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  • Colombia, un refugio para ucranianos en la guerra

    Conoce la historia de una familia ucraniana que llegó al país para escapar de la crisis por la guerra. Asimismo, entérate de cómo se comporta la industria de exportación de cannabis en el país, entre otras noticias Colombia, un refugio para ucranianos en la guerra Breiner Montano Álvarez, Brisna Alejandra Peña Williams, Camilo Andrés Guarín Vásquez, Enrique Muñoz Aguilar, Isabella Muriel Orozco, Jessica Katerinne García García, Juan Camilo Duarte Bautista, Juan Diego Ibañez Sánchez, María Angélica Roldán Salazar, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo Conoce la historia de una familia ucraniana que llegó al país para escapar de la crisis por la guerra. Asimismo, entérate de cómo se comporta la industria de exportación de cannabis en el país, entre otras noticias Ver también: ¿Llegó el fin del gota a gota? Compartir

  • El reto de decirle a la audiencia lo que no quiere oír

    El reto de decirle a la audiencia lo que no quiere oír Daniela Cepeda, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Juan Esteban Lewin, quien hace 7 años trabaja en La Silla Vacía, habla de cuáles son los retos de hacer periodismo independiente en un contexto de transformación de los medios de comunicación. Lea también: "María Paulina Baena, 'emberracada', pero con argumentos" Compartir Foto: Foto: facebook.com Con un aire muy despreocupado, pelo ondulado y despeinado, barba frondosa, camisa de cuadros, pantalón verde oscuro y unos zapatos cafés, Juan Esteban Lewin, editor general de La Silla Vacía, llegó a las pequeñas oficinas de aquel portal de noticias, en las que había únicamente dos personas. Me pidió que subiéramos al segundo piso y nos dirigimos a un balcón, para que el sonido de los periodistas, que poco a poco iban llegando, no nos interrumpiera. Cuando me dijeron que iba a entrevistar al editor general de La Silla Vacía, me lo imaginaba como un hombre sumamente serio, pulcro y con un aire de superioridad. Sin embargo, una vez estuve sentada con Juan Esteban y empecé a hacerle las preguntas, me di cuenta de que él era todo lo contrario a lo que yo me había imaginado; era un hombre muy relajado, amable y con una sonrisa gigante, que me produjo mucha confianza y tranquilidad. Me sorprendió saber que él no había estudiado nada relacionado con periodismo, había estudiado derecho e historia y aunque era un consumidor activo de medios de comunicación como El Espectador, Semana, El Tiempo, la idea de dedicarse a eso, en su momento, nunca cruzó su mente. Fue gracias a una amiga en común entre él y Juanita León, la creadora de La Silla, sumándole el gran interés y participación que tenía Juan Esteban de este portal de noticias digital, que empezó a trabajar en él y a medida que el prestigio de La Silla Vacía iba subiendo, de igual manera fue subiendo el prestigio de Lewin en la empresa, convirtiéndose en su editor general, su primer trabajo cómo periodista. Al saber que este fue su primer trabajo cómo periodista, le pregunté: “¿cómo se siente trabajando acá?” a lo que él, con una sonrisa, me respondió: -Bien, pues me gusta mucho porque o si no, no habría durado todo el tiempo que llevo, la verdad. A mí por un lado en general el periodismo me parece muy entretenido, encaja con mi personalidad, como cualquier profesión, no es para todo el mundo. Siento que en La Silla siempre he tenido un espacio muy grande para cubrir más o menos lo que quiero, claro que dentro de un marco de lo que se trata en La Silla”. Intentando adentrarme un poco en su vida como periodista, le pregunté cuál ha sido el trabajo periodístico que en su carrera profesional más le ha gustado o del que se siente más orgulloso. Lo tuvo que pensar un poco porque me explicaba que él tenía muy mala memoria y era algo ya conocido en su equipo, bromeó. Me comentó que fue un trabajo llamado “Las fichas para la reelección del procurador”. Fue una investigación que realizó junto a otros 5 periodistas en el 2013 sobre Alejando Ordóñez. Ellos sacaron una primera nota en la que exponían cómo Ordóñez había seleccionado a personas cercanas a congresistas o magistrados para que tuvieran un sueldo igual de bueno que el de un congresista. Luego hicieron crowdsourcing, montaron una base de datos y le permitieron a la gente, que si tenía información al respecto, se las enviaran para complementar la investigación. Él comentó que fue un trabajo muy innovador y chévere de hacer. Además tuvo dos repercusiones: quedaron entre los 3 finalistas para el premio Gabo de innovación de ese año y la retomó De Justicia, para presentar una serie de acciones judiciales contra la reelección de Alejandro Ordóñez y terminó en la nulidad. Juan Esteban es una persona bastante reservada, o así él se considera. Por eso, separa su vida privada de la laboral y no está activo, pese a ser editor de un medio de tanto renombre, en las redes sociales. -“Pues yo creo que es importante separarlo por varios motivos, uno es por el valor mismo de la intimidad, porque yo no quiero que la gente sepa mayor cosa de a qué le dedico yo mi tiempo más allá de lo laboral y demás, pues porque yo creo que es un valor y no me gusta exponerme en redes, nunca me ha gustado mucho. Digamos que eso es cuestión de personalidad un poco. Pero también porque creo que eso no es relevante para nadie. Es más, cada vez trato más, en redes sociales, de limitarme más en lo que digo y solo agregar cuando realmente tengo algo que decir. No me gusta mucho esa figura del opinador, de ser el que opina cualquier cosa, a pesar de que por la función que tengo, hay una presión medio social. A veces me dicen “y bueno, ¿usted qué? ¿usted no dijo nada? ¿usted qué opina?”, pero hay cosas de las que yo no tengo idea; puedo tener prejuicios o unas ideas como cualquier persona y tampoco es que mi opinión sea más valiosa que la de los demás, por lo menos de los temas de los que no tengo información, porque ¿por qué va a ser más valiosa?” cuestionó. La Silla Vacía es un portal de noticias netamente digital que, desde su nacimiento, hace diez años, ha crecido bastante pero sigue siendo relativamente pequeño a comparación de otros medios de comunicación. De igual manera ser el