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  • ACRO

    ACRO Daniel Alexander Mejía, Jose David Barbosa Hernández, Juan Diego Rodríguez Martin, Juan Camilo Supelano Triana y María Camila Ávila Suárez - Comunicación Audiovisual y Multimedios En este videojuego, Andrés encuentra una langosta perdida que salió de un río en su universidad. Un experimento fallido resulta en la terrible mutación de cientos de crustáceos. El joven, entonces, debe luchar para combatirlos y proteger a sus compañeros de estudio. Ver también: Hari Compartir

  • De la poesía y otros demonios 

    De la poesía y otros demonios Axl Bernal, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Ni el arte se salva de la arbitrariedad. Eso encarna el caso de Jesús Espicasa, otro ‘infractor’ del Código de Policía que fue multado en la ciudad por "traficar poemas". Lea también: La lucha del ‘Príncipe’ de las marionetas por un arte casi olvidado Compartir Foto: Foto: opinioncaribe.com “Pocas cosas desmoralizan más que la injusticia hecha en nombre de la autoridad y la ley” . Esta frase de Concepción Arenal llegó a mi cabeza al enterarme de lo que le sucedió a Jesús Espicasa, un joven poeta a quien le impusieron un comparendo por invasión del espacio público en el parque de Usaquén, Bogotá. Multa tipo 4 del Código de Policía, la más alta (833.000 pesos); se la pusieron justificando, con tono de burla, que era un “traficante de poemas”. Jesús aprendió, junto con aquellos que nos enteramos de su caso, que en Colombia es un delito contra la seguridad y la convivencia rebuscarse el pan trabajando honradamente, o lo que es peor, haciendo arte; pero, eso sí, se acepta como algo normal, porque la ley lo ampara, que la ‘autoridad policial’ cometa injusticias arbitrariamente contra la ciudadanía. El problema no radica en la ley directamente, viene de aquellos quienes escudados en esta cometen injusticias sociales. El nuevo Código de Policía, sin duda, representa una herramienta para que los ciudadanos eviten incurrir en actividades que suponen un riesgo real para otras personas, además de significar, con la implementación de las multas, un ingreso monetario que desde el 2016, conforme dice la Ley 1801 en el artículo 180, tiene que ir dirigido a “proyectos pedagógicos y de prevención en materia de seguridad”. La deficiencia que este código tiene está en los vacíos jurídicos contenidos en su letra; vacíos que dejan elementos de juicio en manos de las ‘autoridades’. Son pues los policías mismos quienes al final escogen a quién le ponen un comparendo y a quién no, porque hasta allá no resuelve lo que está en el papel. Es entonces cuando ocurren casos como el de Jesús Espicasa: cuando comienza a cuestionarse la justicia. Hay que ser muy poco crítico, o muy poco ético, al pensar que es justo imponer una multa, argüida descaradamente por cualquier falta contemplada en el Código de Policía -para proteger ‘la convivencia y la seguridad’-, a un joven que ‘trafica poemas’ (nótese el cinismo), a una estudiante de artes plásticas que lleva un bisturí de papelería en su maleta, a dos Palenqueras que venden frutas, o, más irrisorio aún, a una persona que compra una empanada en la calle. Es difícil creer que en Colombia, un país con una tasa nacional de desempleo del 12.4% y una percepción de incremento de la inseguridad de un 78% en las principales ciudades del país, según la última encuesta Gallup; varias personas piensen que la solución necesaria a las problemáticas sociales, puntualmente las de convivencia, radica en cumplir la ley al pie de la letra y en enfocar esfuerzos para controlar e intervenir en situaciones tan nimias. Quienes piensan esto estarían entonces cayendo en lo que Gaitán denominó “la conquista técnica”, que en esencia no es más que la ley por sobre lo verdaderamente justo. No es así, necesitamos más sensibilidad, sentido común. Las cosas no están bien, y si el Gobierno no garantiza todo lo que la ley estipula, mucho menos puede afectar los recursos gracias a los cuales la gente busca por su cuenta lo que les corresponde por derecho. El artículo 218 de la Constitución habla de las funciones de la Policía Nacional, refiriéndose a esta institución como la encargada de garantizar el ejercicio de los derechos y las libertades públicas, y asegurar que los colombianos convivan en paz mediante el control social. Casi utópico, nada más alejado de lo que reflejan casos como el de Jesús. La realidad es diferente. Es la institución, en gran parte, la que va en detrimento de la convivencia y parece olvidar lo que realmente afecta la seguridad, por eso ha perdido legitimidad (como la Fiscalía, el Congreso y hasta el Gobierno). Un porcentaje significativo de policías actúa malintencionadamente, aprovechando las facultades que brinda la ley. La autoridad debe inspirar respeto, no miedo. Y ese respeto se imparte desde el ejemplo, ¿dónde queda, pues, la autoridad moral? Es necesario que el Gobierno brinde una solución permanente a esta problemática. En Australia, por ejemplo, aproximadamente en el año 2002 comenzó a regir una reforma a los programas de formación de los policías. Desde ese año les exigían una carrera profesional, les obligaban a asistir a cursos de formación sobre competencias cívicas y en capacitaciones de liderazgo y responsabilidad social. Algo parecido debería implementarse en nuestro país. Así los policías desde la formación, y posteriormente en el desempeño de su labor, aprenderían a ser más conscientes de cuán importante es articular justicia con autoridad. La situación tiene que cambiar, de lo contrario, será la injusticia misma la que siga reinando en las calles; ahora no por culpa de los malhechores exclusivamente, sino también por causa de una institución que ha perdido poco a poco su legitimidad debido al uso arbitrario de la autoridad y la falta de ética de unos de sus miembros a la hora de dirimir cuál es la mejor solución frente al actuar de los ciudadanos de a pie. Los mismos ciudadanos que buscan salida por donde pueden de aquello que en muchos casos ni siquiera el Estado les brinda. Esos que como Jesús Espicasa son buen ejemplo en medio de una sociedad para la cual la justicia es cada vez menos importante... tanto como la poesía misma.

  • El drama de los actores en Colombia

    Hablamos de la economía cafetera del país y del papel que cumplen en ella los departamentos del Huila, Cauca y Nariño. Además, entérate de la afectación que tendrá el impuesto a la comida chatarra para los tenderos. El drama de los actores en Colombia Luisa Fernanda Ardila Díaz, Andrea Carolina Duque Londoño, Daniel Fernando Clavijo Bolivar, Yuliana Cepeda Puentes , Cristian Moreno Garzón, Valentina Rodriguez Pinzón, Camila Jurado Cuartas, Silvia Gabriela Salas, Silvia Catalina Pinzón Meza, Diana Paola Rodriguez, Andrés Felipe Mora Martínez, Karen Valentina Correa Gómez, Juan Esteban Neira Aguirre, Valentina Maya Urrego, Laura Camila Hinojosa Urbina . María Lucía Castañeda Ballen, María Fernanda Pacheco Hablamos de la economía cafetera del país y del papel que cumplen en ella los departamentos del Huila, Cauca y Nariño. Además, entérate de la afectación que tendrá el impuesto a la comida chatarra para los tenderos. Ver también: Empieza la caída de los estereotipos en Miss Universo Compartir

