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  • Empezaron dos; fueron cinco y quedaron tres

    Empezaron dos; fueron cinco y quedaron tres Jose Cortés Motta, Comunicación Social y Periodismo Fecha: El zoológico Guátika tuvo la experiencia de ver, y tratar, el nacimiento de los primeros jaguares en cautiverio en Latinoamérica. Lea también: Floresta y su tesoro arqueológico. Compartir Foto: Madre e hijo jaguar descansando en la hierba del zoológico Guátika el 24 de agosto de 2019, primer zoológico en reproducir jaguares en cautiverio en Latinoamérica. Foto: José Orlando Cortés Motta El 2015, un año el cual se vivieron muchos acontecimientos, como el cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela, fue también el año en el que llegaron visitantes inesperados al zoológico Guátika, en el municipio boyacense de Tibasosa, aproximadamente a tres horas de Bogotá. Era mayo del 2014, y Guátika se preparaba para la llegada de su primera jaguar, perteneciente a la subfamilia de los Panterinos. Según la Agencia EFE, China es el principal destino de tráfico ilegal de jaguares en Latinoamérica. La hembra fue rescatada del tráfico ilegal en Palmira, por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (C.V.C). Su crianza con humanos la convirtió en una jaguar bastante amigable. Al llegar, ya se habían elaborado todos los proyectos para crear el hábitat natural de la felina. Llegó bastante tímida por el ambiente y las personas nuevas. Rodeaba el perímetro a diario, cada mañana, familiarizándose con su nuevo hábitat. Los cuidadores, entre ellos, Mayerly Tamayo, ingresaban a la zona de manejo (zona en la que los cuidadores alimentan, inspeccionan y verifican a los animales) para interactuar con la nueva jaguar. Jugaban con ella, la alimentaban, hasta lograban acariciarla, pero siempre con una distancia segura. La jaguar tiene una mirada dominante y misteriosa; no se sabe cuál será su siguiente movimiento. Por protocolo de educación y seguridad, los nombres de los animales no serán revelados en el artículo. “Era muy consentida, muy obediente, juiciosa; siempre estaba a la expectativa de uno”, dijo Mayerly Tamayo, cuidadora de animales del zoológico. Esto es algo bastante extraño en un animal salvaje y carnívoro, pues estar dispuesta a obedecer las órdenes de sus cuidadores no es un comportamiento habitual de un jaguar. “Era una jaguar hembra de tres años cuando llegó al parque y fue el día más emocionante de mi vida en el trabajo”. Tiene unas manchas con un patrón único, asimilando el camuflaje de un soldado, pero simétrico. Este patrón de manchas les sirve para identificarse entre ellos, algo así como nuestras huellas digitales. Cada mancha pareciera celosa de la otra, ninguna llega a rozarse entre sí. Mientras estaba hablando con Mayerly y otro veterinario sobre los jaguares, llegamos a su hábitat. Vi pasar a la jaguar hembra de la cual tanto se me había contado. Mientras el viento agitaba su pelaje y sus bigotes, se acercaba al vidrio que me separaba a mí y a otros turistas de una muerte inmediata. Un vidrio de seguridad templado y laminado de 4 centímetros. Se acercó a mí, tan cerca que pude apreciar cada uno de sus músculos. El terror se apoderó de mí. Los meses pasaron y llegó un día impactante, pero importante, para el zoológico Guátika. Llegó un jaguar macho, bastante agresivo, con el récord de ser el jaguar más longevo reportado en cautiverio, de unos 19 años. Los jaguares son los felinos más longevos, siendo capaces de vivir hasta 15 años; en cautiverio, esta cifra puede aumentar en unos dos o tres años. Fue entregado por el zoológico Santa Fe de Medellín, estos cambios entre zoológicos generalmente se hacen cuando alguno no cuenta con ciertos animales o les sobran. Un jaguar de aproximadamente 100 kg era el más longevo en Colombia; podía llegar a comer unos 7 kilos de carne, aproximadamente lo que pesa un brazo humano de un adulto. Me pasaron una foto de este jaguar macho cuando llegó. Tenía la mirada más agresiva y dominante que jamás había visto. Inmediatamente, una sensación fría recorrió toda mi columna. Estaba enojado, estaba claro, no quería estar ahí. Cuando se intentaba ingresar al jaguar macho al hábitat con la hembra, se notaba en el ambiente una sensación pesada, las miradas penetrantes que intercambiaban ambos jaguares entre sí era algo que todos podían percibir, se tuvo que hacer un proceso que tomó varios intentos para integrarlos. El jaguar macho, desafiante como siempre, no solo le dio problemas a la jaguar hembra sino también a sus cuidadores; siempre intentaba atacarlos . Pero al cabo de dos meses, lograron convivir en el espacio de exhibición del zoológico. En un domingo de julio, varios turistas se dispusieron a pasar por el hábitat de los jaguares a conocer al nuevo miembro. Era una mañana cálida, pero con fuertes vientos, algo habitual en las montañas cundiboyacenses, cuando de repente notaron que la jaguar hembra no salía de su cueva, pero estaba lamiendo algo. ¿Qué era? ¿una pata? ¿un pedazo restante de comida? “Fue muy gracioso”, recuerda Leonardo Camargo, el dueño del zoológico, “porque prácticamente fue un turista el que se dio cuenta”. - ¡La jaguar está dando a luz! - gritó un turista -, ¡Hay un bebé en la exhibición! Inmediatamente Mayerly Tamayo y el cuerpo de trabajadores del zoológico salieron corriendo; no lo podían creer, estaban emocionados, felices y orgullosos de que, en Guátika, nacieran los tres primeros cachorros en cautiverio en Latinoamérica. - ¿No tuvieron que hacer ningún proceso? – le pregunté a Leonardo. - A lo que él respondió, de manera tajante: - No, nada. No fue fecundación artificial. Todo se dio naturalmente-. Al momento del parto, todo el zoológico se paralizó. Tuvieron que tener la precaución de separar a la hembra y a sus crías del macho, por temor a que las matara. Criaron a las crías, dos hembras y un macho, por separado, hasta que crecieron lo suficiente para convivir con su padre. - ¿Planean liberar a los jaguares alguna vez? – le pregunté a Leonardo. - Estos animales ya no van a ser liberados (…) estamos hablando de un felino grande (…) puede llegar a comerse una persona o a atacarla. El jaguar es una de las especies en Colombia catalogada como ‘casi amenazada’ de estar en peligro de extinción; esto por la caza discriminada, la ganadería y agricultura, según explica la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. A pesar de los múltiples intentos para reproducir estos jaguares, solo quedan 1500 de estos ejemplares en Colombia; habitan desde lugares casi desérticos como el Desierto de Arizona hasta selvas tropicales como el Amazonas. El zoológico Guátika cuenta con treinta hectáreas, aproximadamente 30 estadios de fútbol, y más de seiscientas especies; entre ellas, aves, felinos y micos. Anualmente el zoológico invierte más de 120 millones de pesos en comida para los animales. Para los jaguares, el Zoológico obtiene su carne de distintos proveedores. “Otra carne llega de decomisos por la policía (…) cuando encuentran fauna ilegal”, explica Leonardo. Cuando los animales son decomisados por tráfico ilegal, suelen ser dados a los zoológicos o entidades encargadas de la protección animal, para alimentar a otros animales o darles un nuevo hábitat. En el momento en que nacieron las crías, eran 5 jaguares los que tenían que ser alimentados, es decir, más de 10 kilos al día de carne, entre ellas, de caballo, cerdo o vaca, solo para estos felinos. Por el Plan de Colección en los zoológicos, que es el tope máximo de animales que tendrá un zoológico; en este caso, Guátika cuenta con un límite de 5 jaguares. Por ende, una de las crías, la hembra, fue entregada al zoológico Piscilago, ubicado vía Bogotá – Girardot, a 5 minutos de Melgar, donde, lastimosamente, el jaguar macho de ese zoológico acabó con la vida de la hembra. Tres años después, el padre de los cachorros murió a sus 21 años, la era del jaguar más longevo en cautiverio había terminado. Dejó a una madre sola, con sus dos hijos machos acompañándola. Estos jaguares ya no serán liberados; vivirán su vida entera encerrados en su hábitat artificial, ya sea por protección de la especie o de nosotros que somos indefensos ante un animal tan ágil y carnívoro. El sol cae, las puertas se cierran y es otro día más entre los muchos otros que les esperan a la jaguar hembra y a sus dos crías.