editor general no debe ser tarea fácil. Al preguntarle a Juan Esteban cómo era un día para él respondió que ellos no tenían un horario fijo pero que a veces sí solían salir muy tarde. Me explicó que su trabajo se dividía en 4 cosas: todo lo que implica la reportería, la otra es la organización interna en los equipos de trabajo, también al ser editor debía pensar en las historias que serían publicadas ese día y el último era pensar La Silla en su conjunto, a qué temas le han dado mucha relevancia y a cuáles no. Me comentaba que a veces era muy agotador, lo podía notar en su cara y en que apenas llegó le pidió a la auxiliadora administrativa que nos subiera una taza de café. Pero le gustaba mucho su trabajo y el hecho de que no todos los días fueran iguales, era parte de lo que más le gustaba. Mientras hablaba con Lewin, pude apreciar que las personas que estaban en las oficinas se veían muy contentas, de vez en cuando se escuchaban risas, todo lo contrario a lo que uno pensaría que sería una sala de redacción; por lo que decidí preguntarle ¿cómo es el ambiente acá? a lo que el manifestó: -“El ambiente en La Silla es bastante horizontal, no sé si viste la redacción rápidamente, no hay ninguna oficina cerrada, todo es muy abierto; si dos personas están hablando, una tercera puede tener una idea y contribuir y creemos que eso es un valor agregado muy grande, porque a veces esa tercera persona es la que resuelve un problema. Entonces eso hace que el ambiente sea relativamente desparpajado, descomplicado pero con un componente de la exigencia. Es una mezcla de dos cosas que yo creo que hacen que sea un ambiente muy agradable y que tiene un lado de relajo, pero sin perder el norte de lo que estamos haciendo. Funcionamos bien, hace que la gente esté feliz, cansada, pero feliz”, bromeó. La Silla Vacía es uno de los pocos portales de noticias que son independientes. Hacer periodismo independiente no es tarea fácil y de ahí nació mi curiosidad de saber ¿cuáles eran sus retos? -“Hay retos de varios lados, pero el reto tal vez más grande, de todo el periodismo como tal, es la financiación. La crisis de los medios, de la que tanto se ha hablado, es una realidad. En ese contexto, es un reto aún más grande para el periodismo independiente porque no hay una gran compañía detrás. Luego, hay muchos más retos propios del ejercicio periodístico, que van desde ser realmente independiente y eso es muy difícil, creo yo, porque uno tiene sesgos, uno tiene corazoncito, uno viene de una familia, de una región con valores determinado. Todos tenemos un contexto determinado que hace que ser independiente, realmente sea complicado; es un reto más que todo para el periodista como individuo, porque si todos no somos periodistas independientes pues no hay periodismo independiente como tal . Ahí hay un dificultad muy grande, que uno tiene que revisarse a uno mismo básicamente todos los días y es muy fácil caer en sesgos aunque sea con la mejor voluntad. Ya hablando de La Silla Vacía, nuestro reto es que estamos buscando que sea nuestra propia audiencia quien nos financie, con campañas de miembros que le guste lo que hacemos y quieran donar. Con eso se nos viene otro reto muy grande, como ser independiente de la audiencia, porque decirle a la audiencia lo que no quiere oír es un reto enorme”. Usted mencionó que uno como periodismo uno tiene sesgos, pero La Silla Vacía dice no tener una línea editorial. ¿Cómo hacen para matizar las preferencias políticas de los periodistas? ¿o es algo que es imposible que no influya? -“Yo no creo que sean posibles erradicar del todo, porque todos somos humanos, pero sí tenemos algunos principios y valores de cómo hacemos el trabajo que nos deberían ayudar por lo menos, a lo que tú dijiste: matizar. Primero, uno debe tratar de ser consciente de eso, si uno no cree que tiene una tendencia, se está mintiendo a sí mismo . Lo segundo, que quizás ya es una cuestión un poco de personalidad y es sumamente importante, es ser capaz de enfrenarse a uno mismo. Yo creo que los periodistas debemos enfrentarnos a nosotros mismos porque es la únicamente manera de detectar nuestros sesgos, es una cuestión de autorreflexión. También está el poder reportear contra los propios juicios, si yo no hice un fuerzo consciente de buscar una fuente contraria a mi opinión, aun si hice una muy buena reportería, no hice un buen trabajo de contraste. La idea es buscar la imparcialidad, porque la objetividad no creo que exista”. Explicó que, en La Silla Vacía, el periodismo que hacen procura favorecer a una sociedad plural y diversa, por lo cual son particularmente críticos con las cosas que creen que van en contra de la constitución del 91 y hacen un seguimiento a las cosas que demuestran un avance o un retroceso de los valores que ahí se postulan. -“Somos conscientes que somos a veces bastante ‘ladrilludos’ y es una autocrítica que nos hacemos constantemente. Es para gente con un cierto grado de formación, y otra cosa, es que nosotros nacimos como un medio joven y hoy somos un medio joven adulto, hace 10 años la gente de 18 años leía La Silla, hoy en día, no. Hay gente que por interés o formación es muy poco probable que nos consuma, porque ningún medio es para todo el mundo, pero lo ampliamos intentando cambiar nuestra forma de narrar, yo trato de que hagamos más notas ágiles sin perder profundidad. También hace año y medio trajimos a una persona que nos ayuda a crear formas creativas de narrar, hacer las cosas en un lenguaje más propio de Instagram, que es la red más popular y novedosa , porque Facebook ya se volvió de papás y abuelos, en cambio Instagram es más de universitarios y nosotros no teníamos en cuenta en Instagram como hasta hace un año. Sabemos que para estar en cada red, cada una tiene unos lenguajes particulares y eso creemos que nos ayuda a acercarnos a otro público. Tenemos que aceptar que no toda la gente va a consumir La Silla desde la página, hay personas que sí, pero hay otras que solo se quedan en las redes sociales. Pero al menos por un lado estamos cumpliendo con nuestra labor social que es informar a la gente, así no profundicen más y yo creo que eso es totalmente valido, no todo el mundo tiene que ser un nerdo en todos los temas que nos gustan a nosotros”.

