en el paisaje y faltando 15 minutos para las 6 de la mañana ya está amaneciendo, sin embargo nadie se entera. Mientras descanso en un andén a las afueras de la plaza, en medio de 2 camiones se parquea un taxi. 5 mariachis bajan del carro. En fila y con instrumentos en mano caminan junto a las carretas hasta llegar al puesto de “la mona”, una señora de cabello claro y corto que vende hierbas aromáticas. Está cumpliendo 58 años. Su esposo, hijas y nietos se posan al lado de los mariachis y en medio de las personas que se acumulan cantan “las mañanitas” que se escuchan en toda la plaza. En la esquina del espectáculo está la cafetería de doña Lilia. Le pido un tinto para el frío mientras observo la función. Los mariachis van por la tercera canción cuando finalmente la luz del sol logra penetrar la plaza augurando el final de la jornada. -Doña Lilia, ¿cuánto le debo? -Nada, mijo. Lo que debe es volver, volver…

  • En Arauca, "se vive con zozobra"

    Iván Camilo Castiblanco Delgado < Volver En Arauca, "se vive con zozobra" Camera Iván Camilo Castiblanco Delgado Lina Garrido, candidata a la Cámara de Representantes por Cambio Radical, cuenta cuáles son las dificultades de hacer política en Arauca. Ver también: Ver también:

  • Chemas Escandón tiene nuevas metas

    Chemas Escandón tiene nuevas metas Julián Mateo Candela Suescún Fecha: Uno de los periodistas deportivos más reconocidos de Colombia ahora se dedica de lleno a un sueño poco conocido que inició hace 22 años. Lea también: Un fútbol imparable de la mano de Hans Durán Compartir Foto: Gabriel Chemas Escandón en la tienda y centro de atención en los campos de entrenamiento de la Escuela de Fútbol San Pablo - Foto por Julián Mateo Candela Suescún. El tiempo pasa muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos vemos cómo la gente crece a nuestro alrededor. Tanto así que a veces nos hace pensar en cosas que nos gustaría haber realizado con los seres amados, pero que fue “imposible” porque estábamos ocupados en otras cosas. Pero lo bello del tiempo son las segundas oportunidades que brinda y, a la vez, ir trayendo memorias al presente. Así le sucede a Gabriel Chemas Escandón, el periodista deportivo de Caracol Radio que hace unos meses consiguió su jubilación y cuya voz será recordada por varias generaciones. Ahora tiene la disponibilidad que durante 40 años no pudo dedicar de lleno a su esposa, a sus hijos y a sus estudiantes de la Escuela de Fútbol San Pablo, que fundó hace más de dos décadas. Esta academia cuenta con un total de 8 categorías desde los 5 a 17 años y una categoría para aquellos jóvenes mayores de 18 que quieran inscribirse. Chemas ya no presencia los partidos del Fútbol Profesional Colombiano desde las cabinas de los estadios; ahora acompaña a sus estudiantes en los torneos locales, esos que son de potrero, los que consumen largas hectáreas de tierra para ubicar el mayor número de canchas. “Yo soy una persona de 62 años. Cuando ya he cumplido una etapa como profesional lo que uno busca es consolidar muchas de las cosas que dejó”, dice Escandón mientras recorre los tres campos de fútbol donde entrenan los niños de su escuela. “Aquí uno encuentra la posibilidad de tomar un impulso para otro tipo de cosas. Que tengamos esa posibilidad de estar tranquilos, de que los hijos vayan consiguiendo su objetivo. Y, por supuesto, de hacer tantas de las cosas que de pronto uno no pudo hacer”. Ya pensionado, no necesita madrugar y cumplir con exigentes jornadas. La oportunidad de nuevas actividades la ha disfrutado con la gente que más quiere mientras sigue con algunas costumbres suyas. Escucha música tropical con temas adaptados de los Bee Gees o de Roberto Carlos y se dedica a practicar “puro deporte”. Acompaña a sus hijos en la natación o andando bicicleta hasta Guatavita o Sopó, Cundinamarca. También juega fútbol, uno de sus grandes amores desde su niñez. Dicho amor lo llevó a fundar, junto al sacerdote Julio Roncancio, una escuela para formar jóvenes futbolistas. Una academia que ha tenido éxitos en múltiples torneos como El Maracaná, torneo donde jugaron grandes jugadores del fútbol colombiano como Radamel Falcao, u otras competiciones como el Premier Cup o el Mundialito IDRD, de Bogotá. “Para que tenga un funcionamiento ideal, pues le toca a uno estar encima. No puede apartarse de las actividades, toca estar pendiente absolutamente de todo: de los profesores, de los procedimientos deportivos, de las actividades deportivas, de los uniformes, de la utilería, del parqueadero, de las canchas de fútbol, del apodada en las canchas, de las inscripciones de los padres de familia, de las categorías de los campeonatos, de los torneos, de la cooperativa de la gaseosa de las empanadas, absolutamente todo”, enlista Chemas. Su dedicación a San Pablo se demuestra día tras día. Su rutina es fácil de descifrar, pero agotadora para mucha gente. En una mano sostiene su celular, respondiendo llamadas por parte de padres que piden información de la escuela. En la otra, una radio con la cual se comunica con los empleados sobre el parqueadero y mantenimiento. Se ubica en su pequeña oficina, que a la misma vez es la tienda de la academia. Derly Patricia Castañeda, su esposa, lo acompaña siendo parte de la administración. Chemas recibe a los padres que, presencialmente, preguntan acerca de los objetivos de la escuela y casi siempre les da un recorrido por la academia. Así se mantiene, de ida y vuelta durante varias horas y sin ningún reproche o excusa. Chemas Escandón es descrito por quienes lo conocen como un hombre comprometido con sus responsabilidades, atento y disciplinado a lo que sucede a su alrededor. Por lo que no es de extrañar que es querido por compañeros y familiares. “Es el bello y famoso Chemas Escandón”, afirma su esposa. Es un hombre amoroso que forjó a sus hijos a través de obediencia y firmeza. “Tiene muchas condiciones de un padre responsable, cariñoso, y que siempre da al 120%. Yo siempre he pensado que ha amado mucho a su familia”, añade. Ha sido un hombre que ha apoyado a las personas que más le importan. En el caso de su esposa, la aconsejó en los momentos que ella no tenía seguridad de sus acciones en la universidad. “Gabriel me ayudaba mucho porque me costaba. Tenía claro para dónde iba, yo era la que estaba desubicada, pero él me ayudaba a ubicar, me complementaba. Me decía: ‘No abandones la carrera nunca’. Yo andaba en tercer semestre y dije: ‘No sé si esto no es para mí’. Él me dijo ‘Nunca dejes nada sin terminar. Siempre las cosas que comiences debes terminarlas’. Y mira que me sirvió”, narra Derly Patricia. Sus dos hijos, por otro lado, recibieron una crianza integral. “Me ha formado en valores como la disciplina, la constancia y el respeto. Es muy estricto cuando de imagen personal se trata”, menciona Juan Camilo, su hijo menor. Él es administrador de empresas, mientras que su hermano mayor, Santiago, es productor multimedia. Chemas se siente muy orgulloso de ellos porque los ve capaces de seguir liderando la escuela cuando él ya no esté. Aun así, tiene otras fascinaciones aparte del fútbol, entre ellas, la música de la década de 1960 y de 1980. Es un fanático del género tropical, a tal punto de que se considera un experto. El Merecumbé de los Melódicos o Por las buenas o por las malas de los Billo’s Caracas Boys son algunas de las canciones que más han influido en su vida, motivándolo a tener su programa llamado El Chucu Chucu de Chemas. “Yo soy sesentero, setentero y ochentero. Yo creo que me quedé después de la música merengue. No conozco absolutamente nada y eso que el merengue, para mí, es medio nueva. Me quedé con el porro, con el paseo, con parte del vallenato viejo, con música totalmente tropical, todo eso que me sigue aun divirtiendo”, explica Chemas. Pero si hay un deporte que Chemas Escandón disfruta al igual que el fútbol es el basquetbol. Tanto es el cariño que por un momento deja de observar todo lo que sucede alrededor suyo y lo mira fijamente a uno con el fin de debatir algunos temas comunes por parte de la fanaticada. “¿Usted quién considera que es el G.O.A.T ? ¿Es LeBron James el mejor jugador de todos los tiempos?”. Pregúntele este último a Chemas y recibirá una mirada profunda de desacuerdo, que puede incluso llegar a ser aterradora, para luego darle unas cuantas estadísticas o hechos contundentes del por qué LeBron no es el mejor de todos los tiempos. “Sí, es uno de los mejores del mundo, por supuesto, ni más faltaba. ¿Pero es el mejor del mundo? ¿Es mejor que Michael Jordan? ¿Es mejor que Bill Russell? ¿Es mejor que Magic Johnson? El mejor en el baloncesto es Michael Jordan. Para mí es el jugador más completo”, afirma. Todos estos gustos, estos rasgos, fueron lo que lo llevaron a pasar por varias emisoras de radio y canales de televisión. Fue comentarista en Caracol Radio y Win Sports donde podía opinar e informar de sus deportes favoritos. También tuvo un paso por Radio Santa Fe,con su programa de El Chucu Chucu de Chemas. ¿Ahora qué le espera? Desea estudiar un curso de gastronomía para mejorar recetas que le encantan, programar días en su casa de retiro en Sogamoso para descansar y tomar clases de inglés. Con el tiempo a su favor, Chemas se mantiene en constante movimiento. Se propone a hacer una cosa cada día y eso es lo que lo ha llevado a no sentirse afectado por su retiro, que lo describe como unas “pequeñas vacaciones”. Pasó tantos momentos durante la radio que no tiene con exactitud su favorito. Es normal sabiendo que estuvo ejerciendo la misma profesión por más de 40 años. Ahora, da un paso al costado y les abre el espacio a nuevos talentos, seguramente inspirados por sus narraciones apasionadas, detalladas y casi mágicas que incontables veces internaron a los colombianos en las grandes gestas deportivas. Sale de esas canchas: las salas de radio, los balcones de fútbol junto a los demás grandes comentaristas del país para entrar a un nuevo terreno lleno de planes a corto plazo, objetivos y metas junto a las personas más importantes de su vida.