  • Hijo del Mediterráneo

    Hijo del Mediterráneo Camila Rincón, Comunicación Social y Periodismo Fecha: “Mediterráneo”, el octavo álbum y el más reconocido del cantautor Joan Manuel Serrat, está por cumplir cincuenta años. Lea también: Nathy Peluso, Comunicación Social y Periodismo Compartir Foto: Camila Rincón “Mediterráneo”, el octavo álbum y el más reconocido del cantautor Joan Manuel Serrat, está por cumplir cincuenta años. Esta joya del siglo XX nunca pasará de moda, tiene todos los elementos para estar catalogada dentro de los mejores 100 discos españoles del siglo XX. Por eso, para su próximo aniversario, vale la pena destacar los dos factores que hicieron de esta una gran obra: el repertorio y la orquestación; y reafirmar por qué merece esta valiosa distinción. El repertorio es uno de los componentes que hacen de este elepé una obra maestra. Los versos de Mediterráneo , canción que le da nombre al disco y que es considerada como la mejor canción de la historia de la música popular en España , están cargados de nostalgia y al escucharla nos hace sentir dueños de una segunda patria; Aquellas pequeñas cosas relata la magia de lo cotidiano; la admiración hacia esa dama segura de sí misma la conocemos en La mujer que yo quiero ; Pueblo Blanco narra el traslado de la población del campo a la ciudad; una vieja amistad cargada de una historia digna de contar le da vida a Tío Alberto ; el adiós a una pequeña nos regala Qué va a ser de ti ; la carta de amor a esa mujer fugaz nos presenta a Lucía ; Vagabundear es el himno para los que quieren volver a empezar; Barquito de papel destaca la melancolía de la niñez y, por último, Vencidos está basado en el poema de León Felipe. Fue la experiencia con la que contaba Serrat a sus 28 años, llena de exilios, censuras, triunfos, viajes, dolores y amores, la que provocó la creación de estas letras llenas de intimidad. La orquestación es otro ingrediente clave para hacer de este álbum un éxito rotundo; los encargados fueron Gian Piero Reverberi, Antoni Ros-Marbà, y Juan Carlos Calderón ; estos genios musicales lograron que cada instrumento hablara por sí solo. Hicieron posible que con solo escuchar el crescendo de los violines y las flautas podamos conocer la gracilidad de la mujer perfumadita de brea , o que el clavicordio encarnara la hidalguía de tío Alberto, que el coro interpretara la picardía de Serrat al decirnos que la mujer que quiere “no necesita bañarse cada noche en agua bendita” y que el ritmo de Vagabundear nos inspirara a buscar nuevos horizontes. Cada arreglo musical expresa la intención que se le quiso dar por medio de los versos delicadamente construidos, tal como lo hacía Violeta Parra, cuando su charango y sus versos en décimas evocaban la maravilla de los pasados diecisiete, despedían a Run Run (cuando se fue pal norte), lloraban la pena de don Arauco, y versos después, le dieron “gracias a la Vida”. Esa minuciosa elaboración en la que los instrumentos complementaban lo que las letras no podían decir, fue lo que caracterizó al célebre álbum de Serrat. El carácter introspectivo que prima a lo largo de la obra, los ritmos no convencionales, como el uso de 6/4, las rimas meticulosamente construidas, algunas marcadas por la dominación del verso dodecasílabo, llenas de metáforas de fácil comprensión; el delicado trabajo de darle intención a cada palabra, no solo desde la orquestación, sino también desde la interpretación emotiva, con vibratos penetrantes característicos de la voz de Serrat, son los ingredientes claves de esta obra ácrona. La llegada del medio siglo refuerza la calidad que hizo de este elepé una referencia internacional. Es claro que Mediterráneo está dentro del ámbito culto y comercial, cualidad que es muy difícil de conseguir y que caracteriza a muy pocos; y es esta compleja realidad la que deja en evidencia que Joan Manuel Serrat es uno de los mejores poetas y cantantes de los últimos tiempos.