  • Unisabana Medios | Podcast | Conversaciones de Sofá

    Personalidades colombianas toman el micrófono para hablar y discutir sobre temas de entretenimiento. Conversaciones de Sofá El sofá más parchado de la Universidad de La Sabana. Conoce a los artistas desde su historia con el arte. Unisabana Radio Compartir

  • Cómo funcionan las bitcoins en Colombia

    ¿Sabías que en Colombia se encuentran 13 mil criptomonedas activas? Aunque son cada vez más populares, existen algunos riesgos en su compra. Entérate de estas y otras noticias en este capítulo especial. Cómo funcionan las bitcoins en Colombia Breiner Montano Álvarez, Brisna Alejandra Peña Williams, Camilo Andrés Guarín Vásquez, Enrique Muñoz Aguilar, Isabella Muriel Orozco, Jessica Katerinne García García, Juan Camilo Duarte Bautista, Juan Diego Ibañez Sánchez, María Angélica Roldán Salazar, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo ¿Sabías que en Colombia se encuentran 13 mil criptomonedas activas? Aunque son cada vez más populares, existen algunos riesgos en su compra. Entérate de estas y otras noticias en este capítulo especial. Ver también: Compartir

  • Deluzsemilla: un testimonio del lado positivo de las redes sociales

    Deluzsemilla: un testimonio del lado positivo de las redes sociales Daniela Londoño Fecha: Cyan Bello Arbeláez, con más de 111 mil seguidores en Instagram y 183.800 en TikTok, comparte su historia de vida, la cual no siempre ha sido tan zen. Lea también: Por el periodismo veraz Compartir Foto: Cortesía de Cyan Bello Se la ve llegar, a lo lejos, con una pinta deportiva y relajada: unos leggins negros bota campana, una camiseta ancha y un saco sin capota atado a la cintura, ambos de color blanco. Sobre sus hombros cuelga un par de trencitas que atan su largo cabello castaño. Desde la distancia se ve como una niña: chiquita y sonriente, pero tiene 26 años. Camina con entusiasmo, como cuando uno ve a alguien feliz. En medio de su blanca tez resalta un lunar café justo en medio del lado derecho de su nariz y su labio superior. Su aproximación, su voz y sus gestos son dulces y cálidos. Esa es la misma impresión que genera Cyan Bello en sus redes sociales, con el nombre Deluzsemilla . En Instagram tiene 110 mil seguidores y en TikTok 184.200, con 2,6 millones de “me gusta”. Su contenido se enfoca en la meditación, el yoga —disciplina de la que es instructora— y el bienestar, tres de sus grandes pasiones. Sin embargo, y a pesar de que lleva este estilo de vida, tiene muchos gustos que se salen de lo que comúnmente se conoce como zen . “A veces sucede que pensamos que alguien espiritual es quien está todo el tiempo tranquilo y muy zen , pero yo no soy así… Tú te pones a escuchar mi playlist de “me gusta”, en Spotify, y tengo: banda, cumbia, vallenato… Y también me encanta divertirme, gozarme la vida y, a veces, charlar tranquila con amigas sin tener una máscara de ‘todo superzen y vibras positivas’. Y como también estamos en este mundo para gozarnos la experiencia humana y todas sus facetas, entonces eso es lo que yo quiero, ser genuina, permitirme ser y que las personas también se permitan ser ellas mismas a mi lado, porque se sienten seguras”, relata Bello. A esto añade que siente un profundo llamado a la verdad, y por eso ahora prefiere pasar varios días o semanas sin publicar, que compartir desde un lugar que no sea genuino. “No creo que uno tenga que mostrar siempre que está feliz y que está todo bien. Yo, a veces, también publico: ‘hoy me siento triste’, ‘hoy me está pasando esto…’, porque siento que si uno no lo hace aporta un poco a esa parte tóxica de las redes sociales”. Cyan es consciente de que muchas personas resaltan el lado negativo de estas plataformas, pero, para ella, también tienen uno muy positivo: “el de todas las personas conscientes que te puedes encontrar, que quieren compañía y que están dispuestas a recibir un mensaje de amor, a abrir su corazón, a ser sensibles y a reunirse contigo”. Ella lleva meses cuestionándose qué tipo de contenido quiere compartir, además de cómo y desde dónde lo quiere hacer. “Muchas veces, como que… es triste, pero a veces el contenido repetitivo es el que funciona”. Sin embargo, no ha publicado con tanta constancia, debido a que, a finales del año 2022, afrontó una ruptura de una relación de tres años —la más larga hasta el momento— que le hizo darse cuenta de que estaba muy desconectada consigo misma. Por tanto, se ha dedicado a honrarse, a volver a ponerse como prioridad. “Empecé a hacer publicaciones diferentes y me ha gustado. Hay gente que lo ha acogido mucho. Y a veces hago mis experimentos locos… —a medida que cuenta esto, recuerda uno de ellos, se ríe de sí misma e inmediatamente lo busca en su celular y lo muestra— fue algo que genuinamente quería hacer. Es uno que se llama Voy a dejar que mis hojas se caigan , no sé si lo viste… Es un videíto que empecé a pintar y a hacerle como... —se incorpora para aclarar su idea y duda un poco— yo le digo ‘artes mixtas’ —hace unas comillas con los dedos—, pero, cuando le digo así, mis amigos artistas se ríen demasiado y me dicen: ¿eso no es como una técnica de artes marciales? Y yo: ‘¡ay, no sé!, pero para mí es artes mixtas’”, y sigue riendo. Desde pequeña, Bello ha sido siempre muy sensible, lo cual se lo atribuye, en gran parte, a que sus padres siempre le inculcaron el arte —ambos son cineastas y su papá, además, fotógrafo—. Sin embargo, empezó en el yoga luego de pasar por una etapa de profunda desconexión con ella misma. El origen de este sentimiento se remonta a su infancia y su adolescencia. En las historias destacadas de su Instagram compartió su testimonio, con el fin de transmitir el mensaje de: “tienes el poder de crear la vida que deseas” y prosigue: “quiero que sepan que no todo es luz, la sombra hace parte de quienes somos y de la vida. Si te sientes solo, triste o perdido y quieres hablar con alguien, puedes escribirme un mensaje, yo te puedo escuchar”. Cuenta que, cuando tenía siete años, fue abusada sexualmente por un muchacho de su ruta del colegio. “Para mí, en ese entonces, no tenía mucho sentido racional lo que había sucedido, pero sí me afectó emocional y psicológicamente. Me volví insegura y desconfiada […]. Mi inseguridad fue creciendo con los años y mi desconexión con mi cuerpo también. […] amaba pintar y escribir, imaginarme otros mundos donde encajara y nunca me sintiera sola y triste”. Con el tiempo, esta situación siguió empeorando, lo que la llevó a castigarse privándose de la comida. “(Compartir esto siempre me costó lágrimas