  • La magia de un retrato sincero

    La magia de un retrato sincero Juana Valentina Vargas Robles, estudiante de Comunicación Social y Periodismo Fecha: La última película de Joachim Trier, en la que Julie busca su significado en el mundo moderno, demuestra que son infinitos los caminos en la búsqueda de la felicidad. Lea también: Compartir Foto: Título original The worst person in the world Director Joachim Trier Reparto Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Herbert Nordrum Género Drama, Romance Duración 121 minutos Año 2021 País Noruega Tráiler https://www.youtube.com/watch?v=w_cV1q02cyE La búsqueda de felicidad e identidad puede conducir a caminos distintos y no hay mejor ejemplo de esto que la última película de Joachim Trier, en la que Julie busca su significado en el mundo moderno. El drama romántico es uno de los géneros más complejos y sobrevalorados del cine. Las romcoms, películas románticas ligeras que se centran únicamente en el desarrollo amoroso, se apoderaron del género y han dejado, a lo largo de los años, una imagen errónea de lo que estos filmes pueden ofrecer. Sin embargo, ‘La peor persona del mundo’, presenta un resultado glorioso que combina distintos estilos y termina ofreciendo una experiencia cinematográfica única. La cinta sigue la vida de Julie a lo largo de 12 capítulos en los que se presenta un montaje de sus días universitarios, sus aventuras románticas, decisiones valientes y cambios inevitables. Es el retrato perfecto de una mujer que se encuentra construyendo un espectro de sus deseos internos , necesidades emocionales y sueños profundos. En un momento de crisis existencial Julie deja todo atrás y toma la valentía e incluso el egoísmo necesario para dejarse llevar por su intuición. Ella decide acabar su relación con Aksel, su pareja estable, y embarcarse en un remolino de emociones que brotan por Eivind, un nuevo amante que la reta y la lleva a un punto distinto en su vida. La interpretación de Renate Reinsve es un acto de pura magia actoral. De hecho, Reinsve obtuvo el Premio a Mejor Interpretación en el Festival de Cine de Cannes 2021. Es magistral cómo la actriz es capaz de conducir a su personaje a lo largo del filme y en distintas facetas sin perder la esencia que la caracteriza. Adicionalmente, construye muy bien a Julie en términos de modulaciones reveladoras como la sonrisa cuando intenta llorar o su manera de bailar. Una cinta tan compleja y bien realizada no sería posible sin un trabajo impecable por parte del director. En este caso, el cineasta noruego Joachim Trier es capaz de crear un filme conmovedor y sofisticado dentro de una historia relativamente simple que persigue las preguntas más “banales” como ¿realmente esto es amor? ¿qué estoy haciendo con mi vida? o ¿estoy haciendo las cosas bien? A esto hay que añadirle el indiscutible amor de Trier por Oslo. La ciudad ha sido musa de su trabajo durante años: en 2011, el director presentó Oslo, August 31st un drama sobre las adicciones a las drogas, y seis años después, en 2017, entregó Thelma, una cinta que explora el tema de la telequinesis y que tiene lugar en la soñada capital de Noruega. Ahora bien, la construcción de escenarios sensacionales e inimaginables es una de las principales características de esta película. A lo largo de los 121 minutos que dura la cinta, los espectadores se sorprenden con las situaciones planteadas. Sin embargo, hay dos escenarios que resaltan por su impacto cinematográfico y narrativo . El primero de ellos es cuando Julie está a punto de decirle a Aksel que lo dejará y sale corriendo a buscar a Eivind mientras el mundo entero se detiene. El segundo, más alucinante aún, es cuando decide comer hongos con Eivind y se muestra una secuencia de imágenes que transmiten la sensación de ser psicoactivas. En términos técnicos, la estructura literaria que maneja es un acierto definitivo y la figura presente del narrador ayudan a guiar el hilo conductor de la historia . La música permite un acompañamiento engañosamente alegre pero que en el fondo tiene un significado escondido dentro de las letras del musico Harry Nilsson. Por último, el guion, en manos del Joachim Trier y Eskil Vogt, es digno de una reverencia, frases como: “Me siento como una espectadora de mi propia vida” marcarán más adelante a generaciones enteras y me atrevo a decir que la calidad del guion se asemeja a la de la cinta Before sunrise. Esta película plantea una de las historias más reales y poco ortodoxas que se han visto en el cine. Cada minuto que transcurre en la pantalla grande, los creadores son capaces de plantear un pensamiento único y complejo . Sin duda alguna, esta es una propuesta distinta, que vale la pena ver, y que, a fin de cuentas, demuestra la supremacía del cine europeo.

  • Desarrollo urbanístico del eje Avenida el Dorado

    Desarrollo urbanístico del eje Avenida el Dorado Reportaje multimedia que muestra el aumento en la construcción en este eje vial, su valorización por metro cuadrado y el uso del suelo para vivienda o para oficinas. Haz clic para acceder al contenido Ver también: Citadinos: las historias detrás de Transmilenio Compartir

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