  • “Vivimos en una eterna promesa de cambio”: Simón Uribe

    “Vivimos en una eterna promesa de cambio”: Simón Uribe Sara Carrascal Hernández, estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de La Sabana. Fecha: El profesor de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos en la Universidad del Rosario habla sobre su película ‘Suspensión’, y su relación en la esfera nacional e internacional. Lea también: Color de rosa Compartir Foto: Sebastián Bright. Director Simón Uribe Simón Uribe es egresado de la Universidad Nacional de Colombia en ciencias políticas. Obtuvo un MSc en geografía humana e historia del London School of Economics and Political Science y un doctorado en planeación regional. Dirigió la película documental Suspensión , la cual fue estrenada en el 2019 en el International Film Festival en Holanda. La película documental ha recibido varios premios, entregados por diversos festivales de cine alrededor del mundo. Entre ellos el premio del DocsBarcelona, el IDFA (International Documentary Film Festival Amsterdam ), el Festival Internacional de Cine Cartagena de Indias y el Leipzig Don Festival . El proyecto dirigido por Simón Uribe buscaba representar el contexto colombiano a través de un puente cuya construcción se detuvo. Sin embargo, el proyecto ha alcanzado la esfera internacional al reflejar una promesa de evolución y cambio que nunca llega, promesa que no es exclusiva de Colombia. ¿Cómo empezó el proyecto Suspensión ? Hice una investigación de doctorado en geografía en el pie de monte Andino-amazónico, que es esa zona de convergencia en la región amazónica con los Andes en el sur de Colombia, específicamente en el departamento del Putumayo. En esta parte del país, la principal política de colonización estatal fue abrir carreteras; había unos conflictos de tierra muy grandes en otras zonas del país y parte de la solución, entre comillas, fue abrir vías de comunicación hacia la selva. Esa es una historia que genera mucho conflicto. ¿Por qué se dio la idea de hacer una película documental de este puente? Estaba tratando de entender cómo a partir de una carretera podía contar una historia de cómo esa región se había desarrollado con el tiempo. Una de las cosas que me pasó durante esa investigación es que, pues, es un paisaje muy complejo de describir en palabras. Entonces, comencé a pensar en otras maneras de expresar toda esa complejidad y ahí surgió la idea de hacer un proyecto audiovisual. Entonces, ¿la película fue un complemento de la parte escrita? Esa pregunta que haces es importante porque nació de una frustración por no poder describir en palabras ese paisaje, pero poco a poco se fue volviendo algo independiente. La película inició con una financiación que era para hacer un trabajo basado en una investigación, pero después tuvimos una beca ya de cine. O sea, del Fondo de Desarrollo Cinematográfico que está hecha para financiar películas de ficción, películas documentales y pues ya adquirió una realidad propia con un equipo colectivo. Yo entro a dirigir, pero pues no trabajo solo en ese proyecto. ¿Por qué es importante para las personas conocer el puente? Cuando uno hace un documental, creo que uno tiene una preocupación o preguntas que quiere abordar. No necesariamente uno quiere responderlas, porque en parte a lo que apuestan este tipo de documentales es a generar otras preguntas o a generar reflexiones. De entrada, había un público para nosotros que era importante, que era un público regional. Pero, en el proceso de hacer la película, nos dimos cuenta de que lo que estábamos retratando allí era algo que iba más allá de esta región. Nosotros no arrancamos haciendo una película sobre una carretera que no se había hecho, sino de una carretera que se estaba haciendo y que se abandonó. Pero entonces, pasa algo importante y es que, lo que estás retratando, se vuelve una historia que es más universal porque se repite una y otra vez. Es muy común y la gente se siente muy identificada cuando ve la película sin ser de esta región del país. ¿Diría que el objetivo de la película era representar esas condiciones que se ven en el país, esas promesas que no se cumplen, que quedan sin terminar? Pues eso es parte interesante del documental porque la gente le da diferentes lecturas. Es un gran propósito no decirle a la gente “ah, es que las cosas son así o asá”. Para muchas personas esa es la lectura, pero no era algo que nos estuviéramos proponiendo de entrada. Es algo que la película refleja, tal vez. ¿Sí? Pero hay otras lecturas. Depende mucho del contexto en el que la gente vive. Entonces, cuando la película se estrenó, que fue en Holanda antes de la pandemia, a la gente le parecía absurdo todo. ¿Qué buscaban ustedes como equipo? Creo que, desde nuestro punto de vista, nosotros queríamos mostrar, y de ahí el título de la película, Suspensión . Los puentes existen suspendidos en el aire, pero también es la suspensión en el tiempo. Es la pregunta de qué significa habitar un mundo donde las cosas no pasan, donde vivimos en un presente en el que no evolucionamos. Es la sensación que deja la película, que es por qué seguimos en lo mismo como país. Basado en esta respuesta, ¿cree que el puente es una representación adecuada de las condiciones del país? Pienso que sí. Pienso que el puente como una metáfora del tiempo, como una metáfora de lo que somos como proyecto de país, sí. En el sentido de que vivimos en una eterna promesa de cambio que nunca se realiza. ¿Podría hablar un poco más de las representaciones que le dan al documental las personas extranjeras? Pues mira, por ejemplo, Ámsterdam, que es donde ocurre este festival de cine documental, es una ciudad plana totalmente. La pregunta que tenían ellos, por ejemplo, que salió más de una vez es por qué el gobierno no saca a la gente y la reubica. Pero también hay una lectura, pues porque en este festival hay gente de diferentes partes, que es darse cuenta de que esta promesa de progreso no es solamente del mundo subdesarrollado, sino que también pasa mucho allá. Es decir, también hay mucha promesa política de las carreteras, de los aeropuertos, que muchas veces son símbolos de estatus político que terminan sirviendo para nada. Puede que no pase tanto, pero aún pasa Entonces la película ha tenido un impacto social. Pues, no sé. La película ha estado en muchos festivales, quince o veinte fuera de Colombia, varios acá, pero eso no significa que tenga un impacto. Cuando la película salió en Colombia, la película tiene una semana en que suena en los medios de comunicación y cuando suena en los medios, nos llamaron de INVIAS. El director estaba muy preocupado. Ellos ni siquiera habían visto el documental porque no es el tipo de público que vaya a ver cine, pero estaban preocupados porque la película de pronto iba a sacar un escándalo de corrupción, que finalmente no era a lo que le apuntaba. Entonces, puede que tenga un impacto en la gente que la vea, que haga re-pensar ciertas cosas, que haga pensar que la corrupción es un tema más complejo, pero pues tanto como decir que esto cambia las cosas, pues de una manera muy limitada. Hablando más del puente en sí, Colombia es un país con una geografía muy compleja y que intentó unirse anteriormente por medio de las vías, pero no fue posible. ¿Cree que es necesario que el país tenga una vía conectora? Para desplazarnos de un lugar a otro estamos transitando unas cordilleras que tienen una topografía complicada, ¿no? Mucha de la inversión en la infraestructura en Colombia se ha hecho en unas zonas, tradicionalmente, más ricas frente a otras. En la región Andina, por ejemplo, y parte del Caribe es donde se concentran las vías de Colombia. Por otra parte, encuentras una región muy grande del país, que es la Orinoquía y la Amazonía colombiana que han sido muy desconectadas. Hay capitales departamentales a las cuales solo se llega en avión. Eso habla mucho de cómo somos como país. ¿A qué se refiere con que eso habla mucho de cómo somos? Somos muy centralistas; esos departamentos dependen mucho del centro porque la riqueza está distribuida de una manera desigual y estas regiones son más pobres en infraestructura, en servicios. Hay unas necesidades de conexión que también tienen que ver con la manera en la que se ha construido este proyecto de país porque no necesariamente construir carreteras es la solución para esa región. Pero el tema no es si se necesitan o no más carreteras, sino qué tipo de conexiones necesita la gente. No necesariamente construir más es mejor, pero sí preguntarse cuáles son las conexiones que necesitan las personas. ¿Cree que son posibles las soluciones que propone? Son posibles, pero son difíciles porque implican cambiar la manera en que somos como país; implica pensar en una descentralización en donde las regiones tengan mayor autonomía, pero también una mayor capacidad de pensar su desarrollo desde adentro. La descentralización en Colombia, que viene desde la constitución del 91, ha transferido algunos recursos a las entidades territoriales. Pero, de nuevo, no necesariamente tener transferencias implica que la descentralización sea real porque todavía dependemos mucho de ciertas cosas del interior. En la película, un ingeniero dice algo cuando está parado en el puente que es: “Algo está pasando mal y ese algo se está volviendo ancestral porque viene de generación en generación”. ¿Por qué fueron necesarios 10 años para crear el documental? Me hubiera gustado hacerlo en menos tiempo, pero creo que porque las películas acá se toman su tiempo ya que necesitas conseguir los recursos y no es fácil conseguirlos. Creo que sobre todo porque nosotros queríamos hacer un tipo de documental que es de un género de observación. El documental de observación se trata de observar, en un tiempo más o menos largo, para captar lo que pasa o lo que no pasa. Para nosotros fue necesario captar cuando construyeron el puente, cuando se abandonó, qué pasó cuando se abandonó, para dar la sensación de lo que hace muchas veces el cine de ficción que es jugar con el tiempo. Es lo que te permite generar una narrativa.