y mucho dolor, pero hoy me siento lista). Poco tiempo después tuve un intento de suicidio. Estuve hospitalizada y mucho tiempo en casa, hasta que mis padres me cambiaron de colegio con la promesa de empezar de 0 y de que cambiar de ambiente me ayudaría a sentirme mejor”. Sin embargo, en su nuevo colegio también vivió mucho acoso, y volvió a recaer en sus problemas con la comida. Su madre relata que los momentos en los que la ha visto más triste fueron: “después de ciertas etapas del colegio, en las que las compañeras la hostigaban bastante fuerte”. Bello empezó a salir de fiesta de manera frecuente y a tomar mucho alcohol, lo cual aumentó cuando entró a la universidad. En la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB), actualmente la Facultad de Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, hizo un preparatorio de un año en Artes Escénicas, pero este no la terminó de convencer. “No sabía qué hacer y me sentía muy perdida y desconectada. Entonces, decidí tomar un camino que no es tan común y es no estudiar una carrera universitaria. Así que, primero, seguí un gusto que he tenido desde muy niña, sobre la costura y el patronaje. Hice un curso técnico de patronaje y confección de ropa en una academia chiquita en Chapinero, en Bogotá, y después llegó el yoga a mi vida, y eso fue lo que me encendió el bombillo, por decirlo así; me devolvió como la luz, la chispa, me volvió a mí…”. Esto sucedió cuando ella tenía 18 años. Su madre, quien ya llevaba haciendo kundalini yoga durante tres años, y su tío, por su parte, durante ocho, fueron los que la introdujeron en esta disciplina, pues veían que ella se estaba perdiendo un poco del camino y sabían que el yoga podía ayudarla. La mamá cuenta que tuvo esta iniciativa “porque, Cyan, es una persona de acción, de ejecución, entonces pienso que el yoga le da una acción, pero también lo invita a uno a centrarse en la persona”. Cyan empezó a ir a clases esporádicas, hasta que tuvo una que nunca se le va a olvidar. En sus palabras, “porque la instruyó una profesora que se llama Laura, y fue una clase que desde el minuto uno me hizo llorar y sentir que quería conectar con mi espiritualidad, con mi alma, conmigo misma”. El yoga le gustó mucho, y cada vez empezó a ir a más y más a clases, hasta que tomó la decisión de estudiar un profesorado en esta disciplina, en la academia Happy Yoga , en Bogotá. En un inicio, se inscribió para profundizar en la práctica, como algo personal, “y pues con la probabilidad de en algún momento dar clases, pero eso era algo más a futuro, porque la formación duraba dos años”. Llevaba ya unos cuatro o cinco meses estudiando, cuando, de repente, un suceso inesperado pondría a prueba aquella transformación en la que se estaba adentrando: quedó embarazada, con 18 años. “De hecho, me enteré un día antes de Navidad. O sea, excelente regalo… Y, obviamente, desde que empecé a estudiar yoga hasta ese momento donde me enteré de que estaba embarazada, pues yo tenía un nivel altísimo de sensibilidad emocional y espiritual, por lo que me veía incapaz de abortar, incapaz… Sentía que esa alma yo la tenía que traer a este mundo. Y así es, porque fue tan grande ese amor que yo sentí por mi hijo Sue, que hizo que yo me empezara a amar a mí… Como que el reflejo de mí, en él, hizo que yo volviera a amarme a mí”. En palabras de Bello, fue el yoga el que empezó a abrir su corazón, el que le permitió empezar a verse con más amor, y Sue fue esa “última fichita” que terminó de completarlo todo para que ella verdaderamente empezara a verse con más compasión: “y al verme a mí misma con más compasión, poco a poco he podido ver al resto del mundo con más compasión”. Sin embargo, esta situación no le fue nada fácil… Por un lado, su madre estuvo muy enojada con ella la mayor parte de su embarazo y había determinado que si Cyan y Sergio —el padre de Sue— habían decidido tener un hijo, debían irse a vivir juntos, porque ellos eran los responsables. Al inicio, Sergio no quería; luego, accedió, “pero fue siempre como desde la obligación, entonces no se sentía genuino. Yo siento que él realmente no quería estar conmigo. Además, él me lleva 16 años; es una persona con la que pensamos diferente en muchas cosas y yo estaba muy apegada a la idea de que nos teníamos que ir a vivir juntos y de que yo quería estar con él. Me quería sentir acompañada, pero él, en cambio, estaba como ‘quiero disfrutar mis últimos meses antes de ser papá’, entonces, salía mucho de fiesta… porque él es muy de fiesta”. Y, además, en ese momento de su vida, el círculo social de Cyan seguía conformado por personas muy rumberas, que “no eran amigos del corazón”, porque, a pesar de que ella ya había empezado a tener un cambio de ambiente, decidió que el de amigos fuera paulatino, por lo que estuvo muy, muy sola. “Fue un embarazo triste... Yo sé que lloré mucho, pero lo que me sostuvo fue el yoga. Por un lado, sentía mucha tristeza y soledad, pero, por el otro, meditaba todo el tiempo, hacía yoga todo el tiempo… Esas fueron como las dos caras de la moneda”. No obstante, y sin importar lo difícil que fue su embarazo, Bello describe el nacimiento de Sue como uno de sus recuerdos más felices: “el día en que nació mi hijo fue un momento de matices. No voy a decir que todo fue felicidad, pero sentirlo por primera vez sobre mí, en mi pecho, ver su manitas, ver sus paticas, verlo… fue uno de los momentos de mayor felicidad”. Es evidente todo el cariño y dulzura que ella le brinda a su hijo. Le habla con amor y con paciencia; cuando le llama la atención también procede desde el cariño, pero sin dejar de ser firme en poner límites claros. Al respecto, Mateo Torres, un amigo que Bello conoció en su segundo colegio, cuando ambos tenían alrededor de 15 años, relata: “pienso que fue muy difícil, pero siento que su embarazo y su maternidad los llevó con mucha fortaleza y asumiendo el cambio gigante que era. Hoy en día yo la veo como un ejemplo de amor, de crear y creer en un mundo con amor. Cuando puedo compartir con su hijo siento un cariño muy puro, o sea, siento como ganas de jugar con él, es muy lindo, es como el amor, como el camino del cariño y del cuidado”. Cyan vivió con el papá de su hijo alrededor de siete meses. Sin embargo, en esta relación hubo mucha violencia, mucho maltrato, por lo que su madre le permitió volver a vivir con ella. “Yo no tenía nada, ni un peso. Entonces, empecé a crear un sustento económico de la manera más chistosa, más absurda posible. Un día yo le dije a mi mamá ‘préstame 10.000 pesos’. Compré harina, huevos, horneé