  • Alcaldía de Fusagasugá promueve conciencia ciudadana entre actores viales

    Alcaldía de Fusagasugá promueve conciencia ciudadana entre actores viales Juliana Obando Castro, estudiante de Comunicación Social y Periodismo Fecha: Entidades privadas brindan pautas de comportamiento y sensibilización social al volante. La administración municipal anuncia que en 2023 habrá un aumento de personal habilitado para la formación en las calles. Lea también: El transporte sin despacho Compartir Foto: En Fusagasugá, los actores viales deben ser capacitados respecto a la conciencia ciudadana. (Tomada por Juliana Obando, 2022). La Secretaría de movilidad de Fusagasugá impulsa capacitaciones de educación vial que refuercen la seguridad y responsabilidad de los actores en las calles. A partir del año 2022, estas formaciones son dictadas por parte de empresas privadas y establecimientos de enseñanza, con el fin de afianzar el cumplimiento de la normatividad nacional. Diego Monroy, secretario de movilidad del municipio, propone que las empresas de transporte público y los Centros de Enseñanza Automovilística (CAE) deben consolidar métodos para que los funcionarios brinden un apropiado servicio al cliente y los estudiantes conciban buen trato y empatía con sus colegas . Según José Medellín, abogado de Cootransfusa, empresa de transporte intermunicipal y urbano, “la política de la entidad indica que cada trimestre del año se adelantan charlas con referencia a recursos humanos para el manejo preventivo y la seguridad de los conductores ”. Añade que los trabajadores están notificados de las normativas vigentes para evitar infracciones de tránsito contra la Ley 769 de 2002. Dentro de las rutas de enseñanza para el personal, se encuentran las pautas de comportamiento prosocial, que exponen las actitudes frente al volante para garantizar calidad a los pasajeros. Por eso, “en las vías se hallan rutas activas como los puestos de control de la policía, en caso de que algún miembro del vehículo presente conductas inadecuadas o agresivas, se acude a ellos", explica Medellín. Acorde a un informe de la Gobernación de Cundinamarca con respecto a la accidentalidad y los tipos de choques registrados en Fusagasugá, se observó que, de 681 accidentes de tránsito reportados en los últimos tres años, 290 se presentaron en 2019, 118 en 2020 y 273 en 2021, como consecuencia de acciones irresponsables de los protagonistas viales. Medellín asegura que en Cootransfusa, “los factores como el grado de velocidad, respeto al semáforo y espacios públicos, y el uso de elementos de seguridad activa en el medio, se incursionan para sensibilizar al equipo de la empresa sobre los siniestros viales”. Por otro lado, Luis Chaparro, gerente de la Escuela Automovilística Car’s de Colombia, de Fusagasugá, apunta que “el 80% de los conductores no conocen las normas de tránsito, ya que los Ministerios de Transporte y Educación no concretaron como medida obligatoria la formación vial para los individuos” . Chaparro anuncia que desde la escuela se implementa “el plan cero accidentalidades, que resalta los valores del conductor, mediante talleres que influyen la ética y responsabilidad en el comportamiento de los actores, para que no se vean inmersos en accidentes”. Agrega que el irrespeto hacia los espacios públicos muestra que los particulares desconocen estos principios. Debido a la cantidad de sesgo informativo, abunda la inaccesibilidad en diversas zonas del centro de la ciudad, “en lugares como el Puente del Águila, no se usan de buena manera los sitios para que los autos dejen y recojan mercancías, puesto que, al ocupar el estacionamiento la mayor parte del día, obstruyen la movilidad”, manifestó Chaparro. El derecho a la accesibilidad se avala también en las empresas de transporte, pues Medellín anuncia que, “los buses de Cootransfusa son inclusivos, ya que la Superintendencia de Puertos y Transporte ejecuta un programa en el que, al menos uno de diez carros debe tener rampas de acceso para personas con limitaciones físicas”. Venus Sierra, estudiante de Car’s de Colombia, confirma que las capacitaciones de tolerancia vial la preparan para tomar papel de transeúnte y conductora, ya que cuando va al volante y observa que los peatones cruzan la calle por la cebra o pasan por lugares prohibidos, baja la velocidad y vela por cumplir las normas de tránsito, a favor de la salud física y psicológica de los otros. Sin embargo, tanto las empresas de transporte público como los Centros de Enseñanza Automovilísticos coinciden en que se debería implementar una política pública de capacitación móvil, dado que, “aunque se utilizan estrategias como las Zonas de Estacionamiento Temporal (ZET), que además de generar empleo, suponen la reducción de la congestión vehicular -explica José Medellín-, la mala ubicación de los partes automotores, aumenta la parálisis del tráfico”. Luis Chaparro concluye que “se debería aumentar la cifra de gente preparada como los agentes de tránsito, porque las unidades actuales no dan abasto para los 15 mil automotores que circulan al día”, en vista de que actualmente se cuenta con siete orientadores para controlar un total de 60.000 vehículos y 200.000 habitantes. Ante este panorama, el secretario de Movilidad afirma que, a pesar del escaso número de mentores viales, en agosto de 2022 se iniciaron campañas pedagógicas en las calles y colegios municipales para originar una carga moral en los adultos y niños, como “conductores del futuro”, y opten por actuar con responsabilidad al volante. Para el 2023 se proyecta un plan estratégico junto con la alcaldía municipal, con el objetivo de incluir 12 orientadores de tránsito en las calles, que incentiven que los ciudadanos usen el sentido común al momento de conducir , “pues si no existen capacitadores, no se motivará a que los fusagasugueños aporten al desarrollo de su territorio”, concluye Diego Monroy.

  • ¿Para buen periodismo? Mantenerse "ignorante"