  • Si hubiese conocido a don Guillermo

    Si hubiese conocido a don Guillermo Sara María Malaver Rodríguez  Fecha: Hace un mes el Estado asumió y reconoció la culpa de la muerte de uno de los periodistas más intrépidos de este país, a quien deberíamos recordar hoy más que nunca en tiempos de crisis para el oficio.  Lea también: La ironía del conflicto Compartir Foto: Envato Elements El 17 de diciembre de 1986 moría en la clínica de Cajanal, en Bogotá, Guillermo Cano Isaza, tal vez el periodista que más le puso la lupa a la mafia colombiana de los años 80. Don Guillermo engrandeció el periodismo, defendió la esencia de este oficio, luchó junto con su máquina de escribir para narrar las injusticias y se convirtió en la conciencia de este país, diciendo lo que todo el mundo sabía, pero nadie quería escuchar. Si hubiese conocido a don Guillermo, no bastaría con pedirle consejos para un periodismo que en los últimos años ha estado en crisis; en el que proliferan noticias falsas y por exponer los hechos sin una investigación minuciosa; en el que la veracidad y precisión están en juego y muchas veces la ética al narcotráfico, al poder, a la muerte. Era imposible creer que, en una época donde reinaban los muertos y la impunidad, alguien detrás de un escritorio desenmascarara lo que asechaba a este país, los tentáculos tenebrosos del narco que se adentraban en lo más profundo de nuestra democracia. Guillermo lo hizo: atacó sin vergüenza a un hombre, en ese entonces desconocido por la opinión pública, que fingía ser el más honorable senador. Pablo Escobar se encontró en su camino a un hombre sin censura, con pruebas, con palabra, con una ardua investigación que lo llevó a ser expuesto por Cano en primera plana de El Espectador . Si hubiese conocido a don Guillermo, sin duda le habría preguntado por la polarización y el sensacionalismo que asechan fuertemente a este oficio que algún día anhelamos ejercer los estudiantes. Guillermo se caracterizaba por su independencia, como lo recuerdan sus colegas. Algunos de los profesionales que estuvieron bajo su dirección han recordado que muy pocas veces pretendía imponerle su criterio al reportero, al comentarista o a la editorial. De seguro don Guillermo Cano daría la respuesta perfecta para estos tiempos de sesgos e ideologías extremas. Bien dijo Oscar Alarcón, periodista y allegado de Guillermo, que lo fundamental para su jefe era ofrecer la mayor cantidad de elementos posibles para que el lector pudiera formar su criterio. Esto es lo que tanto necesita este país, y no solo en el periodismo, en nuestra vida en general. Si hubiese conocido a don Guillermo, le habría preguntado en qué parte del alma de un comunicador social se encuentra la valentía y la osadía que él tuvo para asumir con un poco más de 25 años la dirección del diario más importante del país en los años 50. Como lo dijo alguna vez su buen amigo Gabriel García Márquez: “La experiencia más dura de su vida debió ser la de verse de la noche a la mañana, sin escalones intermedios, de estudiante primíparo a maestro mayor”. Claro que era maestro. Sus colegas así lo definen. Dejó un ejemplo de entereza. Y nosotros, como estudiantes y pronto profesionales, sin lugar a duda deberíamos aplicarlo. Un claro ejemplo fue el enfrentamiento entre El Espectador y el Grupo Grancolombiano, el principal grupo financiero del país en ese entonces. El diario se convirtió en su principal crítico y, con Cano a la cabeza, pusieron al descubierto una serie de irregularidades de este imperio económico. Efectos de esto fue la retirada de las pautas publicitarias con el periódico a lo que Guillermo Cano respondió en el editorial del 4 de abril de 1982: “No vendemos, no hipotecamos, no cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes. Eso no está dentro de nuestros presupuestos”. Si hubiese conocido a don Guillermo, no hubiese dudado en abrazarlo. En momentos de crisis, la humanidad del informador, cronista, columnista e incluso reportero se pierde y la empatía se vuelve ajena. Cuando se tiene la oportunidad de entrevistar a colegas, amigos e incluso familiares, suele escucharse del ser tan cálido y apasionado que era, no solo por él, sino por su amado equipo Santa Fe, del que vivía enamorado. Su sensibilidad, prudencia y sencillez para dar órdenes, como lo mencionó también Gabo. Su criterio y rectitud para dar la noticia lo convertían en un faro. Después de 38 años de silencio e impunidad, el gobierno colombiano por fin hizo frente al dolor de doña Ana María Busquets, esposa de don Guillermo, y de sus hijos. El Estado le falló a todos, desconoció su deber de investigar y sentenciar a los responsables, y después de tres décadas alguien se acordó de reconocer y asumir la culpa de su muerte. Guillermo Cano debería ser la guía y la batuta para todos los que elegimos ejercer este oficio. Gracias, don Guillermo.

  • Edificios en El Chicó, en riesgo de colapso

    En este capítulo, entérate por qué es importante el fenómeno del Frailejón Ernesto Pérez y qué tiene para ofrecer El Museo de Arte Moderno de Bogotá. Edificios en El Chicó, en riesgo de colapso Breiner Montano Álvarez, Brisna Alejandra Peña Williams, Camilo Andrés Guarín Vásquez, Enrique Muñoz Aguilar, Isabella Muriel Orozco, Jessica Katerinne García García, Juan Camilo Duarte Bautista, Juan Diego Ibañez Sánchez, María Angélica Roldán Salazar, estudiantes de Comunicación Social y Periodismo En este capítulo, entérate por qué es importante el fenómeno del Frailejón Ernesto Pérez y qué tiene para ofrecer El Museo de Arte Moderno de Bogotá. Ver también: Volvimos a la presencialidad: ¿cómo va nuestra salud mental? Compartir