unas galletas y las empecé a vender”. Luego, siguió horneando y vendiendo otras cosas, pues se había planteado un claro objetivo: ahorrar para comprarse una máquina de coser, con el fin de empezar a generar dinero de ahí. Su mamá cuenta: “el objetivo claro lo tenía y no le importaba tanto que: ‘ay, qué vergüenza’, no, ella decía: ‘yo necesito la plata, voy y la hago’. Cyan es una luchadora nata. Ella se propone algo y dice: ‘ah, bueno, voy a ensayar por acá’, y lo hace”. Logró comprar su máquina de coser y empezó a confeccionar ropa. Al principio, no le sacaba mucha ganancia a lo que hacía, pero, con el tiempo, le empezó a ir bien y comenzó a trabajar con marcas. Fue por esta época —2018— en la que tuvo sus inicios en redes sociales, por recomendación de una amiga, quien le sugirió que se promocionara como profesora de yoga, para que tuviera un ingreso extra. En este punto, Bello ni siquiera usaba estas plataformas, aparte de Facebook, y solo para chatear. Sin embargo, le hizo caso. Siempre había tenido un gusto por la fotografía, heredado de sus padres. Por tanto, empezó a tomarse fotos haciendo poses de yoga, pero no era muy activa. Publicaba cada dos o cuatro semanas. Un día, ya hace casi cuatro años, por la época en la que tenía menos de 3.000 seguidores, una chica que no conocía le escribió preguntándole si daba clases de yoga. Cyan, muy emocionada, le dijo que sí “y resultó que la vida y el universo es tan precioso que ella vivía a tres cuadras de la casa de mi mamá. Entonces era como para que yo no me pusiera una excusa para dar la clase. Fue mi primera estudiante y el granito de arena que me hizo creer, tener fe en que esto sí funciona. A partir de eso, empecé a promocionar un poco más mis clases, a intentar mover un poco más mis redes, porque no entendía absolutamente nada”. Luego de esto, empezó a tener más estudiantes y a trabajar incluso en academias. “Empecé a dar clases y me di cuenta de que, además de ser algo que me nutría a mí, podía nutrir a los demás y eso me apasionó”. Con su proyecto de la costura le estaba yendo muy bien; era su actividad principal. Sin embargo, llegó la pandemia y todo se cerró, por lo que no podía salir a comprar telas, ya que su madre hace parte de la población vulnerable, pues había superado un cáncer en el pasado. Entonces, tuvo que parar por completo lo de la costura, y se quedó tanto sin esa entrada, como sin la de las clases de yoga, ya que estas eran presenciales. Sin embargo, para ese entonces, Bello llevaba saliendo un par de meses con su expareja, quien es fotógrafo y tuvo la iniciativa de ayudarla a dinamizar su contenido en redes sociales. Además, en esa época se disparó todo lo virtual: “todo el mundo daba clases virtuales, todo el mundo hacía todo virtual y a mí me costó un tiempo, de hecho, dar ese paso, porque yo creía que no lo iba a lograr. Me decía: ‘¿Quién se iba a inscribir? Por ahí dos amigos y eso que obligados’. Yo, en ese momento, tenía como 3.000 seguidores”. Y así fue como empezó a convocar a muchos de sus amigos para que fueran a sus clases virtuales, pero casi amenazados, según cuenta entre risas, y le alcanzaba a llegar por ahí a dos personas externas. Poco a poco, empezó a tener más alumnos y a crecer en redes sociales, a crear comunidad. Por su cuenta, se puso a estudiar sobre estas plataformas y empezó a crecer en número de seguidores y a ganar buen dinero por sus clases de yoga, hasta el punto de que, en un par de meses, logró ahorrar lo necesario para mudarse de la casa de su madre. Escogió Cajicá como su hogar, ya que siempre había querido vivir a las afueras de Bogotá, y allí encontró un apartamento que la enamoró, principalmente, porque tiene una ventana gigante en medio de la sala, por la que entra mucho sol en las mañanas e ilumina todo el espacio. Ella lo visitó justo en un momento como este, en el que todo brillaba y, luego de dos semanas de conocerlo, se mudó. Entrar a su apartamento se siente como entrar a un vivero, repleto de verde. Lo primero que se ve es una sala llena de plantas de todos los tipos y tamaños; tanto en materas como suspendidas en el aire. Bello explica: “después de toda esa tristeza, yo empecé a reconstruirme por pedacitos y siento que las plantas, la naturaleza, me conecta demasiado con mi esencia y con mi espiritualidad. Entonces, como que empecé tímidamente, con una planta, y después fue como: ¡50 plantas! —ríe muchísimo—. Sue me dice: ‘en cualquier momento esto se va a volver una jungla, mami’, y yo: ‘¡sí!’”. Su sala tiene apenas unos pocos muebles, de diseño orgánico. Frente a ella hay un amplio espacio hasta llegar a una pared en la que cuelga un estante cuyo soporte está tejido en macramé, y sostiene a un buda y una enorme concha de mar. Frente a esa pared se encuentra su tapete de yoga, el cual permanece ahí estirado todo el tiempo, junto a unas velas, cuarzos, piedras energéticas, cuencos tibetanos, palo santo y un tipo de altar conformado por un maletín verde oscuro como de película vieja. Este está apilado encima de una canasta, sobre la que se encuentra un portarretrato de una foto de Bello cargando a su hijo de bebé y otro de un dibujo de la mano de Fátima, la cual representa la protección y prevención del mal de ojo y las malas energías, y que, además, brinda fidelidad, amor y lealtad. Toda la casa está llena de dibujos y notitas pegadas en la pared. Es luminosa y acogedora, más que suficiente para Bello y su hijo. Para su mejor amiga, Gygy, —@quema_la_casa , en Instagram— Cyan “tiene una facilidad para conmoverse con la vida, casi como la curiosidad de una niña pequeña, que siento que es algo que todavía vive en ella y que la hace única. Es una persona muy resiliente, genuinamente dulce, que no se tiene que esforzar por ser buena, como que es… naturalmente buena. Cuando la veo en su rol como mamá, siento que es una mamá extraordinaria”. Y ese instinto maternal que la caracteriza se refleja en su otro hijo: su proyecto Deluzsemilla . El nombre nace después de la ruptura con el padre de su hijo: “estaba meditando, en esos días cuando estaba muy profundamente triste, y en la meditación tuve, por decirlo así, una visión. Lo que percibí fue una semilla de luz que nacía en el centro de mi pecho y se empezaba a expandir hasta que llenaba todo mi cuerpo y luego toda la habitación. Y como que yo sentí que quería sembrar esa misma semilla de luz que me había dado tanta paz, tanta calma en medio de la tormenta, en otros seres”. Y eso es lo que hace Cyan: sembrar una semilla de amor en la mayor cantidad de seres que le sean posibles.