    ¿Para buen periodismo? Mantenerse "ignorante" Danna Camila Muñetones Ortiz, Comunicación Social y Periodismo Fecha: A poco más de 2.400 kilómetros de su natal Bolivia se encuentra de Boris Miranda, corresponsal enviado de la BBC para Colombia. Lea también: Los datos, el futuro del periodismo Compartir Foto: Foto: Laura Bedoya Con 34 años, dos libros de crónicas publicados y varias distinciones como el Premio Nacional de Periodismo sobre Municipios 2010, el Premio Nacional de Periodismo Digital 2012 y la Victory Medal a la Excelencia en Periodismo Político en 2015; Boris Miranda llegó a Colombia a enamorarse y a sorprenderse, o más bien, a dejarse sorprender. Este boliviano amable, servicial y humilde, que solo dejaría el periodismo por el fúbol, estudió en realidad ciencias políticas: “Siempre me imaginé más dedicado a la teoría, a la academia, a la docencia, que a algún oficio más activo; pero cuando tenía 24 años me invitaron a un medio de Bolivia a probar 3 meses porque había un proceso político complejo. Así, ya han pasado 10 años y aún sigo aquí”. Miranda se postuló a la convocatoria abierta de la BBC para ser corresponsal de Colombia. Era un país en el que él quería vivir después de haber pasado tres años en Miami reportando para la British Broadcasting Corporation. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido de Colombia? “Está difícil”, dice, pero responde rápidamente, muestra de su agilidad mental: “Lo que más me ha sorprendido de Colombia es que en medio de tanta complejidad, de conflictos tan marcados, tan difíciles, de realidades tan duras, es un país optimista, es un país cuya gente es muy amable y servicial”. -¿Cuál es el fuerte del periodismo colombiano y cuál es su reto? -El gran fuerte histórico del periodismo colombiano es que escriben muy bien y ahora veo que están innovando mucho, que le están apostando a formatos nuevos. Los problemas son los de siempre: el trabajo es precario en cuanto a salarios, además de las presiones políticas y editoriales que existen desde siempre. O sea, uno sabe quiénes son los dueños de los medios de comunicación en Colombia. Pero aún así lo están llevando muy bien”. ¿Hay algo de Bolivia que no encuentre en Colombia, que extrañe? Responde, nuevamente muy rápido, con su particular acento, que dice él ya no es tan boliviano: “Sí, bueno, la comida, pero eso es universal, ¿no? Pero después, Latinoamérica tiene idiosincrasias similares y formas de vida parecidas. Lo que yo extrañaba en Estados Unidos era justamente comprarme una empanada en la calle, y eso lo consigo acá”. Con un sonrisa en su rostro concluye: “extraño menos Bolivia acá en Colombia de lo que la extrañaba en Estados Unidos”. Toda su familia se ha quedado en su amado país suramericano, pero más que ver los viajes de su profesión como un sacrificio, los ve como el costo de algo muy grande. - ¿Cómo combina sus constantes viajes de trabajo con su vida familiar y sentimental? -Bueno, pues es que soy soltero y no tengo hijos, entonces eso ayuda un poco. Sin embargo, es una cosa complicada la del periodismo y las relaciones. Allá en Bolivia tengo a mi mamá, a mi papá y a mis dos hermanos, pero uno tarde o temprano termina saliendo de su casa, no es nada nuevo. Los extraño mucho, voy cada vez que puedo, cuatro o cinco veces al año aproximadamente y ellos vienen acá una o dos veces al año también”. -¿Cómo llegó a ser periodista de la BBC? -Yo trabajé cinco años en medios impresos de La Paz y luego comencé a hacer de freelancer. Hice trabajos para la Deutsche Welle , trabajé para Discovery, para Al Jazeera. Hice varios trabajos para medios internacionales y comencé a colaborar con BBC, luego se abrió un puesto allí, entonces me postulé. Fueron como cuatro meses de pre selección con cuatro etapas; la más dura fue un examen de cinco horas en la que acabé mareado. Competí contra 1200 personas de las que finalmente quedamos 12. Para mí fue un gran orgullo ese día, me acuerdo que armé una tremenda fiesta. No me imaginaba cómo iba a cambiar mi vida, pero aquí estoy”. ¿Cuál fue el distintivo suyo que lo diferenció de las más de mil personas que también buscaban el trabajo? : Yo creo que, modestia aparte, escribo bien. Eso ayuda. Pero lo otro es estar al día con el continente, estar atento a la región. ¿Cuál ha sido el momento más difícil dentro de su carrera? : Sin titubear, responde al instante: “La muerte de Fidel. Me acuerdo que estaba temblando mientras escribía la nota de última hora. Éramos solo dos personas en la redacción, era más de la media noche. Su muerte siempre había sido un tabú dentro de los periodistas, siempre se hablaba de cómo íbamos a reaccionar para su muerte. Uno lo miraba como algo que iba a pasar en algún momento, pero cuando nos cayó de verdad, temblaba mientras escribía y mi compañera trataba de llamar a los jefes, pero a media noche nadie le contestaba. Ese día puse en práctica lo que había aprendido en todos esos años”. Cuando le pregunto sobre sus sueños, responde con determinación: “El día que yo piense que escribí mi mejor reportaje y que ya no puedo escribir algo mejor, me jubilo, así tal cual. Siempre tiene que haber una meta más adelante y esa es, tal vez, hacer reportajes más grandes o volver a escribir libros”. ¿Qué viene después de Colombia? : Sin siquiera esperar a que termine de formular la pregunta, responde con emoción: “Pues a mí me gustaría México. Pero bueno, cada corresponsalía es una competencia, entonces puedo ganar, como puedo perder. Igual si no es México, puede ser Argentina, incluso Venezuela con todo lo complicado que es”. -¿Qué es lo mejor de hacer periodismo? : -Bueno, es que la respuesta sería hacer periodismo, pero no te lo quiero poner así. Lo mejor de hacer periodismo es conocer. Y finaliza la entrevista con una famosa frase de Steve Jobs: “Stay hungry, stay foolish” ––mantente hambriento, mantente ignorante––. Esto es lo que recomienda Boris, que también es profesor, a todos los estudiantes de periodismo: “estar hambriento significa cada día querer escribir un reportaje mejor, cada día querer ganarte un premio, encontrar una primicia periodística, ganarle a tu competencia. Estar ignorante es no perder la capacidad de asombro”. Por esto termina la entrevista diciendo: “a Colombia he venido a enamorarme y a sorprenderme, a dejarme sorprender”.

  • Desarraigo: el futuro de nuestro café es incierto

    Desarraigo: el futuro de nuestro café es incierto Jessica Eise, Andrés Forero Serna, Camila Atencio, Vanesa Bernal, Nicolás Gómez, Mario Isaza, Laura Montes y Nicolás Rojas. Jessica Eise, Andrés Forero Serna, Camila Atencio, Vanesa Bernal, Nicolás Gómez, Mario Isaza, Laura Montes y Nicolás Rojas. Los caficultores colombianos se ven amenazados cada vez más por una sombra que crece con el tiempo: el cambio climático. Te invitamos a conocer más sobre nuestro café. Haz clic para acceder al contenido Ver también: El café: nuestra leyenda se extingue Compartir

  • Huecos: en las vías y en los documentos

    Huecos: en las vías y en los documentos Valentina Benítez Guerrero y Ana María Padilla Cuervo Valentina Benítez Guerrero y Ana María Padilla Cuervo La Alcaldía de Cogua asegura que hizo el mantenimiento necesario de la red vial terciaria del municipio, pero no hay información concreta que permita corroborar esta afirmación. Haz clic para acceder al contenido Ver también: En concreto y sin funcionamiento: el colegio de Cajicá que aún no llega Compartir

  • Las plazas de mercado con “ñapa”