  • Lo que ocurre dentro de un shut de basura

    Incendios y explosiones por acumulación de gases. Una peligrosa problemática que se puede prevenir, pero que nunca se toma en cuenta. Lo que ocurre dentro de un shut de basura Nathalia Cardozo Castañeda Incendios y explosiones por acumulación de gases. Una peligrosa problemática que se puede prevenir, pero que nunca se toma en cuenta. Disponible en Infobae Nathalia Cardozo Castañeda Era un sábado normal, me asearon a las 12 del día y estaba listo para seguir trabajando. Luego de casi 12 horas continuas de labor me sentí mal, muy lleno, pero sobre todo estancado y pesado; comencé a percibir un ardor dentro de mí, como una bolita de fuego que subía cada vez más. De repente, una fuerte explosión me hizo retumbar. A partir de ese momento, reinó el caos… Torres de Santa Lucía, Usaquén, Bogotá, 2009 Era recién una ilusión comenzar a funcionar, pero poco a poco se acercaba el día en el que comenzaría mi labor. Mi vecino, el shut de la torre 1 ya estaba terminado y juntos esperábamos que los residentes llegaran a habitar nuestro edificio. Durante la construcción, desde mis ojos, todo marchaba perfecto, pues estábamos siendo manipulados por profesionales que se aseguraban del cumplimiento de todas las normas. O eso pensaba... Jeison Linares (bombero de la estación B1 en Chapinero, Bogotá): “Nosotros nos adaptamos a la Normativa Sismorresistente del 2010 en los títulos J y K, donde se pide que las estructuras tengan sistemas contra incendios, que tengan sistemas de alarma, que tengan unos espacios específicos para salidas de emergencias y una señalización”. Esta Norma de Sismo Resistencia (NSR) y la Norma Técnica Colombiana (NTC) son las que se usan para la construcción de nuestros espacios. La regulan los interventores que nos visitan cada día, ellos nos revisan, miran nuestro material, nuestra ubicación y corrigen en caso de que exista algún error. Cuando venían de visita siempre decían que todo iba bien, pero mi lugar en la construcción no me agradó mucho, pues me sentía aislado. Estaba junto a las escaleras de emergencia, por donde nunca iban a pasar residentes; si no era para llenar mi boca con basura y más basura, o, en caso extremo, para evacuar en caso de emergencia. Desde el 3 de Marzo de 1982 se estableció en la NTC que “Las cajas de ascensores, ductos de basuras y ductos de instalaciones deberán estar totalmente separados de las escaleras de incendio”. Norma que se pasó por alto. A medida que nos fueron construyendo, y terminando a mis vecinos de la torre 3, 4 y 5 se expidió una nueva normativa de la NSR, pero nunca nos modificaron o inhabilitaron. Al contrario, continuamos desempeñando nuestro trabajo de manera normal. De hecho, algunos de mis colegas de otros edificios en Bogotá fueron también aislados y ubicados al lado de las salidas de emergencia. Andrés Jiménez (contratista y subdirector de gestión de riesgo Bomberos Bogotá, líder en inspección): “Realmente en las inspecciones técnicas de seguridad humana y sistemas de protección contra incendios que hace el Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá, cuando se hace la verificación de estos ductos se evidencia que algunos no cumplen con las condiciones requeridas, para lo cual en los respectivos informes técnicos se informa y se realizan las recomendaciones pertinentes”. De acuerdo con la nueva normativa NSR 2010, “en ningún caso los ductos para descarga de basuras pueden estar ubicados al interior de una escalera que sea parte de un medio de evacuación”. Esta norma también se pasó por alto después de la construcción, la responsabilidad recae sobre la administración del conjunto, ellos deben estar actualizando los ítems que estipula la norma. Al ya estar construido se debe buscar la manera de hacer cumplir la nueva versión de la normativa, inhabilitando todo aquello que incumpla los requisitos. Me fui dando cuenta con los años que algunos colegas que vivían en Bogotá tenían los mismos problemas, y que estos desencadenaron unos peores como incendios o explosiones. Pero, como nunca tuve ninguna de estas situaciones mayores, parecían casi inexistentes, mi única preocupación era que si no podía confiar en quienes me construyeron o en quienes me administraban, ¿en quién podría hacerlo?... Torres de Santa Lucía, Usaquén, Bogotá, 16 de Julio de 2017, 12:00 am Yamile Carvajal (administradora del conjunto Torres de Santa Lucía): “Los ductos [...] quedaban totalmente organizados hasta el sábado al mediodía que se iba el personal”. Me sentía limpio, fresco y listo para enfrentarme a toda aquella basura que los residentes me daban a probar los días sábado. Productos orgánicos, de aseo y demás elementos que van llegando poco a poco a mi depósito. Pero, a medida que pasaban las horas alguien hizo algo que no me cayó bien: meter una caja más grande que mi ducto. El problema real no es que se llene el depósito de basura, pues el personal de aseo siempre está pendiente para despejar el área, sino que las personas meten cosas que no caben por mi pequeño ducto, de apenas 60 centímetros por 40 centímetros. Los residentes realmente no me cuidan, no les importo, no hay responsabilidad colectiva. Y esto no solo me pasa a mí, a mis colegas también les llenan el ducto de basura sin conciencia alguna. Alexandra Ramírez, (química): “Infortunadamente nosotros somos muy cómodos y pues obvio, yo prefiero botar la bolsa [por el shut de basura] a bajarla por el ascensor” Se estanca la basura desde el séptimo piso y se comienza a acumular hasta el noveno piso. De repente, una chispa genera un enorme incendio. ¿Cuál fue la fuente de la chispa?, ¿acaso fue un elemento metálico haciendo fricción con el material del shut?, o ¿fue una chispa provocada como un cigarrillo en el ducto?; se desconoce. … Luego de casi 12 horas continuas de labor, me sentí mal, muy lleno, pero sobre todo estancado y pesado; comencé a percibir un ardor dentro de mí, como una bolita de fuego que subía cada vez más … Torres de Santa Lucía, Usaquén, Bogotá, 16 de Julio de 2017, 1:00 am Los celadores intentaron controlar este malestar que tenía, pero se tardaron bastante en llegar. Era muy difícil identificar la magnitud de lo que estaba pasando, pues soy tan estrecho y estoy tan