  • Colombia en aprietos

    Colombia en aprietos Diana Marcela Bejarano Ritacuba, Danika Dajham Rodríguez Álvarez, Laura Valentina Pedroza Rodríguez, Isabella Durán Rubiano, Mauricio Padilla Quintero, María Jimena Cantor Santana, Miguel Ángel Zambrano González, Daniela Cepeda Angueyra y María Alejandra Pérez Suarez, Comunicación Social y Periodismo. Diana Marcela Bejarano Ritacuba, Danika Dajham Rodríguez Álvarez, Laura Valentina Pedroza Rodríguez, Isabella Durán Rubiano, Mauricio Padilla Quintero, María Jimena Cantor Santana, Miguel Ángel Zambrano González, Daniela Cepeda Angueyra y María Alejandra Pérez Suarez, Comunicación Social y Periodismo. Un agente secreto, una doctora y una ambientalista ambiental se reúnen para denunciar las problemáticas políticas, ambientales y de la salud en Colombia. Haz clic para acceder al contenido Ver también: La lucha por el cambio social Compartir

  • En blanco

    En blanco Catalina Rubiano Salazar, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Hay personas que solo se pronuncian por sus intereses individuales, y eso mancha y desvía el foco de los que sí luchan y salen a marchar con un propósito colectivo, real y coherente. Lea también: La mujer detrás de la líder estudiantil  Compartir Foto: Twitter Seguramente habrá bastantes columnas de opinión acerca del paro, y también diversidad de puntos de vista frente al tema, y desde el mío, nadie tiene la razón absoluta, pero no ahondaré en eso. Tampoco pretendo aquí explicar por qué la gente sale a marchar, ni descifrar si el paro afecta o no al país económica o políticamente; suficientes publicaciones e información hay de ello. Tal vez esta columna sea un grito de auxilio, o simplemente palabras de desahogo de una estudiante frustrada y abrumada por todo lo que pasa a su alrededor. Solo para empezar, llevar ya tres (y posiblemente cuatro) semestres de Universidad en la virtualidad es exhaustivo, y una ‘vía de escapatoria’ o de despejar la mente, por no decir distracción, es ver las redes sociales. Pero de un día para otro las plataformas digitales estaban llenas de imágenes, videos, tweets , que parecían sacados de una realidad alterna. Colombia, nuestro país, estaba (y aún está) en llamas. Cientos de usuarios publicando o reposteando información sobre el paro nacional, de cómo asesinaban personas, de la injusticia, de las razones por las que la gente (sobre todo los jóvenes) salían a marchar, de por qué teníamos que alzar la voz como colombianos, y al mismo tiempo otras personas refiriéndose a los marchantes como vándalos, o publicando la frase ‘yo no paro, yo produzco’, o simplemente mostrando su punto de vista de que ‘hay otras formas’. En resumidas cuentas: infoxicación. Llegó un punto en que ya no quería ni levantarme de la cama, no por algún sentimiento en específico, sino precisamente por eso… porque no sabía (y hasta ahora aún no sé) cómo, qué sentir ni qué pensar al respecto. Todo para mí era incertidumbre en los primeros días de las marchas, trataba de escuchar las diversas justificaciones (porque no son solo de dos bandos) de por qué sí, por qué no o por qué ‘sí, pero no así’, pero llegué a un punto en que mi mente quedó en blanco, mi cuerpo quedó en blanco, sentía un vacío y hasta miedo de lo que veía que pasaba a mi alrededor. Nunca he sido ajena a las marchas, pero tampoco había vivido una de cerca, no porque saliera a marchar, sino porque desde la maldita comodidad de mi casa escuchaba cómo se enfrentaban los manifestantes contra la Policía y el ESMAD. Entre los vecinos se enviaban y reenviaban videos que ellos mismos grababan desde sus balcones de lo que pasaba a solo unos metros de su casa o apartamento. Tal vez escuchar cómo lanzaban los gases contra los manifestantes y al mismo tiempo, por medio de los videos, ver cómo las calles que normalmente transito estaban inundadas en cánticos, gritos y violencia fue lo que más me impactó; siempre veía en televisión o por redes sociales lo que era a kilómetros de mis cuatro paredes, pero esta vez lo tenía a menos de una cuadra. Tal vez en mi masoquismo, o en mi ansia de estar informada como ‘buena’ periodista en formación, seguía viendo y leyendo las publicaciones de ciudadanos de diferentes partes del país de lo que ocurría cada día y noche en sus barrios o ciudades. Porque eso es lo otro, debido a que la gente no sentía (ni veía) que los medios de comunicación más ‘importantes’ del país estaban mostrando su realidad, tomaron la batuta ellos mismos y desde sus celulares daban a conocer al resto de Colombia y al mundo su realidad. Por medio de lives en Instagram grababan todo lo que sucedía en las manifestaciones, hasta en algunos quedó tatuado cómo caían muertos ‘los vándalos’ ante el abuso de fuerza. La otra parte es escuchar la falta de empatía de algunas personas frente a las injusticias que se evidenciaban y aún se evidencian. No es cuestión de ideología política, ni de qué parte del enfrentamiento estaba, ni mucho menos de “¿quién los manda a salir?”, es cuestión de la dignidad humana y de la violencia de los derechos como ciudadano . Si ya de por sí me sentía desconcertada, leer o escuchar a personas decir “que maten a todos esos imbéciles” sí que era aún más doloroso. Luego, mientras unos salían a buscar y luchar por un mejor país, estaba yo (y solo unos cuantos estudiantes más) pendiente de cumplir con las obligaciones académicas, preguntándole al profesor si me escuchaba bien al hacer una participación, o simplemente entrar a la clase a tiempo y limitarme a decir ‘buenos días/tardes’, ‘sí, profe, sí vemos su pantalla’ y ‘chao, profe, gracias’. Me sentía como Davivienda: en el lugar equivocado. Sin embargo, no solo era yo, sino muchos tanto en redes sociales como en las calles, pero me centraré en los de las redes sociales. Si bien la hipocresía no es un tema nuevo, decepciona que con todo lo que está pasando, sigamos en las mismas. ¿Por qué cuando le afecta a usted sí es injusticia, pero cuando le afecta a su contraparte ‘es lo que merece’ o se hace el de la vista gorda? Utilizo el ejemplo que Mariángela Urbina publicó en su Twitter , sobre todo la primera imagen que publicó: https://twitter.com/mariangelauc/status/1395846477277274112 Pero, lastimosamente, esto no se presentó solo por parte de usuarios ‘comunes y corrientes’ sino que también por medios de comunicación del país, como Semana: ¿Cuando es a un miembro de la Policía es verdad, pero cuando es contra una joven civil sí es cuestionado? Las ganas de querer tergiversar todo para tener la razón es impresionante, sea del “bando” que sea. A pesar de que ya no me he vuelto a sentir en blanco, sí siento desesperanza al ver la falta de empatía, de solidaridad y la hipocresía por parte de la mayoría de las personas que solo comparten o dicen lo que les conviene. En esta situación no hay ni buenos ni malos. Hay personas que solo se pronuncian por sus intereses individuales, y eso, infortunadamente, mancha y desvía el foco de los que sí luchan y salen a marchar con un propósito colectivo, real y coherente.