    Las plazas de mercado con “ñapa” Luisa Fernanda Moreno Rodríguez, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Las plazas de mercado son de gran importancia para la ciudad de Bogotá porque son el origen y centro del encuentro cultural, gastronómico, social, comercial, político y religioso. Lea también: 'De la plaza a la barra' Compartir Foto: En la plaza de mercado Jacinta Nempeque trabaja organizando su puesto el 1 de octubre. Foto por: Luisa Moreno. Jacinta Nempeque (comerciante en la plaza del 12 de Octubre): Las ventas han mejorado después que se hizo el evento (festival gastronómico “Cosechando Sabores”). Primero se podían vender unos 10 o 20 mil pesos diarios, ahora se venden más o menos 70, 80 y hasta 100 mil pesos. Esto pasa los fines de semana que viene más gente, porque entre semana es más flojito. Teresa Rocha (comerciante en la plaza La Perseverancia): Sí han bajado bastante las ventas. Ya no es como antes. Los clientes fijos ya vienen muy poco. Teresa Páez (comerciante en la plaza del 12 de Octubre): Ahorita es bueno, pero no tan bueno porque nosotros tenemos muchos supermercados afuera: fruvers, tiendas de barrio y almacenes de cadena. Eso influye para que bajen las ventas en la plaza. Adela Cifuentes (comerciante en la plaza del 12 de Octubre): El comercio está flojito, pero ahí se vende graneadito . A veces se vende más o a veces son 20 o 30 mil pesos en el día. Jaime Ballona (comerciante en la plaza La Perseverancia): Antes venía mucha gente, más que todo campesinos. Esta era una plaza donde llegaba la gente de Guasca. Traían cordero y arveja. Venían los sábados y domingos. Ahora no vende uno igual. La zona agrícola es muy importante dentro de los sectores de la economía colombiana, pues representa el 12% del PIB. Las plazas de mercado por muchos años han servido como plataforma para comerciar los productos que los campesinos cosechan en sus terrenos. En la capital del país, actualmente, hay 19 plazas de mercado distritales. Jacinta Nempeque es comerciante de la plaza del 12 Octubre; tiene 78 años y trabaja en el mercado desde que tiene memoria. Jacinta: Yo nací en la plaza de Chapinero. Mis papás me llevaron a este lugar desde muy pequeña; me envolvían en una cobija o en lo que fuera y ahí los acompañaba. Cuando ellos murieron yo me quedé con el negocio y desde ahí he estado en la plaza. Solo estudié un año. He trabajado en la plaza del 7 de Agosto, el Restrepo, 12 de Octubre y Zipaquirá. Mi vida ha sido muy dura; me la he pasado en el mercado. Me casé y ese viejo sinvergüenza me dejó con cuatro niños. Jacinta está agradecida con su trabajo en la plaza de mercado, pues asegura que gracias a su labor pudo darles estudio a todos hijos . Ella prefirió alejarlos de ese lugar y de ese trabajo porque como ella dice: - Esto es muy fregado. Así como Jacinta hay muchas personas ubicadas en los 2900 espacios repartidos en las plazas distritales. Estos centros de comercio se han transformado con el tiempo. Antes, se dibujaba un paisaje muy gris y no tan agradable para aquellos, quienes en familia y como tradición, acudían sin falta a comprar sus alimentos a las plazas. 1940 - 1945 Aprox / Plaza de mercado 12 de Octubre Jacinta: Llegué y eran solo potreros. Había muchos árboles de toronja. Después quitaron los árboles y quedó solo tierra. El mercado se montaba en toda la esquina; donde era Doña Segunda. Ahí venían y se bañaban los señores indigentes. Más adelante se empezaron a construir kiosquitos. 1955 Aprox / Plaza de mercado la Perseverancia Teresa R: Aquí era horrible cuando yo llegué. El piso era tierra y se ubicaba el mercado en canastas en el piso. 1969 Aprox / Plaza de mercado la Perseverancia Jaime: Llevo 50 años trabajando en plazas. Estuve en Ferias, La Concordia, Kennedy, Facatativá, 12 de Octubre y 7 de Agosto. Desde niño trabajo. Cuando llegué a la Perseverancia había muchos árboles, todo era destapado y empedrado como Villa de Leyva. 1970 Aprox / Plaza de mercado 12 de Octubre Teresa P: El piso era en cemento, los estantes para organizar el mercado también. Eso era más que toda para la gente que vendía el líchigo porque nosotras vendíamos era papa y la manejábamos en canastillas acostadas y el bulto encima. 1979 Aprox / Plaza de mercado 12 de Octubre Adela: Todo esto estaba forrado en alambre, los pisos eran en tierra y los puestos estaban ubicados en el piso, más específicamente en cajones. El lunes era el día de comprar. Aquí uno loteaba su mercado en el suelo y la gente compraba. Se vendía harto. En un ir y venir, como en un juego de ping pong, se han pasado a lo largo de las alcaldías la responsabilidad del manejo de los mercados. Luego de un periodo de tiempo en el que las plazas les pertenecían a las alcaldías distritales, fue mediante el acuerdo N° 96 del 2003 que estos espacios públicos vuelven a estar a cargo de la administración del Distrito. Con la llegada de Enrique Peñalosa a la Alcaldía Mayor, se hizo una inyección de 25.000 millones de pesos invertidos en la re dirección del rumbo de estos centros económicos. Samuel Medina (coordinador del IPES): Se empezó a darle un giro a la manera como los ciudadanos veían las plazas. Por lo general la gente piensa y dice: - Las plazas son sucias y feas. Por otro lado, el equipo del Instituto para la Economía Social (IPES), encargado de las plazas de mercado, se creció. Antes había 15 personas y actualmente hay 100 . Se crearon unos equipos transversales de trabajo: Abogados, mercadotecnistas, equipo de sanidad y por último profesionales psicosociales; que ayudan a darle visibilidad a estos espacios y darles un giro a la imagen que se tiene. 2019 / Plaza de mercado la Perseverancia Jaime: Todas las plazas eran muy similares; últimamente se les ha metido plata para modernizarlas. Antiguamente, las plazas eran muy feas, muy sucias y había mucha inseguridad. Ahora una ve la plaza a toda hora limpiecita y se ven bien las cosas. 2019 / Plaza de mercado 12 de octubre Adela: Le han hecho bastantes mejoras. El piso, las tejas y las cocinas, que antes estaban ubicadas en el segundo piso, también las cambiaron. Jacinta: ¡Cómo uno no va a estar contento con esta belleza! Yo le di gracias a los doctores. Esta plaza ahorita parece como un Carulla, un Éxito; es una belleza. Puertas eléctricas, murales coloridos que adornan las fachadas, pisos con baldosas relucientes, frutas y verduras perfectamente organizadas, platos como restaurantes cinco estrellas son los protagonistas de los mercados distritales de Bogotá. Y aunque se han logrado posicionar tienen una competencia permanente con tiendas y fruvers ubicados alrededor de aquellas. Un estudio realizado por Ofertia en mayo del 2018 muestra que el 14% de los colombianos compra en plazas ; mientras que el 56%, en supermercados como Éxito, Jumbo, Alkosto, Carulla, entre otros. Samuel: La gente está volviendo a ir a las plazas, pero buscan economía. Estamos trabajando para competir con los fruvers, quienes tienen toda la capacidad de producir y transportar los alimentos que venden. Hemos traído a agricultores directamente del campo para que hagan alianzas con ellos y así romper con el sistema del intermediario. Pero primero hay que trabajar desde adentro y acabar con las rivalidades y envidias que hay entre comerciantes. El nuevo modelo de administración ha planteado un mundo distinto e innovador en las plazas. Pago con tarjeta o vía celular, todo perfectamente organizado, wifi, seguridad a donde dirijas tu mirada, bibliotecas y cuentas oficiales en las redes sociales. Un mundo extraño al que cuesta adaptarse y al que algunos prefieren tomar distancia y continuar con lo tradicional y lo conocido. Jacinta: Yo no entré a esa manera de pago, yo no entiendo mucho y eso si uno no entiende para qué entra. Yo con un añito de estudio me he defendido en la vida. Jaime: Nos quedaron de traer para recibir tarjeta, dinero plástico, pero aún no. Los del IPES vienen y nos dan capacitaciones de atención al usuario, cómo manejar un negocio y otras. Teresa P: Me parece bien porque gracias a eso han venido clientes nuevos y pagan con ese medio electrónico y tarjetas; por ese lado estamos bien, la plaza quedó muy buena, quedó como un centro comercial. Nos hacen capacitaciones. Uno tiene que aprender porque uno no es bruto. Desde la alcaldía mayor lo que se pretende es que las plazas distritales de mercado se posicionen como destinos turísticos, culturales y gastronómicos del mundo. Por ejemplo, en la plaza del 12 de Octubre, se llevó a cabo un festival gastronómico, “Cosechando Sabores”; allí se grabó un programa, de Food Network, donde se hizo un mano a mano de cocineros. Se esperaba la afluencia de 3000 personas y llegaron 12000. 14 y 15 de septiembre del 2019 / Plaza de mercado 12 de Octubre Teresa P: Ese evento fue una bendición. Llegaron clientes que no regateaban en nada. Un bulto de papa lo acabé en un día y normalmente eso lo vendo en cinco o seis. No pude prestar tanta atención al concurso y actividades porque estaba tan envolatada atendiendo, hasta me tocó traer ayudante. Nos ha ido muy bien. Famosos, ejecutivos, gringos, familias enteras, personas solas, albañiles, estudiantes, todos escogen la gastronomía tradicional de las plazas. El paisaje en las cocinas es alentador, siempre hay gente. Los domingos hay que hacer fila para poder almorzar. Un estudio de Shopper realizado por el IPES muestra que el abastecimiento antes estaba en 1.5 y luego pasó a 2 actualmente, y con la implementación del modelo de administración se ha llegado a 3.5, lo que indica que subió el consumo en las plazas de mercado. Son muchas las familias que se benefician del trabajo en las plazas distritales de mercado. Personas que han pasado su vida entera entre frutas, verduras, el regateo y la ñapita hoy se volvieron expertos en entrevistas y ya es común que les dirijan una cámara, un micrófono o un flash; son todas unas celebridades. Se acostumbraron a la visita de los medios. Después de estar en el olvido hoy son exaltados y aclamados por la innovación y su labor.

  • Premios Orlando Sierra 7 | unisabanamedios

    2023 Premio categoría crónica Pancho: Pueblo pequeño, penuria grande Los habitantes del corregimiento guajiro solo cuentan con el servicio público de energía, compran pimpinas de gas o cocinan en leña, rebuscan el agua y, por su cercanía al río Ranchería, cada año experimentan inundaciones. Ashley Duarte, Comunicación Social y Periodismo. Nominación opinión Nombre ¡Qué problema! Es difícil creer que su nombre, parte de su identidad, le pueda generar tantos contratiempos, pero sucede, incluso, que puede llevarlo a pagar los platos rotos de alguien más. María Paula Montoya, Comunicación Social y Periodismo. Nominación opinión Carta para la Educación Virtual, dueña de mi amor, cordura y odio De forma metafórica, un estudiante se expresa sobre cómo ha vivido la educación virtual y plantea algunas ideas para mejorarla, en favor de la salud mental y de la formación de los estudiantes en Colombia. Pablo Castro Tirado, Comunicación Audiovisual y Multimedios.