aislado, que a duras penas saben quién soy. El edificio tampoco tenía detector de humo, así que ninguno de los 66 apartamentos de la torre, a excepción de la familia de Enna y Sara Díaz, se percataron del incendio. Sara Díaz, (antigua residente del conjunto Torres de Santa Lucía): “Mi hermana y yo veníamos del municipio de Cota, nosotras subimos a las 12:40, casi era la madrugada, subimos por el ascensor. No olía a nada, no había nada, mi hermana quería un vaso de agua, ella nunca tomaba agua y justo quería un vaso de agua de la cocina; fue a la cocina y ahí fue cuando se dio cuenta del incendio, ella fue corriendo porque ya nosotros nos estábamos metiendo al cuarto. Yo estaba acostada, chateando, mi hermana abrió el cuarto de mis papás y el mío, y nos dijo, ¡incendio, salgan, salgan!, yo desconecté el celular y salí descalza.” Me sentía muy mal. El fuego quemaba mis paredes y subía cada vez más por el ducto, no podía hacer nada, pues estaba totalmente tapado por basura; basura que produce un combustible que incrementa el fuego con velocidad. Intenté contenerme y no alarmar a los demás residentes, no quería que tuvieran una mala noche, pero se salió de mis manos, no podía hacer más que aguantar mis quemaduras. En el shut de basuras, debido a la descomposición de material orgánico hay acumulación de un gas llamado metano. Alexandra Ramírez, (química): “El metano es altamente inflamable, es de los gases más inflamables a nivel orgánico que conocemos, ese gas metano es el mismo gas que se utiliza en la cocina, en la estufa. Quizá botaron, por ejemplo, frascos de solventes orgánicos altamente inflamables como el thinner, como el varsol [que es mucho peor]. O sea, realmente es muy muy inflamable y aumenta la llama, ahí están todos los combustibles disponibles en el ducto”. Aunque intenté a toda costa retener mi llama, el humo subía y subía hasta que se pasó al ducto del frente, donde se encontraban los ascensores. El fuego que produje era tan fuerte que invadió la salida de emergencia, entonces cualquiera que se atreviera a evacuar, no lo podía hacer. Sara Díaz (antigua residente del conjunto Torres de Santa Lucía): “Nuestra primera opción fue abrir la puerta [ de las escaleras de emergencia], para salir pero vimos la llama, nos miramos y fue como, no. [...] No teníamos otra opción que no fuera el ascensor, como instinto de supervivencia”. El ascensor es el último recurso que se toma para evacuar, pero en este caso era el único posible. Aunque el uso del ascensor salvó la vida de aquella familia, pues lograron salir del edificio, generó lo que después dejaría sin hogar a casi 200 personas. Enna Díaz, (antigua residente del conjunto Torres de Santa Lucía): “Ya nosotros nos sentíamos a salvo, pero yo fui la de la idea de devolvernos y decir como, volvamos por los niños. Nuestra familia siempre es muy amorosa, muy de no ser egoísta, sino de ayudar a los demás”. Sara Díaz (antigua residente del conjunto Torres de Santa Lucía): “Nosotros no lo vimos riesgoso porque en el primer piso no había fuego, no había humo, no había absolutamente nada. Cuando entramos, quedaban dos apartamentos al fondo, yo me fui al apartamento de la izquierda y mi hermana se quedó en la mitad del ascensor. [...] Yo timbré y creo que me desmayé, explotaron los ascensores, yo no me acuerdo en qué momento me caí, solamente me acuerdo cuando mi mamá me cogió de la camiseta para levantarme”. En ese momento explotó el ducto de los ascensores. Yamile Carvajal (administradora del conjunto Torres de Santa Lucía): “El humo se metió por el foso del ascensor, es un lugar cerrado y al recibir oxígeno, cuando abrieron las puertas, [para evacuar], se produjo la explosión”. ...Aquella fuerte explosión me hizo retumbar. A partir de ese momento, reinó el caos. Los residentes metieron una manguera por mi ducto, y por fin se acabaron las llamas. Empezaron a evacuar por las escaleras de emergencia, pero ahora, además de humo, había escombros, el edificio estaba destruido; mi edificio estaba destruido. El cuerpo de bomberos acudió al lugar en poco tiempo. El panorama no era favorable. Ambos ascensores explotaron y generaron una onda que rompió todos los vidrios del edificio. Los primeros en llegar, para atenderme y para atender a todos los afectados, fue la estación de bomberos B13 (Caobos Salazar). Después de un tiempo, los pasillos por los que nunca pasó casi nadie por más de 7 años, se convirtieron en una zona de desfile, donde atravesaban funcionarios de Bomberos Bogotá, de Defensa Civil, del IDIGER, de la Cruz Roja, de la Policía Nacional, entre otros; 66 familias intentando evacuar a quienes por la onda explosiva habían quedado atrapados en sus apartamentos. El despliegue de entidades de emergencia fue muy grande. De las 17 estaciones de Bomberos Bogotá más de la mitad estaban atendiendo aquella explosión. Afortunadamente, el accidente que ocasioné, o que se ocasionó en mí, no dejó víctimas mortales, como sí ha sucedido con otros de mis colegas, por ejemplo, el edificio Colors en Envigado, donde por la misma razón, el incendio se extendió a todos los pisos, causando heridas a 31 personas, de las cuales una pareja de esposos presentaron quemaduras del 100 y 90 por ciento en su cuerpo, y luego fallecieron. Y aunque aquí, en Torres de Santa Lucía no se cobró ninguna vida, sí quedaron pérdidas materiales. Mi edificio quedó inhabitable. Mi hogar se destruyó… Las pérdidas rondaron los 2.500 millones de pesos con la interventoría y los estudios técnicos. Las familias tuvieron que dormir por varias noches en el salón comunal del conjunto, pues no tenían dónde más pasar las noches. Muchos objetos personales se declararon como pérdida total, pues el humo y la onda explosiva los destruyeron. No fue hasta un año y un mes después que recibí residentes de nuevo, pero claro, no es igual que antes. Este tipo de accidentes no se olvidan, pero tampoco se previenen. Desde el interventor que deja construir sin la norma, pasando por el administrador que no la actualiza, ni tiene las herramientas de detección en el edificio, siguiendo por la irresponsabilidad de los habitantes que botan la basura así se estanque… Ninguno de ellos contribuye con mi bienestar. ¡Y pensar que no soy el único que puede pasar por esto!