  • Muerte cruzada

    Muerte cruzada Natalia Toscano Fecha: Un atril blanco con una imagen transparente de fondo simuló el fantasma que carga con el peso de la muerte anticipada de la estabilidad política ecuatoriana y, en gran medida, de Latinoamérica. Lea también: Haciendo historia en la cuerda floja: la relación bilateral entre Colombia y Venezuela Compartir Foto: Fotogradía de Mundosemfim de Getty Images Education. Menos de un mes ha pasado desde las elecciones anticipadas en Ecuador, y ya la nación carga con el peso de 4 fallecidos, 1 atentado y 13 millones de ciudadanos escogiendo, una vez más, la película que presenciarán en el país. A veces triste, otras desesperanzadora y, siendo sincera, muchas veces mala. Y esto no solo es un problema de política interna ecuatoriana, es una serie de decisiones que se vienen desencadenando en América Latina. Por ejemplo, en Argentina, Javier Milei amenaza con la venta libre de órganos, la tauromaquia y la dolarización. Estamos presenciando el ascenso de un antiestatista escéptico al cambio climático. En El Salvador, Nayib Bukele sigue con sus ínfulas de Ken administrando su Mojo Dojo Casa House (de la reciente película de Barbie ) o mejor conocida como la mega cárcel que viola derechos humanos diariamente. En Colombia, el presidente ha incumplido 82 veces su agenda y uno de sus hijos - al que, afirma, no crio – está envuelto en escándalos por entradas de dinero ilícito en la campaña electoral de su padre. Y, por último, en Ecuador, el presidente, Lasso, declara la muerte cruzada , despide a 136 asambleístas y sale por la puerta de atrás mientras que a uno de los candidatos para el nuevo gobierno lo asesinan días antes de las elecciones. Ecuador se encuentra en un contexto de violencia política y confusión electoral que ya nos ha tocado presenciar en los otros países. Ni siquiera alcanzaron a cambiar la cara de Fernando Villavicencio, el candidato asesinado, en el tarjetón u oficializar la campaña de Christian Zurita, su sucesor, en el debate electoral. Un debate en el que participó el silencio. El atril blanco con una imagen transparente de fondo simuló el fantasma que carga con el peso de la muerte anticipada de la estabilidad política ecuatoriana, pues, sin importar partidos, colores, símbolos o gritos, ninguna democracia se podría sustentar desde la crisis inminente de otra. Mucho menos desde el asesinato de los candidatos. O, incluso, de la elección de los mismos de siempre. Aquí hay víctimas y victimarios que cada vez más destruyen el castillo de cristal que hace mucho tiempo se viene desgastando en Latinoamérica y del cual nosotros somos soberanos. Después del debate y la declarada muerte cruzada del presidente Lasso – además de ser política y para muchos literal- queda en manos de los ecuatorianos la gran responsabilidad de elegir quién será su dirigente hasta el año 2025. Y aunque me encantaría exonerarlos de esta responsabilidad, es innegable que ninguno de los políticos que se suben al poder, por más excéntricos que puedan llegar a ser, determina su propio mandato. Somos nosotros los que lo hacemos. Y no nos culpo. Solo estamos escogiendo entre los candidatos que menor daño podrían hacernos a futuro. De esta forma se visibiliza la ideología cambiante en nuestros países. Cada cuatro años, las ansias de transformación y progreso terminan en un juego de supervivencia en el cual no se puede pasar de nivel. Ese es el panorama que prevalece: cambios constantes que, paradójicamente, resaltan la importancia no tanto de las direcciones políticas, sino de las intenciones en dichos movimientos. Es por eso que a pesar del cóctel cíclico e ideológico que se está gestando en la región, el viraje político no demanda partidos de derecha o izquierda, ni requiere presidentes cómicos, comentaristas, boludos , médiums, populistas, dictadores o cobardes. Latinoamérica necesita un giro hacia la democracia en el que no tenga que votar por el menos peor o que su candidato favorito se transforme en mártir... Y eso, como siempre, queda en manos de nosotros.