  • Federico Ríos, el fotógrafo de la realidad de Colombia

    Federico Ríos, el fotógrafo de la realidad de Colombia Cleyen Dayana Torres González y Danna Lucia Fernández Segura, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de La Sabana Fecha: Ser fotógrafo documental implica conocer de cerca la desgracia de la humanidad: el hambre, la muerte, el sufrimiento, la miseria el dolor y la injusticia. ¿Cómo lo enfrenta este colombiano? Conoce su historia. Lea también: 15/30: Capítulo 1 de la segunda temporada Compartir Foto: Alpha Universe Sentado en el sofá de su casa, con cuatro años, Federico Ríos miraba con frecuencia las fotos del viaje de estudios que hizo su padre, Jairo Ríos, a Egipto e Israel entre 1980 y 1982. Esas imágenes de su papá montando en camello, parado frente a las pirámides y usando turbantes coloridos eran el centro de reunión de su casa. Hace 40 años, un viaje a Medio Oriente era algo fuera de lo común. Las fotos funcionaban entonces como una prueba de que lo que su padre contaba era cierto, y esas imágenes casi siempre daban pie a largas conversaciones. Desde ese momento, sin saberlo, surgieron en la cabeza del futuro fotógrafo preguntas sobre el poder narrativo de las imágenes, y su capacidad de convertirse en ventanas a mundos lejanos o desconocidos para quienes las miran. Manizales, en la región cafetera, fue la cuna de este fotógrafo documental, y al hablar de su infancia alude a recuerdos montando en patineta, escalando, haciendo camping, fogatas, montañismo y parapente en el Nevado del Ruiz, el de Santa Isabel, del Cisne y el paramillo del Quindío. A la mayoría de los niños las fotos se las toman sus padres. Ríos, en su casa, era quien las tomaba. Recuerda especialmente un viaje que realizó a sus 11 años. Era 1992, había hecho su primera comunión y sus padres le dieron a elegir entre Cartagena o San Andrés, porque su regalo sería un paseo a la playa. Días después, cuando tenía que confirmar el destino, Ríos dijo que ninguno de los dos. Lo había pensado bien y quería ir al Amazonas. Entonces, en noviembre, viajó con su padre: “Hicimos cosas que ni se deberían contar: trayectos por el Amazonas de noche, buscamos cocodrilos con cazadores ilegales... A mí lo que me gustaba era eso: la selva, las aventuras, no las playas ni el mar” . Durante ese viaje, vio indígenas con taparrabo y tocó por primera vez una anaconda. Regresó cargado de historias y fotos que parecían sacadas de un libro de expedicionarios. Así, la selva y el sur de Colombia, territorios misteriosos y mágicos para un niño, y todavía desconocidos e inalcanzables para muchos adultos, fueron decisivos para su futura vocación. Porque en la infancia muchos sueñan con ser doctores o astronautas, pero Ríos anheló desde muy pronto acercar a otros todos esos escenarios lejanos por medio de la fotografía. A sus 12 años, ya sabía que prefería los viajes azarosos a las comodidades y lujos de un hotel. Y varios años después decidió iniciar la carrera de Comunicación social y Periodismo en la Universidad de Manizales, solo con el objetivo de dedicarse a comunicar a través de la imagen. Allí tuvo grandes maestros: Fredy Arango, Martha Monroy, Darío Cardona y Jhon Jairo Bonilla. Pasaba días mirándolos trabajar, analizando su trabajo y conversando con ellos. Y cuando estaba en séptimo semestre, empezó a hacer reemplazos para el periódico El Tiempo y La Patria, en las seccionales del Eje Cafetero. Ahí empezó su carrera. Pero entonces corría el año 1998 y todavía no se trabajaba con cámaras digitales. “Recuerdo que Darío Cardona me enseñó a revelar el color en un laboratorio improvisado en el baño de una oficina. Incluso trabajé al lado del mítico Carlos Sarmiento. Con ellos aprendí a moverme, a ubicarme y a anticiparme para obturar” , recuerda Ríos. Y cuenta que la primera oportunidad que tuvo de formar parte de un equipo profesional de fotógrafos se la dio Adriana Villegas. Ella le permitió hacer fotos de un festival de teatro para el diario Textos del festival : “Cinco rollos de negativo por día durante una semana, en jornadas maratónicas que se repartían entre las salas de teatro, el laboratorio de revelado y la oficina de prensa” . Así empezó a poner a prueba sus conocimientos y capacidades. Lo que cuestan los comienzos Pero no era exactamente eso lo que quería. Entonces, con 23 años, decidió viajar a Bogotá, con más sueños que dinero en el equipaje. Vivió entre el sofá y el colchón de algunos conocidos, mientras buscaba su sitio. Pero nueve meses más tarde, tomó un bus de vuelta a Manizales con las manos vacías. Se conformó con un trabajo como diseñador, donde tenía que estar sentado todo el día en un escritorio. Se ganaba la vida, pero era infeliz. Cuatro años después volvió a Bogotá a seguir tocando puertas, hasta que una se abrió. Era el diario El Espectador, y allí trabajó dos años. Luego se fue a El Tiempo, dos años más. Y luego, la Agencia Efe. En esos años su salario nunca alcanzó los dos millones de pesos. Y vivía lejos de su esposa, con la que hoy tiene dos hijos. Era el año 2011 y se atrevió a pedir un aumento o un traslado, pero la respuesta fue no. Entonces, con el arrojo que lo caracteriza, y sin miedo por delante, renunció sin tener nada asegurado en otro sitio. Lo único que tenía era un proyecto que hacía tiempo rumiaba en su cabeza, del que solo sabían sus padres y su esposa. Cogió sus ahorros y tomó un bus con destino a Medellín, donde alquiló un cuarto en un rincón de la comuna 13. Desde allí empezó a documentar lo que entonces pocos mostraban: las drogas, los combos, la violencia en la 13, la juventud sin futuro y los asesinatos . Fueron meses difíciles. Durante un año intentó que algún medio le publicara la historia de esa comuna. Y la puerta que se abrió no fue en Colombia, sino en el diario El País de España. La mañana del 9 de abril de 2012, cuando pasaba su luna de miel en Barcelona y caminaba por la capital catalana, reconoció en un kiosco de prensa una foto suya en portada. El titular de El País decía: “Ya no hay virgen para los sicarios”, y la imagen era un retrato en primer plano del “Bola”, un joven pandillero de la comuna 13. La foto era mitad luz y mitad sombra, empuñando un revólver que apuntaba a su rostro. Esto desató la polémica en Colombia. Hacía poco Medellín había ganado el premio a la ciudad más innovadora, intentando sacudirse el estigma de violencia. Y los medios de comunicación en el país empezaron a preguntarse quién era el fotógrafo que había puesto el dedo en la llaga. Como explica su amiga y colega, Eliana Aponte, Federico Ríos tiene un gran talento con la cámara, pero fueron su tenacidad y persistencia los que lo llevaron al éxito y reconocimiento con el trabajo que realizaba. Llegaron las Farc a su vida La primera vez que Federico Ríos vio a unos guerrilleros de las Farc fue en una carretera de los Llanos Orientales. Tenía 8 años y vio cómo dejaban sus fusiles a un lado de la vía y se acercaban a los carros detenidos en la carretera. Allí estaba él con su familia, –iban hacia el parque El Tuparro, en el Vichada, a un paseo–. Y esos combatientes se acercaron solo para pedir ayuda porque se habían quedado sin gasolina. “Yo pensé: esta gente dejó las armas abajo, están pidiendo ayuda, sin hacerle daño a nadie”, recuerda. Lo que veía era totalmente distinto a lo que mostraban los noticieros, y eso lo confundió. Lo llenó de preguntas: ¿Dónde viven estas personas?, ¿quiénes son? ¿por qué los colombianos piensan que solo cabe la posibilidad del secuestro o el asesinato si se encuentran con las Farc? Desde ese momento, sintió la necesidad de conocer a los guerrilleros como personas, cómo vivían y quiénes eran en realidad. En el año 2011, cuando ya Ríos trabajaba en Bogotá, el entonces presidente Juan Manuel Santos realizaba un consejo de ministros en Toribío, Cauca, por una serie de ataques de la guerrilla a la fuerza pública en esa zona. Al día siguiente, uno de los