  • Reclusas en Bucaramanga, tejiendo la primera oportunidad que nunca han tenido

    Reclusas en Bucaramanga, tejiendo la primera oportunidad que nunca han tenido María José Montoya, Comunicación Social y Periodismo Fecha: Para el 58,6% de las mujeres privadas de la libertad, la motivación más frecuente para cometer un delito relacionado con drogas es garantizar el sustento de sus hogares, según ONU. Lea también: La cárcel de la que huyó Escobar Compartir Foto: Reclusas de la cárcel de Bucaramanga El Buen Pastor, en el taller de manualidades. Cortesía de Alejandra García, diseñadora de moda, fundadora de ANHCO “Es como un cementerio de vivos, es un lugar en donde nadie se acuerda de usted, nadie”, afirma Nelly Liseth Sierra Chona, una mujer de 34 años. Sus ojos son oscuros, es de estatura media, cabello rubio y acento santandereano, que se caracteriza por su fuerte entonación. Es madre de Jesús Javier Martínez Sierra y Daniel Esteban Martínez Sierra, de 13 y 12 años respectivamente. Una familia pequeñita, pero llena de mucho amor, que reside en la ciudad de Bucaramanga, en el barrio San Miguel. Nelly Liseth buscaba la forma de sacar a sus hijos adelante; trabajaba en la central de abastos empacando alimentos, pero el no tener una profesión, o algún aprendizaje adquirido que le facilitara obtener un sustento económico, era su gran obstáculo. Era el 27 de noviembre del 2017, el día en que la vida de Nelly Liseth cambiaría por completo, tras una decisión mal tomada y que la llevó a terminar presa. Un lugar oscuro y húmedo, gracias al calor del ambiente, con un olor sofocante y apestoso, del cual no se puede escapar por las cuatro paredes que lo encierran. En ese lugar es donde toda persona visitante degusta lo insípido y amargo de la vida, de la soledad y el olvido. Además, de ser el sitio donde la voz de estas mujeres es silenciada, por cuenta de no haber tenido la oportunidad de un buen trabajo. “Yo estaba durmiendo con mis hijos, cuando escuché que tocaron la puerta. Uno de mis hijos abrió, de inmediato entraron policías de la DIJIN y me apuntaron con el arma. Me dijeron que tenían orden de allanamiento y me detendrían por tráfico de estupefacientes”, recuerda Nelly Liseth por medio de una videollamada de zoom. Cuando se entra al patio de la cárcel el ruido y los gritos aturden, siendo esta la cordial bienvenida a la nueva integrante. La incomodidad, la rabia, la tristeza y el miedo hacen presencia de inmediato. Al día siguiente Nelly Liseth se despertó asustada, por culpa del fuerte estruendo de la alarma. En ese momento recordó que no estaba en su hogar, estaba en una celda fría, los gritos constantemente se oían y la soledad se hacía notar cada vez más. Con la falta de compañía de sus hijos y el constante encierro que la rodeaba, empezaba a ser víctima de su propio silencio, ese mismo silencio que atrapaba a más mujeres como Nelly Liseth. El 75% de las mujeres en centros de reclusión por delitos relacionados con drogas habita en barrios de estrato uno y dos, y un 8% adicional vive en barrios de invasión no regularizados o es habitante de calle. La motivación más frecuente para cometer un delito relacionado con drogas, es el no tener cómo solventar las necesidades del hogar para el 58,6% de las mujeres privadas de la libertad. Un 13,3% lo hace porque quiere obtener dinero y el restante por otras motivaciones, según cifras de las Naciones Unidas, en Colombia. La cárcel El Buen Pastor de Bucaramanga tiene diferentes espacios. Cuenta con biblioteca, casino y panadería, además de las divisiones que separan a las diferentes reclusas. El patio A es el lugar donde se encuentran las reclusas que han sido condenadas, que fue a donde pasó Nelly Liseth luego de esperar 2 años para poder tener claridad del tiempo de condena que debía cumplir. También está el patio B, donde se encuentran todas las mujeres embarazadas, madres lactantes y funcionarias públicas. Por último, está el patio C donde se encuentran las mujeres sindicadas, pero aunque cuenta con diferentes espacios la cárcel a la fecha del 7 de octubre del 2020 cuenta con 286 reclusas, cifra que sobrepasa la capacidad que ésta tiene de 247 mujeres recluidas, por esta razón hay mucho hacinamiento. Miles de vidas que se encuentran en un mismo lugar, que tienen en común un mismo objetivo: estar en libertad, dejar a un lado la soledad y abandono que se vive día a día. Nelly Liseth estuvo 2 años y medio en el centro de reclusión. Los primeros días, muy a las 5 de la mañana el fuerte estruendo de la alarma la despertó. En una celda con 45 personas a su alrededor, un lugar frío que hacía las horas eternas de cada día. Con poca ropa, una hora después debía ser llevada al patio con todas las demás reclusas. Nelly Liseth sufrió encarcelada fuertes dolores en los riñones a lo largo de tres meses, por causa de cálculos, que debían ser retirados en una cirugía. Esta nunca se llevó a cabo porque la autoridades la capturaron. Pasaba el tiempo y no recibía solución para sus constantes dolores. Pedía que la trasladaran al médico pero no recibía respuesta. Gracias a esto, tuvo que tomar medidas drásticas y empezó a cortarse los brazos para que así la tuvieran que llevar al hospital. Luego de varias oportunidades y algunas heridas ocasionadas intencionalmente logró su objetivo y estuvo 15 días hospitalizada, la estaba matando una infección que de no ser por su ingenio estaría en el centro de reclusión con la indicación médica que le recetaba tomar acetaminofén. Cuando se está recién llegado a la cárcel se debe permanecer diariamente en el patio por 3 meses. Al cumplir este tiempo, se da la posibilidad de empezar a estudiar; gracias a esto, Nelly Liseth hizo cuarto y quinto grado. Luego de haber estudiado por 1 año, ya tenía la posibilidad de empezar a trabajar en los talleres. Para poder hacer parte de estos, primero se hace el conteo de las reclusas que quieren participar, se les pregunta qué quieren hacer, y seguido de esto empiezan trabajando 8 a 10 mujeres, dependiendo del taller elegido. Pero al final terminan quedando solo 2 o 3, porque no les gusta. Aunque es una gran oportunidad de no solo mantenerse ocupada y despejar un poco la mente del encierro, la culpa y la desesperación que se vive, algunas mujeres prefieren quedarse sin trabajar y pasar los días en el patio, lo único que llega a ser una motivación es la recompensa que pueden tener, gracias a las labores que desempeñan. Uno de los beneficios que obtienen las reclusas al trabajar en los talleres y estudiar es la redención de la condena que se les impuso, dependiendo de las horas que trabajen y qye hayan tenido una conducta buena y limpia. El taller de manualidades fue el elegido por Nelly Liseth, este es dirigido por la Fundación ANHCO, creada por Alejandra García, diseñadora colombiana de modas y su hija Valentina Prieto, quien estudió Fashion Marketing y Comunicación. Ellas toda su vida han trabajado haciendo labor social. Se hizo la unión de las dos cosas que más aman, la moda y la labor social. Fue así como nació ANHCO. Alejandra es quien le enseña a las reclusas a diseñar, a hacer moda de lujo por medio del arte manual. En este espacio las reclusas aprenden a hacer manillas, mochilas, sombreros, diademas, como también estampación, bordado y pintura en tela. Las reclusas pueden escoger el tema que les apasione y a partir de esto recibir una entrada económica dentro de la penitenciaría. El proceso de diseño de las mochilas empieza con la compra de estas a las indígenas Wayuú, es decir ya vienen prefabricadas. Luego son trasladadas a Bucaramanga donde pasan por el proceso de creación y capacitación que desempeñan las reclusas. Se hace el bordado en canutillo que dura 25 días y finalmente van hacia la parte de comercialización en Colombia. Todas quieren entrar a trabajar para poder pasar al taller de fantasías, en donde hay que pulir con acero, para obtener como resultado llaveros, adornos, prendedores o hebillas para las correas. La razón por la que las reclusas quieren trabajar en ese lugar, es porque ganan mucho dinero a pesar de estar privadas de la libertad, llegan a ganar 500 mil pesos colombianos. Por eso, en los talleres antes de pasar a fantasías no se ve mucho entusiasmo, ni ganas de aprender, solo se trabaja por el pago. Cuando a Nelly Liseth le dieron la posibilidad de pasar al taller de fantasías ella decidió quedarse en el taller de manualidades, lugar donde permaneció hasta que salió en libertad. En ese taller ocurría toda la magia, se hacía el diseño de las diademas, que se demoran 2 días en terminar, como también, manillas de mostacilla y miyuki. Estas son pequeñas piedras, de múltiples colores, que se caracterizan por el gran acabado que dan gracias a su simetría. Además, a ella le encantaba pintar en tela, de esta forma obtenía pago en la cárcel por medio de las tarjetas de minuto, 3 tarjetas de 5 mil, o 7 de 5 mil eran algunos de los precios en que vendía sus obras de arte en tela y así podía comunicarse con sus hijos. “A mí, el taller de fantasías, la verdad, no me gustaba. Yo quería aprender un arte, aprender a hacer algo”, expresa Nelly Liseth. Su amor por el arte de las manualidades empezó gracias a los conocimientos que adquirió, convirtiéndose en un gusto tan fuerte, que nada le parecía difícil. La conducta de Nelly Liseth no era la más ejemplar, por esa razón no recibía redención en su condena gracias a su participación en el taller, cosa a la que le daba muy poca importancia, gracias a sus ganas de aprender. “Las mujeres que están privadas de la libertad, una vez entran al centro de reclusión pierden la esperanza, la fe, se pierden los sueños y la visión de un mejor futuro. Por falta de empleo, educación, por no encontrar otra salida, por tener una mente cerrada, una mentalidad acorde a las vivencias que han tenido en el transcurso de su vida”, menciona Alejandra García, fundadora de la Fundación ANHCO. El día a día de Nelly Liseth cambió por completo. Con mucho entusiasmo y motivación empieza sus días con el diseño de las manillas en mano dibujados en un cuaderno. Prende su tablet y le sube el volumen a la música. Preferiblemente de género urbano, empieza a tejer los 11 hilos que hacen las manillas y pasando con mucho cuidado la mostacilla o el miyuki se pasa por medio de estos la aguja, que es la que ayuda a mantener firme y a darle forma a las hermosas manillas que diseña. “Me enseñó a superarme, yo era una persona con otra mentalidad. Hay personas que se dañan la vida por no tener una oportunidad o algo así”, afirma Nelly Liseth, quien ahora se encuentra en libertad, con el gran privilegio de poder trabajar gracias al diseño manual, luego de salir de la penitenciaría Liseth continúa trabajando con ANHCO, la fundación le ayuda con el envío de los materiales, para que de esta manera siga con su labor y pueda obtener un sustento económico para ayudar a su familia. Esta no es solo la historia de Nelly Liseth, quizá es la historia de miles de mujeres que piensan que no tienen oportunidad de una vida mejor, porque realmente nunca la han tenido. Esta es una de las voces mudas de las reclusas que están en Colombia.