  • El vallenato tiene reina

    El vallenato tiene reina Katyellen Cañizares, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Wendy Corzo, reina EVAFE 2017, es la prueba de que las mujeres empiezan a ocupar un lugar valioso en este género musical. Lea también: Colombia, la tierra del olvido Compartir Foto: Se escuchan las notas de un acordeón. Es una puya (uno de los cuatro aires del vallenato), la cual acompañada de su característico ritmo acelerado y versos satíricos y cortos evocan sentimiento y efusividad en quienes la escuchan. Entra el sonido de la caja y la guacharaca y, al compás del acordeón, con la dulce voz de Wendy Corzo resuenan en la plaza Alfonso López: La mujer tiene renombre De ser débil de verdad Pero a la hora de tocar Me paro mejor que un hombre. En Valledupar, capital del departamento del Cesar, se respira vallenato. Rodeada por la Sierra Nevada de Santa Marta (al occidente), la Serranía del Perijá (al oriente) y bañada por el río Guatapurí, se siente el poder de una cultura arraigada por sus 483.250 habitantes que defienden a capa y espada su tradición. El vallenato tradicional se caracteriza por la riqueza de sus letras, por narrar, de manera poética, historias de la cotidianidad. Su sentimiento y expresividad son pilares que convierten a este género en un referente de la idiosincrasia del pueblo vallenato y sus alrededores. En el año 2015, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró al vallenato como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad e indicó la necesidad de proteger la esencia de este género musical. Y fue precisamente al año siguiente, en el 2016, cuando se dio inicio al Primer Encuentro Vallenato Femenino (EVAFE), propuesta que, como indicó el Alcalde de Valledupar y presidente honorario del EVAFE 2018, Augusto Ramírez Uhía, “defiende los matices y las raíces del folclor de la música vallenata”. De tez morena, estatura baja, cabello negro, ojos color café, con sangre kankuama y corazón vallenato, Wendy Paola Corzo Carmona, de 21 años, impresiona a la multitud con su calidad interpretativa. Mientras toca su acordeón, su rostro demuestra la pasión con la cual interpreta cada nota de su amado instrumento. Frunce el ceño, cierra los ojos y con una sonrisa, que se le escapa, mueve sutilmente sus hombros al son de la música. Las mujeres siempre han estado presentes en el mundo del vallenato, un ejemplo de ello son Rita Fernández Padilla, reconocida juglaresa, y Fabri Meriño, mujer pionera en participar en El Festival de la Leyenda Vallenata en 1968 (primera edición). Pero dicha participación no fue trascendental en el género. “El folclor no ha sido equitativo con ellas”, afirmó el reconocido cantante Miguel Morales y precursor de la dinastía Morales. Hace dos años, Hernando Riaño Baute y Sandra Arregocés decidieron crear el EVAFE, una propuesta que, como señala Hernando, busca “visibilizar el trabajo y el talento de las mujeres en el vallenato” . Este encuentro guarda la esencia del género y promueve la protección del mismo. EVAFE nació también para suplir la falta de apoyo a la mujer en el vallenato. “Aunque la gente supiera que había talento en ellas, no se atrevían a abrirles tarimas ni darle oportunidades en emisoras”, asegura Sandra, quien se vio afectada por esto cuando intentó dedicarse a la música. Sandra y Hernando comentaron el proyecto a sus amigos, pero muchos no lo consideraron viable. Uno de ellos fue Tomás Darío Gutiérrez, jefe de la Oficina de Cultura de Valledupar, quien expresó: “Pensé que no habría el suficiente material humano para ello”, pero al ver la respuesta que obtuvo el primer encuentro —donde se inscribieron 80 compositoras, 95 cantantes, 12 agrupaciones y 23 acordeoneras— apoyó la iniciativa. La Gobernación del Cesar, la Alcaldía de Valledupar y La Fundación Festival de La Leyenda Vallenata han respaldado el EVAFE desde su primera edición. En el 2018, para su tercera entrega, recibieron el apoyo del Ministerio de Cultura bajo el Programa Nacional de Concertación Cultural. Acabó la presentación. Wendy, junto con su cajera y guacharaquera, baja del escenario, mientras los asistentes aplauden con gran entusiasmo. Ella está feliz, porque, a pesar de haber tenido muchos nervios y ansiedad, sintió y disfrutó lo que hizo. Termina de bajar las escaleras y se le acerca Julián Rojas, Rey Vallenato (1991), para felicitarla por su reciente presentación y desearle éxitos en su carrera. Ahora solo falta esperar la decisión del jurado. ¿Wendy sería coronada Reina EVAFE 2017 en la categoría a Mejor Acordeonera? Las mujeres interpretan, durante sus presentaciones, los cuatro aires del vallenato: Puya, son, merengue y paseo. Esto contribuye a la protección del género musical, pues tal como afirma la juglaresa Rita Fernández Padilla: “Las mujeres somos las que estamos sosteniendo la esencia del vallenato”. Diana Burco, ganadora en el EVAFE 2016 a mejor compositora —con la canción Viejo amor del Valle—, fue nominada al Grammy Latino 2018 en la categoría a ‘Mejor álbum cumbia-vallenato’. Su producción totalmente independiente (llamada Diana Burco) demostró que las mujeres están “abriendo nuevos caminos y haciendo música distinta” , afirmó la primera mujer en el vallenato nominada a estos premios. “Nosotras estamos nutriendo y conservando esta música, la cual debe ser valorada como herencia de todos”, expresó la acordeonera y compositora. El cantante 13 veces ganador del Grammy Latino y personaje homenajeado en el Festival de la Leyenda Vallenata 2018, Carlos Vives, pide: “Somos nosotros (los hombres) quienes debemos entender la importancia de ellas en el género”. Así también, se ha visto un gran apoyo hacia el EVAFE. Miguel Morales ve este encuentro como “una propuesta diferente, divertida, que muestra el talento, la capacidad y la calidad interpretativa de la mujer”. Wendy está tras bambalinas y la acompaña su padre, William Corzo. Camina de un lado a otro, sus manos sudan, siente nervios, pero confía en la calidad interpretativa de su presentación. Un periodista se le acerca y le pide una entrevista. Mientras ella responde las preguntas, escucha su nombre. ¡Es la nueva Reina EVAFE! Su rostro expresa sorpresa, y su cuerpo, a través de saltos, emoción. Wendy ha logrado su objetivo. Corre a donde está su padre y lo abraza con efusividad. Sus contrincantes, con abrazos y aplausos, la felicitan celebrando su triunfo. Sube a Tarima y con gran emoción realiza su primera presentación como Reina. Al recordar esta experiencia, Wendy, con una enorme sonrisa, expresa: “Fue una noche mágica”.

  • Rostros de una Venezuela en crisis

    Rostros de una Venezuela en crisis Laura Sofía Matiz, David Alejandro López, Paola García Prieto, Juan Camilo Ortiz, Salua Morad Rodríguez, Daniela López Cortés, Laura Andrea González, Jairo Gustavo Sarmiento, Isabela Granados Arocha, Jessica Tatiana Leal, Valeria Pinilla Becerra, Miguel Casallas, María Gómez, Natalia Bustos, Sara Basto, Laura Ospina, Ana María Zambrano, Angélica Zambrano, Santiago Acosta, Comunicación Social y Periodismo Laura Sofía Matiz, David Alejandro López, Paola García Prieto, Juan Camilo Ortiz, Salua Morad Rodríguez, Daniela López Cortés, Laura Andrea González, Jairo Gustavo Sarmiento, Isabela Granados Arocha, Jessica Tatiana Leal, Valeria Pinilla Becerra, Miguel Casallas, María Gómez, Natalia Bustos, Sara Basto, Laura Ospina, Ana María Zambrano, Angélica Zambrano, Santiago Acosta, Comunicación Social y Periodismo La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos asegura que la población más vulnerable, sufriendo la crisis económica y social del país, son las mujeres. Cada una de ellas, en este proyecto, es un rostro visible de los derechos vulnerados en Venezuela. Haz clic para acceder al contenido Ver también: El viacrucis del rechazo Compartir

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