aviones escoltas del presidente fue derribado por las Farc. Varios medios de comunicación fueron a documentar esa acción de guerra. Y cuando las Farc iban a entregarle a la Cruz Roja Internacional uno de los cadáveres, el Ejército realizó una emboscada. Por más de treinta minutos solo se escuchaban disparos en la colina del municipio. Los habitantes corrían para intentar resguardarse en un lugar seguro. Y varios periodistas quedaron atrapados en el fuego cruzado, entre ellos Federico Ríos. Fue en esa situación accidental que el fotógrafo logró capturar sus primeras fotos de las Farc, esos que desde niño había querido conocer y entender, y que luego serían uno de los temas más recurrentes en su carrera. Tras el suceso en Toribío, Ríos intentó durante varios meses comunicarse con los dirigentes de la guerrilla para ir a uno de sus campamentos . La búsqueda empezó en el Cauca y después de varios días logró concretar un acuerdo: podría ir a los campamentos, sin que los comandantes pudieran decirle qué fotografiar y qué no. Al día siguiente lo llamaron para darle instrucciones: “coja un bus a tal parte”, y esa fue la única indicación. Por su cabeza pasaban todo tipo de suposiciones de lo que podría suceder. Sus manos temblaban y sudaban. Aun así, sin saber hacia dónde lo llevaría ese bus, agarró sus cámaras, baterías, lentes, cargadores, tarjetas de memoria y rollos fotográficos. Tomó el bus. Y al llegar al lugar indicado, lo alojaron en la casa de la madre de un soldado desertor que se había unido a la guerrilla. Y mientras estaba allí temía que los paramilitares le hubieran chuzado el celular, que lo mataran. Un asunto de confianza Cuando llevaba ya varios días viviendo en esa casa, apareció alguien a recogerlo en una moto a las 4:30 de la mañana. No sabía a dónde lo iban a llevar. La ruta fue larga: tardaron 2 horas en las que solo se veía selva a los dos lados. Llegaron a un lugar en medio de la nada y el motociclista solo tenía la instrucción de dejarlo ahí. Le preguntaron si iba para donde las Farc o el Eln. Ríos sudaba frío. Su voz temblaba. Sus piernas también. No sabía en manos de quién estaba. Con un hilo de voz cortada contestó que iba para donde las Farc. Entonces vino un guerrillero a recogerlo en un caballo y lo llevaron por fin, susto tras susto, hasta un campamento. En ese lugar desconocido, rodeado de personas que podrían ser peligrosas, reconoció enseguida al hijo de la dueña de la casa donde lo habían alojado días antes, la de la familia del soldado que se unió a la guerrilla. Lo reconoció porque había visto sus fotos con el uniforme del Ejército en la casa de su madre. La mayoría de colombianos temían cualquier acercamiento con grupos guerrilleros. Ríos, en cambio, estaba dispuesto a tomar riesgos para cumplir su objetivo de ser fotógrafo documental. “Yo sabía a dónde quería llegar, pero no cómo. ¿Quién me cuidaba? Nadie. Solo contaba con un esquema de seguridad con la Cruz Roja Internacional, diseñado solo para una cosa: en caso de que me mataran, ellos tendrían conocimiento del lugar en el que podían recoger mi cadáver”. Ganar la confianza de las personas que habitaban ahí no iba a ser tarea fácil. Fue un proceso que, según cuenta, duró alrededor de tres semanas. El fotógrafo aprovechaba cualquier oportunidad para conversar con los guerrilleros. Cualquier comida del día, cualquier café o actividad. Sin embargo, Ríos tenía claro que era periodista, no guerrillero, y podía guardar secretos, pero no ser cómplice en ningún momento. Cristina Taborda, ex combatiente y hoy amiga de Ríos, explica que “su trabajo como fotógrafo, en los últimos 10 años, ha sido de alto riesgo, en pleno auge del conflicto armado colombiano. El sólo hecho de ingresar a los campamentos ya era un reto. Estaba expuesto al fuego de todos los bandos”. Durante la década que visitó estos campamentos, cargaba en la maleta sus cámaras, una hamaca, pañitos húmedos, crema número 4 –para calmar el ardor de las peladuras causadas por las largas jornadas en mula– y las memorias SD las guardaba en condones. Esto fue suficiente para capturar la realidad de los campamentos de madera, lonas y plásticos en los que vivieron 50 años las Farc en medio de las montañas y la selva colombiana. “Lo jodido es que siempre nos pintaron a las FARC como asesinos y secuestradores ”, dice Ríos: “Yo mismo tenía un preconcepto de las FARC y sabía que no podía llegar con él. Y lo que me encontré fue una cosa muy distinta: unos tipos que luchaban por unos ideales, que ayudaban a la comunidad de algunas maneras y que también usaban los métodos armados: minas antipersonales, ataques sorpresa, guerra de guerrillas. Pero todo eso es un entramado de una complejidad absurda. ¿Qué hice yo? Pues documentarlos”. Fue así como este fotógrafo evidenció en carne propia el poder de las imágenes para transmitir emociones y contar historias, algo que había intuido desde niño cuando veía las fotos de los viajes a Egipto de su padre. Al visitar distintos campamentos guerrilleros, retrató y acercó para los colombianos una realidad desconocida para todos. Recorriendo las selvas del país, conoció las brigadas de salud, los bazares, los bailes, los partidos de fútbol de la “Selección Farc” y, con su cámara siempre en la mano, vio las historias de amor y compañerismo entre seres humanos, más allá de su faceta de personajes oscuros y peligrosos que imaginaba la sociedad colombiana. Ríos y su trabajo en los grandes medios Era un jueves de 2018. Federico Ríos estaba desayunando en su casa en Medellín cuando recibió una llamada del jefe de recursos humanos de The New York Times . Le ofrecía trabajar con ellos. Sus fotos de los campamentos guerrilleros empezaron no solo a aparecer en ese medio, sino a ser portada. Pero ese mismo año aparecieron otras fotografías suyas de un grupo de disidentes de la guerrilla en la cordillera occidental de los Andes. “Cuando publicamos este artículo, pisamos muchos callos. Las FARC no querían reconocer que había disidencias, el gobierno saliente tampoco quería reconocer que esa era una situación que los confrontaba y el gobierno entrante no quería ni hablar de todo lo que estaba pasando. Hubo mucha gente incómoda”, señala. Pero Ríos sabe que el buen periodismo, como decía George Orwell, está hecho para incomodar. “Me siento orgulloso de publicar mis imágenes en el NYT porque es un periódico que tiene un respaldo, una ética y un nivel de periodismo importantísimo. Me siento muy satisfecho cuando veo que les gusta y se comprometen con mi trabajo. Entonces, siento que es un ejercicio de doble vía: yo propongo temas, o ellos, y así encontramos las historias y las noticias” . Pero dice que esas son alegrías efímeras , igual que cuando publica en otros diarios y revistas nacionales e internacionales como National Geographic, Stern, la revista Time, Paris Match, Das Magazin, Tages Angeizer, El País de España, El Universal de México, Folha de Sao Paulo, entre otros. También cada premio que ha recibido por ellas es un festejo para él, pero sabe que esas celebraciones vienen cargadas de responsabilidades: ya se abrieron para él todas las puertas –ya no son los tiempos de Bogotá en los que tuvo que volver a Manizales sin nada entre las manos–. Pero trabajar en medios tan prestigiosos lo obliga a sostener un compromiso con los estándares éticos, fotográficos y periodísticos más altos. No puede escudarse con artimañas para no hacer un trabajo con toda la altura necesaria. Además, Ríos no se considera un fotógrafo “de conflicto”, sino un profesional que ve en cada foto una creación de luz, elementos, momentos, relaciones y, sobre todo, un gran puente de diálogo. Publicar en estos medios le ha valido no solo prestigio sino la posibilidad de hacer grandes amigos . Entre ellos Sofia Villamil, con quien ha trabajado en historias como la del Darién, la de los niños que murieron en un bombardeo o el muy sonado tema de la coca en Colombia en tiempos de