  • “Soy débil e insegura en la vida cotidiana”: La Pulla 

    “Soy débil e insegura en la vida cotidiana”: La Pulla Vanessa Portilla, Comunicación Social y Periodismo Fecha: María Paulina Baena, más conocida como La Pulla, ha echado por tierra el mito de que las mujeres somos seres frágiles y sin coraje. Lea también: 'La Pulla', la excusa de su creador para no sucumbir ante la depresión Compartir Foto: Foto: Vanessa Portilla María Paulina, toda una experta en poner las cartas sobre el asunto y defender los cimientos de El Espectador en nuevos formatos, es la piedra en el zapato de algunas de las figuras públicas que se han aprovechado de la sociedad colombiana por décadas. Ella ha sido la cara de una videocolumna de opinión nacida en el 2016 que subyace en la indignación, construyendo así un espacio innovador, con un toque de picardía envolvente, que expone una verdad oculta envuelta en cólera y zozobra, pero con el poder de transformar la conciencia colombiana. Agotada, despeinada y con su traje de La Pulla, María Paulina sonreía irradiando tranquilidad al llegar a la cafetería de El Espectador. Con un saludo muy ameno, se disculpó por la tardanza, consecuencia de la grabación de un nuevo capítulo del videoblog, y con una sonrisa implacable, me dio la luz verde para comenzar la conversación. “¿Cómo es la relación del equipo de La Pulla con los periodistas de la vieja guardia?”, le pregunté en relación con los comentarios de los tradicionalistas que han debatido sobre la pertinencia de este espacio de opinión en el debate político. “Yo creo que nuestra relación es frecuente y fluida, seguimos nuestras propias reglas porque queremos conservar ese lenguaje joven y millennial irreverente que nosotros creamos con La Pulla, lo queremos seguir haciendo así, y creo que los periodistas de la vieja guardia se pueden escandalizar con eso, pero la respuesta ha sido positiva (...) Siempre estamos llamando y consultando a esta gente que nos puede dar una mirada acertada y estamos pendientes de las críticas que pueden ser positivas para perfeccionar La Pulla. Siguiendo nuestra intuición, estamos creando todo el tiempo, así eso implique que nos cacheteen los de la vieja guardia”. Frente a la propuesta de revolucionar lo tradicional con las nuevas tecnologías, La Pulla, con investigación y rigor, ha comenzado el debate de muchas problemáticas en Colombia. No obstante, todo tiene sus desventajas y María Paulina al ser la cara de la videocolumna, se ha enfrentado a millones de críticas que se trasladan del mundo virtual al real, por esto, decidí preguntarle “¿cuál ha sido el mayor reto de ser figura pública?” y con un mirada que demostraba un conflicto de ideas respondió: “Yo creo que un reto es que yo nunca quise ser esto, yo no quería ser famosa desde que nací, yo no quería convertirme de buenas a primeras como en esta figura pop: que me hicieran entrevistas, que me reconocieran en la calle, que se tomaran fotos conmigo o me lanzaran un madrazo cuando voy caminando en el mercado, entonces fue un sacudón” La periodista, sin embargo, mencionó que sabe manejarlo. “No me creo mucho esa fama, este es mi trabajo, esto es lo que hago y quiero mejorar cada día, que reconozcan el trabajo porque es bueno y no porque me reconocen a mí, debido a que detrás de esto hay un equipo de seis personas que estamos pensando nuevas formas de hacer contenidos”. Mientras María Paulina tomaba un descanso de hablar y bebía de su botella de H20, pude notar melancolía en su rostro, algo no muy propio del personaje fuerte de La Pulla. Por tal motivo, me surgió una duda “¿me puedes decir dos cosas que compartes con La Pulla y dos que no? Silencio. Se tomó su tiempo para responder: “Comparto con el personaje su ironía, su sarcasmo y su terquedad, pero no comparto su fuerza constante: yo soy muy débil e insegura en mi vida cotidiana. Tampoco comparto que le dice verdades en la cara a todo el mundo ya que en la vida real soy más miedosa”. “¿Alguna vez te has sentido impotente porque muchas personas no ven el objetivo que tienes con el personaje?, le pregunté repentinamente tratando de conocer más su lado humano. “Eso me pasaba mucho al principio porque yo veía que las discusiones se estaban encaminando por otro lado, el lado del machismo que por qué hablo así, que por qué no hablo como mujer, pero ¿por qué la discusión se está centrando en eso si yo estoy hablando de otra cosa?”. “Pero después de pensarlo vi que de pronto la forma es parte del fondo de La Pulla, luciendo como luzco, siendo fiel a lo que soy. De pronto eso dice cosas que terminan siendo el corazón de nosotros. Se debe entender que la gente necesita que más mujeres hablen duro y tengas espacios de poder y tengan espacios de diálogo y que no las vivan cayendo o infantilizando y que no las traten con más condescendencia. No importa, que sigan hablando de esto y empezar a demostrar que esto tiene una razón de ser”, añadió. Los conflictos para la videocolumna también han sido internos. Algo que ha pasado desapercibido es que el equipo vive en una lucha constante de búsqueda de financiación que, a pesar del éxito, siempre está allí. “Somos periodistas pero fungimos como administradores, como recolectores de recursos, a nosotros no nos enseñaron a gerenciar nada, yo me descuadro pagando un recibo, no ha sido fácil para ninguno de nosotros, tampoco ha fácil conseguir pautas porque nadie quiere pautar con La Pulla, pero increíblemente nos hemos dado cuenta que hay marcas que sí compran la sinceridad y que no están pendientes de “ay, qué dijo” “no diga esto”, hay marcas que les importa nuestra imagen de rebeldía e irreverencia” (...) Nos volvemos autosostenibles aunque nos falta inventarnos más cosas para sobrevivir, nuestro modelo es raro, hacemos parte de un periódico, pero tenemos que conseguirnos nuestra propia financiación”. Sin lugar a dudas Baena no vacila frente a las injusticias sociales y día a día se reta a mejorar la calidad de su trabajo. Me comentó, ya en los últimos minutos de la conversación, que está satisfecha con lo que hace, disfrutando de su vida en familia, parchando con amigos, amando al cine, a sus mascotas y saliendo con su equipo de trabajo para fortalecer los lazos que se forjaron desde la profesión, pero que continúan en los diferentes ámbitos. “Me creo el cuento de que vivo un sueño y eso me permite quitarme esa vaina de que uno es profundamente insaciable, pensar eso me hace sentir tranquila”.

Escucha aquí los podcast de Conexión Sabana 360 

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