paz. Para Villamil, trabajar con Ríos “es un gusto. Es una persona que se conecta con la gente, sabe mucho cómo trabajar en campo, es precavido y muy conocedor de la realidad del país”. Llegan las amenazas “Pero la fotografía documental es como un asiento VIP al infierno de la humanidad ”, dice Federico Ríos , y con esto se refiere a lo que tiene que ver en su trabajo: el hambre, la muerte, el sufrimiento, la miseria, el dolor y la injusticia. Y una de esas temporadas en el infierno que más recuerda es cuando llegaron las amenazas. Era el sábado 18 de mayo del 2019, y Ríos comía fríjoles en un almuerzo familiar cuando fue interrumpido por una llamada de su jefe del New York Times desde New York. Le avisaba que había aparecido en una fotografía, en un tweet de la congresista María Fernanda Cabal, en la que se le veía montado en una moto conducida por un integrante de las Farc. En primer plano también aparecía Nicolás Casey, el entonces jefe de The New York Times para la región Andina. Dicha foto había sido tomada tres años antes, en el 2016. Él mismo la había colgado en su perfil en Instagram y el copy decía: “Durante el trabajo que hicimos en un campamento de las Farc para The New York Times con Casey”. Horas antes del tweet, el diario había publicado un artículo de Nicolás Casey titulado“Las órdenes de letalidad del Ejército colombiano ponen en riesgo a los civiles, según oficiales”. Allí se explicaban las posibilidades de que en Colombia volvieran los “falsos positivos”, muertos a manos del Ejército que luego hacían pasar como guerrilleros o paramilitares abatidos. Con esta fotografía, la política Cabal buscaba demostrar que Casey estaba de gira con la guerrilla, pero no se percató de que el hombre de la moto era Ríos y no el periodista estadounidense. “Empezaron a llover las amenazas”, cuenta. Y por decisión del diario, por su seguridad, se vio obligado a salir del país al día siguiente de esa publicación de la congresista . “Este trino desató una ola de señalamientos por redes sociales. El periódico hizo una evaluación de seguridad y decidieron que era mejor que me fuera” . Un mes después, sentado en el estudio de su casa en Medellín, ya de vuelta, pensó: “¿Qué voy a hacer? Pues cuidarme el pellejo, pero no es una tipa a la cual voy a enfrentar legal ni públicamente”. En Colombia, cualquiera que quiera mostrar, como Ríos, la realidad sin tapujos, puede ser víctima de señalamientos y amenazas. “Tuve que exiliarme unos días. Esto no es agradable y no se lo deseo a nadie, pero hay que levantar la voz y decir que en este país asesinan y amenazan periodistas a diario . No solo a mí, sino a muchos que desde las regiones hacen labores heroicas, que trabajan con las uñas y que se levantan en contra de los poderosos y de los intereses económicos que quieren callarles la voz. Pero esas son las voces que informan a las comunidades”, señala. Ríos, precisamente porque conoce los riesgos que corre, junto a las dos o tres cámaras que carga consigo, lleva un torniquete por si le estalla una mina en un pie y un kit de emergencia para sangrados profundos o posibles disparos. El fotógrafo insiste en que documentar un conflicto implica una dosis de peligro inevitable. Así que cada vez que llega a su casa en el Poblado, en Medellín, siente un alivio de haber regresado con vida. De lo impreso a lo digital y de vuelta a lo impreso Verde es uno de los últimos trabajos de este fotógrafo colombiano, otro resultado de sus años fotografiando a las Farc, pero también de conversaciones y diálogos con amigos, editores y familia. En especial con Santiago Escobar Jaramillo, gran amigo y editor del libro. Un día de 2019 le dijo: “Ya está listo, vamos a hacer el libro”. Y ahí comenzó un proceso largo y complicado de revisión y edición de las fotografías que hizo durante diez años. El prólogo lo escribió Alejandro Gaviria, entonces rector de la universidad de Los Andes, a quien Ríos admira por su perfil humanista y ambiental, con el que coincide. “Gaviria fue ministro durante las negociaciones con las Farc y me pareció importantísimo que una persona que estuvo tan cerca del proceso también tuviera voz en el libro”, asegura. El libro, de gran formato, está envuelto en un mapa de Colombia que se despliega e indica los lugares donde se tomó cada fotografía. De la Guajira a Nariño, de Antioquia a Putumayo, lugares como Anorí, Briceño, Tarazá, Remedios, Segovia, Bajo Cauca y el Magdalena Medio son protagonistas en la narrativa. El nombre no es una casualidad. La portada es de color verde y hace alusión a la selva y al camuflado de los uniformes que visten los bandos enfrentados en la confrontación armada que ha asolado a Colombia, y lo hace todavía: “Un verde abarca el camuflado del Ejército, la Policía, la Fuerza Aérea, la Armada Nacional y de las guerrillas: Farc, Eln, y los paramilitares. Todos están ahí. En medio de eso, el verde es la esperanza y verde es lo único que nos queda” , explica el fotógrafo. Pero como siempre para él, se trató de un proceso doloroso. Muchas editoriales le cerraron las puertas, y las respuestas que recibía eran “no” tras “no”, por el contenido político del libro. “En Colombia, las editoriales no quieren comprometerse con el tema de la paz. Aquí es un tema que da miedo y alergia. La gente se asusta mucho con este asunto y entonces, en ese susto, una editorial piensa que, si publica algo sobre el Acuerdo de Paz, el Gobierno le va a retirar la pauta, las compras o la va a bloquear en algunos escenarios. Colombia sigue siendo un país muy pequeño y en el que los compromisos políticos pesan en las billeteras de todo el mundo”, añade Ríos. Pero el escritor Mauricio Duque Arrubla explica la importancia de que este libro se publicara: “Ríos nos muestra personas como nosotros que, por alguna razón, terminaron combatiendo, usualmente por motivos ajenos a ellos y por decisiones de poderosos que ni siquiera conocían. Creo que este proyecto fue rechazado por editoriales de renombre por el tema y los prejuicios. Y por eso fue toda una serendipia que la manufactura fuera en una ciudad y en una empresa pequeña, con la guía de una editorial no muy famosa (pero, dicen los que saben, de las mejores en fotos de libros del continente). Somos la gente común la que más valoramos un documento de esta calidad y de tanta potencia”. El libro, entonces, es una especie de autopublicación, pero con mucho éxito. Se hizo una primera edición de mil libros y se vendió toda en cuatro días. En la segunda impresión tiraron mil libros más, que también se vendieron enseguida. “No esperaba que Verde tuviera el impacto que está teniendo, por ser un libro crítico con las Farc, con el gobierno y con la sociedad. Esperaba que tuviera una acogida muy de gremio. Pero el libro ha recibido comentarios positivos de personas que pertenecían a las Farc y también al gobierno”, explica el fotógrafo. Ríos ya había publicado en 2012 otro libro de fotografías, “La ruta del cóndor”, y en 2013, “Fiestas de San Pacho, Quibdó”, junto al colectivo de fotografía Más Uno. Hoy en día, este fotoperiodista documental, además de seguir fotografiando la realidad colombiana, dicta talleres de fotografía . Y como invitados especiales siempre lleva algunos excombatientes, ya que uno de sus compromisos es ayudar a estas personas a reinsertarse en la vida civil, para seguir construyendo la paz que Colombia necesita. Ríos se ha convertido ya en un gran referente para sus colegas, estudiantes y jóvenes periodistas. Como lo expresa su amiga Miyer Juana, “su trabajo es impecable, su experiencia y trayectoria es admirable, y definitivamente se ha convertido en referente porque posee un gran carisma y humildad para compartir su conocimiento”. Ríos es, sin duda, ya uno de los grandes de la fotografía en Colombia. Y venga lo que venga en su trabajo queda claro que sus fotos son indispensables para entender la realidad colombiana. Seguirá incomodando. Pero nunca defrauda.

  • ​Nicolás Castillo, joven promesa del automovilismo colombiano

    Nicolás Castillo, joven promesa del automovilismo colombiano Jimena Cantor Santana, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Proveniente de una familia que lleva los autos en la sangre, Nicolás Castillo, el joven piloto profesional colombiano, ha logrado destacar a nivel internacional compitiendo en diferentes categorías de automovilismo a nivel mundial. Lea también: El harlismo es mi hobbie, la Policía es mi profesión. Compartir Foto: Foto: Jimena Cantor “Es una de las mejores sensaciones que puedo describir en lo que ha sido mi camino hacia la cúspide del automovilismo. Cualquiera diría que ganar un título tan alto para un latinoamericano era algo imposible. Nadie nunca lo había logrado hasta ahora. Yo soy el primero en hacerlo”. Así recuerda su campeonato más importante Nicolás Castillo, piloto profesional colombiano que, con tan solo 21 años, ya es ganador del NASA Southeast, además de haber conquistado las mejores pistas en los Estados Unidos. En aquel vecindario silencioso, con un toque perfecto de privacidad, el característico sol de las tres de la tarde se ceñía sobre la sabana de Bogotá. Cuando llegué, me recibió la escena de un contenedor de tráiler mediano color blanco del padre de Nicolás estacionado al frente de su casa. Allí estaba plasmado el nombre del equipo al que pertenece: Niko Salamandra . El piloto me abrió las puertas de su hogar con una sonrisa de oreja a oreja que reflejaba una genuina alegría. Medía alrededor de un metro y setenta y cinco centímetros de altura, era de contextura delgada, sus ojos eran color café, igual que su cabello. Traía puesto un conjunto de ropa deportiva oscura, pues acababa de terminar su rutina en el gimnasio. Lo primero que pude notar sobre su personalidad fue su amabilidad. Me invitó a seguir y empezó a contarme de su vida. Desde que nació ha estado rodeado de autos. Su padre, Javier Castillo, lleva más de 30 años en la industria como preparador de pilotos. “Estaba casi escrito que yo sería uno de ellos”, me explica Nicolás con una sonrisa. Empezó su carrera a los cinco años y asegura que, desde antes de subirse por primera vez a un auto, su mente siempre estaba en la pista. Durante su época escolar le era imposible concentrarse totalmente en el estudio. Recuerda, con un destello de luz en sus ojos y una carcajada, que una vez citaron a sus papás en el colegio para informarles que rayaba su pupitre y no había respondido su examen, sino que dibujaba carros en la hoja. “Las profesoras me llamaban y me decían que se la pasaba elevado”, asegura Mónica, su madre. Aunque tenía notas muy buenas, para él el colegio no era precisamente su prioridad. Durante las clases, siempre se imaginaba a sí mismo en una carrera. Nicolás me dio un tour por su casa. En el primer piso está ubicada su habitación, la cual me pareció muy sencilla: un clóset, una cama doble y un trofeo era lo único que se encontraba dentro de esas cuatro paredes blancas. “Siempre estoy viajando, a veces pienso que mi habitación real está en casa de Hans”, afirmó el deportista. Hans Bliss es también miembro del equipo Niko Salamandra y Nicolás y Javier, su padre, lo consideran como parte de la familia. Cuando subimos al segundo piso, pude notar que en la pared del estudio había una pintura de tamaño mediano que llamó mi atención. Hecha en óleo y con tonos verdes y naranjas, la delicadeza de los trazos adornaba el lienzo. “La hizo mi mamá. Somos Manuela y yo”, dijo Nicolás. A pesar de los dotes artísticos de Mónica, Nicolás reconoce que las manualidades no son lo suyo. “Él, en realidad, disfruta más comentarnos cosas. Cuando intenta colorear o recortar algo, se distrae con nada”, afirma Manuela, su hermana. La joven promesa del deporte En el 2016, el Niko Salamandra Team debutó en los Estados Unidos. “Creo que es la carrera más especial de mi vida”, aseguró Nicolás con una sonrisa de satisfacción, mientras evocaba el recuerdo de esa calurosa tarde de verano, en la que representar a su país con los colores de la bandera lo llenó de orgullo. Un día antes de la carrera final tuvo un accidente en el que el auto que conducía quedó destrozado. “Lo rompí por la mitad después de chocar con otro carro”. A pesar de eso, fue posible repararlo antes de la carrera del siguiente día. Sintió que cumplió su deber: demostrar que Colombia es un semillero de excelentes deportistas. Cuando tuve la oportunidad de estar en el tercer piso vi una montaña de trofeos, partes de uno de sus carros favoritos y fotografías en el podio de diferentes campeonatos en los había participado. La impresión que me causó ver tantos premios y reconocimientos de una persona de tan solo 21 años fue evidente. Me dijo con aire despreocupado y una sonrisa que ya se había desecho de muchos, pero que eso no le gustaba a su mamá. Los que conserva tienen un significado más especial. Además, mencionó el deseo de querer construir un museo algún día donde pueda exhibirlos. En el norte de Bogotá se encuentra ubicado el taller de Javier Castillo, en el cual trabaja cada día junto a los miembros del equipo para mejorar las versiones de los autos en los que el deportista cumple sus sueños. A diferencia de otros pilotos de carreras, Nicolás es parte del proceso de creación de los autos en los que corre. “La ventaja más grande que tiene Nico es esa. Estar detrás del proceso de cada Salamandra. No sólo entiende qué tiene el carro y cómo funciona, sino que existe un sentimiento hacía él. Es una motivación diferente. No sólo se limita a manejar”, agrega su padre. En el mundo del automovilismo la frustración es un sentimiento frecuente, no sólo por los errores que se puedan cometer en la preparación para las carreras, sino por la demanda económica que estas requieren. “Nico y mi papá se ponen a fantasear sobre las próximas carreras, pero el mundo del automovilismo requiere mucho dinero”, menciona Manuela. La falta de financiación de este deporte no es un secreto para nadie en el país. Debido a esto, muchos pilotos se ven obligados a desertar en su carrera deportiva por los altos costos que requiere. “Yo hacía la parte mecánica con mi papá, Hans y Joe. La gente que creía en mí ponía su trabajo casi gratis para que todo funcionara”, recuerda el deportista sobre los inicios de su carrera como piloto profesional en el exterior. Familia y amistad: el pilar de su vida Cuando bajamos al primer piso, una fotografía familiar era la protagonista en el pasillo que llevaba hacia la cocina. “Mi relación con mis papás y mi hermana es muy buena, a pesar de que no pasamos tanto tiempo juntos porque siempre estoy en un avión”, dijo Nicolás con una sonrisa apagada y melancolía en sus ojos. El viajar con su papá lo llena de alegría, sin embargo, le encantaría poder compartir en tiempo real sus victorias con su hermana y su mamá. “Para mí es supremamente duro. Me gustaría poder abrazarlo cuando gana y consolarlo cuando pierde”, afirma su madre. En la cocina, el mesón estaba lleno de cosas. Con algunas ollas sucias y fuera de su lugar, era evidente que alguien había estado cocinando. Nicolás aclaró: “disfruto mucho cocinar. Aprender recetas nuevas y hacer cosas diferentes a lo que normalmente se consume. Me gusta innovar y experimentar”. A pesar de su actitud risueña y su buen sentido del humor, el deportista ha tenido que lidiar con momentos duros en su vida. Recuerda con notable tristeza un episodio de su vida aún muy reciente. Un día como cualquier otro, en el año 2017 recibió una llamada en la que le informaron que uno de sus amigos más cercanos había sido asesinado en el sur de Bogotá. Recibió un tiro en la sien en un intento de atraco en la localidad de Kennedy y él fue la primera persona en llegar a la sala de velación. “Sentía su ausencia por más de que yo estuviera viendo su cuerpo”, expresa Nicolás con incomodidad al evocar el recuerdo de aquel día en el que su amigo Sergio partió. Al ingresar a la sala de su casa, nos sentamos en el sofá negro que adornaba el lugar. Nicolás se llenó de emoción al comentarme los planes del equipo: “vamos a ir a series mucho más altas. Competiremos en el FARA USA, un campeonato en la Florida, y también el JRDC en Jamaica”. Después de esto, entre risas, me contó sus anécdotas más divertidas en la pista. Finalmente, me acompañó hasta la puerta y estreché su mano antes de salir de su casa. Nicolás Castillo, además de ser la joven promesa del automovilismo colombiano, es un ser humano que tiene una estrecha relación con su familia, trabaja cada día con su padre en el taller para seguir mejorando a nivel profesional y, a pesar de las adversidades, ha logrado demostrar que en Colombia hay mucho potencial deportivo. Cada vez que se monta a un auto y empieza una carrera siente esa liberación de adrenalina y alegría que lo hacen arriesgarse en su profesión. Con convicción, asegura que está dispuesto a pasar el resto de sus días haciendo lo que más ama: correr en las mejores pistas del mundo.

  • ¿Dónde están las cifras de aborto en Colombia?

    ¿Dónde están las cifras de aborto en Colombia? Los datos no cuadran. Mientras Profamilia dice haber realizado 10.517 abortos en 2017, el Ministerio de Salud registró 9.861. Haz clic para acceder al contenido Ver también: ¿Dónde están las cifras de aborto en Colombia? Compartir

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